━ two: the rider of the night fury.
CAPÍTULO DOS
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❝ EL JINETE DEL NIGHT FURY ❞
Las olas mecían con suavidad el barco en el que seis Dranters viajaban: Jarle, Ylva, Leif, Bjorn, Seren y un joven muchacho de apenas dieciocho años, llamado Daven, que era reconocido en el clan por ser un gran navegante. Seren caminó por la popa y observó el destartalado barco que remolcaban. Había sufrido graves daños en un anterior ataque, por lo que habían decidido usarlo como cebo para el plan de infiltración. Un plan con el que ella seguía en desacuerdo.
—¡Nos estamos acercando! —escuchó que anunciaba Daven desde el timón.
Tras suspirar resignada ante lo que le esperaba, se dirigió hacia la proa donde los mayores estaban reunidos. Desde allí, vislumbró una isla a la lejanía y supuso que se trataba de Berk, el lugar donde tenía que infiltrarse. Torció el gesto y oyó como Jarle le daba un orden a Daven para que detuviera el barco, ya que no les convenía acercarse más si no querían ser descubiertos. Acto seguido, Daven dejó el timón y se acercó a los demás.
Seren no prestó atención a la conversación que se inició, se dedicó a contemplar el mar en calma y aquella lejana isla, hasta que de repente sintió un ligero corto por debajo de su hombro y reaccionó. Y lo hizo tan rápido que en cuestión de segundos ya había desenvainado una de sus dagas y la había colocado bajo el cuello de Bjorn —que había sido el que le había cortado— mientras le dedicaba una mirada feroz.
—¿Qué te crees que estás haciendo? —cuestionó irritada.
El castaño elevó ambas manos, mostrando el cuchillo que llevaba en una de ellas e indicando de esa forma que no iba a continuar. Sin embargo, la rubia no apartó la daga, al contrario, presionó ligeramente hasta que un pequeño hilo de sangre brotó de la garganta ajena. Bjorn jadeó, Ylva y Leif se inquietaron, Daven se puso nervioso y Jarle, quien permanecía absolutamente tranquilo, les indicó que no se moviesen.
—Solo estaba pensando que si vas a fingir que has sufrido un naufragio sería raro que estuvieses completamente ilesa, así que concluí que debería hacerte algunas heridas para que sea más creíble —explicó el otro con cautela, pero claramente a la rubia solo le sonó a excusa.
Jarle podía ser el miembro del clan al que más odiase Seren, pero era Bjorn quien le resultaba más despreciable, no solo porque se la pasaba molestándola y haciendo bromas un tanto crueles sobre ella, sino también porque podía notar la forma tan asquerosa con la que la miraba. Además, ya había intentado sobrepasarse una vez y debido a ello, el castaño había terminado perdiendo un par de dedos de su mano derecha. Sin embargo, parecía que aún no había aprendido la lección.
—Y quizás yo debería estampar tu cabeza contra el mástil —replicó con una sonrisa que dio una impresión inquietante, pues aunque sus labios sonreían, sus ojos no lo hacían.
Una sonora carcajada resonó, rompiendo la tensión. Ylva no había sido capaz de contenerse al escuchar a Seren amenazar a Bjorn.
—Sinceramente no creo que un corte tan limpio como el que les has hecho, Bjorn, resulte creíble como la herida de un naufragio —repuso después claramente molesta.
Seren apartó la daga entonces, tras dedicarle una última mirada helada al contrario y antes de centrarse en la rubia mayor.
—Lo que sí podría resultar extraño es que, si vamos a fingir que el naufragio sucede a causa de que el barco se incendia, no tengas la ropa un poco quemada y alguna quemadura —continuó diciendo Ylva con lo que Leif concordó con un movimiento de cabeza.
La rubia menor permaneció unos segundos pensativa hasta que finalmente también asintió.
—En ese caso, cuando haga arder el barco, siempre puedo acercarme un poco a las llamas para recibir algunas quemaduras —contestó. Con todas las heridas que ya tenía en su cuerpo, recibir un par más no le suponía ningún problema.
—Hablando sobre la ropa —intervino al fin Jarle— no creo que debas ir con esa —dijo señalándola de arriba abajo con el dedo índice y la rubia elevó una ceja sin entender a qué se refería—. No pareces en absoluto una dama en apuros, sino una asesina, sobre todo llevando todas esas armas —explicó en respuesta a la pregunta que ni dio tiempo a formular.
—¿Estás diciendo qué tengo que dejar mis armas? —inquirió nada contenta ante la idea. Infiltrare en un lugar yendo desarmado no parecía muy sensato.
—Sí, hasta la última.
Seren apretó los puños y suspiró pesadamente. Entonces, notó como las miradas de Daven y Bjorn estaban centradas en su espada y su molestia empeoró. Su espada era muy cotizada entre los Dranters, había sido forjada hermosamente, era muy resistente, estaba bien equilibrada y tenía un filo tan bueno que se podía cortar un brazo con ella como si fuera mantequilla. Había sido un regalo de parte de Ylva y el herrero del clan tras cumplir los dieciocho.
—Si alguien pone sus manos en mi espada mientras no estoy, me aseguraré de rebanarles el cuello con ella una vez regrese —amenazó, mirando de reojo a Bjorn. Daven no le preocupaba tanto, sabía que no era tan estúpido como para coger algo que era de su propiedad.
—No te preocupes, yo me encargaré de tus armas —indicó Ylva con una ligera sonrisa— y si alguien se atreve a tocarlas, le cortaré las manos, a ver si así se le quitan las ganas de tocar lo que no es suyo.
Bjorn apartó la mirada de ambas mujeres ante las dos amenazas que intuía que iban para él. Mientras tanto, Seren asintió, sintiéndose agradecida con la contraria.
—Hemos preparado ropa para que te cambies, Seren —habló Leif cambiando de tema para relajar el ambiente.
La mencionada se limitó a asentir una vez más y sin decir palabra, se encaminó hacia el interior del camarote, al cual Ylva le siguió. La mayor se recostó en una pared con los brazos cruzados mientras veía a la menor quitarse el cinturón donde portaba sus armas y dejarlo con cuidado sobre una mesita de madera; su expresión lucía entre sombría y decaída mientras lo hacía.
—Te sientes incómoda sin ir armada, ¿verdad? —inquirió Ylva sabiendo la respuesta de ante mano.
Por supuesto que le era incómodo, en esos doce años se había acostumbrado a llevar siempre aunque fuese una pequeña daga consigo; incluso cuando dormía siempre tenía su espada cerca por si acaso. Viviendo en un lugar donde algún compañero podía intentar apuñalarla por la espada en cualquier momento y pudiendo ser atacada por un dragón cuando menos lo esperase, ir armada le daba tranquilidad y seguridad, ya que si se daba alguna de esas dos situaciones u otra similar, tenía algo con lo que protegerse y mantenerse con vida.
—Te entiendo —admitió la mayor al verla asentir.
Ylva realmente entendía bien esa inseguridad que causaba el estar rodeada de enemigos y la calma que producía tener un arma con la cual defenderte. Pues al igual que Seren, Ylva era uno de los miembros «reclutados» del clan. La única diferencia era que Ylva no había sido secuestrada, sino vendida por su propia gente a los cazadores. A pesar de lo traicionada que se había sentido, se esforzó más que nadie para sobrevivir y ser más fuerte que ninguno, pues quería demostrarle a aquellos que la vendieron y que alguna vez amó que ella no era un ser desechable e inútil como habían creído. Y, finalmente, cuando Jarle ascendió a ser el jefe, teniendo ella dieciocho años entonces y llevando trece en el clan, todo su esfuerzo se fue recompensado, porque el pelinegro la reconoció y le dio la suficiente posición dentro de los Dranters como para que ante la única persona que tuviera que responder fuera él.
Era debido a ese pasado que Ylva había sentido interés y apego por Seren nada más conocerla. Aunque no era solo porque se veía reflejada en ella, sino también porque veía que era diferente a los demás niños que se unían al clan, pues en sus ojos que gradualmente se habían ido volviendo más fríos, podía vislumbrar un fuego congelado queriendo arder y arrasarlo todo; lo que indicaba que a diferencia de los otros, ella aún tenía voluntad, ella aún tenía ganas de pelear, ella aún no estaba completamente vacía como pensaban los demás, solo... estaba congelada. E Ylva estaba ansiosa por ver el día en que dejaría de estarlo y lo consumiría todo con su fuego. Por eso la había cuidado y entrenado a conciencia durante aquellos doce años, para que el día en que Seren despertase, pudiera cumplir su venganza para contra los Dranters sin que nadie se le pudiera oponer. Esa misma venganza que Ylva quería, pero que nunca se había atrevido a realizar, porque después de tantos años, ya no era tan diferente a ellos, cargaba con los mismos crímenes y pecados, y por lo tanto, no tenía derecho a juzgarlos.
Ciertamente, Seren ya cargaba con algunos crímenes y pecados también, pero no tantos como los de ella. Y, además, a diferencia suya, Seren jamás había participado en el secuestro de niños. Había matado personas y dragones, sí, y más de los que podía recordar, pero nunca había secuestrado a ningún niño porque no quería condenarlo al mismo destino que ella.
—Puedes intentar conseguir un arma una vez estés en Berk —sugirió Ylva entonces.
—¿Eso no sería un poco raro? —cuestionó Seren mientras comenzaba a desvestirse para ponerse la ropa que le habían preparado.
—Supongo que depende de como lo hagas —respondió un poco dubitativa—. Pero sería mejor que realmente consigas una... por si te descubren —añadió lo último con un tono más bajo, pues no quería atraer a la mala suerte.
—Me las ingeniaré para que no lo hagan y cumplir el plan cuanto antes.
Sabía perfectamente que no debía precipitarse cuando se trataba de algo tan delicado, pero no quería pasar más tiempo del necesario en aquella isla, porque contra más tiempo pasase, mayores serían las posibilidades de que la descubriesen.
—Sé que estarás bien —reconoció finalmente la mayor—, pero aun así, ten cuidado, Seren, no me gustaría que uno de esos dragones te comiese.
Seren se limitó a sonreír levemente, ya que había notado un deje de preocupación en la voz de la mayor.
—Ah, y asegúrate de mantenerte en contacto de forma regular —le recordó—. Si no lo haces, Jarle podría pensar que no estás cumpliendo con el plan y...
—Y me matará, sí, sí, ya lo sé —repuso Seren rodando los ojos—. Pareces una madre preocupada diciéndome todo esto —bromeó, cambiando de tema.
Ylva no comentó nada, pero sonrió. Teniendo en cuenta el hecho de que básicamente había criado a la contraria y que ambas eran rubias de ojos azules, pondrían pasar como madre e hija con facilidad, y honestamente, la idea no le disgustaba.
Seren terminó de cambiarse poco después y ambas salieron de vuelta a la cubierta, donde Daven estaba colocando un tablón de madera entre los dos barcos para que la rubia menor cruzase por él. Se despidió secamente de todos, a excepción de Ylva, y caminó por el tablón cargando con todo lo necesario para prender un fuego. Una vez lo cruzó, observó como lo retiraban y poco después como comenzaban a alejarse.
Habían quedado en que Seren no haría arder el barco destartalado hasta que ellos se hubieran alejado lo suficiente como para no ser vistos si el jinete del Night Fury aparecía nada más comenzar el fuego. Por lo que trascurrió más de una hora hasta que finalmente lo hizo y como había acordado con Ylva, para hacer el naufragio más real, se acercó ligeramente a las llamas para que parte de sus ropas se chamuscasen y recibir alguna quemadura en piernas y brazos; ni siquiera se inmutó ante esto último, pues consideraba que las quemaduras hechas por fuego normal no eran tan dolorosas como las causadas por fuego de dragón. Después de aquello, saltó al agua tras haber tirado un tablón de madera al cual sujetarse, pateó un poco para alejarse del barco y que no se le cayese nada encima y esperó a que milagrosamente el jinete del Night Fury apareciese.
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El atardecer había llegado cuando dicho jinete se dispuso a regresar a su casa tras haber estado horas fuera explorando otros lugares. Sin embargo, a medio camino, vislumbró una hilera de humo en el mar, no muy lejos de donde se encontraba. Extrañado, instó a su dragón y compañero a ir hacia aquella dirección para comprobar que había pasado, encontrándose al llegar, un barco ardiendo a punto de hundirse en las profundidades.
—Un naufragio —murmuró para sí con voz apagada.
Decidió dar una vuelta alrededor por si había algún superviviente y fue entonces cuando su dragón comenzó a bramar y a mover su cabeza señalando a una dirección.
—¿Qué sucede, Toothless? —le preguntó mientras lo miraba.
Nuevamente el dragón señaló con la cabeza hasta que finalmente Hiccup le entendió y miró hacia donde apuntaba. En seguida distinguió a Seren aferrándose al tablón de madera, algo alejada del fuego, y alarmado, indicó a Toothless que se acercase.
—¡Oye, ¿estás bien?! —inquirió elevando la voz cuando estuvieron cerca.
Seren, quien había notado la presencia de ambos desde el comienzo, no respondió, solo se movió ligeramente, lo suficiente como para que él se diese cuenta de que seguía viva. Llevaba más de tres horas en el agua tras haber saltado del barco y todas las fuerzas que tenía se le habían ido intentando mantenerse a flote.
—¡Toothless, hay que bajar un poco más, tenemos que alcanzarla!
El oscuro dragón no tardó en hacerle caso, descendiendo todo lo posible hasta que sus patas chocaron contra el agua. Entonces, al notarlos tan cerca, Seren giró la cabeza para mirarlos, aunque apenas fue capaz de verlos, ya que debido al cansancio su vista comenzaba a ponerse borrosa, y vocalizó un «ayúdame», no emitiendo sonido alguno para fingir que estaba tan agotada que ni podía hablar, aunque en parte sí que era así. Hiccup tardó unos segundos en reaccionar, anonado por los bonitos ojos azules de la contraria y por su belleza en general. Pero en cuanto lo hizo, se deslizó ligeramente por el cuerpo de su dragón para luego estirarse hasta que alcanzó a la contraria. La sujetó como mejor pudo y la elevó con todas sus fuerzas hasta que consiguió ponerla sobre su regazo. Seren apenas se movió demasiado durante el proceso, aunque una vez estuvo segura, se acurrucó un poco sobre sí misma para darse algo de calor, ya que estaba helada.
—No te preocupes, estarás bien —trató de reconfortarla Hiccup mientras la sujetaba contra sí, tanto para darle más calor como para que no se cayese—. ¡Rápido, Toothless!
Lo más veloz que pudieron, volaron de vuelta a Berk y fueron directamente hacia su casa, aunque habitualmente solían dar una vuelta por el pueblo primero. Para cuando llegaron, Seren ya había perdido la consciencia debido al agotamiento, a pesar de que había intentado evitarlo con todas sus fuerzas porque no quería estar indefensa ante los habitante de Berk.
—¿Hijo, dónde has estado? —cuestionó Stoick, quien justamente acababa de salir de la cabaña. Sin embargo, quedó inmóvil cuando vio a su hijo desmontarse de Toothless cargando a alguien en sus brazos—. ¿Qué?
—Ha habido un naufragio a unos cuantos kilómetros de aquí —se apresuró a explicarle y luego llevó la mirada hasta la dormida Seren, sintiéndose preocupado al verla tan pálida—. Está helada, hay que darle calor.
—¡Rápido, éntrala en casa! —instó Stoick mientras él mimo regresaba dentro para encender la chimenea—. ¿Viste a alguien más? —inquirió después para saber si iba a tener que pedirle a algún jinete que se acercase al lugar.
—Di una vuelta y no vi a nadie más, es probable que ya... —No finalizó la frase, pero no hizo falta, pues Stoick supuso lo que quería decir.
Sin más, Hiccup se apresuró a entrar en la habitación más cercana, dejando a la rubia sobre la cama para luego comenzar a cubrirla con todas las pieles que encontró.
—Su ropa debe de estar empapada, habría que quitársela —comentó Stoick tras haberse acercado y su hijo lo miró con los ojos bien abiertos expresando sorpresa.
—Y-Yo no puedo hacer eso —farfulló nervioso y avergonzado.
Y, por supuesto, Stoick tampoco se atrevía a hacerlo.
—Ve a buscar a la bruja, ella se encargará —indicó entonces, refiriéndose a la curandera Gothi—. Además, seguramente tenga alguna herida que necesite ser tratada.
Hiccup asintió a las palabras de su padre y tras echarle un último vistazo a Seren, corrió fuera de la cabaña y se dirigió al pueblo en busca de la anciana; Toothless intentó seguirlo, pero lo detuvo pidiéndole que se quedase allí. Debido a la preocupación e inquietud que sentía, tropezó varias veces en el camino, pero eso claramente no lo detuvo. Sin embargo, antes de llegar a la casa de Gothi, decidió pasarse en el último minuto por la casa de alguien más.
Golpeó la puerta con los nudillos de forma insistente hasta que se abrió, asomando por ella una hermosa y delgada chica rubia con un flequillo largo que cubría la parte izquierda de su frente, con el cabello entrenzado en una coleta que caía por su espalda, una banda de cuero alrededor de la frente y unos bonitos ojos azul zafiro.
—¿Hiccup, qué haces aquí? ¿Y por qué tienes tanta prisa? —cuestionó extrañada al ver al castaño.
—Necesito que me prestes algo de ropa, te lo explicaré luego —respondió apurado.
Su amiga lo miró con confusión, pero al ver la urgencia en sus verdosos ojos, decidió no cuestionarle más y fue a buscar lo que le había perdido, ya que lo conocía lo suficientemente bien como para saber que algo grave debía haber pasado para que estuviera así y que seguro tendría una buena explicación para realizar una petición tan rara como aquella. Regresó al poco con el primer conjunto que encontró y se lo entregó.
—¡Muchas gracias, Astrid, eres la mejor! —exclamó él antes de comenzar a alejarse a toda prisa.
—¡Más te vale que luego me cuentes que ocurre! —gritó ella para que lo escuchase.
—¡Lo haré!
Acto seguido, Hiccup llegó al fin a casa de la curandera. Sin embargo, tras golpear por cerca de cinco minutos la puerta, comprendió que no estaba. La buscó por los alrededores y preguntó a los que pasaban, pero no la encontró. En plena desesperación, Hiccup recordó a la aprendiz de curandera de Gothi, quien se suponía que la sucedería cuando se retirase, y cambió de rumbo para dirigirse ahora a la casa de la susodicha. Por suerte, no estaba demasiado lejos, así que llegó rápido y para mayor fortuna, la puerta se abrió a los pocos toques. Una joven delgada y alta, con el cabello castaño oscuro en una coleta que caía por su espalda, un flequillo completamente recto cubriendo su frente y ojos grandes de un tono almendrado que vestía ropas sencillas y marrones, lo recibió. Su nombre era Kaira y era dos años menor que él.
Le contó brevemente lo que ocurría y tras que ella cogiese un bolso, donde tenía todo lo que necesitaba como curandera, básicamente la arrastró hasta su casa. Cuando llegaron, Stoick había cubierto a Seren con tantas pieles para que no cogiese más frío que casi ni se la veía y Kaira no pudo hacer otra cosa que suspirar al verlo, pensando que al abrigarla tanto más que quitarle el frío lo que conseguirían era asfixiarla.
Tras un corto intercambio de saludos con el jefe de Berk, que Hiccup le entregase la ropa que le había pedido prestada a Astrid e indicarles que permaneciesen fuera, Kaira entró en la habitación.
En seguida se deshizo de las pieles que cubrían a Seren para poder cambiarle la ropa empapada por la prestada y examinar si tenía alguna herida. Paralizada se quedó por más de treinta segundos cuando observó la cantidad de cicatrices que cubrían el cuerpo de la rubia, apenas había algunos rincones, como su rostro, que no poseían ninguna. Le puso la ropa nueva con cuidado de no tocar y rozar demasiado las pequeñas quemaduras que tenía en su brazo izquierdo y en ambas piernas, y solo después de comprobar que no tenía fiebre, comenzó a tratarla, echándole sobre las heridas un ungüento que rápidamente preparó con lo que llevaba en su bolso y vendándola tras finalizar.
Durante todo ese proceso, Hiccup se la pasó dando vueltas en círculo de la preocupación mientras se mordisqueaba una uña ante la curiosa mirada de Toothless y la atenta de Stoick; este último le había pedido muchas veces que se calmase, pero había sido en vano.
Finalmente, Kaira salió de la habitación, tras haber vuelto a cubrir a Seren con pieles, aunque no tantas como las que Stoick y Hiccup le habían puesto. Hiccup rápidamente se giró hacia ella mientras que Stocik se levantaba de una silla para acercarse a su hijo.
—¿Estará bien? —preguntó el ojiverde de inmediato con un claro deje de preocupación en su voz y la contraria asintió.
—Lo estará, pero me ha sorprendido lo herida que estaba —confesó para luego hacer una mueca.
—No me parecía que lo estuviese tanto, es decir, apenas había sangre —repuso Hiccup bastante confundido.
—Bueno, eso es porque se tratan de heridas antiguas, ya están cicatrizas, pero... —Le inquietaba y le parecía raro la cantidad que tenía, no era normal en alguien de su edad y menos que si había tenido una vida medianamente decente.
—¿Tantas tiene? —cuestionó Stoick al percibir su inquietud.
—Muchas más de las que he podido contar, las tiene por todo su cuerpo —reveló, dejando altamente sorprendidos a padre e hijo.
—Pero si parece que tuviese la edad de Hiccup... ¿Qué clase de vida ha podido tener para contar con tantas cicatrices siendo tan joven? —inquirió Stoick perplejo.
Kaira se encogió de hombros no teniendo una respuesta ni queriendo divagar sobre ella, pero se temía lo peor, pues había visto cicatrices en su espalda que claramente correspondían a latigazos.
—Quizás le haya venido hasta bien tener un naufragio, puede que haya escapado de un lugar horrible —se atrevió a sugerir, dejando una mayor inquietud en los contrarios.
—Supongo que lo sabremos cuando despierte —respondió Stoick.
Hiccup no fue capaz de decir nada, pero sabía que Kaira era una chica honesta y que no era de las que exageraban, así que si decía algo así, significaba que algo había tenido que ver que la hiciera pensar de esa manera. No quiso preguntar el qué, porque no quería violar la privacidad de la rubia a la que había rescatado, se limitó a darle las gracias por lo que había hecho y dejó que su padre fuera el que se despidiese de ella, indicándole que la avisarían cuando despertarse.
Mientras tanto él se acercó a la puerta de la habitación, la cual abrió lentamente no queriendo hacer ruido, para después asomarse y observar a Seren desde allí. Sintió un ligero alivio al ver que estaba durmiendo tranquilamente y que su tez parecía haber recuperado algo de color. Sin embargo, la inquietud que las palabras de Kaira le habían causado, permanecía presente en su corazón y deseó que cuando la rubia despertase, todo tuviese una inocente explicación.
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HONEYMAREN ES KAIRA
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Dije que iba a publicar un capítulo por semana, pero este ya es el segundo de esta, jaja. Pero no acostumbréis, esto es algo especial porque esta semana me ha dado un brote de inspiración y ya tengo escrito hasta la mitad del quinto capítulo de la historia.
Y, bueno, en este capítulo no ha habido mucha interacción entre Hiccup y Seren, pero en el próximo os prometo que sí. Anyways, espero que os haya gustado. ♥
Marie Weasley.
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