💍The Wife 💍

Marianne Carson se encuentraba contemplando la suave lluvia que amenazaba en convertirse en una tormenta a través de la ventana de aquella cabaña que se encontraba lejos de la ciudad, su novio y ella habían llegado desde hace dos horas y hace media hora Ian— su novio—se había ido al pueblo más cercano para comprar víveres que se le habían olvidado traer, esperaba que llegará antes de que la tormenta se desatará.

Decidió comenzar a acomodar la ropa en los cajones así que con lentitud y cuidado subió las escaleras; llegó a la habitación y sin demora comenzó a sacar la ropa de las maletas y a acomodarlas estaba tan concentrada en eso que se sobresaltó al escuchar la puerta siendo tocada, frunció el ceño, que ella recordara Ian traía lleves y dudaba que ya hubiera llegado, salió de la habitación y bajo las escaleras al llegar a la puerta se detuvo.

—¿Quién es?—preguntó.

—Hola—una voz femenina se escuchó al otro lado—, disculpa las molestias pero mi auto se averió y al parecer no hay señal así que me preguntaba si me permitía pasar, estoy completamente mojada y me gustaría algo de calor por favor— pidió—, mi nombre es Leila Roberts.

Marianne dudo más no podía dejarla allá afuera así que abrió la puerta, frente a ella se encontraba una mujer de apariencia joven y muy bonita—a pesar de estar mojada—sus ojos la miraban con alegría y dulzura, su cabello negro contrastaba con su blanca piel.

—Muchas gracias—dijo una vez que entro a la casa—, Dios que frío hace.

—Sí, se ve que se avecina una tormenta—cerró la puerta—, mi nombre es Marianne.

—Encantada y de nuevo gracias.

Marianne vió a Leila con detenimiento:—está mojada, déjeme prestarle algo de ropa para que no se resfríe.

—Oh muchas gracias.

Marianne le dió la espalda, mientras caminaba sentía los pasos y la mirada penetrante de aquella mujer tras de ella, ambas subieron las escaleras hasta llegar a la habitación donde Marianne e Ian se quedarían. Marianne de inmediato sacó algunas prendas del cajón y se los dió a Leila.

— Puedes cambiarte en el baño que está en el pasillo—señaló.

— Oh vamos— sonrió—, ambas somos mujeres, estoy segura que no tengo nada que tú no tengas.

Leila comenzó a quitarse la ropa sin ningún pudor así que Marianne completamente avergonzada desvió la mirada, necesitaba que Ian llegara de inmediato, la lluvia seguía y parecía que no iba a calmarse pronto.

—¿Cuántos años tienes?—preguntó de repente, Leila.

Marianne la miró dándose cuenta que Leila ya se había cambiado.

— Veinticinco—contestó—, dame tu ropa, la llevaré a la secadora.

—Gracias— le entrego la ropa—, te ves tan joven—comentó —, yo soy solo dos años mayor que tú y mírame— se señala—, me veo como de cuarenta.

Marianne salió de la habitación seguida por Leila para ir al cuarto de lavado.

—Yo no lo creo, te ves joven.

— Me halagas— rió—, ojalá mi esposo pensará lo mismo que tú.

Marianne colocó la ropa dentro de la secadora y la prendió.

— ¿Esposo?— preguntó al salir del cuarto de lavado y vió mejor a Leila.

— Sí,mi esposo— le mostró su mano izquierda en donde llevaba el anillo de bodas—, él se distanció de mí y...— bajó la mirada, demostrando que le dolía hablar de ello— lo siento.

—Esta bien—murmuró incómodamente.

—¿Cuánto tienes de embarazo?— preguntó con curiosidad al ver el enorme vientre de la rubia.

Una sonrisa se extendió en el rostro de Marianne mientras acariciaba su vientre con cariño:—ocho ya voy a entrar al noveno mes y...

—¿Estás emocionada?

Leila se fue acercando lentamente a Marianne, la mirada fija en el vientre abultado de está.

— Sí, por primera vez me siento completa y...espero que en estos días mi novio me pida matrimonio— sus ojos brillaban demostrando la emoción que sentía.

—¿Matrimonio?- inquirió—, ¿Todavía no están comprometidos pero ya estás embarazada?

Las palabras de Leila sonaron como una acusación haciéndola sentir incómoda.

— Él lo hará y yo lo esperaré, ambos nos amamos y está bebé solo es muestra de nuestro amor.

— Seguro—asintió—yo pensaba lo mismo antes de que me casará—soltó un suspiro mientras tomaba asiento en el sofá de la sala—, estaba embarazada e ilusionada sin embargo...

—¿Sin embargo?

— Perdí al bebé después de que nos casamos, él ya no podía separarse de mí y aunque lo intentamos—negó—, él se fue alejando cada día más de mí.

— Eso no nos pasara a nosotros, Ian me ama y...

—¿Estás segura?— la interrumpió—, ¿Cuántos años tiene él?

— Treinta

—¿Treinta?— la miró con una ceja arqueada—, él es mayor que tú así que déjame darte un consejo—,se levantó del sofá y caminó hasta quedar enfrente de Marianne—, tú solo eres una chica con ilusiones tontas y posiblemente él un hombre que solo juega contigo, será mejor que te alejes de él.

—Tú no me conoces e Ian no es así, él me ama—llevó ambas manos a su vientre—, nos ama y no porque usted haya tenido una mala relación quiera decir que lo mío sea igual.

De nuevo el ambiente se puso tenso, ambas se miraban con fíjesa, Marianne no creía que ella fuera a tener un futuro tan deprimente como el de aquella mujer frente a ella, Ian la amaba y amaba a la bebé, ambos iban a ser felices, ella lo merecía después de la vida que tuvo.

— Lo lamento— se disculpó Leila—, tienes razón— rió—, tú no deberías repetir mi historia y apenas te conozco así que...no tengo porque juzgar tu relación pero eres tan joven y no quiero que termines con el corazón roto.

Marianne desvió la mirada hacia la ventana ya que vió las luces de un carro acercarse, miró de nuevo a Laila y le sonrió para que entendiera que no había problema.

—Mi novio llegó—sonrió feliz. Caminó hasta puerta para abrirla antes que Ian cuando repentinamente sintió un golpe en la cabeza, su visión se volvió borrosa, escuchó la puerta abrirse y antes de caer en la inconsistencia sintió unos brazos atraparla.

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Tenía diez años cuando sus padres fallecieron en un accidente automovilístico a esa edad Marianne era feliz, sus padres la amaban y vivía cómodamente y todo aquello desapareció en un cerrar de ojos, sus padres habían salido a una reunión de generación por lo que ella se había quedado en casa de una amiga, había dormido bien y se había divertido pero al día siguiente a pesar de ser todo cálido Marianne se sentía fría,sus padres no vendrían por ella ni ese día ni nunca, fue mandaba con un familiar más cercano que fue una hermana de su madre, su tía no era la mejor al estar sumergida en las drogas y alcohol.

Toda su felicidad se había esfumado ese día, sus calificaciones decayeron y su tía la puso a trabajar cuando cumplió los dieciséis en un supermercado para poder quitarle el dinero, su tía nunca fue su familia y es por eso que cuando conoció a Ian en un bar y él comenzó a pretenderla fue que decidió buscar su propia felicidad.

Ian era atractivo y amable, sus ojos eran de un bonito color esmeralda y su cabello castaño era un desastre con sus rulos—Aunque ya no los tenía— su piel estaba ligeramente bronceada y en la cama solía ser muy gentil y cariñoso aunque por supuesto había veces donde era más dominante en la cama y ella no se quejaba, cuando descubrió que estaba embarazada Marianne sintió que por fin iba a formar una familia como la que ella solía tener, estaba tan ilusionada.

—Marianne—una voz familiar la llamaba. Ella sentía que estaba muy lejos de aquella voz y quería acercarse pero todo estaba oscuro.—Marianne— volvió a llamarla, hizo su mayor esfuerzo por acercarse más a esa voz—, despierta.

Marianne sentía sus párpados pesados, quería abrirlos pero no podía.

—Hey, despierta— sintió como alguien le pegaba en el rostro haciéndola que empezará a abrir los ojos, al principio le costó enfocar la mirada, todo estaba demasiado borroso hasta que enfoco su mirada en una figura femenina que estaba frente a ella.—Al fin— aplaudió—, creí que te había matado.

—¿Qué... qué me pasó?— le dolía la cabeza y todavía le costaba un poco ver bien.—¿Ian?—cuestionó al no verlo.

— Tranquila, Ian está bien— le sonrió.

La mirada de Marianne regreso a la normalidad sin embargo aún tenía dolor de cabeza, trató de moverse pero le fue imposible: Estaba atada.

—¿Leila?— la miró alarmada—, ¿Qué pasa?, Suéltame.

—¿Por qué lo haría?—cuestionó con falsa inocencia—, Así estás bien.

—¿Por qué haces esto?

—Mmm—murmuró—, esa es una buena pregunta—se acercó a ella hasta quedar centímetros de distancia—, tienes algo que yo quiero.

—¡Yo no tengo dinero!— gritó empezando a removerse más las ataduras comenzaban a irritar sus muñecas—,¡Por favor suéltame, estoy embarazada por favor!—suplicó llena de miedo.

— Lo sé—llevó su mano derecha al vientre de Marianne y comenzó a acariciarlo con cariño—, lo sé.

Marianne entendió al ver la mirada desquiciada que aquella mujer que anteriormente le había parecido ser una buena persona y ahora la tenía atada.

— No...no...mi bebé no— negó mientras empezaba a llorar.

— No tienes porque preocuparte— siguió acariciando el vientre—, yo la cuidare y amare, le daré todo lo que me pida.

— No— quería alejarse pero le era imposible.—¿Dónde está Ian?

Leila se alejó y la miró despectivamente, aquella mirada amable que por un momento vió mientras hablaban había desaparecido por completo, solo quedaba una mirada fría y desquiciada.

— Él está bien— señaló la cocina.

—¡No!,¡¿Qué le hiciste?!

—¡Tranquilízate!—ordenó—, podrías alterar a la bebé.

Marianne cerró los ojos con la esperanza de que al abrirlos ella despertaría a lado de Ian y todo sería olvidado como una pesadilla pero al abrirlos solo se encontró con Leila caminando de un lugar a otro: sacaba los víveres de la bolsa de mandando y los acomodaba en los estantes con naturalidad, parecía que Leila se sentía cómoda con la situación, todo parecía normal para ella. Marianne empezó a buscar con la mirada a Ian pero no lo veía, también trataba de aflojar las cuerdas aunque le lastimará.

—Tu marido no te aceptará con esto— alzó la voz para llamar la atención de Leila y lo consiguió.

— Oh pero mi marido ya lo sabe— sonrió dulcemente —, él sabe que es por el bien de nuestro matrimonio—le dió la espalda para comenzar a cortar las verduras, iba a hacer de comer.

—¡Mientes!—gritó.

— No, no lo hago, él me ama y está dispuesto a todo porque sea feliz.

— Pero dijiste que él se había distanciado de tí— sintió la cuerda aflojarse, unos intentos más y podría soltarse, buscaría ayuda y después ayudaría a Ian.

—Al principio —admitió—, pero todo fue por culpa de una puta zorra que se metió entre nosostros—rió repentinamente—, él se dió cuenta que me ama y que separarse de mi le costaría la mitad de su fortuna así que me apoyo en mi idea.

La cuerda fue aflojandose más hasta que la sintió deslizarse por sus manos y caer sobre los cojines del sofá, vió a Leila echar las verduras en una olla sobre la estufa, con lentitud se dejó caer en el suelo y comenzó a gatear hacia la puerta y cuando llegó a ella se levantó para abrirla y poder salir.

—¿Sabes?—escuchó la voz de Leila cerca de ella y antes de poder reaccionar se dió cuenta que Leila estaba atrás de ella con un cuchillo en la mano.—No me gustan las personas malagradecidas— y sin más le enterró el cuchillo en la mano.

Marianne profirió un escalofriante gritó de dolor mientras Leila reía, sacó el cuchillo de la mano de Marianne y como si nada hubiera pasado lo limpió con la blusa que la rubia anteriormente le había prestado.

— ¡Estás loca!— con su mano ilesa agarró la mano herida que comenzaba a sangrar.

— ¡Yo no estoy loca!—le dió una cachetada haciéndola caer al suelo—,¡Mira lo que me has hecho hacer!—la señaló—, la bebé podría lastimarse por tu culpa.

Marianne lloraba de dolor, impotencia y miedo.

—Eres una malagradecida, te dí hospedaje en mi casa y te presté a Mi marido y así me pagas—volvió a señalarla pero esta vez con el cuchillo—, deberías estar agradecida.

—¿Qué?— cuestionó mirándola fijamente—¡Estás loca!,¡Loca!—quiso levantarse pero volvió a caer cuando Leila se acercó para agarrarla con fuerza de los cabellos—, ahg...yo fuí la que te dió hospedaje y...

—¿Marianne?— ambas miraron hacia donde venía la voz de Ian, él venía bajando las escaleras y para sorpresa de Marianne se veía completamente bien, no tenía ninguna herida y se veía que acababa de salir de ducharse.

¿Qué estaba pasando?

—¡Ian!— fue lo que salió de su boca al verlo ahí—, Ian busca ayuda...

Leila la miró con burla cruel y la soltó con brusquedad, se alejó de ella y con seguridad se acercó hasta Ian.

— Amor, pensé que te tardarías más en la ducha— le dijo mientras le daba un casto beso en los labios.

Marianne parecía incrédula ante lo que veía, Ian simplemente desvió la mirada al ver a Marianne tirada en el suelo herida y miró a Leila.

—¿I...ian?-sollozo—, ¿Qué significa esto?

— Llévala a la habitación mientras preparo la cena—pidió Leila —y curale esa herida.

Leila no volvió a mirar a Marianne simplemente camino hacia la cocina y echó el cuchillo en el fregadero mientras tanto Ian se acercó a Marianne para cargarla y subirla a la habitación, Marianne estaba demasiado confundida y aturdida como para negarse, miraba a Ian como si no fuera él.

Cuando llegaron a la habitación Ian colocó delicadamente a Marianne sobre la cama y fue ahí donde ella reaccionó y lo agarró de la mano sin importarle que su mano doliera.

—Ian—lo llamó— por favor dime que esto es una broma.

— Estás herida—se negó a verla—, iré por el botiquín de primeros auxilios para limpiar la herida.

— No,no,no—negaba Marianne—,¡Quiero respuestas!,¡Quiero saber qué está pasando!

Ian la ignoró, se deshizo del agarre de Marianne y salió de la habitación, Marianne se levantó de la cama dispuesta, se sentía débil.

—¡No te muevas!— gritó Ian al ingresar a la habitación con el botiquín en mano—, te limpiaré la herida y te la vendaré para evitar que sigas sangrando.

—Ian mírame—pidió. Ian no le hizo caso simplemente le agarró la mano mientras la hacia volver a sentarse en la cama—Ian por favor...Ian— sollozó de nuevo. A Marianne no le importó el ardor que sintió cuando Ian comenzó a limpiar la herida, ella simplemente se dedicó a mirarlo mientras lloraba.

Ian terminó de vendar la mano de Marianne y ni una vez la miró, estaba por irse cuando nuevamente Marianne se lo impidió.

—¡Ian tienes que mirarme y decirme qué carajos está pasando!

Ian le hizo caso, los verde esmeralda de Ian se veían húmedos y lucía consternado, cansado y preocupado.

—Lo lamento tanto— se acercó a ella y la agarró del rostro delicadamente, recargó su frente con la de ella—, perdóname por favor yo no quería que pasará esto.

— No Ian, por favor tienes que ayudarme—rogó—, es nuestra hija la que corre peligro en manos de esa loca.

—¡Leila no está loca!—se alejó de ella ante la mención de Leila—ella no lo está.

—¡No puedo creerlo!— llevó ambas manos a su vientre—,¡Eres un idiota!,¡No te importa la bebé...— Ian la agarró de los hombros.

—¡¿Crees que no me importa?!— le apretó fuertemente los hombros —Es mi hija la que estás esperando— la acercó más a él— Perdóname— la abrazó— perdóname.

—Oh Ian— lloró—, por favor no estoy entendiendo.

Ian la miró y por un momento Marianne creyó que le iba a decir la verdad sin embargo la voz de Laila lo hizo retroceder.

—¡Ya está lista la cena!— gritó desde la cocina.

—Te traeré algo para que comas, no tienes porque preocuparte— le sonrió—, hasta que des a luz todo estará bien después de eso podrás irte y todo será olvidado—murmuró mientras caminaba hacia la puerta.

—¡No Ian!— trató de correr hacía la puerta sin embargo un dolor en el vientre la hizo detenerse— ahg—jadeó.

¿En qué se había metido?

Todo parecía ser irreal pero no lo era, Marianne tenía que salir de ahí, conseguir ayuda y alejarse lo más posible de aquel hombre que antes había considerado el amor de su vida y ahora...ahora ya no sabía que pensar.

Comenzó a buscar algo con lo que defenderse pero solo consiguió su desodorante en aerosol, tal vez podría rosearlo en los ojos de ambos y así tener tiempo de agarrar las llaves y correr hacia la camioneta para poder irse, escondió el desodorante en su espalda contra el pantalón, se estremeció por el frío contra su piel, su mirada viajo hacia la puerta en cuanto escuchó pasos acercarse.

— Hola— le sonrió Leila— te traje algo de comida no podemos dejar que mi hija tenga problemas de peso al nacer, ¿Cierto?

— Ella no es tu hija, es mía—dijo con firmeza. Leila frunció el ceño y volvió a mirarla despectivamente.

— Te dí un concejo anteriormente— Leila pareció hacer oídos sordos a lo que Marianne había dicho—, te dije que te alejaras porque el hombre que estaba contigo solo estaba jugando pero no me creíste y mirá como estás ahora—rió.

—Ustedes están enfermos.

—Come—ordenó—y deberías dormir la tormenta parece que no se detendrá hasta mañana.

—¿Por qué me hacen ésto?— preguntó con la voz cortita.

— No te lo tomes personal, realmente sino fueras la amante de mi marido entonces esto no estaría pasandote— masculló sin darle importancia.

— Yo no—agachó la mirada—, no soy la amante.

—¡Pero claro que lo eres!— volvió a reír—, Ian todo este tiempo estaba jugando contigo, yo le pedí que te dejará embarazada para que después pudiéramos tener al bebé y lo consiguió, además disfrutaste estar con él ¿no?— acomodó la charola con comida sobre el tocador y después se acercó a Marianne.

«— Disfrutaste que mi marido te cojiera ¿cierto?—se detuvo a unos pasos de ella—, Ian es bueno en la cama esa es una de las razones por las que me enamore de él, su manera de tocar, besar y...

—Basta por favor— pidió, ahogando un sollozo.

— Ay cariño, déjame decirte que mientras a ti te follaba como su puta personal a mi me hacía el amor porque esa es la diferencia entre una puta y una esposa—la señaló—, a una la folla y a la otra la ama.

—Si te amará no te hubiera engañado.

—¡Cállate!—la abofeteó.— ¡Tú qué sabes de amor o de nuestro amor cuando Ian jamás lo ha sentido por tí!, ¡Yo llevo ocho años casada con él y lo conozco perfectamente!

—Cuando realmente se ama no importa los problemas, el engaño y la mentira nunca existirán.

— Que patética eres.

—No, yo no lo creo— sacó el spray y sin más lo roceó en los ojos de Leila.

—¡Ahg, Maldita!—gritó mientras sentía sus ojos arder. Marianne no dudo ni un segundo e ignorando sus piernas temblorosas ella corrió hacia las escaleras, estaba por terminar las escaleras cuando Ian se puso enfrente de ella.

— Marianne— trató de acercarse sin embargo Marianne también lo roceó de spray.—Ahg, no Marianne, vuelve.

Marianne vió las llaves sobre la mesa de centro y escuchando los gritos de Leila e Ian tras de ella las agarró y corrió hacia la puerta, la lluvia era tan fuerte que casi no podía ver el camino, se detuvo al llegar a la puerta de la camioneta ante una contracción.

—No,no, ésto no puede estar pasando— se lamentó—, por favor bebé, por favor no puedes hacerme esto ahora.

—¡Detente!—el gritó de Leila la hizo ignorar la contracción y abrir la puerta, Leila la alcanzó de inmediato sus ojos estaban rojos e irritados.—¡¿A dónde crees que vas?!— la agarró del cabello, Marianne tenía que subir a la camioneta así que levantó su brazo y le dió un codazo en el rostro a Leila provocando que la soltará, mientras subía a la camioneta vió a Leila caer en un charco de agua y a Ian salir de la casa.

—¡Marianne!—Ian gritó al verla en la camioneta así que corrió.

Marianne puso rápidamente el seguro en todas las puertas y trató de encender la camioneta, sus manos temblaban, su mano punzaba y otra contracción parecía atacarla, todo parecía entre cómico y aterrador, encendió el motor al momento que Ian llegaba y comenzaba a luchar por abrir la puerta, Marianne le alzó el dedo de enmedio y comenzó a conducir.

—¡Has algo!— escuchó a Leila gritar.

La lluvia le impedía ver la carretera más eso no le impedía seguir conduciendo, tenía que llegar al pueblo y pedir ayuda, las contracciones venían cada cinco minutos, el pueblo quedaba a medio hora y ya no tendría que preocuparse más que dar a luz a su bebé, miró a través del espejo retrovisor y se dió cuenta de un carro venía atrás de ella.

Eran Ian y Leila, no podía creerlo Marianne empezó a acelerar e igual ellos, sus manos se aferraban al volante con demasiada fuerza que comenzaba a doler en especial su mano lastimada. Ella definitivamente no se iba a detener o esa era su idea cuando una contracción más fuerte la hizo soltar el volante y salirse de la carretera; su cabeza golpeó contra el volante e instintivamente llevó sus manos a su vientre, sus ojos pesaban más no estaba dispuesta a cerrarlos, sintió algo húmedo bajarle desde la sien izquierda y recorrer hasta su ojo, llevó su mano ahí.

—Auch— se quejó ante el toque, miró sus dedos y vió sangre.

—¡Sácala de ahí!—la voz de Leila se escuchó cerca. Marianne no podía moverse y necesitaba con urgencia un hospital.

— Marianne—Ian la miró con preocupación, trató de abrir la puerta más seguía con seguro así que trato con un desarmador que habia traído ya sea forzar la puerta o romper el vidrio pero si lo hacía terminaría lastimando a Marianne—, si quieres salir de aquí por favor ayúdame.

Marianne quería reír y decirle que era un cínico, él no la ayudo cuando ella se lo pidió sin embargo si quería salvar la vida de su bebé tenía que hacerle caso, como pudo logro quitar el seguro y de inmediato Ian abrió la puerta, el cuerpo de Marianne cayó pesadamente pero antes de caer Ian la agarró.

— Eres una estúpida— de inmediato Leila la criticó al llegar donde estaban ellos—, pusiste en peligro a mi bebé.

—¡Cállate!— gritó Ian aún con Marianne en sus brazos—, Marianne está lastimada debemos llevarla al hospital.

—¿Eres idiota?— preguntó Leila históricamente—, no podemos llevarla al hospital.

— Mi bebé— susurró a Ian—, mi bebé...ya viene.

Tanto Ian como Leila se sorprendieron, Leila se acercó más a Marianne y comenzó a revisarla.

— Maldición, esto no debía pasar— se jalo el cabello—¡Esto es tú culpa!— señaló a Marianne.

— Déjala—ordenó quedamente Ian—, voy a llevarla al hospital.

— Ya te dije que no—lo detuvo Leila—, llevemosla a la cabaña ahí le haré una cesárea y después...tendremos que deshacernos de su cadáver— explicó con simpleza.

—¿Qué?— Ian abrazó fuertemente a Marianne que estaba entre la inconsciencia y la realidad—¡Tú no dijiste nada de matar a Marianne!

—¡¿Qué creías cariño?!— se burló—¡Que ibamos a dejarla ir después de quitarle a la bebé?!,¡Por supuesto que teníamos que eliminarla, tú dijiste que no tenía familia así que nadie la buscará!

—No, ¡No!—negó—, no vamos a matarla.

— Ese es el plan Ian, siempre fue el plan—lo agarró del bbrazo— ahora súbela al carro y regresemos a la cabaña.

Ian no se movió, él no podía matar a Marianne no cuando se dió cuenta que la amaba y que todo lo planeado con Leila era una absurda locura.

— Leila no podemos matarla, no podemos.

— Claro que sí, ahora has caso y súbela al carro, no tenemos mucho tiempo.

Marianne ya no podía mantener los ojos abiertos ella solo quería que salvarán a su bebé, no podría soportar perderla.

— Perdóname Marianne— beso su frente preocupándose muy poco si se manchaba de sangre. Ian caminó hasta el carro; abrió la puerta y la puso sobre el asiento trasero, Leila sonreía con satisfacción por fin tendría a su hija en brazos.

— Ya verás que una vez que nuestra hija este con nosostros olvidarás por completo a esta zorra— Leila estaba por dar la vuelta al carro y subir cuando sintió que Ian la agarraba del brazo—¿Ian?—preguntó desconcertada.

— No puedo permitir que mates a Marianne.

— ¿De qué hablas?

—Nuestra bebé está en camino y debemos apurarnos.

Ian atrajo a Leila y la estrechó en un abrazo.

— No es nuestra— susurró en su oído—Es mía y de Marianne.

—¡No! —gritó y quiso atacarlo más Ian la agarró y la abrazó, Leila quiso separarse.—¡Es mía!,¡Es mía Ian!.

—Leila— le acarició el cabello—, te reuniras con nuestro bebé y serás feliz, te lo aseguro.

Leila lloró entre los brazos de Ian, sabiendo que ya no tenía escapatoria, por qué ella, ella solo quería un hijo, quería a su hijo aquel hijo que perdió por culpa del hombre que decía amar.

—Tú lo mataste— lo culpó—, sino me hubieras engañado...mi bebé.

— Shhh, todo estará bien ahora— y sin demora Ian le enterró el destornillador. Leila soltó un jadeó y sus manos se aferraron a los brazos de él mientras se sumía en la oscuridad de la muerte—, todo estará bien.

Y Leila perdió lentamente la vida.

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Cuando Marianne despertó ella se encontraba en la habitación de un hospital y a su lado había una incubadora en donde se podía ver a una pequeña bebé dormir profundamente. Al principio estaba confundida hasta que los recuerdos de ese día le hicieron inquietar se, trató de levantarse y agarrar a la bebé antes de que Ian o Leila vinieran a quitársela.

—Señorita no debería hacer esfuerzos— la regaño una enfermera que venía entrando a la habitación—, acaba de tener un accidente y también acaba de pasar por una cesárea así que no es conveniente que se mueva, si quiere yo le pasó a la bebé.

—¿Accidente?—preguntó mientras veía a la enfermera acercarse a la incubadora y sacar con cuidado a la bebé.

— Un señor la trajo argumentando que la encontró en la carretera.—le dió a la bebé.

Marianne miró a su pequeña hija, la revisó de pies a cabeza comprobando que todo estaba bien, su niña era perfecta.

— Mi pequeña Aria.

—Por cierto, el hombre le dejo esto antes de irse— le entregó un sobre—, me retiro por cualquier cosa no dude en llamarme.

— Gracias —agarró bien a la bebé entre sus brazos y la acomodó para poder leer la carta, quería preguntar sobre Ian y Leila ya que lo último que recordaba era ser cargada por Ian y llevada al carro después de eso todo se había vuelto negro.

" Marianne no sabía cómo empezar esta carta.

Me siento profundamente arrepentido por todo lo sucedido con Leila y nosostros, nunca fue mi intención inmiscuirte en esto, realmente yo me enamore de tí y no me había dado cuenta hasta que fue demasiado tarde.

No quería lastimarte, quería decirte la verdad sobre mi matrimonio pero Leila se enteró sobre lo nuestro y tu embarazo, ella me pidió que le diera al bebé como recompensación al perder al nuestro, Leila llevaba años deprimida por perder al bebé después de descubrir una de mis infidelidades porque no fuiste la primera con la que la engañe pero si la primera en crear una diferencia y dejar una marca.

Leila no volverá a molestarte no debes preocuparte yo ya me he hecho cargo de ella y si me entiendes entonces sabrás que me entregaré a la policía por el asesinato de Leila.

Sin embargo no te dejare desamparada yo me encargaré de que recibas una manutención y Marianne no me olvides y tampoco dejes que nuestra hija lo haga, una vez que salga de la cárcel yo definitivamente te buscaré"

Marianne arrugó aquella carta dando a entender que no permitiría que Ian Valley interfiriera en su vida y la de su hija.





Harry Styles como Ian Valley

Y

Amanda Seyfried como Marianne Carson

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