«Piénsalo...»
Piensa en mí, nunca te romperé el corazón...
Piensa en mí, siempre estás en la oscuridad.
Yo soy tu luz, tu luz, tu luz.
Piensa en mí, nunca estás en la oscuridad...
『✧』
La entrada estaba abarrotada de personas, al fin de cuentas; fiesta universitaria.
Tamaki tenía dolores en el estómago, «¿Cuando no?» La gastritis producída por su ansiedad le inducía al vómito y cólicos. Tenía mucha suerte de sostener la mano de su rubio compañero... «Pareja».
La mano que se entrelazaba con los dedos de Togata estaba humedecida por el sudor, «¿No sentirá asco?». Suspiro resignado, sabía muy bien que Mirio jamás se quejaría de sus nervios y menos de la sensación entre su agarre.
Hasta su ropa era distinta a la que usualmente utilizaba. Los jeans rotos, la camiseta suelta y de color claro, el chaleco de cuadros. Que decir del ojiazul, si antes su cuerpo musculoso se camuflajeaba por el uniforme, nada se comparaba con su estilo relajado y juvenil «Es muy guapo». Los pantalones delineando sus piernas, y las botas de temporada.
Aun no estaba seguro porque había aceptado la invitación, Nejire le aconsejo divertirse más, como cualquier "adulto joven normal", pero a él no le interesaba entrar en los estándares "normales" de la sociedad.
Siempre creyó que esas fiestas eran para buscar pleitos, tomar alcohol y drogas, además de los polvos momentáneos.
Su familia nunca se preocupó por él en ese ámbito, no iba a ese tipo de sitios.
La casa era bastante grande, inclusive el jardín delantero albergaba a varios jóvenes bebiendo y charlando con animosidad. Los autos estaban estacionados a la orilla de la calle y la música era escuchada desde la esquina de la cuadra. Tan pronto pasaron la abarrotada entrada, se dieron de cuenta del cambio en el ambiente.
Afuera las estrellas brillaban, junto con una luna menguante que aclaraba la vista hacia el cielo nocturno, el aire era frío y bastante calmo. Pero al pasar el arco, todo eso se volvía contradictorio, el sonido retumbante, el calor del baile, olores desconocidos que se entremezclaban.
Que decir de las parejas a mitad de la pista, o de las chicas con poca ropa que parecían partirse mientras movían sus cuerpos de una manera muy sexosa. La música era extranjera, así que no conocia la letra, aveces se escuchaba en inglés, otras en español y también local. Pero el ritmo era el mismo «La misma edición de autotune».
Camino junto con Mirio por el sitio, tratando de no tropezar con las personas, varios rostros eran conocidos, mientras que otros jamás habían sido vistos por sus ojos. Los ventanales de la casa vibraban a la par con la canción, estaba oscuro y las luces eran tenues.
El alboroto fue realizado por un estudiante nuevo, alguien de intercambio, tal vez esa era la razón de que las cosas fueran más intensas que las escenas que algunas veces observó por películas. La mesa contemplaba los aperitivos y bebidas. La verdad habían demasiadas personas, así que prefería pegarse más al rubio mientras andaban.
— ¿Todo bien? — los labios de Togata acariciaron su delicada oreja, eso produjo un estremecimiento en todo su cuerpo.
Tras escuchar el susurro Tamaki asintió lentamente, apartando su fuerte agarre del brazo fornido — No te preocupes, estoy bien...
— ¿Seguro...? Si quieres, podemos irnos. Tal vez no es un buen lugar desde tu punto de vista.
Levemente su entrecejo se frunció, «No necesitas rebajar tus decisiones por mi».
— ¿Tú te sientes alegre... Aquí? — preguntó. Si Mirio quería divertirse entonces esa era su prioridad, no colocar sus inseguridades primero.
— Estoy alegre si tú lo estás.
Sus labios temblaron. No pudo evitar la arremolinación de sangre en mejillas y orejas, bajo la mirada por un momento.
— Entonces... Vamos a quedarnos — sus oscuros orbes se alzaron, mirando directamente a los perfectos zafiros de Togata.
— ¡Gracias Tamaki! — un sonoro beso en su mejilla lo paralizó— ¡Vamos a comer algo y bailar!.
— ¿Ba-bailar...? — la pregunta quedo en el aire pues fue arrastrado por el alto rubio através de la multitud.
Tenía para escoger. Entre embutidos y comida chatarra, algunas cosas miniatura, otras sobrecargadas. Pero nada le llamaba la atención, además, era algo atemorizante contraer amibiasis si no estaban bien hechos, o con la higiene necesaria para ser ingeridos. Pero la sonrisa y los cabellos dorados de Mirio lo distrajeron, así que solo pudo estar al tanto cuando la mano del más alto estaba frente a su boca pidiéndole que dijera "ah".
— ¡Abre! ¡Te gustará mucho!.
Dudo un rato. Con lentitud sus labios se abrieron dejando pasar el pequeño pasabocas.
— ¿Q-que es?.
— No estoy seguro... Pero sabe a pizza — contestó.
Trago y logró corresponder el comentario con un movimiento de cabeza.
Tamaki Amajiki era novio de Mirio Togata.
Su mejor amigo de la infancia, su confidente en la pubertad y sobre todo, la estabilidad de sus nervios.
Pero para Mirio era igual o hasta más; era el sol de sus días, la razón de luchar y sobre todas las cosas, una de sus personas más importantes en la vida.
«Aún no comprendo como puedes amarme...», eran el complemento perfecto, una de las parejas secretas y mejor ocultas. Pues nadie sabía que salían, aunque verlos juntos y risueños ya era costumbre. Las teorías eran simples "Amajiki es alguien con problemas de ansiedad, así que Mirio al ser su amigo le ayuda". Aunque a Lemillion no le molestaba que se descubriera su relación, pero si a Tamaki le gustaba mantenerlo bajo perfil, para él estaba bien.
Así que los cariños públicos, y las acciones románticas eran pocas frente a las audiencias. Los abrazos y toques eran comunes, no eran extraños a ojos de los demás.
El de cabellos oscuros recuerda muy bien su primer beso.
Fue en la sala de Mirio, una tarde cualquiera donde realizaban asignaciones de la preparatoria. Recuerda con mucho detalle como su rubio novio se abalanzó nervioso hacia su boca, un pico poco brusco. Pero sobre todas las cosas, suave.
Entonces el beso se repitió entre el silencio; sin experiencia y sobre todo inocente.
De eso años atrás. Y los besos siguieron de la forma tierna y bonita, luego las citas vergonzosas con las tomadas de manos, las noches juntos para dormir sin malicia, abrazos que no llegaron a más que cariñosos.
Realmente su relación era lo más puro e inocente de esa fiesta.
Claro que los dos cuerpos querían más, sentirse nutridos por actos pecaminosos, acciones malintencionadas que formarán momentos calurosos.
Pero Mirio jamás llegó a pasar esa línea.
Y aunque Suneater lo intentará, el miedo y la pena lo dejaban congelado.
Lo máximo que pudieron hacer, fue darse besos largos mientras sus cuerpos eran unidos en un abrazo adorable.
«Me gustaría ser más valiente para ti. Poder gritar que somos algo, demostrar nuestro afecto públicamente...» Cuando reaccionó ya estaba bebiendo un vaso de cola con bastante hielo.
El de orejas puntiagudas no sabe en qué momento, un grupo de estudiantes junto con su amiga de mechones azules, se acercó a ellos.
Eran héroes profesionales, bastante normal que personas de otras clases se les acercarán. En ocasiones quienes buscaban charlas eran aprendices de héroes conocidos, como otras solo se trataban de aficionados.
Amajiki tenía una sensación cosquilleante. Cuerdo y consiente, pero extrañamente ido.
— ¡Wowow, adore la batalla que tuviste hace dos semanas Amajiki-kun! ¡Fue impresionante como derrotaste a ese grupo de villanos! — exclamaba un joven.
— Supongo que no lo hice mal...
— ¿Cuántas mudas de ropa tienes que llevar cuando utilizas tu quirk Togata-senpai? — otro preguntaba.
— Pues... Ahora que lo dices nunca me había puesto a pensar cuantas llevo, haha...
Cosas triviales de las cuales ya estaban acostumbrados.
En un momento de la fiesta, Nejire les había presentado a algunos conocidos. Estos comenzaron a charlar contentos con los héroes. Ya tenían bastante rato de estar escuchando y contestando, sentados en un círculo mal hecho, mientras pasaban botanas y líquido para llenar la barriga.
Pero los ojos azabache de Amajiki notaron algo; una chica.
De piel blanca, con cabellos castaños, teñidos en algún punto con dorado; estos eran largos y estaban atados en una coleta. Su cuerpo voluminoso y algo excesivo. Tenia la mala costumbre de acentuar la zeta con su lengua, en cada palabra que produjera.
Y desde hace minutos que coqueteaba con Mirio.
Así que cuando la chicuela de el grupo recostó su grotesco y gran busto al costado de Mirio, su rostro se desfiguró de inmediato.
No era tonto, la muchacha estaba coqueteando de una manera poco moral.
Busco con su vista a Hadō, pero está había desaparecido entre la fiesta.
¿Dónde estaba Nejire cuando la necesitaba?.
Togata ni se percató de la acción de la chica.
Acabo con su bebida de un solo trago, cerrando los puños al sentirse enfadado. Atino a levantarse del círculo, dejando la charla que mantenían los aprendices y dirigirse a un baño para lavar su rostro, pues dentro de su pecho algo quemaba.
Los ojos color cielo del rubio lo observaron con bastante confusión, aun más si no aviso hacia donde se dirigía.
Camino por la casa, sus labios se curvaron mostrando señal de enfado, tras llegar a un pasillo, abrió unas cuantas puertas hasta encontrar el baño.
Pronto cerró esta misma, aun podía escuchar la música y la alegría de la gente. Se paró frente a el espejo por unos minutos. «No puedo creer esa forma inmoral de actuar... Ok, admito que la chica es guapa... ¡Pero yo soy hombre! Ni senos tengo. ¿A Mirio le gustaría más si fuera mujer? ¡Basta Tamaki! No te llenes de ideas erróneas, Mirio no le prestó a tención...», removió su cabeza discipando sus feos pensamientos, abrió el grifo y mojando sus palmas remojo su enrojecido rostro.
Ahora que la idea llegaba a su mente, ¿Que era lo que estaba bebiendo? Era fresco de cola, estaba bastante dulce, pero había algo de más. Aunque la sonrisa y optimismo de Mirio lo hubieran hecho consumir el líquido.
Tenía una sensación de fortaleza, de poder ser invencible, inclusive estaba seguro que de no haberse molestado estaría afuera bailando con Mirio sin importarle las miradas.
Y no es que estuviera 'molesto' en su totalidad por las acciones de la castaña. Eran celos.
Celos de no poder arrebatarle a su rubio novio y decir que no volviera a atreverse hacerle algo parecido, ni siquiera coquetearle. Porque ya tenía dueño...
Pero le atemorizaba tratar de hacer algo así... Era tan irritante...
«¿Bailar con Mirio...? ¡Bailar con él!». Sus oscuros ojos brillaron. Si no podía decírselo a las personas por miedo y temor; podía demostrarlo. Prosiguió a secar su cara y fue cuando escucho los toques.
— ¿Tamaki?, ¿Estás ahí?.
Desde el otro lado el blondo se mantenía con preocupación, no utilizaría su quirk para traspasar la madera. Pero la ansiedad hacia de las suyas.
— ¡Mi-Mirio! Si... Ya abriré.
Dio vuelta al picaporte. Encontrando el rostro del rubio mostrando una emoción que demostraba estar afligido. Más sin embargó Tamaki no estaba seguro si era eso o preocupación.
— ¿Te sientes bien? Te fuiste así, como si nada.
— ¡S-si! Estoy muy bien, tranquilo — mintió.
Salió con parsimonia del baño, cerrando la puerta tras de él.
— ¿Quieres irte ya? ¿Pasa algo?.
— Mirio... — sus ojos vagaron un tiempo detallando su calzado, le daba escalofríos ver la cara de su novio; mientras tomaba fuerzas para expresarle lo próximo— Di-dijiste que podríamos bailar ¿Verdad?.
— ¡¿Quieres bailar conmigo, Tamaki?! — aquella valentía que el azabache demostraba dejo perplejo a Togata. Ahora sus cachetes estaban rojos— ¿Que hay de las personas? Ellos nos verán.
— ¡No importa Mirio!.
Exclamó con algo de fuerza.
No midió su tono de voz, y por ese instante fue algo liberador.
Pero ante la vista de Togata, era adorable y sobre todas las cosas hermoso; verle actuar de una manera diferente.
— Ba-bailemos... ¿Si?.
La sonrisa del blondo se ensanchó, asintiendo lentamente. Mientras buscaba la mano contraria para entrelazarlas y comenzar a caminar.
— Bailemos Tamaki.
Tras lo que dijo, las mejillas de los dos jóvenes se encendieron con toques de rosa. Para cambiar la atmósfera por algo dulce.
Comenzaron a caminar por el pasillo, en momentos el pulgar del pelinegro acariciaba la mano del más alto, obteniendo como consecuencia una diminuta sonrisa en sus labios.
Llegaron a la pista, las cosas parecían mejores que cuando comenzó la fiesta, y de eso horas atrás. Aunque la música había cambiado, algo más suave, menos obsceno. Algo para bailar con afecto, no tener sexo con ropa mientras el reguetón se apoderaba de los cuerpos.
Dejando sus comentarios mentales de lado, Tamaki jalo de a poco a Mirio, llegando a el centro, donde muchas otras personas bailaban con cansancio y diversión.
La canción que sonaba cambió.
El ritmo era contagioso pero increíblemente elegante, hasta incitaba a mover las caderas de manera lenta pero segura.
La voz de la mujer le provocó escalofríos y fue cuando notó que se estaba dejando llevar por el ritmo con las manos de Mirio entre su cintura.
Así fue como su racionamiento agradeció a el Cubalibre que había ingerido.
Cubalibre...
Así era bautizado el cóctel que dianbulaba en el sistema de Tamaki.
La bebida era en su mayor parte gaseosa de cola, con toques de limón y parte de ron añejo.
Pero realmente la combinación era agradable y por esta vez, quién lo hubiera preparado, pensó que la mejor forma era hacerlo sin que fuera algo fuerte. Para el disfrute de los adultos jóvenes, refrescando el calor de la fiesta.
El rubio no podía negar que había tomado más de un vaso, pero Suneater no tenía retención de alcohol, lo que conllevaba a la ebriedad tras cuatro vasos con hielo, más el cóctel.
Su paladar con gusto saboreo cada gota del líquido, admitiendo que era extraño en su culminación por la sensación que dejaba, pero su dulzura contrarrestaba cualquier cosa. Y el limón, dejaba una acidez perfecta que nivelaba los dos sabores. El gas picaba en la lengua y la dulce esencia de caramelo, al mantenerse bastante fría, refrescaba la garganta.
Así que toda su valentía, sus ganas de disipar los celos con muestras territoriales y hacerle saber a cada persona de la fiesta que Mirio Togata era el hombre más hermoso, fuerte y sobre todas las cosas; el sol más resplandeciente que nutria su corazón. Era obra del Cubalibre.
Y lo agradecería.
Sus párpados pestañearon unas tres veces, hasta volver a la realidad.
Pudo sentir las manos del blondo en su cintura. Esas grandes y macizas manos, con dedos largos, un poco rústicos pero gruesos y delicadas uñas, que se mantenían cuidadas y limpias. La sonrisa brillante tan parecida a perlas preciosas que le regalaba, demostrando el amor que le profesaba. La oscuridad de la pista de baile más las luces de colores que se paseaban por doquier.
Era mágico, extraño, romántico y calórico.
A su alrededor habrían muchas más parejas y personas bailando, pero en esa fracción de segundo; solo eran ellos dos.
Tamaki y Mirio.
Mirio y Tamaki.
Una burbuja que se creó especialmente para ellos, aunque la canción acabará de empezar y sus movimientos fueran torpes tratando de seguir el ritmo musical, más los pasos del contrario.
Todo era romántico, fantasioso y complementario.
«Porqué si Mirio es mi sol, yo seré su luna» pensó el de hebras oscuras. «Si en mi vida existe la oscuridad, el será la luz que me guíe. Jamás me romperá el corazón y por ello se lo entregaré... Porque he pensado lo suficiente, y con toda seguridad...».
Subió con lentitud sus manos hasta la nuca del rubio, sintiendo subir la velocidad de sus movimientos como el oleaje del mar.
«Con toda seguridad...» resonó su voz interna.
— Te amo, Mirio...
Musitó. Sus brazos estaban entrelazados entre el cuello del mayor, sus pechos se tocaban en cada vaivén de la canción. Sus caderas se movían a la par que sus piernas, y el sudor hacia acto de presencia.
Todo su amor les envolvía, en cada paso que daban, en cada toque y roce.
— Ta-Tamaki... — pero tras escuchar las palabras de su pareja, Mirio bajo un poco la velocidad de su baile, acercando más el cuerpo de Amajiki para abrazarle— Tamaki... ¿A-acabas de...-
Antes de que pudiera decir alguna otra cosa las palmas de Suneater envolvían sus sonrosadas mejillas — Te a-amo... — repitió.
No era la primera vez que le decía esas palabras. Pero cada que las repetía era especial y único.
Suavemente la mano derecha de Mirio subió hasta tomar la contraria y entrelazarla sobre su piel, con la otra mantenía la espalda baja de Tamaki apegada a su cuerpo. Aun sus cuerpos danzaban con idas y venidas, de un lado hacia el otro con tranquilidad y cariño.
Llevo sus regordetes labios hasta la palma clara de Amajiki, besándole cual caricia adorable. Cerrando sus párpados en la acción y volviéndolos a abrir cuando quiso corresponder a el sentimiento.
— También te amo Tamaki... Te amo tanto que me es imposible imaginar un futuro sin mi resplandeciente sol...
Si las nubes eran el mejor sitio de la tierra, estás se quedarían con envidia. Pues Tamaki estaba seguro que se sentía mejor que en las nubes.
El mejor sitio en la tierra era Mirio.
— T-tu eres mi sol... Mirio... — explicó.
Togata río bajito, y junto su brazo para poder darle una vuelta a el pelinegro mientras seguía la melodía de la fémina en los altavoces. Fue parsimonioso, pero tras acabar su delicada vuelta los movimientos en sus caderas y pies se intensificaron.
— Entonces tu siempre serás mi amor, Tamaki... — por momentos sus pechos colisionaban con romanticismo, se movían con cuidado, pero sin perderle el hilo a ese ritmo tan pegajoso.
El vientre de Tamaki se movía cual olas del mar, con vaivén rítmico y erótico a los ojos de los demás, pero sin perder ese toque inocente y tierno que de por sí lo volvían más lindo.
Entonces el blondo volvió a darle la vuelta, pero al culminar la espalda del ojos oscuros quedó pegada a el pecho de Togata, los brazos fornidos entre su tronco y los propios sobre estos.
Volviendo con los vaivenes.
Sus rostros enrojecidos por las bebidas anteriores y el esfuerzo del baile, además de su pequeña esfera romántica y empalagosa.
Fue en algún momento donde todo se volvió lujurioso. Donde las caderas de Amajiki se restregaba sobre el vientre del rubio.
Donde la ropa que tenían no solo les hacía ver guapos, si no también candentes ante los ojos propios y del contrario.
Entonces las iris celestes se perdían en las perlas negras. Frente a frente. Brillando entre sí por las luces fluorescentes del lugar.
Acercando lo más posible la nuca de Togata con sus manos, hasta que el vapor de sus bocas rebotaba entre sí, respirando el mismo aire, notando las gotas de sudor. Dándose besos esquimales con la punta de las narices.
Algunos otros ya estaban sobre paredes restregandose, perdiendo el control de sus libidos para correr a alguna habitación o sitio vacío para poder soltar sus acciones sexuales.
Pero aunque se viera lo suficiente mal. Mirio y Tamaki se veían no solo acalorados, también enamorados de una manera entregada.
Fue justo después del segundo coro, donde unieron sus labios.
Dando el tan ansiado beso de esa noche. Aquel roce deseoso y sincero. Quién tomo la valentía y determinación de unir sus belfos fue Amajiki, el calor de los retazos suaves de piel, juntos hasta que movió la cabeza dándole acceso a la húmeda lengua del mayor, la cual se había paseado en el borde de estos deseando un poco más de cercanía.
Tras la invitación aceptada, en el interior de la unión se realizó una lenta y necesitada danza, caricias mojadas y calientes, hasta que exploraron más, dentro de la cavidad bucal. Dejando escapar sonidos mojados, saboreando el dulce y la ligereza del ron añejo.
Pero llegó la sensación de sofoco, la falta de oxigeno; así que se separaron, lo cual dejo escapar un inaudible jadeo del azabache.
Catarsis.
Catarsis en sí, se refiere a la purificación.
Pues de algo estaba seguro Tamaki; su cuerpo quedó purificado de todo nerviosismo y estrés, para soltarse y estar relajado ante Lemillion.
El primer beso de la noche logro eso, en poco tiempo y transmitiendo mucho.
Hay grandes posibilidades de que alguna persona haya visto su morreo, inclusive se estaban exponiendo de una manera bastante abierta. Pero al parecer la razón y la lógica se habrían ido por el caño; pues sus únicas metas en ese preciso momento, era seguir con la danza y dejarse llevar por las sensaciones que sus pieles deseaban transmitir.
Las exhalaciones rebotan, llevando calor a sus bocas. Si anteriormente los pómulos de Mirio y Amajiki estaban rojos; ahora eran fierro hirviente.
Suneater mimo el cuello del mayor, su dedo y pulgar lo acarician con tranquilidad, y a la vez puede sentir la vena yugular del contrario saltar desenfrenada. Algunos cabellos amarillentos se intercalan con su mano y sigue bailando.
Y Mirio suelta el agarre que mantenía en las caderas, para comenzar a subir y bajar sus manos, desde la cintura hasta las costillas y volver a ellas, sintiendo la contextura delgada pero ejercitada sobre la tela de la ropa.
Hasta que vuelven a besarse.
Pero en esta ocasión han inhalado mucho oxígeno; dando la indirecta de querer prolongar la acción.
Comienzan lento, uniendo. Luego vuelven a dejar el camino abierto y se transforma por segunda ocasión en algo húmedo. La saliva hace de las suyas, facilitando la transmisión de sabores y las lenguas juguetean sin pena alguna. Es ahí cuando comienzan a oírse los sonidos de succión. Chupan el labio inferior y luego vuelven con su apasionado movimiento a lo mojado.
Al detenerse. Un hilo brilloso les une.
Pero no dura mucho aquel hilo, pues se destruye ante otro beso, y otro más.
Toman aire, se mueven al ritmo y se besan sin dudar.
Así sus corazones desbocados llevan sangre a todo su cuerpo, transmitiendo la testosterona que desatan, latiendo muy alto pues se escucha cual tambor siendo tocado a fuerza. Tamaki siente como las grandes manos bajan aún más, masajeando sus posaderas sobre el jean.
No duda en pegar un brinco y gemir. Pero este sonido es atrapado por la cavidad bucal del blondo.
Togata podría decir, que el trasero del azabache era pomposo, suave y respingón. Pero cuando nota las manos en su camiseta siendo apretadas con fuerza se detiene. Incluyendo el beso y parando los movimientos del baile.
No sabe si debería preguntar o esperar a que Tamaki le diga algo; pero tan pronto lo piensa, los ojos oscuros y rasgados de Suneater se abren.
— Mi-Mi-Mirio... — logra articular. Su rostro es un tomate maduro, apunto de ser cosechado— No pu-puedes hacer ese tipo de cosas sin avisar — suspira tratando de tranquilizarse.
— Lo siento — exclama, aleja un poco su abrazo y la mirada de Amajiki se preocupa—. Perdóname Tamaki, me deje llevar y fue algo malo de mi parte. Por favor perdóname, si no quieres seguir bailando lo entenderé. Inclusive, si te molestas, estás en todo tú derecho.
El menor al ver tal reacción de su novio, no duda en compararlo con un pequeño cachorro regañado. Es ahí cuando mueve su cabeza en negativa.
— Mirio, no, tra-tranquilo — se apresura en responder, tomando las manos del rubio para llevarlas a sus cachetes—. No estoy molesto, solo fue algo... Sorpresivo...
«Valentía, debo tener la valentía que Mirio me enseñó a utilizar».
— Estamos... No estamos haciendo nada malo, porque tú y yo nos amamos... ¿Verdad? — con las palmas acunando su sonrojado rostro, apresura sus labios para dar un beso fugaz en los del otro.
El rubio asiente con parsimonia. Volviendo a tomar su posición anterior, mientras apapacha a el menor.
Luego olvidan la escena que ejecutaron, y vuelven a moverse al compás. Amajiki acaricia la ensanchada espalda del blondo, dándole a entender que se siente feliz; pero por su mente algo pícaro se pasea, pues su Mirio no parece estar tan suelto luego del diminuto incidente. Así que despacio dibuja figuras en toda la columna del rubio, sintiendo el ir y venir de sus pasos, hasta que sus palmas atrapan el trasero contrario, dando un apretón leve y luego sube otra vez masajeando los omóplatos.
El alcohol a hecho de Amajiki un ser bastante determinado, un lado coqueto y en menor medida travieso.
Cuando los ojos se encuentran Tamaki le sonríe con inocencia, y Togata no puede quitar su sorpresa. Es que, nunca había recibido o visto a ese Tamaki.
Así que le corresponde la sonrisa, como si nunca hubiera sido manoseado y siguen bailando. Volviendo con los besos, sintiendo la cara arder ante la cercanía y los sonidos apasionados que sus uniones provocan. Las gruesas manos del rubio se estancan en las nalgas suaves de Suneater, acercándolo más, mucho más de lo que ya estaban.
Y la imagen que plasman es lujuriosa.
El blondo retuerce con parsimonia los dos bultos dentro de la ropa, mientras colisionan sus pechos en cada vaivén; los labios ya los tienen carmesí ante besos y lengüetasos descontrolados que llevan dándose. Los dedos del azabache tiran con amor de los mechones rubios, mientras puede comenzar a sentir un no tan grande bulto en su vientre.
La música no se detiene, y tampoco ellos lo hacen, aunque las perladas iris de Tamaki estén cristalinas por el fogoso calor, o porque Mirio sienta su libido crecer con cada roce.
Y no saben cuándo, pero han comenzado a caminar en el baile. Amajiki siendo empujado hacia atrás por la imponente presencia de Togata.
Otro morreo, un hilo desfigurado por un chupetón en la barbilla del ojiazul.
Entonces la espalda del menor se golpea contra algo sólido, y cuando aclara su vista entre la oscuridad, puede notar la pared, el rostro ruborizado e ido de su precioso novio y más baile que nunca a sus alrededores.
Porqué aún no termina la canción.
«Causas descontrol dentro de mí».
Sin darle rodeos el de hebras doradas se apega, provocando un gemido entrecortado de Suneater tras morder su cuello, dejando un precioso color rosa. No fue brusco, pero la sensación le dio cosquillas a Tamaki, así que no pudo evitar jadear.
Y vuelven a los besos.
— Miri-Mirio... — logra articular entre el apasionado beso francés el orejas puntiagudas— Mhn...
— Tamaki — suspira con fuerza el rubio, se había quedado sin aire tras la fiereza del beso—. ¿Alguna vez te dije que adoro como besas?.
— Eso es vergonzoso... — admite.
— Yo no dije nada cuando tocaste mi trasero — levantó una ceja de manera pícara. Sonrió al notar el bochorno en su pareja—. No pasa nada, solo espero que mi dulce Tama sea así conmigo por la eternidad — completo con un beso en la mejilla izquierda.
El héroe de cabellos negros sonrió.
Lemillion volvió a apoderarse del cuerpo frente a él. Recorriendo con cuidado la cintura hasta una de las regordetas pompis, y de ahí el muslo.
El sabor dulce que sus salivaciones les ofrecía era la fusión más exquisita del mundo.
Fue en un punto, donde Amajiki quedó apresado contra la pared y el fornido Lemillion. Cerrando sus piernas contra la cadera del rubio, sintiendo la fricción sobre la ropa y los restriegos nada inocentes.
Ahogándose entre los labios del otro y gimiendo al no retener los sonidos de su garganta, cada que la dolorosa pero magnífica punzada en su vientre le indicaba lo lujurioso de su estado.
Iba a perder la cabeza, había mucho calor, era en demasía gratificante sus uniones, que decir el nudo en su vientre y el bulto que comenzaba a doler.
Hasta que la música se corto sin haberse acabado.
Y comenzaron a escucharse gritos y murmullos.
Las luces se prendieron, y todos comenzaron a abuchear.
— ¡¡¡Se están robando el equipo de sonido!!!.
— ¡¡¡¿Qué?!!! — se escuchó por otra parte.
— ¡Quitaron la música!.
— ¡¡Atrapen a los borrachos que tratan de robar las cornetas!!.
— ¡La fiesta se echo a perder!.
Tamaki se dió de cuenta, que la posición en donde se encontraban no era nada decente. Así que rápidamente tomo compostura junto con Lemillion, sin entender un poco la situación que se estaba dando en la casa.
— ¡Chicos!.
— Ne-Nejire, ¿Que está sucediendo? — logro preguntar el ojiazul.
La chica de cabello celeste les sonrió de manera tétrica al notar sus estados. Ellos solo trataron de disimular un poco.
— Veo que se estaban divirtiendo — sus labios retorcidos los dejaron expuestos.
— ¡Ahora no Nejire! — pidió Tamaki con demasiada pena.
— Bien, está bien — la linda chica señaló una multitud—. Esos chicos de allá, están tan borrachos que se estaban robando el reproductor de músi-
No termino de formular la palabra cuando comenzó una pelea, tal parecía que se estaban dando puños unos contra otros.
— ¿Y si mejor nos vamos? — les sonrió con fingida calma.
El azabache tomo la palma de Togata y con la cabeza asintió.
«Hay tensión...».
Tuvieron que literalmente escapar de aquella casa, pues en la entrada se ejecutaba la pelea y como les fue posible se colaron en la multitud, esquivando patadas y puñetazos. Pegados a las paredes y tratando de no responder a los insultos.
Lo que pudo capturar fue a tres chicos con las bocinas, uno rubio, otro de cabellos oscuros y un enano de púrpura. También notó a su kōhai entre la pelea «¿Kirishima... Que hacías en un lugar como ese?». Y por si fuera poco, se descontroló de tal manera que les importo muy poco comenzar a utilizar los quirk's. Una locura total.
Pero ya no tenían que preocuparse por patadas voladoras o quemaduras de primer grado. Estaban en la fría calle caminando, con tensión por lo vivido anterior. Y Nejire sonriente pero cansada junto con ellos.
— Es tarde... — artículo la muchacha con voz agotada—. Cuando llegue, lo primero que haré es darme un ducha caliente, y lanzarme a dormir...
— ¿Bailaste mucho? — pregunto Mirio. Caminaba a la misma velocidad que Amajiki, mientras este seguía viendo el cielo nocturno.
— ¡Si!. Pero más que ustedes, no — maquiavélica respuesta. Los dos héroes se tensaron y solo quedaron en silencio, hasta que ella volvió a argumentar:— Mirio, deberías dejar que nuestro lindo Tama se quede contigo por hoy. Su departamento está lejos del centro y por mi parte saben que sigo peleada con mi compañera...
En la última parte procuró realizar un puchero, a Nejire no le gustaba estar peleada con la chica de cabellos rosa. Pero también había que verle el otro lado a su comentario, ella sabía muy bien lo que se traían entre manos. Aunque no se hubieran dignado en decirle; pero tenía ojos para ver lo que se presentó durante la fiesta. Y tambien fuera de ella.
— ¿Que te parece Tamaki? Deberías aceptar mi propuesta — alardio con picardía.
— Nejire, me estás invitando a el departamento de Mirio — recalcó—, de Mirio. Él no ha dicho na-
— Realmente no me molesta si quieres quedarte — se apresuró en intervenir el blondo—. Sabes que no me desagrada la idea de compartir contigo por una noche. Aunque ciertamente, Nejire, no deberías estar invitando a las personas sin mi permiso — la chica se rió. Togata volvió su atención en Tamaki—, ¿Quieres quedarte?.
— ¿No seré un estorbo...?.
— Para nada, ¿Cuando lo haz sido Tama?.
Se sonrieron junto con calor en sus cachetes. Nejire mentalmente se felicitó y alabó.
Quizás eran más de la una, pero el cielo seguía despejado, dejando ver a las pocas estrellas que la ciudad permitía llevar. Que decir de el viento, bastante frío pero delicado al mover los arbustos y árboles de su camino.
«Mirio realmente es bueno. Él logra cosas dentro de mi, que nadie a logrado. Ni porque sienta frío en la madrugada o mucho calor durante los entrenamientos, él siempre hace que todo sea mejor... Además, es generoso».
Durante el trayecto Nejire se despidió de manera cariñosa, y tomo otro camino. Ellos siguieron a pie hacia su destino. Juntos y con mariposas revoloteando dentro de sus panzas.
Con Mirio el tiempo se pasa volando; o eso piensa Suneater. Porqué en poco tiempo estaba dentro del acogedor apartamento de su rubio héroe, ya no sentía el frío de la madrugada. Solo era territorio de Togata.
En más de una ocasión estuvo en ese mismo lugar, pero sentía las cosas diferentes, tal vez por su nivel de alcohol o quizás porque habían dejado algo a medio terminar. Pero ahora solo podía pensar en lo increíble que era ese sitio «Mirio y yo viviendo juntos, sería como un sueño», despertó de su trance cuando el ojiazul lo llamo por tercera vez.
— ¿Tamaki, crees que esta pijama te quede?.
Estaba sentado sobre la cama, Mirio le enseñaba la prenda de ropa con una sonrisa. Era como ver una pijama de niños, con All Might caricatura en los pantaloncillos y la camiseta blanca haciendo juego con sus colores rojos, azules y amarillos. Era grande, pero no tanto, si se la probaba de seguro le quedaría un poco ancha, pero no tanto como para quedar desnudo.
— Cla-claro, muchas gracias...
— No agradezcas nada. De seguro llegaste a pensar que era infantil.
— No, es... Adorable... Aunque supongo que debe ser antigua, no es de tu talla.
— Crecí mucho, ha... Pero tienes razón, es adorable ver a un All Might caricatura.
Amajiki no sabía muy bien que hacer. Era incómodo estar en esa situación.
Mirio se aproximó, extendiendo la ropa sobre la colcha. Y luego se quedó viéndole, para después terminar besando su frente.
— Buscaré una toalla y cosas para tu baño.
Pero la valentía explotó en Tamaki, reteniendo la mano del blondo antes de que se levantará.
Los ojos cual zafiro le miraron con extrañeza pero amor, se acercó y ladeando sus labios busco la interrogante.
— ¿Pasa algo Tama?.
Al momento no respondió, inhaló mucho aire y cuando se sintió fuerte contestó — Mirio... Qui-quisiera... Yo, no... Yo no sé, como de-decirlo... Pero. Quisiera dar el si-siguiente paso... — en todo momento el rubio le miró con cariño, esperando a que se sintiera cómodo para terminar sus frases—. Quiero hacerlo...
— Tamaki, te amo muchísimo... Tenemos tantos años juntos, y realmente no sé qué responder.... Sería nuestra primera vez... — sentía el corazón en la garganta el pobre azabache.
— ¡Pe-pero, antes de que respondas Mirio!. Te-tengo que decirte que no estoy seguro de cómo debería hacer las cosas, eso me da mucha pena y vergüenza. Y ta-también es una de las razones por las cuales y-yo no he podido decírtelo.
Mirio entendió a la perfección. No pudo evitar enrojecer al escuchar aquello, pero soltó una risa contenida y abrazo a el menor.
Amajiki escondió su rostro en el cuello del blondo, mientras sentía la comodidad de las piernas ajenas como asiento. También se disipó la tensión que alguna vez se instaló en la habitación. Mirio beso innumerables veces sus pómulos y labios.
— Si tú miedo son las acciones, no hay problema... Te ayudaré... Piénsalo...
— Que me digas eso me apena....
— Somos inexpertos, aprendamos entre los dos — artículo. Tamaki asintió y fue suficiente cómo para comenzar un beso.
Calmó y con sentimiento, saborearon los labios ajenos. Sintiendo las apapachables caricias que sus brazos y manos otorgaban a la piel del contrario.
El blondo detuvo de manera parsimoniosa la unión, viendo con devoción el rostro enrocejido del menor. A quién ya se le estaba bajando el alcohol de la cabeza.
— Podríamos... ¿Entrar... en la ducha... Ju-juntos?.
Los ojos zafiro se despavilaron; el órgano palpitante de Togata corría una maratón ante semejante propuesta. ¿Tamaki, cuándo se volvió tan determinado?, No recibiría respuesta. Pero no le interesaba, mientras su hermoso orejas puntiagudas estuviera satisfecho, feliz y lleno de amor, con eso él se sentía más que vivo.
Porque una relación se basa en dar amor sin esperar recibir nada a cambio, claro que aveces se nos hace necesario las muestras de afecto del ser contrario.
Es en esos sencillos momentos, donde todas las semillas plantadas dan sus frutos, sí la contraparte devuelve lo dado sin habérselo pedido, tus valiosos segundos de vida no estuvieron perdidos; por ello Mirio quería explotar de la algarabía. Tamaki le devolvía todos sus esfuerzos con acciones aún más grandes.
No necesitó dar una respuesta articulada. Pues ante la exclamación, el rubio ósculo en miles de ocasiones el cuello del azabache.
Escuchándolo suspirar y retener las risas que la zona cosquilluda daba.
— Mirio~ deja de jugar... — Amajiki mordía sus labios pues sentía soltar una carcajada que podría arruinar el momento.
— Está bien, está bien. Que conste que si quería hacerte cosquillas — de esa forma Suneater negó divertido la cabeza. Las pálidas palmas de Tamaki volvieron a tomar los adorables cachetes de su héroe favorito, acariciándole con cariño, y dando besitos en sus labios cerrados.
Tener sobre su regazo a el amor de su vida, tratándolo cual preciosa joya, le era en demasía satisfactorio. El pecho se le llenaba de una emoción difícil de describir, pero tan grande que dolía bonito.
Los cremosos y suaves labios en su rostro, repartiendo amor por doquier.
Con lentitud masajeó los muslos a su costado, mientras el azabache seguía con sus muestras adorables. Hasta que Lemillion rozó el comienzo de la camiseta juvenil de su Tama, lo medito con cuidado. Aunque si era sutil y honesto con las acciones a realizar, solo eran métodos más románticos de hacer las cosas.
Adentró las manos bajo la tela, tocando con las yemas el vientre ejercitado del ojinegro.
Tan pronto comenzó con el contacto, Tamaki no dudó en respingar.
Pero no paró.
Siguió acariciándole, llegando más arriba, delineando la preciosa figura fuerte del héroe menor. Hasta que los pezones tocaron sus dedos.
No los pellizco como la mayoría hacia, era una vil mentira que solo provocaba dolor.
El rodeaba la aureola con el índice, dando círculos tenues y delicados que le colocaban la piel de gallina a el contrario.
Con esos simples gestos la punta del pezón se levantó. Los cosquilleos recorrían de los pies a la cabeza, a el pobre Amajiki.
— ¿Es-esto te hace sentir bien?.
Un asentimiento casi inaudible fue lo que llegó a sus oídos.
Ya no sentía los besos en su rostro, solo la presión en su hombro y la respiración entre cortada de un muchacho estremecido.
Tamaki tenía la cara cerca del cuello del rubio, dejándose tocar, recibiendo las caricias más dulces del planeta, solo para él.
Por momentos hacia lo mismo con el pezón contrario, pasando con la punta de sus dedos por el pectoral bajo la tela, sin ser rápido ni brusco, como si pintara un lienzo en blanco con el pincel más delicado.
Hasta que se detuvo.
— ¿Mirio?.
— Ta-Tamaki... — trago saliva— ¿Pu-puedo quitar tu camiseta y chaleco?.
— S-s-si... — era un paso bastante pequeño, pero enorme a medida que subía la intención.
De este modo, Mirio comenzó ascendiendo los comienzos, hasta pasarla por los hombros y culminando en los brazos y cabeza, el chaleco de cuadros y la camiseta se dejaron en un lado de la colcha.
Los ojos azules miraron el torso desnudo de Suneater, no era la primera vez, muchas veces se habían visto sin ropa. Pero en ese segundo, era una vista diferente a las usuales. Ellos estaban tratando de llevar su relación a un escalón mucho más alto que todos los pisos anteriores.
Recorrió con su mano toda la piel expuesta, tomando la barbilla del orejas puntiagudas y analizando su rostro bochornoso. Estaba hipnotizado por el escultural cuerpo que se cargaba, sin deja de ser sensual y bonito.
— Eres precioso Tama.
— No me hagas esos halagos... — oprimía sus ojos fuertemente contra sus párpados.
— Es de verdad, no podría mentir. Eres hermoso, lindo, adorable, bonito... Tantos adjetivos positivos para darte que me faltarían para llenar mi lista.
— Mirio — se quejó.
— Es la única e inigualable verdad.
Reprochó con un bufido entre sus mejillas. Pero no dijo más, al presenciar la boca del blondo sobre sus clavículas.
Sintió como su piel era succionada, para después encontrar una marca roja en el sitio donde había estado la boca.
Si su rostro era un tomate, ya había explotado por el carmín en él.
Togata le había dejado una nueva marca.
Luego su vista se enfocó en los ojos azules, perdidos ante su figura.
Amajiki también quería ver a su novio como el rubio hacía con él.
De ese pensar tomo el movimiento de sacarle la camisa al contrario.
Pero el blondo se dio de cuenta antes y con una sonrisa él mismo se sacó la prenda sin dejar que le ayudará.
Suneater no pudo más que hacer un puchero con sus cachetes inflados.
— Lo lamento, no creí que... Bueno... Lo hice sin pensar, supongo que la costumbre.
— Yo creí que sería romántico... — susurro.
— Cla-claro que lo es. Solo que no lo pensé...
Hubo un silencio que a Lemillion le pareció incómodo, pero tras unos segundos el menor solo se rió bajo.
Era muy gracioso en ocasiones el gran Mirio.
Tamaki no le dio más vueltas a el asunto.
Ahora podía tocar la piel desnuda del héroe, admirar su aspecto macizo, los fuertes brazos que se cargaba. Los abdominales marcados, la anchura de sus hombros y espalda tonificados...
Era un lugar para en contrar una y mil razones por las cuales Mirio Togata se veía realmente bien.
¿Quién diría que terminarían de esa forma tras una simple salida a una fiesta?.
El azabache quiso probar lo mismo que su pareja había ejecutado. Así que pronto tomo valor y abriendo la boca tomo una parte de la piel del hombro izquierdo de Mirio, succionó hasta que se sintió satisfecho y al tomar distancia la marca era algo violeta.
Blondo sonrojo sus orejas y trato de mantener la calma ante la vergüenza que le hacía sentir esas muestras.
Tamaki era tan lindo y se estaba comportando de una manera abierta, y distinta.
Moria de amor.
Sin hacer esperar más, tomo en sus brazos a el menor. Con fuerza lo abrazo y este se sostuvo del cuello del alto rubio. Hasta que este mismo se levantó de la cama.
Ya entendía Tamaki lo que sucedía.
Caminando a paso lento, con la fuerza suficiente para tomar entre brazos al otro héroe, Lemillion se dirigió a el baño. Era el "momento de la verdad" o eso decía su mente, cuando realmente estaba por derretirse ante los nervios que le atacaban.
Las cerámicas color pastel relucían con las lámparas del baño. Había olor a ambientador dulce, todo estaba limpio y acomodado. Desde los cajones, hasta los productos de cuidado propio.
Tamaki fue bajado con suavidad, sintiendo sus medias tocar el suelo; pues al entrar en el departamento de su pareja había quitado sus zapatos.
Fue separándose de a poco, perdiendo contacto con la piel desnuda del torso contrario. Y en ese instante sus ojos encontraron cicatrices de su tiempo como héroes. Paseo con los dígitos cada una de las marcas frente a la mirada perdida del blondo, contando y delineado cada una de ellas.
Porque obviamente él también tenía muchas marcas y cicatrices, pero no le importaban tanto como las de Mirio.
Acercó su rostro a la que tenía mas próxima, y con dulzura le besó, una bajo el pectoral derecho. Tenía otra en el antebrazo, una más grande que todas las demás en el tronco, y esa la conocía muy bien. Así que besando con anheló cada una de esas marcas, fue recorriendo y posando sus labios por el cuerpo de Lemillion.
Sus ojos se conectaron luego de un par de minutos, sin más que escuchar las exhalaciones e inhalaciones, los sonidos de la boca de Tamaki al besar y del movimiento de su cuerpo.
Togata atrapó el rostro del azabache, acariciando sus mejillas y parte de las orejas, hasta que volvió a unificar sus cavidades bucales. Besándole con pasión, jugueteando con la lengua, mordiendo y chupando de ese sitio.
Amajiki se abrazaba con fuerza, jadeando ante la fiereza de cada beso, así hasta que el botón del pantalón del rubio fue abierto y el sonido de la cremallera bajando le hizo reaccionar.
Todo esto ejecutado por sus manos, mientras las contrarias toqueteaban sin tregua su espalda y cintura.
Con parsimonia el boxer oscuro de Mirio se mostró, una marca reconocida, apretaba en los sitios correctos para quedar embobado.
Ya no había palabras para expresar cuan sonrojados sus pómulos se presentaban, pero Tamaki tenía los ojos de borrego a medio morir ante semejante hombre.
Su novio era extraordinariamente hermoso, en todo sentido, desde su inigualable físico, hasta los sentimientos de su corazón, la personalidad y cualquier cosa que se le viniera a la cabeza.
El jean que esculpida sus piernas fue descendiendo, mostrando sus tonificadas piernas, lo grueso de sus muslos. El trasero que se cargaba y un bulto notorio en la entrepierna.
Amajiki solo pudo tragar saliva con dificultad.
Mirio lo miraba con vergüenza, se le veía apenado pero valiente.
Pero el pobre corazón de pollo de Suneater iba a explorar ante tantas palpitaciones desenfrenadas.
Togata lo acerco, pues en algún momento el contrario se alejó para guardar la impresionante y magestuoza imagen en sus retinas.
Beso con lentitud la mejilla del azabache, invitándolo con las manos a tocar lo que le llamara la atención.
Y el pobre ojinegro solo pudo parar sobre los costados del boxer, sintiendo los muslos ejercitados.
¿Donde quedó la determinación?.
¿Ya se estaba pasando la ebriedad?.
Santa madre y santo padre de Mirio Togata. Tamaki estaba paralizado ante el hechizo de ese cuerpo, que era nada más y nada menos que de su pareja.
— ¿Todo bien? — exclamó Lemillion. El azabache se había congelado.
— ¿N-no? ¡S-si! No lo sé... — balbuceaba sin sentido.
— Tamaki... Podemos detenernos si así lo quieres.
Aunque no habían hecho 'gran cosa' era un momento muy especial, algo importante que marcaría una etapa de sus vidas y relación.
— No... Sí quiero hacerlo.
Asintió a la par con la cabeza.
Tamaki se alejó un poco nuevamente, desabotonando su pantalón y deslizando este a la par. Todo frente a los ojos zafiros de su novio.
Suspiro pesadamente cuando ya sentía la prenda por las pantorrillas, pasando por sus tobillos hasta tomar el pantalón entre sus manos luego de agacharse y agarrarlo.
Y Mirio estaba maravillado, era precioso el de piel clara.
Cuando Tamaki doblo la prenda y la acomodo sobre uno de los cajones; tomo fuerzas dentro de su ser para dar la vuelta y a pequeños pasos aproximarse hacia su Togata.
El apego provocó fricción sobre las telas de la ropa interior, haciendo chillar a la garganta del azabache, pudo sentir como el falo medio despierto del rubio oprimía su hombría. Ladeó sus labios buscando besarle.
Y atragantados de emociones, besaron con desespero cada rincón de sus cremosos labios, Mirio apretando los muslos y pomposas nalgas del menor, mientras que esté daba amor a los cabellos dorados que se comenzaban a llenar de sudor.
Amajiki jadeo involuntariamente cuando un nuevo restriego hizo despertar a su falo.
Estaban excitados, podían sentir el libido romántico crecer, y lo peor del caso es que sus corazones les delataban.
En algún punto los dedos del rubio se adentraron en la elástica del boxer de Suneater, jugando con ella mientras se fundían entre lenguas jugosas. Con toda la calma y suavidad bajo la ropa interior, mostrando por partes el vientre, hasta los comienzos del vello oscuro, y así hasta que el trasero quedó al aire; una media erección siendo mostrada y Tamaki a punto de caer en un estado de pánico.
No sentía asco al verle, menos algún sentimiento de negación. Era perfecto todo lo que se mostraba en sus iris azules.
La prenda cayó al mismo tiempo que las medias blancas del azabache salían de sus pies —con movimientos de él mismo—. Luego de ello la diestra de Lemillion recorrió todo el vientre del menor, toqueteando los comienzos del vello púbico y bajando cada vez más. Hasta pasearse por un costado del testículo izquierdo y seguir con su recorrido hasta adentrar su mano a tocar el periné.
Podía sentir los temblores de Tamaki sobre su pecho, como callaba sus jadeos al morder sus labios.
Acarició con mucha dulzura el periné y volvió en toda su trayectoria hasta el vientre. Buscando de esa forma los ojos del contrario para transmitirle cuanto le amaba.
— Te amo... — susurro tan pronto pudo conectar las miradas.
— Y-yo también...
El blondo le sonrió sin utilizar los dientes, moviendo sus labios para curvarles. Tomo las manos de Amajiki y las puso sobre su entrepierna, mostrando cuando despierta se encontraba. Hasta que las invito en ayudar a bajar todo el boxer.
Y así lo realizó, tan pronto la tela rodó sobre las caderas hasta llegar a los muslos, Amajiki quedó sin aire.
Los pelitos rubios de Mirio le atraían, la erección algo oscura, aún el prepucio ocultaba el color del glande. Pudo observar que en cuanto a tamaño era más grande que la propia, pero eso no le molestaba. Le parecía especial ya que era parte de su Mirio, y todo lo que viniera de el, sea malo o bueno, él lo atesoraria.
Tras eso no pudo detener sus ganas de tocar los vellos, era frondoso y suave. Realmente eran rubios, tal como las pestañas y cejas de Togata. Temblando logro llegar a la base del pene, y con sus delgados dedos acarició la piel, pudiendo notar cuanto se tensaba, comenzando a alzarse un poco más.
Un quejido le hizo detener, y al observar a Mirio este le hizo un ademán de quererse esconder de la vergüenza.
Tamaki solo pudo sonreír, no era el único en la misma situación.
Beso con rapidez la mejilla sonrosada del blondo y este le abrazo aun más amoroso que antes. Ocultando su nariz en el hueco de el cuello del azabache. Olisqueando ese sitio y provocando risas bajas ante las cosquillas.
— Deberíamos entrar en la ducha... — susurro con calma el rubio.
Con los dedos de una mano entrelazados, los dos se guiaron hasta llegar a una de las puertas corredizas de vidrio, era borroso en casi toda su extensión. Pero antes de acabarse, en la parte superior, el vidrio era nítido.
Entraron con cuidado, dejando atrás la ropa interior desparramada en el suelo. El rubio prosiguió a abrir la llave de agua caliente, sintiendo como la tubería comenzaba a gotear.
Mojando su pecho en el proceso.
Atrajo con un suave jalón a su novio, dejando que la regadera los mojara. El agua estaba tibia, muy relajante a diferencia del frío en las calles.
Tamaki miraba a través de la lluvia de la ducha a el rubio, sonriéndole, transmitiendo tanto en tan poco. Acarició los hombros húmedos, también pudo sentir las palmas del blondo deslizándose por toda su columna hasta llegar a la unión de sus nalgas.
El agua seguía cayendo, provocando ante el cambio de temperaturas vapor. Mirio ósculo detenidamente los labios ajenos, apegaba sus cuerpos desnudos, acciones que unificaba gotas dejándoles resbalar.
Tras aquello tomaron un poco de distancia, de esa forma el azabache encontró con la vista la pastilla de jabón, tenía un olor agradable y que de cierta manera denotaba pulcritud. La llave seguía abierta, se aproximó a Mirio y paseando las pompas de jabón por todo su pecho, acariciándole a la par. El otro solo sonreía con pena por las acciones de Tamaki.
— ¿Recuerdas la canción de la fiesta? — preguntó quién tenía el compuesto químico en mano.
— ¿La que bailamos? — tras todo su tronco estar jabonoso dio la vuelta. Su trabajada espalda hizo suspirar a el menor.
— Si... Esa... — paseo y recorrió, desde los hombros hasta las costillas, de ahí a los brazos y bajar por los costados hasta el trasero— No se cómo se llama — río bajo—. Pero me gustó...
La lluvia empapó de nueva cuenta a el rubio, haciendo que el jabón saliera de a poco.
— A mi me gusto bailar contigo — era el turno de Suneater—. Movias tu cuerpo... Wow... Nunca te había visto bailar, eres impresionante...
Internamente sentía explotar por aquella confesión escuchada. Estaba tan rojo, aunque el vapor podía ser el culpable. Y la manos enjabonadas del blondo acariciaban su cuerpo sin pena alguna, creía levitar de tantos sentimientos en su pecho por una noche.
Fue en algún punto donde Mirio paseaba la pastilla por su espalda que recorrió sus nalgas, hasta que paro las manos en la cadera ajena.
— N-no es que haya bailado antes con alguien de esa forma... — respondió— Pero, me deje llevar por el ritmo de la canción... Y por ti...
— Eso me hace más que feliz Tama — el agua sacaba el producto resbaladizo, el rubio volvió a óscular dulcemente.
Sus cabellos húmedos se pegaban a las frentes. Sus labios danzaban con tanta libertad que se podía notar en cada beso, que nadie dominaba a nadie, era dar y dar por igual. En ocasiones la lengua de Tamaki guiaba a la contraria, cuando en momentos los belfos del blondo succionaban.
El cuerpo del ojinegro se apego a los azulejos claros de la ducha, estaban fríos a diferencia de su temperatura corporal. Los cuerpos desnudos apegados sin pudor, piel con piel, mojados y con olor a jabón de coco con avena.
La palma del mayor apretó la nalga derecha, haciendo emitir un jadeo por la garganta del orejas puntiagudas. Entonces como si de magnetismo se tratase, los dedos gruesos de Mirio buscaban la entrada de Amajiki, cuando la tocó por primera vez solo paseo de manera circular ese sitio rugoso.
Pero Tamaki se alteró un poco ante la presión del dedo medio quién intentaba ingresar.
— ¡No Mi-Mirio! — deshizo el beso y tomo la mano contraría— Mirio, de-debo limpiarme... No lo he hecho...
— N-no tenía idea... Discúlpame... — avergonzado Mirio sonrió.
El ambiente se volvió incómodo, pero el menor dio un pico tierno para aligerarlo.
— Seré rápido... Tu puedes salir y... Preparar las cosas... — musitó con pena.
— Claro... — la llave de la ducha se cerró. El vidrio borroso y empañado se corrió, un aire frío hizo temblar y la toalla más cercana fue a parar en las caderas del rubio— Tamaki — el nombrado le miró—, te amo.
— Yo más... — le sonrió curvando sus labios— Dame cinco minutos...
— Con eso es más que suficiente para mi.
Las iris azules junto con las oscuras brillaron.
Tan pronto la puerta del baño se cerró tras de él. Fue como si le dieran un golpe de Plus Ultra. Debía correr y preparar todo.
¿De verdad iba a ocurrir? Mirio se interrogaba internamente.
Apretó la toalla clara en sus caderas, dio unos cuantos pasos y con la vista capturó lo que debía corregir.
La ropa que estaba mal trecha, la cama desarreglada. No es que Mirio fuera sucio o que no limpiará su habitación, pero no sabía que Tamaki llegaría esa noche, y todo no estaba en su sitio.
Así que lo primero que hizo fue acomodar todo en ganchos y guardarlo en el armario.
Su cabello goteaba en cada movimiento que daba, el corazón le bombeaba sangre con furia.
Sabía lo que estaba haciendo Amajiki dentro del baño. Limpiando su recto, no era un secreto. Pero aún con la información que tenía no podía evitar la pena o los nervios.
Seria su primera vez...
Cuando colgó la última prenda fue directo a la cama.
Desde que se habían graduado decidió vivir de forma independiente, su padre le llegaba a visitar de vez en cuando. Tamaki también había ejecutado lo mismo, tenían en cuenta que eran pareja, pero eso no evitaba que vivieran por separado.
Le gustaba su pequeño hogar, pero estaba demás decir que también le gustaba el apartamento de Amajiki, tenía decoraciones distintas, colores crema, muebles cómodos y todo olía a él.
La colcha de la cama estaba arreglada, las almohadas acomodadas en su lugar.
Se aproximó a el cajón de la mesita de noche, trago saliva y la sangre se le arremolino en las mejillas. De ahí saco unos cuantos condones y lubricante. Ya era un adulto, era normal que mantuviera ciertos objetos en su hogar.
Aunque nunca los hubiera utilizado.
Prendió la lámpara de esa mesilla, camino hacia la entrada de la habitación y apago el foco sobre el techo. No era necesaria tanta luz.
Cuando volvió al centro de la habitación inhaló y exhaló repetidas veces, fue rápido con sus acciones. Tomó asiento en la cama, cerró los párpados regulando sus latidos.
Y el sonido de la manija dando vuelta le hizo pegar un brinco.
Tamaki ruborizado salía del baño, con una capa de calor sobre su cuerpo a causa del vapor dentro. Una toalla le cubría la desnudez y sus ojos brillantes se apoderaron de los contrarios.
— Listo...
A los pasos que iba dando se le sumaba el rubor en los rostros. Suneater tomo lugar frente a el rubio, mostrando las perladas gotas sobre sus hombros. Con parsimonia la tela fue descendiendo, presentando aquéllas marcas hechas en unos minutos, sin ocultar su sexo o alguna parte de su piel. Amajiki dejo la toalla a un lado, sin prestarle mucha atención donde quedó o cayó.
Blondo se encontraba extasiado con la imágen del héroe menor.
Soltó de sus caderas el agarre de la toalla, descubriendolas. Y eso fue suficiente invitación como para tener a el azabache sobre la cama, fue algo rápido y sin previo aviso.
Los ósculos no tardaron, mientras con delicadeza se daban caricias, sintiendo la humedad de los mechones y la suavidad de las sábanas. Las erecciones volvieron a reaccionar, endureciendo y doliendo con cada beso, con cada calórico recorrido de las manos.
Tamaki sobre Mirio, aferrado a sus hombros y este mordisqueando levemente el pecho ajeno.
— ¡Mhn! — las cuerdas vocales del azabache emitieron sonidos cuando el ojiazul tomo su falo.
Con suavidad, las palmas de Lemillion cubrieron aquella carne que aún se mantenía media erecta.
Tamaki sentía como le rodeaba, apretando poco, moviéndose muy lento, hasta que su prepucio fue dejando a la vista su glande aduraznado. El movimiento fue en aumento, provocando más jadeos de parte del azabache.
Entonces sintió el cosquilleo de los dientes del blondo sobre su oreja, haciéndole ver estrellas ante el estremecimiento de su cuerpo.
Su orificio comenzaba a expulsar preseminal, los toques de Mirio no paraban, y fue en ese punto donde sintió el primer dedo dentro de su entrada. Deslizándose con lentitud, al principio sintió ardor, pero de a poco su propio interior lo tomaba, dándole camino libre a el dígito para penetrar despacio.
— Mirio~ Ah... N-no lo hagas al mismo tiempo... ¡Agh! — Suneater tenía miedo de llegar al clímax sin haber sentido a su pareja dentro de sí. Tras haber exclamando aquéllas palabras, los movimientos de la diestra fueron apagándose, pero el pulgar del blondo recorrió el glande, con toda las ganas de hacer explotar la erección contraria, con toques en demasía buenos para el cuerpo espasmódico.
Los ojos oscuros se comenzaban a llenar de lágrimas, se estaba sintiendo realmente bien, por momentos la vista se le iba y luego volvia. Con un dedo profanando su ano y su falo siendo tocado cual fantasía.
— ¡Ngh! — estaba sintiendo dolor en la extensión, puesto a que trataba de retener llegar al orgasmo. Su vientre se contraía.
El rubio tenía un problema en la entrepierna, pero lo que más añoraba era hacer sentir bien al menor. Verle perdiendo la cabeza por tales sensaciones, escucharle gemir su nombre de una manera lujuriosa sin perder sus toques dulces y adorables.
Tamaki era el único culpable de que Togata tuviera pensamientos obscenos cada que un momento caliente se presentaba y no ocurría nada. Así que por una madruga no estaba de más querer que el cuerpo del azabache se retorciera en placer.
Su dedo medio encontró el tan conocido punto dulce, ese pequeño manojo de nervios que no solo hacia ver la galaxia, si no que te llevaba fuera de tu cuerpo por unos segundos para luego volver sin fuerzas. Cuando lo acarició en la cavidad húmeda, el chillido escuchado fue impresionante. Siguió masturbando aquel glande, tocó de nueva cuenta el punto y no fueron más de varios gemidos para que al culminar con voz quebrada Tamaki eyaculara.
— ¡Awgh~!... ¡Mi-Mirio~! ¡Aah!...
Las perlas que retenían las cuencas del ojinegro cayeron, creyó por un momento que moriría ante tal sensación. Se le había llenado el pecho de un cosquilleo inefable y le fue imposible no contraer todos los músculos de su cuerpo.
¿Así se sentía un orgasmo provocado por los toques de Mirio? Seguía ido sin saber la respuesta.
Los labios de Togata morrearon sin contenerse a Tamaki.
Robándole suspiros cansados y liberación de sus partes al no tener más el dedo dentro de su sistema, y que su pene fuera soltado.
Entonces la espalda del menor sintió la suavidad de la colcha, ante la luz amarillenta y opaca de la lámpara notó el rostro enrojecido de Togata, la erección que se cargaba y la respiración agitada. No pasó mucho en cuanto el rubio tomo el bote de lubricante para esparcirse por sus dedos.
Sus pestañas revoloteaban, tomando grandes bocanadas de oxígeno mientras sus músculos flaqueaban. Tenía el vientre humedecido a causa del esperma y los labios hinchados ante innumerables ósculos.
— Eres... Realmente bello Tamaki — musitó el más alto. Posicionándose sobre el cuerpo de menor masa muscular.
Mirio beso y disfrutó del cuello contrario, mientras el de ojos oscuros toqueteaba su vientre y abdomen. Mordiendo de vez en vez los pectorales, dando chupetones por la mera satisfacción de realizar marcas.
Los dígitos pegoteados acariciaron aquel orificio, perforando con uno solo al principio. Al estar cubierto de la sustancia resbaladiza la introducción no era forzada.
Tamaki recordó el baile en la fiesta, la música a todo volumen, la oscuridad del lugar y el calor.
Creía que haber bailado con Mirio fue uno de sus mejores momentos, y no era mentira. Pero, lograr estar con el rubio sin tapujos, besarle de la manera que quisiera, tocarse y entregarse de la forma más apasionante... No había nada mejor.
Ya que Mirio Togata lo era todo para él, y eso valía más que cualquier cosa. Quería ser uno solo, darle amor y felicidad.
— Mirio... — suspiró— Te amo...
Abajo dos dedos se abrían paso. Ya no había ardor, su cavidad los tomaba bien, y a su vez le regalaban placer.
— Dices... Que soy be-bello — exclamó con calma—, pero tú también eres increíble... — paso saliva y en ese momento se estremeció al tener un tercer dedo dentro de sí—. M-me gusta cu-cuando me tocas ¡Agh!.
Con lentitud fue apoyando sus codos tras la cama, dando besos en las mejillas ruborizadas de Togata. De esa forma quedo sentado, teniendo una mayor penetración de las dedos ajenos.
— Me gusta to-todo lo que ha-haces por m-mi... Uhm... — así fue alejándose, sacando el trío de dígitos. Mirio se perdía en el rostro de Suneater, en sus carnosos labios, en sus sonidos y chillidos.
Tan perdido se encontraba el blondo que cuando Tamaki quedó sobre su regazo, lo único que lo saco de su ensoñación fueron los toques que comenzó a recibir.
— Mirio... Quiero, quiero hacerlo de esta forma — las piernas estaban enroscadas en la cintura, los pechos colisionaban. La nueva erección de Tamaki se restregaba con lentitud sobre la carne del ojiazul.
Una perfecta flor de loto, donde sus iris cuales estrellas brillaban con fulgor. Donde sus pieles se atraían con magnetismo, donde los olores corporales del sudor y de la lujuria se funcionaban, donde los toques podían ser iguales y mutuos. Una perfecta madrugada donde Tamaki quería darle amor a su héroe favorito y dónde Mirio quería entregarle más que solo el corazón a su resplandeciente luna.
Todo había empezado por una simple fiesta. ¿Cómo habían llegado ahí?, Tras un baile, tras una "escena" de celos, tras varios tragos y una tonta pelea por borrachos... Gracias a su amiga de picara sonrisa.
— Debe doler... Y tú... Solo haz velado por mi — su voz salía algo apagada. Pero no interesaba, beso con dulzura los labios rechonchos del ojiazul, luego depósito unos más en sus mejillas y cuello. Busco con la luz de la lámpara los condones sobre la mesa, se estiró un poco y tomo el primero que sus palmas sintieron.
Lo abrió con dificultad, pero tras haberlo logrado ladeó su sonrisa para mirar al rubio. Le colocaba el látex con cuidado y lentitud. Desde la punta y pasándolo por el tronco. El color opaco del preservativo distorsionaba la verdadera pigmentación de la erección, el empaque de aluminio lo dejo nuevamente en la mesita.
De ahí, se acomodó un poco sobre Mirio, buscando de nueva cuenta con su mano el falo endurecido, llevándolo hacia atrás de su trasero.
Las manos grandes le sostuvieron las caderas, y cuando la punta logro frotarse en su ano, fue descendiendo con parsimonia. Sintiendo como las paredes se abrían, como regresaba el ardor inicial. Los rastros de lubricante ayudaron a el látex a entrar, pasando con la mayor lentitud posible. Mientras el interior de la cavidad se acostumbraba y se expandía a su vez.
— Relájate Tama — le susurró. No era tan sencillo entrar como creía.
— S-si... ¡Ahm!.
Le era irremediablemente precioso ver las expresiones de su rubio novio al encajarse en las entrañas el pene, casi que a velocidad de tortuga. Tampoco se salvaba de gesticular incoherencias y temblar al estimular sus nervios anales. Pero eso solo era una pequeña parte, de lo que deseaban realizar.
Cuando lo sintió por completo dentro de sí, fue algo inigualable. Era duro, se sentía repleto, y en consecuencia le daba miedo moverse. Pero ya no había ardor, el estiramiento le ayudo a la expansión y evitar dolores atroces. Mirio tenía la vista perdida, y el agarre que se apoderaba de sus caderas era intenso.
¿Como no sentirse así?.
Su extensión estaba siendo oprimida y succionada por aquel orificio caliente y resbaladizo, tan estrecho aunque se encontrara preparado. Y de vez en vez Amajiki apretaba su interior —esto de manera involuntaria—, dolía no mecerse, le costaba resistir las ansías por penetrarle. Y la mejor forma de subir la excitación junto con la unión que mantenían, era acariciarle, besarle y expresarle todo lo que estaba sintiendo en ese momento.
— ¿Du-duele? — no dudó en interrogar Togata.
— No... — respiro con pesadez— Uhm... — ascendió a la misma velocidad anterior, y fue cuando el placer de descender le nublo el cerebro— ¡Mhn~!.
Un ronco jadeo de parte del héroe mayor. Tamaki comenzaba a mover su cuerpo por gusto propio, llevando su cintura de un lado hacia el otro, sin perder el lento compás, cayendo directo sobre la carne del blondo y que este se sintiera dispuesto a seguirle con sus propias penetraciones.
De esta manera Mirio siguió el vaivén del azabache, de arriba a abajo con su cadera; soltando uno que otro gemido sin poder callarlo.
Se aferraba con aun más fuerza, era gratificante.
— Oh... Tamaki... ¡Hnm! — y casi por inercia la velocidad aumentaba, de a poco y contundente, cada embestida era clavada en aquella próstata.
Los dos se guiaban en los rítmicos embistes, dándose ósculos y dulces mimos que la posición les facilitaba.
El sudor estaba comenzando a aparecer, se volvía un sitio bochornoso y caluroso por el esfuerzo de seguir aquellas penetraciones. De sentir piel con piel, de llenar el cuerpo con un placer que iba en incremento.
Cada que el glande de Mirio perforaba el hoyo y se clavaba hasta el esfínter, dando golpes en el punto dulce del ojinegro. Cada que el golpeteo se duplicaba, y la única separación eran los testículos del rubio. Entonces las piernas enroscadas de Amajiki buscaban más apego, los vientres eran la perfección para mantener la caliente erección del menor siendo frotada, la espalda de Mirio en la cabezera amortiguando los movimientos que se realizaban.
Su hoyo húmedo recibiendo gustoso aquella carne, apretándose cada que una corriente le recorría el cuerpo. Los ojos se le llenaban de lágrimas a causa de los abrumadores sentires.
Mirio gemía sin contenerse, de una manera ahogada y ronca, por momentos besaba la boca contraría, en otros solo se encontraba ensimismado en seguir moviéndose; perdido en las sensaciones y emociones que se creaban a partir de algo tan libidinoso, de la lujuria y de el amor.
La oscuridad de la habitación contrastaba con los amarillentos rayos de la lámpara. El olor de Togata en cada objeto, en cada rincón del departamento. El crujir del colchón, junto con la madera de la cómoda. Los latidos galopantes en los pechos de esos héroes.
Tal vez afuera hacía frío, la madrugada ventosa y algo solitaria; pero ahí, solo eran ellos dos. Como en la repleta pista de baile, como en las salidas amistosas y románticas que compartían desde años atrás.
— ¡Mirio! — el grito fue satisfactorio. El rubio había cambiado la posición, recostando su cuerpo y quedando sobre esté.
Embistió con algo de fuerza, haciendo mover al ojinegro y que esté se aferrara con vehemencia a la espalda del blondo. La fogosidad de sus penetraciones provocaba sonidos más que obscenos para los odios ajenos.
Los besos húmedos y vivaces robaban el aliento, tanto por el ejercicio hecho como por la agitación.
Tamaki gemía y jadeaba el nombre del contrario, exhalaba de una manera más que excitante. Y por respuesta propia Lemillion le musitaba su amor, le recordaba cuanto le amaba y lo bien que se llegaba a sentir.
La estimulación en el cuerpo del menor pedía con urgencia que su pene fuera tocado, masturbado y que de esa forma logrará expulsar su orgasmo, pues ya no podía soportarlo. Su interior estaba siendo magullado con la gruesa carne de Mirio. Sus entrañas lo recibían tan gustosas que le era imposible no querer más.
Y los frenéticos encuentros internos seguían. Mirio sacaba su extensión a mitad de camino y luego volvía a encajarse. La mano del menor tomo su propia erección y comenzó a bombear, ya estaba cerca. Los besos no paraban, habrían unas cuantas mordidas y chupetones al día de mañana. ¡Pero que más daba!.
Su espalda se arqueaba, el sudor se pegaba en las sábanas y los cabellos a las frentes. Bombeaba con ímpetud su piel buscando esa exquisita liberación, contraía su interior, escuchando como Mirio jadeaba.
Hasta que el frenesí apasionado del ojiazul creo incontrol interno. Mirio tenía la vista nublada disfrutando de su clímax, como el dolor de su erección se iba al eyacular, como el nudo en su estómago y vientre se deshacía. Agrandando el pecho de emociones tan complejas y sintiendo su esperma en el condón. Penetró con sus últimas fuerzas y quedó en esa posición hasta que los temblores en su cuerpo acabarán.
Amajiki tras eso acabo en su mano, apretando el pene en su interior, provocando que su perfecto arco se alzará sobre la colcha.
Soltando más que unas simples lágrimas al haber llegado a tal sensación intensa.
Togata mantenía la cabeza en el pecho del menor, regulando la respiración tras tal acto. Cuando sintió la mano limpia de Suneater en su mejilla derecha alzó la vista.
Aquellos zafiros estaban aguados, sus mejillas cuales tomates maduros, sus labios hinchados y rojos, los cabellos dorados desordenados.
— ¿Estás... Bien? — pregunto el azabache.
Asintió con lentitud — Si. ¿Tu estás bien? — recibió una sonrisa ladina de parte del otro, Tamaki le dio un dulce pico y asintió.
— Te amo mucho Mirio... — musitó. Dentro de él aún estaba clavado, el peso del mayor no le molestaba, podía acariciar sus hebras rubias y admirar sus pestañas claras sobre esos ojos iluminados por aquel azul hermoso.
— Tama... Yo tambien te amo — Togata se sentía más que bien, cada que Amajiki le mimaba, cada que podía apapachar su cuerpo, oler su aroma, besar sus labios, escuchar su voz.
¿Por qué no besarse otra vez? Con dulzura, parsimonia. Que cada unión de sus belfos sea espléndida y más preciosa que la anterior, que se entregen palabras y emociones sin decir nada, que solo el corazón sea quien hable cuando con los labios contrarios se acariciaban.
Tamaki no se espero al día siguiente recibir la llamada de Hadō, diciendo que fueron capturados en fotografía mientras bailaban cuales enamorados. Y parte de las personas dentro de la fiesta lo rectificaban, a decir verdad los colores se le subieron a la cabeza y creyó tener un ataque de ansiedad.
Luego recordó que a su lado estaba Mirio, abrazándolo y masajeando sus hombros con calma.
— ¿Ya es tiempo? — artículo al contrario con los ojos buscando consuelo.
— Creó que es lo mejor... — asintió— No pasará nada malo, te lo aseguro. Nejire es nuestra mejor amiga, ella nos entendera.
Amajiki lo aceptó.
Le diría a su amiga de cabellos azules sobre su larga relación, y aceptarían los comentarios de los demás, sobre sus sospechas en la fiesta. ¿Que podían perder?.
Lo que ellos no sabían es que la linda Nejire ya lo sabía desde años atrás, solo esperaba la confianza de sus amigos para confesarle la relación.
De este modo Lemillion le sonrió con cariño a el contrario quién aún buscaba calor en las mantas y se apegaba a su cuerpo.
— ¿Crees que se moleste por no haberle dicho? — pregunto Tamaki acariciando la diestra del rubio.
— Tal vez... Mejor nos preparamos — río bajo dando un beso en la mejilla del azabache.
Una fiesta, una bebida, luego un sensual y caluroso baile que termino de la manera que ellos menos esperaban... Su ritmo fue el amor, no hubo oscuridad entre los dos; pues la luz de sus ojos y sonrisas fueron más brillantes. Cayeron en la más amorosa trampa de sus vidas, y realmente nunca se lamentarían.
Piénsalo.
Fin.
28-05-2021
Dedicación especial para KatheEli y SamMiauMiauMiau muchas gracias por sus fanfic's inspiradores.
Reconozco que la pareja no tiene mucho contenido al español, lo cual es desalentador, pero por personas como ustedes se logra encontrar obras impresionantes y grandiosas.
Ustedes son solo un ejemplo a seguir de las fickers que escriben MiriTama extraordinario.
Inspirada en la grandiosa canción de arriba (nuevamente, alabada sea la película de John Wick por colocarla como soundtrack).
Disculpen que me haya tomado la libertad de mencionarles.
¡Muchísimas gracias por leer!.
¡Los quiero y adoro muchísimo!.
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