CAPÍTULO DIECIOCHO

[ THE WOMAN OUT OF TIME ]

CAPÍTULO DIECIOCHO

❛temblaba por el traicionero e inminente miedo❜


    TODO ESTABA LISTO. Cada uno tenía su parte en el plan, sus armas, su traje. Amanda me había recomendado no llamar mucho la atención una vez que me colase en las instalaciones, ya que seguía siendo una fugitiva y Shield podría interceptarme en seguida. Mientras yo me quedaba con ella en la Sala de Control para evitar que despegasen los helitransporters o al menos mantener en calma la situación, Steve se encargaría junto a Wilson de cambiar las placas electoras. Fury y Romanoff se habían marchado antes ya que su presencia era requerida con mayor urgencia, por lo que sólo quedábamos el Capitán ─ya uniformado─, Hill, Falcon con sus alas y yo vestida con un incómodo traje que María me había prestado para colarme en las instalaciones.

El trayecto en furgoneta hacia el Triskelion fue demasiado largo. Sentía que las cuatro paredes del vehículo iban juntándose y juntándose hasta hacer que me quedara sin oxígeno, por lo que me obligué a mí misma a tratar de relajarme a menos que quisiera sufrir un ataque de nervios.

Miré a Steve, quien tenía la vista fija en su escudo. Hacía tiempo que no lo veía con el traje; de hecho, hacía años que no lo hacía. La última vez fue cuando atacamos a Schmidt. Qué ironía que siete décadas más tarde aún intentábamos desmantelar lo que Cráneo Rojo había fundado.

─Ya estamos aquí -anunció Hill.

Aparcó la furgoneta un tanto alejada del Triskelion, ya que no queríamos llamar la atención tan pronto. Nos colamos por las puertas traseras y accedimos a las escaleras de emergencia para evitar ser visto lo más que pudiéramos. Steve, Wilson y Hill se dirigirían a una pequeña antecámara de vigilancia en la que darían el aviso y mientras yo me desviaría a la Sala de Control.

─Vale, ambas salas no deben estar muy lejos -informó María- Aún así es posible que nos topemos con algún agente.

─No creo que eso nos suponga ningún problema -respondió Steve.

Accedimos a un estrecho corredizo que separaba su continuación por unas puertas selladas mediante código o pase, así que hicimos lo único que podíamos en ese momento: llamar a la puerta. A pesar de nuestra absurda estrategia, la puerta fue abierta por uno de los agentes enemigos.

─¡El Capitán! -gritó a modo de aviso para sus compañeros antes de ser derribado.

El cuerpo del hombre cayó al suelo inconsciente justo a mis pies, por lo que lo aparté con el pie para pasar mientras recogía la pistola de su cinturón y me la guardaba detrás de la camiseta.

─¿Por qué solo ha gritado "el Capitán" y no "la Agente 13"? -pregunté algo indignada mientras avanzábamos.

─La historia se repite, ¿verdad Sharon? -bromeó Steve golpeando a otro de los agentes que ocupaba la mesa de control.

─Solo porque llevas un escudo y un traje a rayas, cielo -le indiqué golpeando con el puño izquierdo la barbilla de otro enemigo.

La sala quedó libre, por lo que uno de los objetivos quedó como cumplido en la lista. Yo tenía que acceder a la Sala de Control junto a Amanda, la cual me daría una señal a través del comunicador para que pudiera colarme sin problemas.

─De acuerdo, yo tengo que irme -dije colocando un mechón de cabello detrás de la oreja al mismo tiempo que comprobaba la munición que tenía. Al estar todo en orden, asentí para mí misma y miré al resto- Nos vamos informando, ¿de acuerdo?

Hill y Wilson aprobaron mi petición con la cabeza, por lo que imitándolos como despedida, me di la vuelta para seguir con mi camino antes de saber que Steve me agarraría del brazo para retenerme contra él. Lo miré, alzando una ceja y sintiendo cómo María y Sam nos observaban atentamente.

─Ten cuidado -me pidió con la mirada fija en mis ojos.

─Tú también, esas naves van a estar a mucha altura.

─Rumlow puede estar ahí -me recordó.

Abrí la boca para decir algo, pero la cerré al no tener nada que responder. Era consciente de que ese hombre estaría en la misma habitación que yo, pero no podía perder la calma y mucho menos dejarme pisotear como siempre había hecho conmigo. Fruncí los labios, asintiendo y suspirando para volver a alzar la cabeza hacia Steve.

─Escucha -le corté palmeando su pecho con la mano para señalarlo acusatoriamente con el dedo índice-, la última vez que nos separamos en una misión tú te subiste a un avión y lo estrellaste en el océano -suspiré, sintiendo el dolor de los recuerdos repiquetear mi estómago- Espero que no tengan que pasar otros setenta años.

Steve curvó la comisura de los labios en una media sonrisa al mismo tiempo que negaba con la cabeza. Alcé una ceja hacia él, ladeando la cabeza y cruzándome de brazos.

─¿Queda claro, Capitán?

Él asintió, soltando mi hombro y separándose de mí.

─Totalmente -aceptó.

─En ese caso -solté después de resoplar algo nerviosa-, nos vemos luego.

Me miró por una última vez, expectante a la inquietud de mis dedos tamborileando sobre mis propios brazos en cruz. Una parte de mí se habría abalanzado sobre él para besarlo, pero la última vez que lo hice antes de una misión fue cuando estrelló la nave. No quería que algo parecido sucediese, no quería llevarme un último beso a sabiendas de que no volvería a tener otro más. Quizá estaba exagerando, quizá la situación no era la misma en sus ojos, pero para los míos sí. La historia se repetía, como bien había dicho él mismo antes.

Me di la vuelta rápidamente para echar a correr por el pasillo, pues sabía que si me quedaba otro segundo más en esa habitación abandonaría mi parte del plan para colarme en los helitransporters con él. Me daban miedo las alturas y no estaba vestida adecuadamente para luchar contra decenas de enemigos, pero si él volvía a estrellarse o a hundirse en el mar yo lo haría con él; no me quedaba nada más aquí.

De vez en cuando iba mirando sobre mis hombros para asegurarme de que nadie me seguía o se percataban de mi verdadera identidad a pesar del falso uniforme y de las acicaladas apariencias. Era la primera vez en mucho tiempo que no tenía polvo o sangre seca en la cara.

Sabía que estaba llegando a mi destino, reconocía cada cruce, puerta y esquina gracias al plano que Hill me había hecho estudiar antes de salir del cuartel. Me había costado aprendérmelo menos de lo que creía. Pero todo atisbo de seguridad se vio lanzado por la borda cuando me interceptaron dos agentes al cruzar una esquina, gritándose entre sí que era "Sharon Carter, la fugitiva de Shield".

─Aquí Carter -avisó una voz a través del comunicador- Luz verde, ¿estás cerca?

─¡Dame un segundo!

El primero de los agentes intentó dispararme, pero al mismo tiempo que me agachaba para esquivar la bala, le lancé una patada a los pies del segundo, tirándolo al suelo. Me aseguré de que no se levantara presionando el zapato contra su garganta mientras le lanzaba un puñetazo al otro, el cual se resistió, por lo que me vi obligada a enterrar la mano sobre su rostro y chamuscarle la cara de una descarga. Mientras éste gritaba, levanté un poco el pie y golpeé con mayor fuerza al del suelo.

─Ya estoy -avisé a Amanda.

Avancé y a los pocos metros estaba la puerta que llevaba buscando desde el principio. Mientras un hombre bajito y regordete salía de la sala, aproveché para adentrarme en ella. Bajé la mirada a mis pies, repiqueteando sobre el mármol blanquecino. El empleado pasó por mi lado y ni siquiera me miró, por lo que suspiré internamente de alivio.

La sala estaba más vacía de lo que pensaba, por lo que me figuré que aún quedaba personal por llegar. Amanda estaba de pie junto a un compañero, al igual que otros en la estancia, así que no llamé tanto la atención al cruzarla hasta el escritorio más apartado.

Amanda me miró de reojo y yo asentí levemente con la cabeza manteniendo la mirada baja sobre el teclado. Nadie pareció percatarse de mi presencia, lo cual agradecí. Pero poco a poco fue llenándose de más gente, y entre ellos, uno en especial.

Rumlow acababa de entrar.

Mi corazón tembló de miedo, pero recordé que quería hacer esto, que quería estar en el mismo lugar que él para evitar que el monstruo que llevaba dentro saliera caóticamente ante los más inocentes. No quería venganza, quería justicia. Me habría dado igual si la víctima fuese yo, Amanda u otro cualquiera. Si ese hombre pensaba que tenía el poder de tratar a la gente con el mayor de los desprecios, necesitaba aprender pronto una lección.

Me obligué a mí misma a mantener la calma, a disimular el temblor de mis manos y a guardar las ganas de sacar el arma y apuntar rápidamente a su cabeza, aprovechando que éste se hallaba desprevenido. Me tragué la cólera, hirviendo cada parte de mi cuerpo, y esperé a que la voz de Steve sonara por los altoparlantes de las instalaciones.

No tardó mucho.

─Atención a todos los agentes de Shield, les habla Steve Rogers -mi estómago se retorció de nervios- Estos días han oído hablar mucho de mí y a algunos se les ordenó darme caza. Ya es hora de que sepan la verdad.

>>Shield no es lo que creíamos que era, ha sido colonizada por Hydra; Alexander Pierce es su líder, los de Strike y tripulaciones Insight son de Hydra. No sé cuántos más hay, pero están aquí dentro; podrían estar a su lado. Y ya casi tienen lo que quieren: el control absoluto. Mataron a Nick Fury y no se detendrán ahí. Si despegan esos helitransporters podrán matar a todo aquél que se interponga en su camino, a menos que los detengamos. Sé que les pido mucho, pero precio de la libertad es alto; siempre lo ha sido. Yo estoy dispuesto a pagarlo y si estoy solo en esto lo aceptaré, pero apuesto a que no lo estoy.

Las palabras de Steve fueron como una bomba. La lanzó con ingenio y brutalidad buscando una reacción, pero esta tardó en explotarnos en la cara.

El rostro de Rumlow estaba crispado de rabia y la del resto de agentes era un cúmulo de confusión, sorpresa e impasibilidad. Amanda volvió a mirarme desde su lugar, a hurtadillas de Rumlow. Pronto volvería a explotar otra más.

─Puede ahorrarse la cuenta atrás -le dijo éste mismo a un empleado que se encargaba de activar el despegue de los helitransporters- Quiero esas naves arriba ya.

El joven encargado balbuceó algo inaudible mientras veía a su superior con cierto temor.

─¿Algún problema? -preguntó Rumlow alzando el tono de voz.

De nuevo, el funcionario se quedó quieto durante unos segundos, sopesando las consecuencias de sus futuros actos. Lo oí jadear, su respiración alterándose al mismo tiempo que su ritmo cardíaco se aceleraba.

─¡¿Hay algún problema?!

Cerré los ojos ante la impotencia de sus gritos, recordando cuántas veces estos habían estado dirigidos a mí con la suma de un gesto más rudo y violento. El agente lo miró, decidido y convencido a no obedecer.

─Perdone, señor -habló en un hilo de voz- No voy a lanzar las naves, orden del Capitán.

Sonreí de lado al oír las palabras del muchacho y disfruté aún más al ver la reacción de Rumlow, con su rostro enrojeciéndose de ira y la línea de su mandíbula tensándose como los nudillos blanquecinos.

─Apártese de su puesto -espetó duramente empujando de un golpe al empleado, haciendo tambalear su silla.

No hizo falta que Amanda me diera una señal, porque ya estaba levantándome al mismo tiempo que ella, sacando mi arma de su escondite y apuntando a Rumlow.

─Como le ha dicho -dijo la rubia-, orden del Capitán.

Rumlow había sacado también su arma, al igual que el resto de los ahí presentes. Hubo un revuelo de chasquidos quitando el seguro, preparando un simple gesto para apretar el gatillo, arrastrando las silla por el suelo para levantarse de estas, golpeando los escritorios ante la torpeza de los rápidos movimientos.

─Se equivoca de bando, agente.

─Yo creo que no -espeté mirándolo desafiante.

Sus ojos se oscurecieron con malicia al toparse conmigo, colándome entre sus instalaciones y apuntándole con un arma delante de sus narices. Su ego se vio momentáneamente destruido, pero no dejó evidencia alguna en su forma de actuar. Alzó ambas cejas, retándome con la mirada, al mismo tiempo que dejaba caer la pistola toscamente. Fruncí el ceño, no fiándome de sus intenciones, confirmándome a mí misma la sensación de desconfianza al ver que sacaba un cuchillo y rápidamente atacaba a Amanda. Ésta profirió un alarido de dolor, apartando el arma de Rumlow y por ende dejándolo libre de amenaza. La bomba volvió a estallar y una ráfaga de disparos llenó la sala.

El agente que se había enfrentado a las comandas de Rumlow se refugió de los disparos bajo su escritorio, aunque en el fondo él mismo sabía que no iba a poder librarse del todo. Brock Rumlow se abalanzó sobre el ordenador que ocupaba el anterior trabajador y comprendí que estaba aprovechando la ocasión para activar el lanzamiento de las naves. Salté por encima de la mesa, alzando el arma y disparando hacia él, fallando en el intento pero no muy torpemente. El susodicho me miró por encima del hombro, sorprendido por la cercanía de la bala y volviendo a su tarea.

Me intenté acercar a él, pero uno de sus aliados me obstaculizó el camino y consiguió que no pudiera evitar lo que más temía.

─¡Han activado el lanzamiento! -avisó un agente de los nuestros.

Chasqueé la lengua enfurecida y le lancé un golpe con la culata de la pistola a mi oponente, mandándolo al suelo. Le quité el revólver, guardándomelo como provisión en la cinturilla del pantalón. Vi a Rumlow salir corriendo de la sala, armado y disparando a aquellos que se cruzaran en su camino.

─¡Se escapa! -me avisó Amanda intentando defenderse de uno que acababa de lanzarle un puñetazo en la cara.

─¡Yo me encargo!

Corrí tras él, tropezando con los cuerpos desfallecidos en el suelo, heridos o bien ya muertos. Escuché los pasos apresurados de Rumlow unos pasillos más por delante de donde yo me encontraba, por lo que me obligué a incrementar la velocidad, sabiendo que podría alcanzarlo antes de lo que él se pensara.

─¡Falcon, situación! -oí a Hill gritar a través del transmisor.

─¡En combate! -le respondió este.

Crucé una esquina, casi estrellándome con la pared contigua al no haber frenado a tiempo. Dos agentes se abalanzaron sobre mí, dispuestos a descargar la munición de sus pistolas enmi cabeza, pero golpeé al primero en la sien con el dorsal del arma y contraataqué con un rodillazo en su abdomen.

─¡Trece! -pidió esta vez sobre mi estado.

─¡Igual!

El segundo agente me agarró por detrás, rodeándome el cuello y golpeándome la espalda con la rodilla, provocando que me retorciera entre sus brazos de dolor. Tanteé su cabeza con mis manos, colocándolas alrededor de su nuca e impulsándome hacia arriba para lanzar su cuerpo hacia delante, impactándolo contra el suelo.

Jadeé en busca de aire, sobándome el cuello como si así fuera a aliviar la sensación de irritación. No me permití perder un segundo más y seguí corriendo, pues suponía que con el tiempo malgastado Rumlow ya debía haberse adelantado lo suficiente como para perderle la pista.

─¡Rumlow se dirige a la sala del Consejo! -avisó, para mi suerte, la agente Hill desde el comunicador.

─¡Estoy yendo hacia allí! -me encargué, retrocediendo y cambiando de dirección, pues estaba desviándome.

Tenía a muy pocos metros un ascensor, pero me vi obligada a dar media vuelta cuando de éste salieron tres agentes armados que me apuntaron con sus enormes cañones. Me escondí detrás de una esquina, pero los disparos seguían lloviendo hacia mí. Me asomé una vez, atacándoles y consiguiendo que uno de tres cayera al suelo. Corrí hacia la pared de enfrente, lanzándome de rodillas para evitar que una bala atravesara mi hombro, consiguiendo despistarlos y por ende poder devolverles el mismo gesto y derrotarlos. El pasillo estaba libre, por el momento.

Tenía que subir unos cuantos pisos para llegar a la sala del Consejo, por lo que me apresuré para acceder a la escalera de incendios, la cual estaba completamente a oscuras.

─¡Capitán! -oí a Sam gritar alarmado- ¡Eh, Steve!

─¿Qué demonios ha pasado? -pregunté ajustándome el transmisor en el oído.

─¡Estoy bien! -respondió Steve algo agitado.

─¿Qué está pasando? -volví a preguntar, preocupada por el estado de Ojos Azules.

Nadie respondió, en su lugar, un cañonazo rebotando entre los barrotes de la barandilla me hizo caer de espaldas al suelo del susto. Me incliné hacia delante, alzando la vista para toparme a Rumlow disparando en mi dirección desde unos pisos más arriba.

─Hijo de puta -mascullé levantándome, impulsándome con las manos de un tirón.

Prácticamente subí los escalones de dos en dos, y es que no estaba dispuesta a que ese malnacido se me escapara. Ya lo hizo más de una vez, no iba a volver a repetirse.

─¿Sigue empeñada, Agente 13? -lo escuché preguntar desde la lejanía, con un deje de diversión en su voz rebotando por el eco de las paredes- ¿Qué se propone, destruirnos?

Me abalancé sobre la barandilla, ignorando los metros que me separaban del suelo, alzando el arma y disparando dos veces en dirección a la voz de Rumlow. Las balas no lo alcanzaron, en su lugar lo hicieron sus carcajadas.

─Corta una cabeza y otras dos la sustituirán -me recordó con su voz siendo opacada por la malicia y el jadeo de sus apresurados pasos.

─Bueno, mientras una de ellas sea la tuya, me conformo.

Corrí, dejé de saltar los escalones de dos en dos para hacerlo de tres en tres. Mis piernas empezaban a arder del esfuerzo, pero no iba a detenerme hasta llegar hasta Rumlow. No pude interceptarlo a tiempo, pero al menos llegué a la sala del Consejo, donde él se encontraba de espaldas a mí. Escuchó mi respiración, agitada y asfixiante, dándose la vuelta y sonriendo al verme.

─Vaya, me ha pillado -escupió sonriendo de lado.

─Vaya, eso parece -respondí devolviéndole el gesto.

Él se acercó, tan solo fue un paso hacia delante, pero a mí me falló el corazón. A quién pretendía engañar, seguía teniéndole miedo. Ahora mismo lo tenía y las piernas me temblaban no solo del esfuerzo, sino del inminente y traicionero miedo.

Pero lo peor no era eso, sino saber que él lo había notado. Nos separaban dos metros de distancia pero tenía la impresión de que aún así podía escuchar el acelerado latir de mi corazón. Bombeaba con tanta fuerza que casi parecía que iba a salírseme del pecho. Me obligué a no bajar la mirada, a no retorcerme de nervios, a no morderme el labio ni a pestañear tan seguido. Me quedé rígida, con el sudor frío recorriéndome la espalda, con el dedo preparado para presionar el gatillo, con los ojos puestos en cada uno de sus movimientos. Fruncí el ceño cuando su mente me saludó con un frívolo recuerdo. Él estaba abusándome de nuevo, en su cabeza. Y lo estaba disfrutando.

Una ola de rabia creció en mí, rompiendo con el impulso de abalanzarme sobre él. Casi no me dio tiempo a reaccionar de cuán rápido había llegado hasta su persona, golpeándole el pecho de una patada e intentando apuntar a su frente con el arma que él mismo mandó a volar de un puñetazo. La vi caer en una esquina, bastante lejos de mi alcance, por lo que retiré la idea de mi cabeza sino quería ser atacada por la espalda.

Recordé la otra arma que tenía guardada en la parte trasera de la cinturilla del pantalón, pero Rumlow ya me había bloqueado contra el suelo, haciendo que la pistola se me aplastara en la espalda y jadeara de dolor. Tenía su revólver cargado, sin seguro y apuntándome a trompicones, pues estaba evitando con toda mi fuerza alejar el arma de él. Lo agarré de las muñecas, sacudiéndolo para arrebatarle el arma, cogiéndola del cañón para desviarla de mi cabeza, pero eso no evitó que aún así Rumlow consiguiera apretar el gatillo.

Grité de dolor, un punzante y agónico fuego recorrió todo mi hombro. Agradecí que la bala no me había perforado a unos centímetros más arriba, ya que de ser así me habría quedado sin mandíbula o directamente sin vida. De una patada en el pecho me lo saqué de encima, haciendo que soltara el arma y la mandara atrás. Me hinqué en el suelo rápidamente, gateando y destrozándome las rodillas para alejarme y poder desenfundar la pistola que llevaba en el cinturón, pero Rumlow me pateó el costado, tirándome de un brusco golpe al suelo.

Entre la sangre que estaba perdiendo, el cansancio y la impotencia, que se colocara encima de mí no ayudó mucho. En seguida dejé de preocuparme por la herida, le resté importancia a las palmas de mis manos ensangrentadas y al dolor de mis piernas. Lo único en lo que podía centrarme era en cómo ese bastardo había conseguido que volviera a quedar debajo de él, indefensa y en mitad de un ataque de pánico.

Empecé a retorcerme y a forcejear con sus brazos, a evitar que sus manos me tocaran o agarraran cualquier parte de mi cuerpo. Grité mientras me golpeaba, no por el dolor que sus nudillos me causaban, sino por sus manos en general. Su peso me quemaba, me comprimía, me destripaba por dentro, igual que los gritos en mi garganta.

No podía concentrarme, no podía pensar en nada más que su rencorosa y hostil mirada brillando con malicia; ni siquiera me percaté cuánto oxígen le faltaban a mis pulmones cuando Rumlow empezó a presionar mi cuello.

Pataleé, me retorcí bajo sus prisioneras piernas, intenté alejar sus manos de mi garganta, pero la fuerza ya empezaba a escasear, igual que la sensación de consciencia. Pensé en que ya estaba, que aquí terminaba todo y que "había sido bonito mientras duró".

Me rendí, sabiendo que este era mi final y que debía haberlo sido desde hacía mucho tiempo, que no había servido de nada rescatarme de las celdas de Hydra, que nada había valido la pena. Que todos los esfuerzos por desmantelar la agencia nazi había sido en vano, al igual que la lucha por la libertad que tanto me había esforzado en conseguir, la libertad que a mí me tocaba. La libertad que me estaban arrebatando, de nuevo, sin piedad y sin yo hacer algo al respeto.

Me maldije a mí misma, quise golpearme en ese instante, pero ya era Rumlow quien se encargaba de ello; ya era él quien estaba dispuesto a acabar conmigo.

Incliné la cabeza hacia atrás, pensando que de ese modo habría una posibilidad de que entrara algo de oxígeno a mis pulmones. Jadeé y balbuceé en busca de aire, de algún tipo de fuerza que me ayudara a quitarme a ese monstruo de encima.

─¿Qué dices? -masculló entre dientes por el esfuerzo que estaba manteniendo al intentar asfixiarme- No puedo oírte, ¿por qué no lo dices más fuerte?

Abrí la boca, seca, con los labios agrietados, la lengua rasposa y la garganta en carne viva. Alcé los brazos hacia él, pero este los esquivó y apretando más sus piernas para aprisionar mis caderas.

─Sigo sin poder escucharte -rió- Y me parece que tu Capitán tampoco.

Sentía el fuego en el pecho y el frío en las mejillas, la humedad de las lágrimas mojándome el cuello. Volví a alzar las manos hasta él y conseguí atrapar su cara con ellas, enterrando los dedos en sus ojos y apretándolos hasta sentir su cuerpo vibrando de dolor. Pero no era él quién vibraba, quién se removía inquieto, era yo al sentir el tan peculiar hormigueo recorrer mis brazos.

Sentí la yema de mis dedos zumbar, chispear de una zumbante descarga que chasqueó en luminosas fibras de color plata. Su grito aminoró la fuerza y la presión sobre mi garganta, y por ende, conseguí que mi boca se llenara de aire con el que respirar. Me sacudí bajo él, volviendo a sentir cómo mi cuerpo se recargaba, al igual que mis dedos aún centelleando contra la piel chamuscada de Rumlow.

Él se dejó caer hacia atrás, rebotando su espalda contra el marmóreo suelo. Retrocedí, aprovechando el momento para poder abastecerme de toda la distancia posible. Rumlow seguía ahí, gritando y jadeando de dolor, ahuecando las manos en su cara mientras yo lo miraba, respirando profundamente y tragando saliva.

Sentí el suelo vibrar y pensé que seguía siendo yo descargando toda la energía acumulada, pero pronto me percaté que era la planta en general. Rumlow también se dio cuenta y, levantándose tambaleante, me miró, con el rostro enrojecido y emparchado por capas de piel que se desprendían ensangrentadas y quemadas. Un grito de furia escapó de su garganta mientras corría hacia mí, arrinconada en una esquina sin ninguna arma cerca y con las fuerzas a nivel bajo cero.

─Si a Hydra la entierran bajo tierra, ¡tú irás con ella!

Cerré los ojos, cobarde y temerosa por el golpe final; aquél que nunca llegó. Wilson estaba ahí, golpeando a Rumlow y defendiéndose de sus contraataques. Lo miré, con la boca abierta y los ojos inyectados en sangre, retorciendo mis manos para que dejasen de temblar. Ya no solo temblaba el suelo, sino las paredes, los muebles y el techo.

Una oscura figura, engrandeciéndose a medida que se acercaba, se estrelló contra el edificio. Era uno de los helitransporters.

─¡Sam! -grité con la voz agrietada, hincando las manos en el suelo e impulsándome para levantarme, sintiendo una punzada en el hombro derecho. Me lo miré, completamente ensagrentado y con las ropas alrededor manchadas- ¡Vamos, vamos!

Ninguno de los dos reaccionó hasta que una explosión resonó a nuestras espaldas y el suelo empezó a despedazarse. Sam perdió el equilibrio y Rumlow le golpeó la mandíbula, haciéndolo caer de bruces. Grité, corriendo como podía en mi estado y acercándome a Wilson para ayudarlo a levantarse, cosa que ya estaba haciendo perfectamente sin mí.

─Hay que salir de aquí -le avisé.

─¿No me digas? -contestó con ironía.

No sabría describir qué fue exactamente lo que pasó a continuación, solo que el helitransporter se estaba precipitando sobre nosotros, con una nube de escombros dispuesta a tragarnos entre las ruinas del edificio. Rumlow corría también por su vida, a nuestro lado, como si fuese una carrera de vida o muerte; y nunca mejor dicho. No me atrevía a mirar por encima del hombro, no solo porque el dolor me lo impidiese, sino porque no era capaz de hacer frente a lo que teníamos pisándonos los talones.

─¡Sam, Sharon! -nos llamó Natasha desde el comunicador- ¿Dónde estáis?

─¡Planta cuarenta y uno, esquina noroeste! -concretó Wilson sin dejar de correr.

─¡De acuerdo, no os mováis de donde estáis!

─¿Pero qué demonios? -exclamé confundida.

Ni siquiera me paré a comprobar dónde estaba Rumlow cuando de pronto el borde del edificio se acercaba, recordándome que o saltábamos o nos tragaba la nave y los escombros del Triskelion.

─¡Sharon, hay que saltar! -me avisó Wilson. Lo miré, frenéticamente asustada. Él ni siquiera me dio opción a reprochárselo, me tomó de la mano y tiró de ella- ¡Salta!

Mi voz se quebró en un grito agudo cuando sentí que mis pies ya no estaban sobre un suelo firme. Aunque pensándolo bien, ya no había ninguna firmeza en el suelo que anteriormente estaba pisando. Las ropas se sacudieron ante el viento y un doloroso hormigueo me recorrió las piernas hasta cerrarme el estómago. Pensaba que iba a morir estrellada, pero Fury y Natasha se acercaban a nosotros pilotando un helicóptero.

Ni siquiera supe cómo nos lo hicimos para no desviarnos y precipitarnos a miles de pies de altura, pero el caso es que conseguimos quedar a salvo del desmoronamiento del Triskelion. Me tumbé boca arriba, ignorando las sacudidas del helicóptero y los bombardeos cardíacos que estaba sufriendo mi pecho. Respiré profundamente, casi ahogándome por el exceso de aire que entraba a mis pulmones. Intenté enderezarme, hincando los codos y quejándome al sentir un dolor aguijonear mi hombro.

─¡Planta cuarenta y uno! -le recordó Sam a Fury entre jadeos, acomodándose a mi lado- ¡Cuarenta y uno!

─¡Ni que pusieran los números de planta al exterior del edificio! -le replicó el afroamericano.

Natasha se giró a mirarme y frunció el ceño al verme quejar de dolor. Seguí la dirección de su mirada y comprendí que estaba preocupado por el estado que presentaba mi herida de bala en el hombro derecho, lleno de sangre y polvo.

─¿Dónde está Steve? -pregunté en un hilo de voz.

Ni siquiera me dio tiempo a preguntarlo dos veces cuando ella ya estaba pidiéndole información a Hill. Seguía en el helitransporte.

─Hay que ir a buscarlo -ordené arrodillándome para acercarme a ellos- Las naves están cayendo, necesitamos dar con él.

─Estamos haciendo todo lo posible, Sharon -me avisó Romanoff- Hill ha mandado refuerzos para que se acerquen al otro extremo del río, ahí tendrán mejor acceso para llegar hasta Steve.

─Me parece que no lo estáis entendiendo -escupí- ¡Steve está ahí arriba y necesita ayuda!

No sabían de lo que hablaba ni comprendían por qué me ponía así ya que ninguno de ellos había tenido que vivir lo que experimenté setenta años atrás, cuando Steve se subió por primera y última vez a una de esas naves. No podía simplemente quedarme de brazos cruzados, sin hacer nada, perdiéndolo de nuevo.

Entonces lo vi, en una esquina del helitransporte, peleando contra alguien. El destello que emitió su contrincante me avisó de su identidad, de la del Soldado de Invierno.

─Ya lo veo -anuncié.

Y tal cual lo vi, tal cual cayó al vacío por culpa del Soldado. Habría gritado, pero mi garganta se cerró. Habría llorado o pataleado por dirigir por mí misma el helicóptero, pero simplemente estaba exhausta. Una oleada de sentimientos me aturdió por completo, pues tan pronto estaba histéricamente asustada, pasaba a estar agotada, furiosa y confusa. Pero sobretodo, desconcertada al ver que tan pronto Steve caía hacia las aguas del río, el Soldado ─o quizá en ese momento, Bucky─ iba tras él.

─Ese era Steve -dijo Sam, más que preguntando respondiéndose a sí mismo la cuestión.

─Nick, tienes que llevarme hasta ahí -pedí con el corazón en un puño.

─Sharon, los refuerzos ya están llegando  -me avisó Romanoff.

─¡He dicho que me llevéis hasta ahí ya!

Al parecer había tenido que sacar de lo más profundo de mi ser el deje autoritario que llevaba escondiendo durante demasiado tiempo. El helicóptero dio una sacudida en dirección contraria y suspiré aliviada al saber que Fury estaba haciendo lo que le pedía. Pronto estábamos llegando a la orilla del Potomac, pero tuvieron que aterrizar algo alejados de éste ya que el terreno no se los permetía.

─Voy sola -anuncié cuando pisé tierra firme, con Wilson y Romanoff dispuestos a seguirme el paso. Estos me miraron algo confusos, pero no dijeron nada- Aseguráos de que los refuerzos médicos estén aquí para atender a Steve.

─¿Vas a ir nadando a buscarlo? -preguntó Sam frunciendo el ceño.

─Él está llegando -le respondí, dejándolo aún más confuso.

No les di opción a seguir preguntando cuando de pronto Fury ya estaba haciendo poner en marcha las hélices del helicóptero. Retrocedí unos metros, sintiendo el viento del trasto volador golpear mi cara. Algo de tierra se levantó, por lo que me obligué a cubrirme el rostro con el brazo. Cuando sentí que estaban lo suficientemente lejos, corrí en dirección a la orilla.

Mis pies no daban para más, mas no podía simplemente rendirme, y no cuando ya el agua mojaba mis zapatos y a escasos metros tenía la imponente figura del Soldado arrastrando a un Steve inconsciente y magullado.

Solté un grito ahogado con su nombre y corrí a pesar de cómo mis pies tropezaban entre sí por el peso del agua. El Soldado soltó a Steve cuando estuvo a mi lado, y yo me dejé caer de rodillas para recoger su cuerpo dormido y dejarlo reposar sobre mi regazo. Una ola se levantó tras el impulso de mi caída, mojando el rostro de Steve y arrastrando una cortina de sangre.

─Oh Dios mío -lloré, liberando la carga que llevaba soportando mi garganta durante lo que parecían ser horas- Steve, santo cielo.

Ahuequé su rostro entre mis manos y lavé con el pulgar la sangre de sus heridas. Su labio estaba partido, su ojo hinchado y sus pómulos llenos de cortes y heridas. Realmente parecía haber abandonado este mundo, pero el subir y bajar de su pecho me confirmó que aún seguía conmigo. Presioné mi mejilla contra su frente, seguramente mojándosela con mis propias lágrimas, con mis labios temblando sobre su piel y mis manos presionando las suyas como si así fuera a hacerlo despertar.

Me giré, entre lágrimas de suciedad y jadeos de nerviosismo, buscando al Soldado ─o a Bucky─ con la mirada. Él estaba ahí, mirándonos por encima de capas y capas de cabello mojado y pegado a su rostro. Su mandíbula estaba tensa, sus puños cerrados. Todo él estaba erguido en una coraza de frialdad, pero sus ojos pedían ayuda.

─Van a buscarte -le dije en un hilo de voz- Hydra irá detrás de ti.

No dijo nada, pero que mantuviera su mirada firme sobre mí me advirtió que estaba prestando atención a mis palabras o como una amenaza sino como un consejo.

─Será mejor que huyas y te escondas en otro país, porque si dan contigo...

No terminé de decir lo que tenía en mente, porque no había palabras suficientes para describir de lo que era Hydra capaz de hacer. Él asintió, comprendiendo mi mensaje, y sin más, se marchó.

No me dio tiempo a agradecerle que hubiera sacado a Steve del agua apesar de haberlo lanzado él mismo después de una casi mortal paliza. Tampoco me dio tiempo a preguntarle si se acordaba de mí, pero era obvio que aunque el Bucky que yo no conocía seguía oculto tras la ira de Hydra, algo de él estaba volviendo a resurgir.

Lo vi alejarse, perderse entre la maleza del bosque, dejando tras de sí un camino con sus propias pisadas. Una parte de mí quería ir tras él, no perderle la pista ya que en el fondo seguía siendo uno de mis mejores amigos del pasado, pero debía dejarlo ir. Quizá así tuviera la oportunidad de empezar de cero, aunque fuera por su cuenta.

Miré a Steve, suspiré y esperé a que llegaran los refuerzos médicos para buscarnos. Tiré más de su cuerpo, acomodándolo en mi regazo y rodeándolo con mis brazos al mismo tiempo que lloraba por haber sentido como casi se repetía lo que setenta años atrás había sido mi martirio durante día y noche.  



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¡Ya estoy aquí! 

La verdad es que no sabía que me iba a ocupar tanto espacio este capítulo (6k palabras omg), pero es que fue ponerme a escribir y bah, ya no pude parar. Tampoco podía cortarlo en dos partes ya que sino se hacía innecesariamente larga la historia y tenía que darle este final al cap. So sorry si os he aburrido.

Muchas gracias por todas las visitas y votos que dejáis y espero leer muchos comentarios bonitos sobre cómo habéis visto a Sharon en acción. Sorry x2 por no haber beso :):):):)

¡Nos vemos pronto!

PD: se acerca el final!!!1!

-Mina Vega, xx

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