• Capítulo dieciocho •
• Abrazo •
El olor del hospital nunca había sido de sus favoritos, le recordaba tantas anécdotas que sin duda podría asegurar que lo odiaba.
A sus cinco años se cayó desde el árbol que se encontraba en el patio trasero de su casa en Kotō, teniendo como consecuencia una pierna rota.
Se la paso cinco días en el hospital debido a que sus padres — ambos en trabajos de jornadas largas — nunca llegaban a la hora que estaban permitidas las salidas del lugar.
La segunda fue a sus once años, dónde, una gripa mal cuidada se convirtió en neumonía.
Todavía podía recordar lo incómodo que era respirar, los medicamentos que debían poner por vía intravenosa y las lágrimas de su madre al verlo en esa camilla durante una semana.
La tercera fue a sus quince años, una intoxicación lo llevo a estar en observación aquella noche de navidad y la cena se enfrió por completo.
Pero ¿Por qué esta vez dolía más que las anteriores?
Tal vez porque tuvo que salirse de la universidad a las dos de la tarde y tomar el primer tren a la ciudad de su infancia, quizás era porque su madre le había ocultado completamente lo mal que estaba desde hace meses o era el simple hecho de ver cómo su padre lloraba a cántaros en la fría silla que se encontraba a su lado.
No había duda que odiaba por completo los hospitales, porque, veía a demasiadas personas sufrir entre los pasillos; escuchaba diagnósticos extraños que terminaban en falsas alarmas en el mejor de los casos o simplemente eran las peores noticias.
«ELA», era el único pensamiento que estaba corriendo a mil por hora en su cabeza, nunca lo había escuchado pero por lo poco y mucho que le había explicado el doctor era algo incurable.
La culpa lo estaba recorriendo sin duda, ¿Cómo no se había dado cuenta?
Su madre había empezado a hacer llamadas en vez de mensajes, la última vez que la vió sus movimientos eran más débiles, frágiles — como si en cualquier momento fuera a derrumbarse—.
La última frase que le dijo a Keisuke cuando iban de regreso a Shibuya “ Cuídalo por mi”, simplemente todo estuvo frente a él pero nunca se detuvo a preguntarse el porque.
Sus labios estaban resecos, lo más seguro es que también estuvieran sangrando después de tantas mordidas que les había dado por los nervios.
Las manos le temblaban y el nudo en la garganta se intensificaba sin tener piedad de que estaban en un lugar público y que la persona a su lado — a pesar de rechazarlo— necesitaba su apoyó.
Por primera vez en más de un año sentía frío, a pesar de que la chamarra que traía puesta emanaba el olor de su pareja por esa vez no le estaba regalando tranquilidad; por única vez el collar con la inicial del contrario lo estaba asfixiando y el anillo que tenía colocado en su anular estaba en su bolsillo porque estuvo a punto de perderlo por los nervios.
Por otra vez sentía que Matsuno Chifuyu se estaba rompiendo, que no abría algo que lo pegará, que los pedazos que dejaba con cada chasquido de lengua se quedarían regados en el lugar.
"– Chifuyu. — Un ligero quejido salió como respuesta a su progenitor para que continuará— ¿Quieres hablarlo?"
«¡Si!» gritaba la voz en su interior, sentía el corazón pesado y la mente perdida; quería gritar y que todos lo escucharán maldecir a la vida.
Porque Matsuno Yukiko siempre fue ejemplar, porque sus postres eran los mejores para un día triste, porque sus ojos siempre transmitían paz.
Porque a pesar de ser la mujer más estricta — según su yo adolescente— todavía se daba el tiempo de charlar con él y preguntarle qué tal iba todo.
Si, quería hablarlo pero las palabras no salían de su boca.
"– No. — Mentía, porque no estaba dispuesto a verse débil entre los pasillos blancos con olor a anticeptico— Voy por un café ¿Quieres uno?"
La afirmación verbal fue lo último que escucho antes de querer correr por el lugar, no iría a la cafetería, porque mierda.
Las lágrimas empezaban a picar en sus ojos y sentía como su labio inferior temblaba, los pasillos se le hacían eternos conforme bajaba por las escaleras.
El aire de la tarde-noche pegó en su rostro al salir corriendo por la puerta principal, sintiendo por fin como las lágrimas bajaban a la par del sol.
Porque por esa vez, se sentía roto, vacío y sobre todo culpable.
El tiempo sentado en el suelo del pasillo paso rápidamente, los únicos sonidos que eran percibidos por sus oídos eran los pasos lentos de las personas que se quedaban en vela para esperar noticias —como él y el señor Matsuno—.
Suponía que ya era tarde, porque la luna ya se encontraba en lo más alto y su cuerpo empezaba a pasarle factura debido al cansancio que tenía; su teléfono seguía vibrando en su pantalón pero sentía los brazos tan pesados que no podía moverlos.
Los pasos apresurados que retumbaron en el pasillo lo hicieron suspirar, todo el día había escuchado eso cuando alguna de las máquinas a las que estaban conectadas las personas de emergencia decidían partir.
"– Chifuyu. — Sus ojos se abrieron con sorpresa y su mirada fue a parar a la persona que se encontraba acuclillada frente a él— Ya estoy aquí."
Sin pensarlo y mucho menos importarle se impulsó hacía adelante siendo recibido entre aquellos brazos que siempre le otorgaban paz.
Se había dado Miles de abrazos con Keisuke, no había duda de ello, pero por primera vez pudo sentirlo diferente.
Si, con aquella noticia estaba roto pero sentía como sus pedazos estaban siendo unidos junto a los de Baji; dándole un poco de estabilidad, dejándolo respirar y sentirse aliviado.
Podía respirar con tranquilidad aunque sus sollozos por fin resonarán por el lugar, se estaba permitiendo ser débil porque justamente el azabache era él que se estaba manteniendo fuerte por los dos.
Aquel abrazo lo estaba volviendo a unir y se sentía tan agradecido por ser cuidado con tanta delicadeza.
"– Kei, pero ¿Qué haces aquí? — Cuestionó, aún derramando lágrimas y sintiendo como era alejado un poco del pecho ajeno— Lo siento, yo iba a avisar pero no pude.
– Te lo dije Fuyu, yo iré a dónde tú vayas así sea el fin del mundo siempre te seguiré. — Los pulgares del contrario limpiaron sus lágrimas mientras el abrigo ajeno era depositado sobre sus hombros— Inupi me llamó, no dijo mucho solo algo del hospital y Yukiko-san.
– Ella, ella..."
El nudo en su garganta le impidió seguir hablando, sentía como la penetrante mirada de su padre estaba puesto sobre ellos y como la persona que tanto amaba se encargaba nuevamente de abrazarlo.
Keisuke nunca lo iba a obligar a hablar, pero, de todas las personas en el mundo era al único que estaba dispuesto a contarle todo.
Con lentitud paso sus manos entre las mangas del abrigo y decidió separarse esperando a que el más alto se apoyará contra la pared — aunque hubiera sillas vacías—, tal vez era la conexión que tenían pero no paso ni un minuto cuando el azabache se acomodó y le volvió a estirar los brazos.
Por una vez no escuchaba murmullos a su al rededor, tampoco le importaba que vieran como se refugiaba en la curva del cuello ajeno para que el olor del contrario le diera estabilidad y sin importarle nuevamente acomodo su anillo de forma discreta en su anular.
Ya no tenía porque reprimirse y podía ser el Matsuno Chifuyu de diecinueve años que se había enterado que su madre estaba en la etapa final de una enfermedad que quedaba menos de un año para que posiblemente dejará de respirar.
Podía ser débil con Keisuke porque el sería el valiente.
"– Madre. — Podría jurar que las manos que se encontraban en su espalda y brazo lo sostuvieron más fuerte— Madre tiene ELA, su cuerpo está dejando de reaccionar y sus pulmones hoy colapsaron, está conectada a una máscara de oxígeno y...
– Y ella no podrá ver cómo cumplí mi sueño, no estará cuando decidamos casarnos, no jugará con sus nietos cuando los adoptemos. — Por fin sus miedos estaban siendo expuestos, sin ser juzgado, sintiéndose egoísta porque él aún la necesitaba— No estará para el siguiente invierno y las llamadas por las noches ya no llegarán ¡Tengo miedo Kei! ¡No quiero que eso pase!"
Las miradas que sentía llegar por todos lados lo hicieron pequeño, a pesar de todo, aún se sentía como el niño que llegaba después de pelear para cenar con su madre; todavía podía sentir como su ser imploraba por ver a la mujer que le dió la vida.
Su mano fue llevada hacía los finos labios de Baji, sintiendo como se posaban sobre su palma dejando otra promesa que exclusivamente Keisuke sabría.
"– Te prometo que intentaré que Yukiko-san vea todo, no puedo asegurarte que encontraré una cura pero en este tiempo me encargaré de que ella sepa que te hago feliz. — Sus ojos volvían a picar ante las palabras del azabache — Le prometí cuidarte y lo haré por el resto de mi vida."
Plantando un ligero beso en la mejilla de su pareja se permitió que sus músculos descansarán, sintiendo, que podía quedarse ahí y que nada malo pasaría.
Lo último que escucho fue murmullos antes de que el sueño por fin ganará la batalla.
Porque entre todo el mundo su Keisuke estaba ahí y entre todos los lugares el estaba en el más seguro.
Los brazos de Baji.
Hola, hola personitas ❤️.
¿Cómo se encuentran el día de hoy? ✨
Varias cosas que decir y muy poquitas ganas de escribir jajaja.
ELA es la abreviación a Esclerosis lateral amiotrófica, la cual es una enfermedad muscular que afecta todo el cuerpo y no hay un tratamiento.
Escribí un capítulo así porque aquí se narran las cosas en pareja que están pasando estos dos y claramente no todo es miel sobre hojuelas.
Bueno, gracias por las 3K de vistas u los 900 votos son los mejores.
Así que díganme qué quieren para navidad 😂😂
Gracias por sus comentarios y por seguir aqui, a veces siento que los aburro.
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