Capítulo único.

Advertencia: Alto contenido sexual explícito, incluyendo fetiches. No apto para gente sensible. Leer bajo su propia responsabilidad. Con advertencia no hay engaño.

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Si eres una persona sucia como Kirk y yo, tienes que saber por excelencia que en cualquier lugar que no sea la cama, debes ser una persona limpia, educada y... "normal".

Pregúntenle a mi novio, eh, que ahora mismo se estaba dando la segunda ducha en el día, lamentablemente no porque haya hecho algo que pueda catalogarse como "sucio", simplemente es una persona que no soporta mantenerse sudado mucho rato -como cualquier ser humano, ¿vale?-. Si se preguntan por mi, si es que alguien le interesa, aquí estoy yo. En nuestra habitación, sentado en la silla frente al escritorio, algo impaciente porque él se estaba demorando mucho.

No me digan nada, yo ya me bañé en la mañana con él y me negaba a hacerlo una segunda vez ahora en la noche, sobretodo porque el que salió a trabajar a pleno sol fue él y no yo.

Cerré mis ojos, imaginando... Imaginando a mi querido Kirk. Desnudo, en la ducha, con el agua caliente bajando lentamente por su espalda... Mordí mi labio inferior, en la vida real tanto como en mi imaginación es un encanto. Me eché para atrás, recostándome contra el escritorio. Sonreí tras regresar de golpe a la realidad y ver que Kirk ya estaba de vuelta: utilizaba la bata y pantuflas que le regalé ayer, muy bonito detalle por su parte. Además, se le veía muy bien.

- Te ves hermoso, ¿sabías? -comenté y me sonrió de forma pícara.

- ¿Lo dices sólo porque tú me compraste ésto? -asentí, rió con delicadeza- No sé porqué no me sorprende...

- ¿Te ayudo a...? -dejé la pregunta a medias, para ver qué era lo primero que se le venía a la mente con eso y una sonrisa sugestiva.

Ese gesto me lo devolvió y me lanzó un guiño.

- ¿A secarme el cabello? -dijo con ironía y su sonrisa se volvió orgullosa- ¡Claro!

Gruñí. Eso no era lo que quería. Algo resignado, fui a buscar el secador, lo enchufé y encendí. Él se sentó en la orilla de la cama, yo detrás de él, apuntando el artefacto hacia su larga cabellera. A su vez que él con un cepillo desenrredaba sus hermosos rizos.

Cuando terminamos, me acerqué a su cuello y di un par de besos ahí, aspiré. Joder, adoro el olor de su champú y del jabón que usa. Adoro como huele en él, en su muy suave piel.

Kirk sabe muy bien que eso me pone, no por algo además se dio el tiempo de ponerse lo que le compré ayer. Sabe que adoro como huele antes, durante y después de follar.

Se levantó de la cama, dándome la espalda. Se retiró el cinturón de la bata y lo arrojó sobre la cama. Abrió la bata hacia los lados y me enseñó parte de sus hombros. Ansioso humedecí mis labios, deseoso de ver más.

Y volví a gruñir. Joder. ¡Estaba jugando conmigo, no se vale!

Cuando se retiró la bata, noté que abajo llevaba una toalla tapándole del pecho hasta un poco más abajo de las caderas. Volteó a verme mientras se reía con grandes encantos.

- Me haz dejado con las ganas otra vez -bufé-. ¿Acaso quieres que te castigue?

- Sería genial -guiñó-. Pero no creo estar listo para eso... Aún. Para tus raros fetiches -alzó una ceja y yo hice lo mismo en desconfianza.

- ¿No te gustan mis "fetiches"?

- Claro... -sonrió con ternura, acercándose a mi. Para sentarse sobre mi regazo- Pero sólo soy un novato, ¿me enseñas? -puso ojos de cachorrito que me hacían morir de ternura.

- Oh, claro que te enseñaré -con una mano acaricié su mejilla-. Créeme, lo vas a amar... -al mismo tiempo nos dedicamos unas miradas seductoras delirantes.

Le di un muy apasionante beso en los labios que fue correspondido de inmediato, con nuestras lenguas batallando por predominancia. Mis manos se deslizaron por su anatomía hasta llegar a sus caderas, las cuales sostuve y con algo de dificultad me las arreglé para cambiar de posición. Estando él tumbado sobre la cama y yo encima, todavía besándonos con mucha lujuria. Hasta que nos separamos por falta de aire, estábamos jadeando.

Fui bajando, admirando cuidadosamente su cuerpo, cogí una parte de la toalla para quitársela de un solo movimiento, volví a aspirar, joder, que bien olía. Bajé aún más, ignoré totalmente su área genital y oí como gruñó en desaprobación, reí un poco por ello, bajé todavía más por sus piernas, hasta que quedé sentado de rodillas en el suelo, frente a sus pies.

- Tú y tus gustos tan... "no-normales", eh -alzó una ceja, medianamente recostado, mirándome de manera pícara.

- Tú sólo disfruta, nada más... si no te gusta o algo te duele, dime -asintió-. ¡Pero, coño, me dices, que si te quedas callado no me entero de nada! -mordió su labio inferior.

- Vale, pero si luego tendré que darme otra ducha, me vas a acompañar, ¿no?

- Um, no lo sé -levanté ambas cejas-. Tú calla y disfruta, ¿ok?

Le quité las pantuflas y pude admirar con mayor detención esos hermosos pies.

Una pena es que me miren mal por ésto. ¿Qué tiene de malo? Son unos pies, limpios, que huelen bien y recién lavados, de la persona que más amo. Si estuvieran sucios, sudados y con olor a queso les creería que me miraran mal.

Eran tan lindos, delicados... tomé uno con ambas manos y le di un pequeño beso en la punta de los dedos, moví lentamente la lengua entremedio de cada dedo y noté cómo él se estremecía, di otro beso más y bajé hacia la planta, moviendo todavía la lengua con delicadeza. Mi vista se dirigió a su rostro, se le veía ansioso por más, apliqué mayor presión contra la planta y empezaba a estremecerse más, una sonrisa se dibujo en su rostro. Fui haciéndolo más fuerte mientras que acariciaba con suavidad la piel.

Algo similar a un gemido salió de sus labios y su sonrisa se profundizó.

- Joder... -murmuró entretanto temblaba y comenzó a reír- ¡Lars, me haces cosquillas! -dijo en casi un grito y soltó otro gemido, mientras se reía.

Fui para "atacar" su otro pie, sosteniéndolo con una mano mientras lamía y besaba, la mano libre acariciaba el otro pie, definitivamente, a él le estaba gustando, él no suele temblar por cualquier cosa. Trataba de controlarse a si mismo, no le gustaba mostrarse tan derrotado. Eso era algo típico, siempre mostraba resistencia hasta caer totalmente en mis redes y rogarme en una actitud sumisa.

Por último fui a jugar con sus talones, sin embargo, su punto favorito era la planta, por ello quise prestarle más atención a ese lugar. Él me rogaba entre jadeos, risas y gemidos que me detuviera, pero yo sabía muy en el fondo que Kirk no lo deseaba así en verdad.

Mis labios subieron más hasta los tobillos, repartiendo besos varios, subiendo por la pantorrilla, en la rodilla... en cuestión de segundos las risas desaparecieron para nunca más volver, sólo se podía oír su respiración agitada, igual que la mía.

Llegué a sus muslos, otro de sus tantos puntos débiles, me las arreglé para que con mi mano libre acariciara el muslo que no podía besar en aquel momento, para ir cambiando de posición cada cierto lapso de tiempo; un rato besaba el muslo derecho y luego el izquierdo, deleitándome de sus exquisitos jadeos.

Una mano suya fue a parar a mi cabellera, para acariciarla. Su otra mano estaba aferrada a la manta, rasguñando de vez en cuando. Alcé la vista y su muy notoria erección se encontraba frente a mis ojos.

- Algo me dice que cierta persona le quedó gustando mis gustos "no-normales", huh... -dije con ironía, él resopló.

- Eres un desgraciado, ¿no lo crees? -le lancé un beso para que se picara más- ¿Tienes algo más que hacer antes de darme como caja?

Reí porque el cambio de voz fue muy drástico, a uno mucho más necesitado.

- Sí -respondí con mi típica sonrisa de hijo de puta, acercando mi mano a su virilidad-. Castigarte por dejarme con las ganas hace un rato atrás y ayer -fingí estar molesto tras decir eso y me puse acariciarlo con una mano, siendo muuuy lento. Tanto que lo hacía desesperarse más.

- Vale... estoy listo, más que listo -pronunció entre delirios placenteros-. Juro no desesperarme si me atas, pero por favor... -humedeció sus labios y dejó un pequeño lapso de silencio para poder captar aire- No me dejes así...

Reí con maldad.

Ahora lo besé en los labios y correspondió al gesto de inmediato.

- Ya vuelvo -me levanté de la cama y él me frunció el ceño-. Buscaré lo que necesito, no demoraré, te lo juro... -le di un besito en la mejilla y rodó los ojos en disgusto- Tú no mas procura que tu amiguito no se "des-emocione".

- ¿Me puedo tocar? -hizo un puchero demasiado adorable.

- Después no te quejes si te corres demasiado rápido por lo que haré -caminé hasta la puerta y la abrí, se limitó a sólo reírse con sarcasmo por lo que dije.

No tenía que ir demasiado lejos. La cocina estaba al lado, de hecho, benditos ingenieros que ponen cocinas al lado de habitaciones de gente que adora la comida y... tiene fetiches raros.

Abrí el refrigerador en la parte del freezer y saqué la hielera, de un mueble cogí un recipiente en donde eché todos los hielos que cupieran allí. No había más explicación que esa. El resto de cosas estaban en la misma habitación... la cuerda y el sumiso, en este caso.

Al regresar, le vi allí, tumbado, de piernas abiertas, necesitado de placer, autosatisfaciéndose. Dejé el recipiente sobre la mesita de noche y tomé el cinturón de la bata.

- ¿Estás seguro? -asintió- No te vayas a arrepentir como ayer... -negó- Vale.

Él me entregó sus brazos, los cuales até con mucha delicadeza el respaldo de la cama, dejé un pequeño espacio de un dedo de distancia entre sus muñecas y el cinturón. No quería herirlo, porque eso fue lo que lo hizo sentir incómodo y por ello a última hora se arrepintió. La tela era muy suave, dudé mucho que eso pudiera hacerle daño.

- ¿Está bien ahí o más suelto?

- Está bien... -susurró, algo impaciente.

Me acosté a su lado, teniendo cerca la mesita de noche además, dándole la espalda. Le sonreí a mi novio y comencé a besarlo con ganas, como si fuera la última vez que llegara a hacerlo. Mis manos se deslizaron por su bello cuerpo; desde los hombros, las clavículas, el pecho... rocé la punta de mis dedos contra un pezón y de inmediato soltó un gemido entremedio del beso, froté mis dedos contra el otro, di un ligero apretón y obtuve la misma reacción. No obstante, nuestro beso no terminaba.

Bajé ambas manos por su abdomen, joder, su piel ardía en aquellos momentos. Perfecto para el juego que le tenía planteado... Volví a acariciar su miembro erecto, sin él poder hacer nada más que disfrutarlo, rendirse ante mi en su totalidad como ahora. El beso se hacía cada vez más forzado porque sabía que en el fondo él deseaba gritar de placer en aquel momento.

Me senté y admiré su rostro. Tan necesitado de placer... cogí el recipiente y lo dejé a mi alcance. Cogí un hielo y Kirk parecía que moriría de impaciencia, aunque también lo percibí algo nervioso. Ya saben... su piel ardía, el hielo estaba recién sacado del congelador. Iba a ser un cambio brutal.

El contacto con su abdomen fue mínimo, sin embargo, su espalda se arqueó en forma de C cuando sintió el cambio brutal, haciendo que el contacto se profundizara. Sus brazos tiritaban. Proseguí acariciando su virilidad mientras movía el hielo por todo su abdomen. Como hacía mucho calor también en la habitación, ya verán que el cubo se deformó con gran rapidez. Tuve que colocar otro más, además de que por curiosidad, agregué un tercero, para ponerlo en diferentes áreas. El estómago, el pecho y el centro entre estas dos áreas. La temperatura en su área genital no hacía más que aumentar, por ello fui acariciando mucho más rápido. Un gemido bastante fuerte y lujurioso escapó de sus sensuales labios.

- M-más... -pidió, sus uñas rasguñaban con dificultad el respaldo de la cama, en busca de un apoyo o del algo del que aferrarse.

Volví a recostarme, cogí más hielos que fui dispersando por su torso, seguí mi labor de brindarle placer, y opté ir hacia uno de sus puntos débiles: su cuello. Me dediqué a besarlo, morderlo de manera salvaje, sólo para oírlo gemir mi nombre repetidas veces, dejé varias marcas de amor en aquel lugar tan erógeno como era la delicada piel de su cuello.

Hasta que sentí necesario hacer algo más que lo volvería loco por completo.

Corté el beso para coger más hielo, joder, es que se derrite demasiado rápido. Sonreí con malicia y fui dirigiendo mi mano hacia...

- N-nnm... -intentó modular en medio de su delirio- ¡No! -suplicó- ¡Ahí no!

- Oh, ahí sí -reí con malicia.

La fría agua se resbalaba entre mis dedos y pequeñas gotitas caían sobre su masculinidad, vi que sus mejillas se ruborizaban, posé mi mano libre sobre su pecho; definitivamente, su corazón estaba a punto de explotar, latía a mil kilómetros por hora. Tuve un repentino golpe hacia la realidad. Coloqué el helado implemento sobre aquella área sensible, dios... hasta yo llegué a sentir cosas cuando sus piernas volvieron a temblar, peor que antes. Aquel gemido acompañado de suspiros, joder, nunca me había puesto tan cachondo como en ese instante. Continué mi labor, yendo muy rápido, sus gemidos se volvieron más constantes y todo su cuerpo temblaba.

Me detuve cuando los dos hielos que estaban en mi palma se derritieron por completo. El área se encontraba ardiendo en la base, y en la punta estaba congelada. Me quedaba una última cosa por hacer antes de que "eso" pasara. Debía ir con precaución.

Volví a situarme de rodillas, ahora entremedio de sus piernas y sobre la cama. Acerqué mis labios a su entrepierna y...

- Joder... no... ¡No! -rogó, ahora se le veía desesperado- ¡Fóllame ya! -dios, no podía parar de temblar, traté de mantener una mirada neutra, a pesar de que más salvaje no podía sentirme por dentro- ¡Ya aprendí mi lección, no me tortures así!

- Pareces ya no disfrutarlo... -comenté, algo desilusionado.

- Uhhmm, e-es demasiado... -hizo una mueca y volvió a ruborizarse- No puedo con tanto, lo siento...

- No, no importa -sonreí y me posicioné sobre él, para quedar frente a frente con su bella cara-. Es culpa mía por querer ir demasiado rápido... -acaricié sus mejillas y nos dimos un beso corto.

- ¿Me puedes liberar? -guiñó- No puedo rasguñarte la espalda mientras me follas si estoy con los brazos allá arriba -sonreímos llenos de perversión.

- Claro -me levanté para deshacer el nudo.

Una vez que sus brazos quedaron libres, sus manos fueron rumbo a la parte inferior de mi camiseta y la levantó hasta mis costillas.

- No se vale, yo soy el único que está desnudo aquí. Quítatela -se notaba a kilómetros que fingía enojarse, reí un poco.

Me quité la camiseta y la arrojé al suelo, él abrió el cierre de mi pantalón y liberó por fin lo que tenía escondido de hace rato. Me moví más para adelante y él me tomó con ambas manos para empezar a succionar gentilmente. Gruñí, tratando de no verme débil ante él, pero era imposible, necesitaba sentirlo.

Fui moviendo mis caderas, técnicamente me estaba follando su boca y a él le gustaba eso. Adoraba como movía su lengua alrededor. Finalmente, él se separó de mi, teniendo una sonrisa perfecta.

- ¿Me follas ahora? -hizo un puchero muy tierno, joder, si sigue con eso, me correré ahora mismo sin siquiera haberla metido.

Me salí de encima, para ponerme entremedio de sus piernas de nuevo, situé mis manos en la parte trasera de su cuello y partimos con una larga sesión de besuqueo, entretanto él abría más las piernas para permitir que yo entrara. Entonces, ahí comenzamos a.... "follar" es una palabra demasiado fuerte y fea para describir lo nuestro, porque lo nuestro era algo mucho más pasional, romántico, desenfrenado. Hacíamos el amor, sí, eso era.

Lento pero duro.

Nuestro placer podía oírse por toda la habitación, sus uñas rasguñaban mi espalda con agresividad. Momentos como éstos no deben olvidarse nunca, debían disfrutarse; cada segundo, cada acto, cada beso, cada caricia... me encantaba.

Los segundos parecían horas y las horas parecían segundos, las dos cosas se fusionaban y obteníamos ésto: amor de pareja, amor fiel y sincero. Cada embestida la gozábamos más que la anterior, el tiempo parecía congelarse y sólo estábamos en el mundo él y yo, para amarnos todo momento.

Pero nada es eterno. Llegó el instante en que alcanzamos nuestro límite y por consecuencia, nuestro clímax. Quedamos rendidos sobre la cama, acalorados, sudados y extasiados a más no poder.

- Joder, Lars... que hace una hora atrás me acababa de bañar... -fingió un llanto plagado de ternura y besé su mejilla- Me tendrás que acompañar sí o sí, no pienso en dormir estando uno de los dos sucio.

- Me parece bien, que tengas una tercera ducha en el día... Se nota que la pasamos bien, ¿no? -alcé ambas cejas y él rodó los ojos.

- Jódete... -me empujó y ambos nos pusimos de pie- Por cierto, te amo.

- Y yo a ti.

Posterior a eso, nos dirigimos al cuarto de baño para continuar con la diversión.


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