The Wind's Love
Y lo vi pasar, de nuevo con aquellas lágrimas en los ojos mientras gritaba bajo aquel pedazo de madero con mi nombre escrito. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que alguien había tocado mi corazón como él lo hacía? ¿Acaso poseo un corazón? No lo sé, lo que sí sé es que lo veo llorar sin consuelo mientras yo secó sus lágrimas como cada vez que viene. Acarició su rostro con mi suave soplo y lo abrazó con el viento que genero, después de todo eso es lo que soy, viento. Kazu es mi nombre, y hace muchos siglos crearon este pequeño altar para mí en la cima de una montaña, donde los aldeanos decían que yo tenía una relación con Fuji, el dios de la montaña, pero nada estaba más lejos de la realidad.
Yo jamás he amado nada, yo sólo voy y vengo, circulo entre los hermosos árboles llevándome las flores en primavera, las hojas en el otoño y trayendo la brisa fresca del mar en verano. En los inviernos salgo en busca de personas, pero casi ninguna juega conmigo, dicen que soy... fría. Durante décadas viví mi vida bajo ese mismo patrón, bajó en cada estación, hasta que un día él vino a mí. No sé su nombre, pero viene, dejándome comida y hablándome como si pudiera verme, como si pudiera tocarme...
Y así las estaciones siguieron pasando y él siguió viniendo, sin falta al amanecer o atardecer de los días, y yo empecé a esperarlo impaciente, y empecé a verlo diferente. Acariciando cada facción y trayéndole la música del movimiento de los árboles de la montaña para consolar su llanto, y eso lo hacía sonreír... una hermosa sonrisa que me dedicaba sólo para mí, sólo por hacer algo tan natural para mí.
-Debes de dejar de mantenerte aquí Kazu, el muchacho es humano- me dijo Fuji, sentando en el borde de la montaña, viendo al chico irse.
-Pero... él necesita de mí- me negué flotando a su lado. -¿Has visto como me busca?
-Es humano, los humanos son volátiles y cambian- me regañó frunciendo el ceño -Además, tú y él son muy distintos.
-¿Cómo?
-Ellos tienen algo que se llama amor- explicó tan sereno como siempre.
-¿Qué es el amor?- cuestione tomando asiento a su lado con una curiosidad casi infantil.
-Es una palabra que el humano inventó para describir un gran aprecio por otro ser humano. Es cuando aman a alguien, o incluso algo.
Calle un momento, pensando en sus palabras. Habían tantas cosas que yo no entendía de los humanos, es decir, como el espíritu del viento nunca he tenido por qué saber de esas cosas. Los humanos son criaturas tan intrigantes y fascinantes, como eso que ellos llaman amor ¿qué se siente el amor? Me pregunte con una extraña sonrisa en mi rostro, soñando despierta.
-No busques el amor, Kazu- me advirtió Fuji al notar mi sonrisa. -Es la raíz de la mayor parte de penas y desdichas de los humanos.
-¿Es algo malo entonces?
-No has vivido lo suficiente entre ellos para entenderlo aún, pero lo harás, y entonces verás que no existe nada más fuerte que el amor. Ni yo que soy una montaña puede comparar su fuerza; ni Ame, el espíritu de la lluvia, puede comparar su destrucción y el dolor en su corazón... ni siquiera tú puedes borrar el daño con tu viento- habló pesimista.
Fuji se puso en pie y con una reverencia lo vi asentir la cabeza en manera de despedida e irse al templo que los humanos le habían construido para orar por ayuda y evitar más deslices de rocas en el pequeño pueblo yaciente en sus entrañas.
Sola de nuevo vi hacia el horizonte que se tragaba el sol en el borde del mundo. El amor sonaba como el espíritu más fuerte que existiese, pero a su vez no existía, al menos no como Fuji o como yo. Era algo que sólo un ser humano podía conocer y experimentar.
-Quiero conocer el amor- se escucho mi susurro.
Sonaba tan maravilloso, me parecía imposible la idea que fuese algo malo, el amor debía de ser algo bueno. Tenía que conocer más del amor y de los humanos.
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-¡Ayúdame por favor!- escuché su grito en la distancia. Hiro había llegado a mí otra vez, y sonreí.
Dos meses habían pasado desde mi platica con Fuji, y en ese tiempo me puse a investigar sobre el amor y sobre el extraño joven que llegaba a mí casi todo los días. Al principio no entendía muy bien sus pensamientos, pues muy rara vez se comunicaba con palabras, pero ahora los leía bastante bien. Su nombre era Hiro, un joven trabajador de 25 años de edad. Su piel era bronceada y su cabellera era despeinada. Yo no tengo una forma definida, pero sí tengo una forma humanoide, una que las personas me dieron, y me gusta. Mi cabello es largo, más que mi cuerpo porque vuelo en el aire. Mi atuendo es un largo vestido blanco algo traslucido como mi figura en sí, y mi rostro es muy bello, unos ojos azules como el cielo que me acoge en las noches. Hiro fue quien ayudó al pintor a darme esa apariencia tan hermosa. Ahora Hiro cuida mi templo, me regala flores y me da ofrendas de pan para hacerme feliz, y lo hace, Hiro realmente me hace feliz.
-Está enferma, ¿Qué debo de hacer? ¿Puedes llamarlo?
La madre de Hiro enfermó y quiere que busque a su padre en el gran océano para traerlo de regreso, y así, ella mejore. Pero no lo encuentro. Llevo buscándolo dos meses. Salgo con el sol y regreso con la noche, pero nada. El hombre no está. ¿Será que el espíritu del mar se lo habrá llevado con él?
Me siento a su lado y acaricio suavemente su rostro secando sus lágrimas, no sé cómo ayudar a Hiro, no puedo encontrar a la persona que él me solicita. Me siento tan impotente, jamás había querido nada más en mi vida y no puedo dárselo.
-Lo lamento- le susurro. Un susurro que sé que él no será capaz de escuchar en su vida. Tomo la forma que él me dio alguna vez y me siento a su lado, abrazándolo con mi brisa, viéndolo caer devastando ante mí. -Lo lamento- susurro nuevamente provocando que mi ventisca se incremente levantando polvo y pequeñas ramas. Lastimándolo. -¡Oh! ¡Lo siento, Hiro!- grito alarmada.
Él no dice nada, se pone en pie y toma su camino de regreso a la aldea. Lo veo partir sin entender muy bien por qué quiero acompañarlo, pero allá abajo no soy bienvenida. Sólo en las cumbres de las montañas puedo estar o de lo contrario puedo lastimar a alguien.
-Debes de dejar ir al chico, Kazu.
-Hiro sufre mucho- le explico a Fuji con un dolor agudo en mi pecho.
-¿Por qué te vistes así?- me preguntó al verme -¿Como ellos te pintan?- me indicó.
-¿No me veo hermosa, Fuji?- le pregunte sonriente -Hiro lo ideó para mí.
-Kazu... tú no eres humana, tú eres un espíritu sin forma. Nosotros no hacemos milagros, sólo hacemos que la vida continúe.
-Si nosotros no podemos, ¿entonces quién?- pregunte frustrada. No era justo, yo quería ayudarlo, yo quería estar ahí para él -¡¿Entonces quién?!- grite haciendo que los vientos se intensificaran. Pronto Ame, el espíritu de la lluvia, vendría si seguía así.
-Los humanos mismos- me explicó inmutable -Sólo los humanos pueden hacer los milagros que ellos quieren o necesitan, pero han perdido su capacidad para recordar cómo hacerlo.
-...¿Humanos?- murmuré viendo hacia la aldea con pequeñas luces. -Entonces quiero ser humana.
-¿Por qué quieres hacer algo como eso?- me preguntó horrorizado -¿Sabes cuánto sufren los humanos? ¿Lo ignorantes que ellos son?
-Si ayudo a Hiro, no importara- murmuré sonriente -Así él podrá escuchar lo que tengo que decir.
-Kazu... ¿Te enamoraste del joven humano?
De nuevo la palabra amor me pegó con fuerza. Amor... apreciar mucho a alguien que realmente te importa, eso era amor para los humanos. Un aprecio que crece con el tiempo y no se compara con ningún otro. Sí, me había enamorado de Hiro, y quería estar a su lado.
-¡Sí!- asentí con alegría. El amor era tal cual espere, muy hermoso.
-Nosotros no amamos Kazu, eso es de humanos, y lo sabes.
-¡No me importa!, Yo ya amo a Hiro, ya no es de humanos, ahora es algo de espíritus también. Si debo de atravesar todo el inframundo con tal de estar a su lado, entonces lo haré.
Fuji me vio muy calmado como siempre, siempre pensando la respuesta correcta por dar. Contuve el aliento en espera de sus palabras, pues si algo era importante para mí era escuchar las sabías palabras de Fuji, uno de los espíritus que mejor conocía a estas criaturas extrañas y fascinantes.
- Al amanecer, cuando Amateratsu, la diosa del sol despierta, podrás pedir tu deseo. Pero tendrá graves consecuencias, recuerda lo que te he dicho del mundo humano.
-Yo estaré bien, todo estará bien.
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Así esperé impaciente el amanecer, sentada a la par de Fuji por Amateratsu, para que despertara y así pudiera escuchar mi deseo. Aún vestida con aquella forma humanoide, pensaba lo que le diría a Hiro, ¿Cómo le diría que yo era Kazu? ¿Cómo cumpliría su deseo? En alguna oportunidad, en la noche, le pregunte a Fuji cómo haría milagros como humana, y él me respondió, que una vez como humana ellos me ayudarían a encontrar a la persona que me ayudaría a realizarlo, o bien otros espíritus al saber de mi procedencia tendrían compasión y me ayudarían.
-Mira Kazu, el amanecer.
Mis ojos se posaron en Amateratsu, que despertaba de su sueño. Me puse en pie sintiendo como sus rayos me abrazaban dándole la bienvenida a un día más. Flote al cielo para volar hacia ella y verla bostezar con pereza, y así distinguirme entre las nubes, viéndome con sorpresa.
-¡Amateratsu!- la llame sintiendo la ansiedad recorrerme -¡Quiero que me cumplas un deseo!
-¿Un deseo?- repitió con gran estruendo. Tuve que regresar un poco para no ser cegada por su irradiante belleza y así asentir con la cabeza -Deseo ser humana, Amateratsu.
-¿Por qué, Kazu?- me preguntó confundida -¿Es que acaso ser el espíritu del viento no es suficiente?
-Estoy enamorada de un humano, y quiero pasar el resto de mi vida a su lado.
-Pero...
-Concédeme mi deseo para ayudarlo- interrumpí desesperada -¡Para ayudar a Hiro!
-Jamás podrás regresar a tu forma como espíritu, ni podrás vernos o escucharnos nunca más mientras seas humana, ¿entiendes eso?
-Lo entiendo, Amateratsu.
-Así será...
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Me levanté sintiéndome muy pesada, como si de repente Fuji hubiese caído sobre mí.
-¿Te sientes bien, cariño?- escuche la voz de una anciana. Volteé a ver a una señora de avanzada edad verme con asombro -Por el cielo... te pareces mucho al espíritu del viento.
Vi mis manos y no eran traslucidas, eran de carne y hueso. Mi piel era muy blanca, y mi cabello negro como la noche, y brillante y sedoso como las mismas estrellas. Sonreí con amplitud, por fin podría ayudar a Hiro, pero más que nada, por fin podría verlo.
-¿Cómo te llamas mi niña?
-Soy Kazu- respondí poniéndome de pie bastante torpe. Aún no sé cómo me adecuaré a mi vida humana, pero lo haré -¿Sabe donde está Hiro?
-¿Conoces a Hiro?- me preguntó ella con una expresión confusa.
Asentí con la cabeza con mucha emoción, mientras mis largos cabellos se ondeaban igual. Amateratsu me hizo igual que la imagen que Hiro hizo para mí.
-Está a dos casa de aquí con su madre y...
-¡Gracias!- le interrumpí e hice lo que vi muchas veces a gacelas y otras criaturas hacer. Corrí. Caí varias veces por el largo atuendo que tenía, y porque era muy pesada, pero no me importó, debía de conocer a Hiro y ver de cumplir su deseo. Fuji me dijo que todos me ayudarían para...
-Lamentamos tu perdida- un señor dijo a la distancia mientras lo veía llorar -Tu madre fue una gran mujer.
No había podido llegar tan tarde ¿oh sí? Intente correr de nuevo a él para secar aquellas lágrimas que caían sobre sus mejillas. Ahora yo estaba ahí, ahora no tenía por qué llorar solo en las montañas, ahora podría secarlas con mi cálido tacto.
-¡Hi...
-Ven, vamos adentro- la vi a ella sonreírle y eso me hizo detenerme. Una chica de hermoso cabello castaño y perfecta sonrisa lo abrazó con delicadeza mientras él sin consuelo miraba el cadáver de su madre salir de la pequeña casa.
-...Hiro- murmuré atontada.
-No te preocupes cielo, todo estará bien- le sonrió con cierta tristeza. -Debes ser fuerte por la futura familia que tendremos.
-Un bebé humano- dije al ver el pequeño estómago crecido de la joven, quien le tomaba de la mano con fuerza.
Ahí supe que tenía un corazón, pues acaba de romperse. Cerré mis ojos al sentir algo extraño acumularse en éstos. Agua que se acumulaba para rodar por mis mejillas. Parecía que Ame habitaba en mis ojos creando una pequeña tempestad que se desataba tanto en mis ojos como en mi pecho.
Él regresó con ella a aquella humilde morada mientras yo yacía parada en medio de un mundo totalmente desconocido para mí. Alcé mi vista a las montañas que nos rodeaban y ahí, a la distancia divise el templo que los humanos le habían hecho a Fuji; quise volar, pero no pude, mi cuerpo era demasiado pesado para elevarse, así que hice lo único que los humanos podían hacer. Correr.
Escale la montaña por un sendero rocoso tropezando varias veces por el mismo; sintiendo el dolor por primera vez. Fuji había tenido razón, los humanos sufrían mucho, los humanos se lastimaban a ellos mismo todo el tiempo, y no conocer el amor era la mayor bendición que los espíritus podíamos tener. Llegue al poco tiempo y camine a su entrada, en donde no había nadie, pero yo sabía que Fuji podría escucharme, yo sabía que él estaba ahí aunque no pudiera verlo.
-¡Tenías razón!- grite mientras sentía mi corazón doler -¡El amor es malo y sólo hace sufrir a la gente!- solloce desplomándome en el suelo -Ya no quiero ser humana... por favor, habla con Amateratsu, dile que me regrese mi forma.
Pero el silencio reinó. Aquella noche dormí enfrente del altar que tenían para Fuji, esperando que la mañana siguiente él hablara con Amateratsu y así podría despertar como un espíritu nuevamente.
-¿Oye, puedes oírme?- escuche una voz que me hizo despertar. Los primeros rayos de luz tocaban la entrada del templo, ya había amanecido. -No puedes dormir aquí- me dijo en voz severa, reconociendo un rostro familiar.
-Hiro...- musite sintiendo mis ojos llenarse de lágrimas nuevamente.
-¿Nos conocemos?
-Yo... yo te veía hablar con el espíritu del viento- respondí tímidamente.
-¿Trabajas aquí?
-Podría decirse- asentí. No habría ninguna mejor manera de explicarle cómo lo conocía -El espíritu del viento te tiene mucho aprecio- le sonreí tristemente.
-Eso no es cierto- negó con enfado -Los espíritus no existen- masculló con un mohín de molestia -¡Estos templos no deberían de existir!- gritó iracundo.
-¡Eso no es así!- confronte sintiendo un nuevo sentimiento brotar de mis entrañas -¡Ella hubiese dado lo que fuera por verte feliz!
-¿Así?, ¿Cómo salvar a mi madre?- preguntó el muchacho con arrogancia -Ella no existe, y si existe no le interesa nadie que no sea ella misma. Todo esto es una farsa.
-No digas eso- murmure en temblorosa voz intentando no llorar; todo lo que había hecho, todo lo que había sacrificado para estar a su lado y verlo sonreír -Ella hubiera... hecho cualquier cosa- susurré estirando mi mano lentamente en un vano intento por tocarlo; lo que durante tantas lunas anhele.
-¡Ella es un fraude!- gritó golpeando fuertemente mi brazo haciéndome caer al suelo pesadamente por la fuerza de su golpe. -¡Y todo los que trabajen para ella lo son también!
Las lágrimas recorrieron mis mejillas y los sollozos escapaban como el sonido más doloroso que jamás pude pronunciar. Escuche sus pasos alejarse de mí, maldiciéndome, maldiciendo al espíritu que había renunciado a su inmortalidad para permanecer a su lado. Hiro salió del templo de Fuji dejándome sola, mientras yo yacía abrazándome con fuerza y llorando sin consuelo. ¿Por qué Amateratsu no me había concedido mi forma de espíritu? Ya no quería vivir en aquel mundo cruel, todos los humanos eran unos mal agradecidos... no merecían el favor de los espíritus.
-Y no lo tendrán...- murmuré poniéndome de pie nuevamente. Las lágrimas dejaron de corre y en su lugar un calor intenso pareció nacer en lo más profundo de mi ser, y ahí conocí el odio y el rencor por primera vez.
Con una mirada estoica busque con la mirada aquello que las personas usaban para los sacrificios que le hacían a las deidades hasta localizarlo. Una navaja que brillaba en el fondo de la habitación me llamaba. Con pasos pesados tome aquella arma y en ésta observe mi reflejo. Aquellos ojos color azul cielo ahora hinchados de tanto llorar y una expresión dura en mi rostro mostraba los efectos devastadores de aquello que los humanos llamaban amor.
Yo sabía que sólo existía una forma en que un ser humano podía volverse un espíritu... Dolió, pues el cuerpo humano era más frágil que las flores en pleno invierno, y a pesar de eso no dolía tanto como mi corazón destrozado en ese momento. Mi cuerpo, el que alguna vez anhele con tanto empeño, cayó frío e inerte bañando en agua color carmín. Me vi desde los aires, mientras poco a poco mi espíritu se desprendía de éste.
-¡Kazu!- escuche una voz familiar, era Fuji. Era yo de nuevo. -¡Kazu, ¿Por qué?!- me preguntó confundido.
-Tenías razón Fuji... el amor es lo más destructivo que los seres humanos poseen.
-Kazu, el joven humano, lo que te dijo... él sólo...
-No importa ya- le interrumpí para volar fuera de aquel templo y ver la aldea bajo mis pies -Los humanos no volverán a tener el favor de la deidad del viento.
-¿Qué piensas hacer?
-Deshacerme de ellos- espete cortante.
-¡Espera, Kazu!
No le di oportunidad para decir nada más pues volé montaña abajo con toda mi fuerza, con todo mi dolor, con toda mi furia. Llame a los tornados y a las ventiscas para que volaran las casas por los aires, junto con el ganado y los humanos más pequeños. Destruiría todo, todo lo que ellos amaron como ellos me destruyeron a mí... todo moriría o se iría muy lejos.
La gente corría y lloraba, como yo lo había hecho... como yo lloré desconsolada, como yo corrí tras él. Dejaban todo atrás, olvidaban todo lo mundano con tal de sobrevivir, pues no dejaría que regresaran nunca más a mi montaña, no permitiría que ningún humano pusiera un pie en mis terrenos.
Con el paso del tiempo Ame llegó, a esparcir sus aguas convertidas en tormentas gracias a las ventiscas que yo creaba. Poco a poco los que vivían ahí se alejaban, hasta que sólo quedó uno... sólo quedó él. Hiro aún permanecía ahí, con su esposa que por alguna razón no podía caminar. Me acerque curiosa y observe que ella yacía en mucho dolor, parecía que el bebé humano nacería pronto.
-Ese será tu castigo- mi voz retumbo entre el trueno y el rayo -Te quebraré el corazón como tú quebraste el mío... te arrebataré una vida como tú arrebataste la mía.
La vi a ella y sabía lo que haría, lanzaría algo contra ella para matarla a ella, los humanos no debería de existir después de todo. Convoque a los vientos para azotarlos toda mi irá cuando un estruendo me hizo parar por unos segundos; un deslave de la montaña bajó con rapidez dirigiéndose a Hiro... cayendo sobre él.
Todo se calmó de pronto... los vientos cesaron, aunque los gritos de agonía de una mujer persistían. Por los dolores de parto... por el dolor de no verlo salir del lodo y las rocas que lo cubrían por completo.
-¡HIRO!- grite volando hacia él, pero mis vientos no eran tan fuertes como para mover a la montaña -¡¿Por qué, por qué lo has matado?!- reclame iracunda buscando a Fuji, quien no respondió a mis alegatos. -Hiro...- musite sintiendo aquel dolor en el pecho nuevamente, un dolor diferente.
Una esfera de luz se elevó de barro y pude sentirlo, pude sentir aquella calidez que conocía tan bien. Ese era el espíritu de Hiro. Pude ver su forma humana una vez más cual espectro, y él por primera vez me vio a mí. Me quede sin habla.
-Eras la mujer del templo- dijo con sorpresa. Tome mi forma humanoide y le sonreí forzadamente, no podía llorar porque un espíritu no llora, pero mi expresión seguramente se lo dijo, porque pude ver en sus ojos culpa -¿Acaso habías llegado a ayudarme?
-Quería hacer a Hiro feliz- respondí culpable -Pero tú ya eras feliz con alguien más.
-¿Podrías cuidarla a ella entonces?- me preguntó sin señales de resentimiento u odio por lo que había hecho.
-Sí...- respondí apenas audible, incluso para mí.
Me sonrió con felicidad y luego alzó vuelo a donde Amateratsu vivía, en lo más alto del cielo. El sonido de un llanto regresó mi mirada hacia la madre, quien yacía aún llorando y a su vez riendo por la nueva criatura, un varón.
Sentí la presencia de Fuji a mi lado y sin poder verlo directamente me atreví a preguntar:
-¿Por qué lo hiciste?
-Nunca estuviste lista para amar. Los sentimientos humanos son demasiado complicados... incluso para nosotros las deidades. Debía de deshacerme de aquello que te haría convertirte en un espíritu maligno- explicó tan sereno como la montaña puede ser -Además, tarde o temprano pasaría. Amateratsu no le permitiría permanecer con vida, después de todo pagarías un castigo por lo que hiciste.
Sabía que él tenía razón, pero era doloroso de aceptar. Los deseos hacia Amateratsu tenían un precio alto por pagar, más uno que se desperdiciaba.
-Ahora tienes una nueva tarea Kazu- escuche decir a Fuji -Cuidar a la persona más importante del joven humano.
-¿Ya no lo veré más?- pregunte con tristeza.
-Quien sabe... tal vez algún día- respondió con sabías palabras.
-Fuji, ¿Por qué Hiro no se enojó al saber todo lo que hice?
-Los seres humanos poseen otra gran habilidad, casi tan fuerte como el amor- respondió -Se llama perdón.
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