━ prologue: live or die.
PRÓLOGO
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❝ VIVIR O MORIR ❞
Un día de repente tu mundo puede desmoronarse y todo lo que tienes perderse, por eso se dice que debes vivir tu vida sin arrepentimientos.
Los habitantes de la isla Terin estaban viviendo esa clase situación.
Fue en la noche, tras haber terminado su festividad anual, cuando un clan de crueles y sádicos cazadores de dragones los invadió. Llegaron en grandes barcos, armados de pies a cabeza e incluso acompañados de algún que otro dragón; irónico que los usasen cuando se suponía que los cazaban y mataban debido al odio que les tenían. Prendieron fuego a las casas, degollaron a los animales, violaron a las mujeres y asesinaron a los hombres. Simplemente, lo arrasaron todo en un abrir y cerrar de ojos, convirtiendo la pacifica isla en un mar de fuego y sangre. No tuvieron compasión ni mucho menos remordimientos. Todo lo contrario, parecieron disfrutarlo.
No muchos terinenses consiguieron escapar de su fatídico destino. Entre ellos, una mujer intentó alejarse lo más rápido que pudo de la masacre con dirección al bosque, creyendo que allí aquellos bárbaros cazadores no la encontrarían. En sus brazos, cargaba a su hija pequeña de cabellos rubios platinos, quien contemplaba lo que pasaba por encima del hombro de su madre; contemplaba como su amado hogar era quemado hasta las cenizas.
—¡Mamá! —gritó alarmada la pequeña cuando vio como dos hombres se acercaban hacia ellas.
Su madre miró hacia atrás un segundo para comprobar que sucedía, pero antes siquiera de que pudiera pensar en cómo escapar de ellos, el hacha de uno de los hombres voló hasta ella y se clavó en su espalda. Ahogó un grito y cayó al suelo con gran dolor. Su hija quedó debajo de ella e hizo todo lo posible para no aplastarla y ayudarla a salir mientras se desangraba cada vez más e iba perdiendo las fuerzas.
—Cariño, mírame —llamó su atención cuando vio que se quedaba paralizada al ver el hacha en su espalda. Su hija la miró con ojos temblorosos—. Tienes que escapar, ¿entendido? —La niña negó con la cabeza mientras lloraba. No iba a irse de allí sin su madre—. Tienes que hacerlo, no quiero perderte a ti también... —Su voz tembló al recordar a todos los seres queridos que había perdido esa noche—. ¡Escapa, no mueras!
«No mueras», dos sencillas palabras que cargaban con el deseo desesperado de una madre, dos palabras que no era nada más ni nada menos que su última voluntad y para una niña que la idolatraba con locura, eran dos palabras que podían llegar a convertirse en unas cadenas que la mantendrían prisionera para siempre.
Sin embargo, la niña no tuvo tiempo para responder ni aún menos para escapar como quería su madre. Los dos cazadores llegaron hasta ellas en ese momento y uno de ellos, puso un pie encima del hacha, presionó introduciéndolo aún más en el interior del cuerpo de la madre y con un grito de dolor y escupiendo sangre, ésta murió ante los ojos de su pequeña hija.
Las lágrimas no se hicieron derogar demasiado, cayeron como lluvia de sus ojos en cuestión de segundos, y con manos temblorosas, sacudió el cuerpo de su madre mientras le pedía que despertase y no la dejase.
Uno de los hombres se rio al contemplar la escena, se acercó hasta ella y la levantó tirándole del cabello. La pequeña se quejó, forcejeó y movió sus piernas intentando darle una patada, todo mientras le lanzaba una mirada tan desafiante que el cazador no pudo evitar sorprenderse. Sus orbes azules que se asemejaban al hielo extrañamente parecían estar soltando chispas.
—Oh, fíjate, tiene agallas —comentó con una sonrisa cínica.
—Eso parece, a pesar de haber presenciado todo lo que hemos hecho, todavía tiene voluntad y ganas de pelear —corroboró el otro—. Quizás... nos pueda ser útil.
Los dos compañeros se miraron pensando en qué debían hacer y en ese momento de distracción, la niña consiguió zafarse de su agarre. Pero tuvo la mala suerte que cuando cayó al suelo su cráneo se golpeó contra una piedra y lo último que escuchó antes de perder la conciencia fue a esos hombres preguntándose si aún seguía viva.
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El metálico ruido causado por espadas chocando la despertó, aunque a sus ojos les tomó un tiempo acostumbrarse a la repentina luz. Se sintió mareada y tenía un terrible dolor de cabeza, era como si se la estuviesen martilleando. Frunció el ceño, lo que provocó aún más dolor y con parsimonia condujo una de sus manos hasta allí, notando que se hallaba vendada.
—Parece que ya has despertado —escuchó que decía una voz femenina.
Sus ojos vagaron por el lugar hasta que encontraron a la dueña de la voz. Se trataba de una mujer joven que apenas acababa de entrar en sus treinta, era esbelta y bella, aunque con rasgos toscos y un cuerpo bien curtido, de cabello dorado y muy corto, y ojos azules y profundos. Vestía ropa oscura, principalmente de cuero, e iba armada de pies a cabeza. Debido a su mirada y expresión, causaba una sobrecogedora y sin conocerla en absoluto, la niña tuvo la certeza de que se trataba de una mujer fuerte y fiera.
—¿Qué... me ha pasado? ¿Quién eres? —preguntó tras dudar.
En cuanto formuló la última pregunta se puso pálida, pues al pensar en que contestaría si le hacían la misma pregunta, se dio cuenta de que no tenía respuesta. Su mente estaba totalmente en blanco. Su nombre, edad, de donde venía, como había acabado allí... Lo había olvidado todo, hasta el detalle más mínimo de su persona. Sus recuerdos se habían desvanecido con el golpe en la cabeza y ahora solo le quedaba una desoladora sensación de vacío.
Se llevó las manos a la cabeza, los ojos se le desorbitaron y comenzó a dificultársele el respirar debido al agobio que la invadió.
—Oye, ¿estás bien? ¿Te duele tanto? —inquirió la mayor.
Aún con las manos en la cabeza, la menor la miró con los ojos cargados de desesperación.
—Yo... ¿quién soy?
Como era de esperarse, la contraria se sorprendió al escuchar aquella extraña pregunta y por unos largos segundos no supo bien qué decir.
—¿No lo recuerdas? —cuestionó con cierto titubeo y la pequeña solo negó.
Sin decir palabra, la mujer se dio la vuelta y salió de la tienda de campaña. Al cabo de unos minutos regresó junto con dos hombres. El primero ya había pasado de los cincuenta y era bien bajito y un poco rechoncho, de rasgos duros, cabellos y larga barba pelirroja y ojos grandes y marrones. El segundo era todo lo opuesto: su estatura era mayor que la de la rubia —y eso que la de ella ya era elevaba para ser mujer— y tenía un cuerpo claramente musculoso y fuerte, su rostro y rasgos eran atractivos y varoniles, pero las cuatro cicatrices —probablemente hechas por la garra o zarpa de algún animal— que surcaban su ojo izquierdo habían reducido su belleza y lo hacían ver más tosco, su cabello era negro rapado por los laterales, sus ojos afilados y verdosos, y además, lucía joves, pues ni siquiera había llegado a los treinta todavía. Para finalizar, la presencia de este segundo hombre era tan imponente que hacía que el primero fuera básicamente invisible y la mirada que le dedicó a la pequeña fue tan feroz que la hizo temblar.
El hombre pelirrojo se acercó entonces hasta ella, le realizó diversas pruebas para comprobar su estado físico, cambió las vendas de su cabeza por unas limpias tras asegurarse de la que herida estaba bien y le formuló varias preguntas que terminaron por confirmar que sus recuerdos se habían ido.
—Oh. —El pelinegro sonrió de forma ladina—. Así que realmente ha perdido la memoria. —El pelirrojo asintió y la sonrisa del pelinegro aumentó—. Bueno, así es mucho mejor para nosotros.
—D-Disculpad, pero... ¿quiénes sois? —Se atrevió a preguntar la niña con un poco de miedo, pues la presencia de aquellos tres adultos, sobretodo la del moreno, se le hacían intimidatorias.
—Soy Jarle el Despiadado, jefe de los Dranters —se presentó el moreno, dedicándole una sonrisa escalofriante—. Y estos son mis compañeros, Ylva y Leif.
—¿Dranters? —repitió la menor confundida.
—Sí, dejaré que Ylva te cuente el resto —dijo mientras miraba de reojo a la mencionada y tras que ella asintiese, se le acercó poniendo una mano en su hombro—. Ya sabes lo que hay que hacer si se niega —le recordó con un tono más bajo, pero no lo suficiente para que la pequeña no lo escuchase.
Los dos hombres abandonaron el lugar entonces y ambas rubias intercambiaron una mirada que no duró más que un segundo debido a la incomodidad de la menor. Tras suspirar, la mayor se acercó hasta la cama, sacó algo de entre sus ropas y se lo tendió a la contraria.
—Llevabas esto contigo —reveló.
Al escucharla, la pequeña dejó sus dudas de lado y tomó el objeto para examinarlo. Se trataba de un collar formado por una cuerda negra y una pequeña cabeza de hacha forjada en acero con diversas runas dibujadas en ella. Lo acarició con la yema de los dedos sintiendo una sensación nostálgica cuanto más lo miraba, pero tristemente no recordó nada.
—Creo... —comenzó a decir Ylva mientras le daba la vuelta al collar y señalaba una inscripción grabada allí— que ese es tu nombre.
La menor la miró unos segundos antes de regresar la vista al collar para leer lo inscrito:
—Seren Vinter —susurró y algo en su interior se sacudió como si reconociese ese nombre.
—Es un buen nombre, tus padres escogieron bien.
«Mis padres», repitió la pequeña en su cabeza. Padres a los que no recordaba y a los que seguramente nunca volvería a ver. Apretó el collar en su puño y lo acercó a su pecho antes de elevar la mirada para encontrarse con los profundos ojos de la contraria.
—¿Qué ha sido de ellos? ¿Y cómo he llegado aquí? —cuestionó. Incluso si sus recuerdos no estaban, al menos quería saber lo que había sucedido.
Ylva tardó un minuto en hablar mientras cavilaba si debía decirle la verdad o no.
—Honestamente, creo que ya conoces la respuesta a esas dos preguntas —contestó para luego hacer una nueva pausa en la que terminó cruzándose de brazos—. Los Dranters somos un clan de cazadores de dragones, también ejercemos de mercenarios a veces, y hace un par de noches atacamos la isla donde vivías y... los matamos a todos. —Lo contó tan tranquilamente que parecía que el tema no iba con ella.
Los ojos de Seren se abrieron más de lo normal, pero no se reflejó sorpresa en ellos, solo un poco de tristeza, pues como había dicho la mayor: ya conocía la respuesta. Había comenzado a sospecharlo tras conocer y escuchar al jefe de los Dranters.
—¿Me secuestrasteis? —inquirió, pero básicamente era una afirmación.
—Lo hicimos —respondió Ylva sin vacilación—. Nuestro clan es algo temerario y hacemos trabajos bastante peligrosos, por lo que perdemos miembros casi a diario, así que de vez en cuando reclutamos —se le notó el sarcasmo con la que pronunció aquella última palabra— a personas, principalmente niños, para que nos sean de mano de obra.
—¿Así que ahora soy una esclava? —cuestionó Seren.
—No, no, no, no, no nos gustan los esclavos —aclaró la mayor de inmediato. Aunque teniendo en cuenta lo que le había contado sobre ellos, a Seren le resultó difícil de creer—. Ahora mismo eres una niña que puede elegir entre unirse al clan como uno de los nuestros o...
—Morir —finalizó la menor por ella.
—Sí. —Ylva sonrió ligeramente al notar no solo lo perspicaz que era la pequeña sino también por lo tranquilaba que estaba a pesar de la situación—. Acompáñame un segundo.
Se encaminó hacia la salida de la tienda de campaña, elevó la tela que hacía de puerta y esperó hasta que Seren se puso el collar para no perderlo y luego a que se levantase de la cama con un claro esfuerzo, ya que se encontraba adolorida. No tenía zapatos que ponerse y la ropa que llevaba estaba desgarrada y ensangrentada, pero no comentó nada sobre ello y comenzó a andar detrás de la mayor con la mirada clavada en el suelo.
No pasaron más de cinco minutos cuando Ylva se detuvo y señaló hacia una dirección en concreto que Seren siguió con la mirada. Allí, donde apuntaba, contempló con terror como dos hombres mataban cruelmente a un dragón para luego despedazarlo y arrancarle las escamas. Sintió como sus entrañas se revolvían y tuvo que apartar la mirada para no terminar vomitando.
—Las escamas de ese dragón se venden bastante bien —comentó Ylva, quien no se había inmutado en lo más mínimo con la escena porque era su pan de cada día.
Llevó la mirada hacia Seren, que se había acabado tapando también la boca porque las náuseas le podían y había comenzado a temblar.
—¿Te ha dado asco o pena? —inquirió entonces—. Da igual en realidad —continuó sin esperar respuesta—. Sea lo que sea, si quieres unirte a nosotros, tendrás que acostumbrarte, sobretodo porque eso será algo que algún días acabarás teniendo que hacer.
—Y si no me uno, moriré —murmuró la menor por lo bajo.
—Así es y déjame decirte que Jarle no es precisamente el hombre más amable del mundo. —Por algo había sido apodado «el Despiadado» después de todo—. Si no te unes, el mismo te descuartizará o quemará viva o quizás incluso te dé de comida para los dragones.
Seren se abrazó así misma completamente aterrorizada al imaginarse cualquiera de aquellas posibilidades.
—Pero yo sí que soy algo más amable, así que si decides no unirte, te dejaré tener una muerte menos dolorosa —indicó a la vez que sacaba una de sus dagas del cinturón y se la tendía. Básicamente con esa acción le estaba diciendo que si no quería unirse, tomase su propia vida.
Con un ligero temblor, la pequeña tomó la daga y debido a lo asustada que estaba, no pudo percibir lo hermosamente forjada que estaba aquella arma.
—Tú decides, Seren Vinter.
Unirse o suicidarse, vivir o morir, esas eran sus dos únicas opciones.
La idea de unirse a aquel clan de cazadores no le hacía ninguna gracia; después de todo, la habían secuestrado y arrasado el lugar de donde venía, según palabras de Ylva. E igualmente la idea de vivir tampoco le atraía. «¿Para qué?», se preguntaba. Había perdido sus recuerdos y con ellos todo lo que alguna vez le había importado y quien había sido hasta entonces. No tenía familia ni hogar ni nada a lo que aferrarse, así que, ¿para qué vivir? Carecía de sentido. Y, sin embargo, ¿por qué una voz en su cabeza no paraba de decirle que no muriese?
«No mueras», escuchaba sin parar. La voz que lo decía le resultaba extrañamente familiar, pero era incapaz de ponerle dueño. Aun así, cada vez que la escuchaba, se sentía atada a cumplir su voluntad. «No mueras», fueron las últimas palabras de su madre a la cual ya no recordaba. Unas últimas palabras que estaban por convertirse en una maldición.
—Yo... no quiero morir. —Pronunciando aquello selló su destino a uno que su madre, quien le había pedido sobrevivir, jamás habría deseado.
La mayor se sintió aliviada al escucharla. Necesitaban mano de obra en el clan, pero no era por eso que se sentía así. Era porque pensaba que el hecho de que aquella niña muriese sería un completo desperdicio, pues había algo en su mirada que detonaba que no era una simple niña más, había algo que la hacía diferente. Y una pequeña prueba de que era diferente, era que al contrario que los otros cuatro niños que habían secuestrado de Terin, ella había escogido vivir.
—Sabía decisión. —Fue una voz diferente a la de Ylva la que habló y cuando ambas rubias se giraron, se encontraron a Jarle con una sonrisa torcida en el rostro—. Y ahora, ya que parece que ya tienes un arma, ¿qué tal si realizamos una primera prueba para ver si de verdad nos serás útil?
La rubia mayor miró a su jefe más sorprendida que la menor, ya que rara vez realizaban una prueba a los nuevos miembros y además, no le había comentado nada al respecto.
—¿Qué... prueba? —Quiso saber Seren.
Jarle no respondió, solo sonrió una vez más y les indicó que lo siguiesen. No fueron muy lejos de allí y para cuando llegaron, Ylva ya había descubierto a qué clase de prueba se refería, por lo que rápidamente se acercó hasta él para intentar detenerle.
—Es demasiado joven y ni siquiera está preparada —replicó.
—Yo soy quien decide si está preparada o no —repuso Jarle con tono cortante e Ylva no tuvo más remedio que guardar silencio—. Bueno, pequeña, ¿ves a ese dragón de ahí? —inquirió señalando una jaula donde se encontraba un bebé dragón encerrado—. Voy a liberarlo y quiero que uses esa daga para matarlo. ¿Fácil, no?
—¿Qué? —musitó Seren atónita y esperando haber oído mal.
—Somos un clan de cazadores de dragones, si no puedes matar a uno, entonces no nos serás de ninguna utilidad —«Y morirás», así era como su mirada mostraba que terminaba la frase.
Dicho aquello se encaminó hasta la jaula y comenzó a abrir el cierre, pero antes de hacerlo, volvió a mirarla y ella notó la amenaza en sus ojos incluso antes de que hablase:
—Ah, si se escapa, tú morirás en su lugar.
Tragó saliva viendo como el pelinegro terminaba de abrir la jaula y la pequeña criatura salía de ella, creyendo que esa era su oportunidad de escapar. Mientras tanto Seren se quedó paralizada, con el corazón desbocado y muy asustada. Pero en cuanto vio que el dragón intentaba echar el vuelo, rápidamente se movió —reaccionando antes su cuerpo que su cerebro— y lo atrapó contra el suelo, bloqueándole las pequeñas alas con sus rodillas para que no pudiera volar.
—Oh, buena inmovilización —escuchó a Jarle halagarla.
Entonces, mientras elevaba la daga, que sostenía fuerte y temblorosamente con sus dos manos, por encima del pequeño cuerpo del dragón, sus ojos se encontraron y eso la hizo dudar, pues parecía un pequeño gato asustado, tan asustado como ella lo estaba. Cerró los ojos para intentar aclararse y cuando los volvió abrir al cabo de unos muntos, la duda había desaparecido de ellos.
«Lo siento, sé que no quieres morir, pero yo tampoco», y con ese pensamiento aun flotando en su mente, atravesó al dragón con la daga.
Fue su primera vez manchándose las manos con la sangre de otro ser vivo y jamás lo olvidaría, pues en cuanto vio la vida escaparse por aquellos grandes ojos, algo en su interior se rompió para siempre y supo que ya nunca podría volver a atrás. Esa fue la consecuencia de su elección, de escoger vivir a morir, de escoger asesinar a ser asesinada, de simplemente escoger sobrevivir por encima de todo y de todos.
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TAMORA CALHOUN ES YLVA
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Y así es como la vida de nuestra protagonista se torció.
Bueno, por fin está aquí el prólogo, lo siento por haber tardado tanto. Ahora que he vuelto, voy a intentar actualizar esta historia una vez a la semana, pero no prometo nada.
Un par de cosillas:
1) Como veis, le he puesto fc a Ylva, la maravillosa sargento Calhoun. También quería ponérselo a Jarle, pero no he encontrado ningún personaje animado que se le asemejase. D: Si alguien se le ocurre alguno, que me lo diga, pls.
2) Dranters, el nombre del clan, es la combinación de dragon y hunters. Yo siendo original. xD
3) Mañana o pasado estaré subiendo el apartado del acto 1.
4) Odio mucho a Wattpad por todo el lío que me montó ayer con el capítulo.
Y eso es todo. Espero que os haya gustado el capítulo. ♥
Marie Weasley.
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