━ one: the infiltration plan.

CAPÍTULO UNO

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❝ EL PLAN DE INFILTRACIÓN ❞


Después de décadas yendo de aquí a allá como nómadas, tras que varias generaciones atrás perdiesen su territorio a causa de un ataque de dragones, el clan Dranters por fin se estableció en un nuevo lugar. Una isla deshabitada, que ni se encontraba en los mapas y que descubrieron de casualidad mientras navegaban. Era pequeña, pero lo suficiente grande para ellos, y lo más importante, gracias a su topografía era básicamente inexpugnable. Aunque en realidad no les habría supuesto ningún problema que no fuera así, ya que si alguien estaba tan loco como para tratar de invadirlos o atacarlos, rápidamente se encargarían de él y colgarían su cabeza en un lugar elevado como advertencia para los demás.

Eran un clan sádico, sanguinario y bárbaro, básicamente lo que se estaba de unos vikingos. La piedad y la moralidad eran términos desconocidos para ellos. Vivían sin remordimientos a pesar de cada atroz acto que cometían a su paso y cada miembro era más retorcido y letal que el anterior. Después de todo, ser así era necesario si se quería sobrevivir como uno de ellos.

Casualmente, a pesar de que era un clan que existía desde hacía décadas, solo un cuarenta y cinco por ciento de los miembros, eran originarios de él. El otro setenta y cinco por ciento era compuesto por personas que habían sido secuestradas o compradas. Y cualquiera podría pensar que al ser un mayor número de estos últimos, podrían revelarse contra los originarios y reclamar la libertad que se les había sido arrebatada. Sin embargo, nadie se atrevía a hacerlo porque los miembros originarios, pese a ser menos, tenían mayor poder; eran más fuertes y hábiles, más crueles y despiadados, sobretodo su jefe Jarle.

Jarle el Despiadado, con cuarenta años en la actualidad, había sido considerado el jefe más joven del clan debido a que tomó dicha posición con tan solo dieciséis años, tras haber asesinado de forma brutal al anterior jefe, quien era nada más y menos que su propio padre. Jarle había considerado que su padre era mucho más débil que él y que no tenía lo que hacía falta para liderar y guiar al clan, por lo que un día simplemente lo sacó de en medio. Nadie dijo nada sobre ello ni se quejó sobre su ascenso como jefe, al contrario, le juraron una devota lealtad, porque podían ver que él era un verdadero líder que los conduciría a la gloria —y por supuesto, también por el miedo que les daba llevarle la contraria—.

Con Jarle al mando, el clan creció considerablemente y se hicieron temidos y respetados en cada rincón de las tierras vikingas. No había nadie que no supiese sobre ellos.

Además, aunque perdían miembros casi a diario, no les suponía ningún problema, ya que aparte de que no tardaban en «reclutar» a nuevos, los que sobrevivían se volvían cada más fuertes. Los reclutados que habían sido forzados a unirse a ellos a costa de sus vidas, crecían más letales y feroces con cada misión y entrenamiento, y con ello, justo como se esperaba y quería, sus corazones se corrompían hasta volverse completamente negros y vacíos.

Un buen ejemplo de ello era Seren Vinter, quien había sido secuestrada con tan solo ocho años, perdiendo la memoria en el proceso, y había sido puesta aprueba para forzarla a elegir entre vivir o morir. Había escogido vivir, a pesar de no tener verdaderos motivos para hacerlo y renunciando a quien alguna vez había sido. Desde entonces, había sido curtida en combate por una de los miembros veteranos y más portentosos del clan, Ylva, e incluso había recibido alguna lección del propio Jarle, ya que parecía ver potencial en ella. Además, habiendo matado con éxito a su primer dragón nada más unirse, fue mandada a misiones desde el comienzo, manchándose sin parar las manos con la sangre de dragones y hombres por igual.

Ahora, doce años después y con veinte años cumplidos, Seren se había convertido en uno de los miembros más capaces del clan, se había convertido en una autentica cazadora. El recelo, asco y miedo que alguna vez había sentido ante la idea de dañar a otros habían desaparecido por completo, junto con su inocencia y piedad. Se había vuelto más fuerte y hábil, más letal y cruel, más destructiva e insensible de lo que jamás imaginó. Sus ansias de sobrevivir habían provocado que hiciese lo impensable con tal de conseguirlo, pues aquel «no mueras» seguía resonando en su cabeza. Debido a ello, su corazón se cerró y enfrió, volviéndose un lugar al que solo la soledad y la oscuridad entraban. Pero estaba bien con ello, tristemente se había acostumbrado a estar vacía y no tener mayor propósito que sobrevivir.

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En ese momento, dos cazadores peleaban contra un ejemplar de Cavern Crasher que se había desecho de sus ataduras e intentaba escapar. Mientras ellos intentaban dificultosamente inmovilizarlo, debido al extraño líquido que segregaba, el cual era viscoso e inflamable, una espada voló hacia allí, clavándose en la cabeza del dragón, justo entre los ojos. La criatura emitió un bramido tras recibir el impacto, se retorció y a los pocos segundos, cayó muerto.

Ambos cazadores se giraron para ver quién era el que había lanzado la espada, encontrándose a Seren caminando hacia ellos con cara de pocos amigos. Vestía ropas principalmente azules y marrones, con partes de armadura en el pecho y los hombros, portaba un juego de pequeñas dagas en su cinturón —entre las que estaba la que Ylva le había dado en el pasado—, su collar de la cabeza de hacha destacaba alrededor de su cuello, su cabello entrenzado caía por su hombro derecho y a pesar de que tenía un rostro bastante bonito, sus ojos que lucían como dos témpanos de hielo causaban una sensación intimidatoria.

Lanzó una mirada helada y sus dos compañeros rápidamente apartaron las suyas, algo acongojados. Incluso aunque ambos eran mayores que ella y encima eran hombres, no podían evitar sentir cierto temor ante la presencia de la contraria. Dentro del clan no había muchas mujeres, pero las pocas que había eran más fuertes y feroces que muchos hombres juntos, y llevándose el premio gordo entre ellas, se encontraban Ylva y Seren.

—Patético. —Bufó la rubia mientras retiraba la espada de la cabeza del dragón.

Después, la sacudió para eliminar los rastros de sangre, pero no la enfundó de vuelta. Miró con desprecio una vez más a sus compañeros y se dio la vuelta para proseguir con su camino. Se dirigió a la herrería que no hacía mucho que habían construido tras establecerse en la isla, tomó un trozo de tela para limpiar lo que quedaba de sangre en su espada y una piedra de afilar. Luego se encaminó hacia la base del clan, donde se encontró reunidos a Jarle, Ylva, Leif y Bjorn —otro miembro veterano, de cabello, barba y ojos castaños—, y tomó asiento un par de mesas alejada de ellos tras saludarlos con un movimiento de cabeza. Alguien se le acercó para servirle algo de hidromiel y finalmente, comenzó a pulir su espada.

—Según nuestra información, en Berk se están acumulando muchos dragones —informaba Bjorn a los otros tres.

A pesar de que la mayoría de la gente consideraba a los Dranters unos bárbaros sanguinarios que no sabían usar la cabeza o que actuaban antes de pensar, esto no era así. Los Dranters siempre reunían información y realizaban planes —unos más meditados que otros—  antes de atacar un lugar. Estudiaban a sus enemigos y se preparaban para cualquier imprevisto. 

—Sí, parece que ahora Stoick el Vasto es amiguito suyo cuando hasta hace unos días los mataba sin piedad —comentó Jarle con tono sarcástico.

—¡Es una vergüenza como vikingo! —bramó Leif, indignado. 

—Lo es, pero podríamos sacar buen provecho de esto —repuso Jarle con una sonrisa ladina—. He oído que cuentan con un Night Fury entre sus dragones y estoy seguro que Drago o Grimmel pagarían unas buenas monedas por él.

—Hm, es cierto, aunque yo preferiría matar a ese monstruo en vez de venderlo —confesó Bjorn—, pero, claro, tú eres quien decide, Jarle —añadió rápidamente para no hacer enfadar a su jefe por contrariarle.

—Exacto, yo decido —corroboró el mencionado molesto— y digo que lo venderemos.

Jarle odiaba considerablemente a los dragones y disfrutaba de matarlos, pero también le gustaba de vez en cuando sacar beneficio de ellos, incluso si eso significaba que siguiesen vivos.

—Para eso primero tenemos que capturarlo —intervino Ylva, quien no había abierto la palabra hasta ese momento—. ¿Y cómo vamos a hacer eso exactamente? —cuestionó después—. Incluso si pensáis que Stoick es una vergüenza, todavía sigue siendo un gran guerrero vikingo y encima ahora cuenta con un ejército de dragones, así que dudo que vaya a ser coser y cantar.

—Además, Berk no es precisamente una isla fácil de invadir —añadió Leif, sumándose a la opinión de Ylva de que aquella misión no tenía pinta de ser tarea fácil.

—¿Qué tal una infiltración entonces? —propuso Bjorn centrando su mirada en Jarle.

El jefe del clan se quedó un par de minutos pensativo con ojos entrecerrados y rascándose la barbilla, mientras que los otros tres esperaban expectantes.

—No es mala idea —contestó finalmente—. Si alguien se infiltra no solo podríamos capturar al Night Fury, sino también a los demás y ya de paso matar a esos vikingos traidores.

—¿Y a quién se supone que vamos a enviar para que se infiltre? —inquirió Ylva.

—¿No debería ser una persona que luzca débil e inocente para que confíen más fácilmente en ella? —sugirió Leaf mientras se pasaba la mano por su larga barba.

—No creo que tengamos a alguien así entre los nuestros —respondió Bjorn con voz desganada.

Jarle quien no estaba de acuerdo con la observación de Bjorn, ya se encontraba mirando a la persona perfecta para que se infiltrase. Así que cuando los ojos de Seren se encontraron con los de él, supo de inmediato que estaba condenada, pues aunque no había querido, había escuchado toda la conversación entre sus cuatro superiores. Chasqueó la lengua, apartó la mirada y regresó a afilar su espada, como si no se hubiera dado cuenta de nada.

—Creo... que Seren lo haría bien —dijo entonces Jarle y la mencionada no pudo hacer otra cosa más que maldecir en su cabeza.

—Seren nunca ha hecho una misión de infiltración —repuso Ylva no muy contenta con la elección.

Tras doce años, Ylva y Seren se habían vuelto muy unidas, ya que básicamente había sido la mayor quien la había criado, educado y entrenado. Así que la idea de que la menor fuera mandada a una misión tan delicada, sin experiencia alguna, no le hacía ninguna gracia.

—Siempre hay una primera vez —contestó Jarle indiferentemente—. ¿No lo crees así, Seren? —inquirió elevando la voz, aunque sabía bien que ella los escuchaba sin problemas.

La rubia hizo una mueca antes de girarse para poder mirarlo mientras respondía.

—Aun así, preferiría rehusarme.

Nadie en su sano juicio se ofrecería voluntario para realizar aquel plan, pues las posibilidades de supervivencia no eran precisamente las más altas. Si los habitantes de Berk la descubrían, seguramente perdería su vida y si no cumplía la misión con éxito, sería el propio Jarle quien se la quitaría.

—No estaba pidiendo tu opinión —siseó el pelinegro, dedicándole una mirada amenazante.

La rubia frunció el ceño y apretó los dientes para evitar no contestarle malamente y acabar perdiendo la lengua en manos del contrario. Después de todo, ya lo sabía, sabía que no tenía elección. Sin embargo, todavía había querido intentarlo, ya que no tenía nada que perder.

—Tendrás que dejar de fruncir tanto el ceño y tratar de sonreír cuando te infiltres —comentó Bjorn con tono divertido—. ¿Por qué sabes cómo se hace, no? —Se burló.

La burla provocó que Seren se molestase y moviese la espada, que aún sostenía, con aire amenazante, básicamente advirtiéndole que si seguía con las bromas, le cortaría, lo que provocó una pequeña risa entre los mayores, exceptuando claramente a Bjorn.

—¿Y cómo se supone que voy a infiltrarme? —preguntó después, una vez se tranquilizó—. No es como si simplemente pudiera aparecer en la isla como si nada.

Los cuatro mayores se miraron entre ellos, esperando a ver si alguno tenía una idea de como podían hacerlo.

—¿Y si fingimos un naufragio? —Propuso Leif con cierta duda—. Como ha dicho Seren, no puede aparecer en la isla como si tal cosa, ya que sería bastante sospechoso, pero si fingimos un naufragio no muy lejos podría funcionar —continuó explicando—. Después de todo, según sabemos el hijo de Stoick, el jinete del Night Fury, suele salir a volar fuera de la isla, así que con suerte el vería el humo causado por el naufragio, tendríamos que hacer arder el barco, claro —se interrumpió a sí mismo para explicar como es que habría humo—. Entonces, se acercaría y heroicamente salvaría a Seren, creyendo que es una persona en peligro.

La expresión de la rubia mostró perplejidad y disgusto tras escucharlo, pues no le gustaba para nada la propuesta del pelirrojo.

—¿Y sin suerte? —Quiso saber, aunque ya se veía venir la respuesta.

—Pues morirás. —Fue Jarle quien contestó.

Seren resopló, las posibilidades de supervivencia solo disminuían.

—Creo que Seren tendrá que fingir que ha perdido la memoria en el naufragio para así tener una excusa para no responder sus preguntas sin resultar demasiado sospechaba —añadió Bjorn como sugerencia—. No creo que le suponga mucho problema, ya que tiene experiencia.

La mencionada chasqueó ahora la lengua. Tenía experiencia, sí, pero justamente por eso no le gustaba la idea de tener que fingir pérdida de memoria, porque sabía cuan angustiante era realmente y no quería volver a pasar por eso, incluso si era fingido.

—No es el mejor plan, pero vamos con ello —declaró entonces el pelinegro. Como era de esperarse, no le importaba en lo más mínimo poner en riesgo la vida de Seren, incluso si la consideraba una buena cazadora—. Además, ¿el hijo de Stoick no tenía una edad cercana a la de Seren?

—Sí, así es —confirmó Bjorn de inmediato.

—Perfecto —dijo con una sonrisa torcida que inquietó a Seren y más inquieta se sintió cuando la miró—. Podrías intentar seducirlo, así será más fácil que confíe en ti.

—¿Qué? —farfulló atónita.

—No estés tan sorprendida. Eres bonita y tienes buen cuerpo, de seguro a un chico de su edad le resultará difícil resistirse si le que coqueteas un poco —respondió Jarle aún con aquella molesta sonrisa en el rostro.

Seren no contestó, pues aunque lo hiciese no serviría de nada.

—Y ahora que ya está todo decidido, pongámonos manos a la obra —concluyó el moreno, a lo que los demás asintieron.

La rubia se levantó inmediatamente de su asiento, envainó su espada y se encaminó a la salida sin despedirse, mientras maldecía a Jarle y a todo el clan para sus adentros. Ylva no se demoró mucho en seguirla y cuando la alcanzó, depositó una mano en su hombro para detenerla. Seren le lanzó una mirada que detonaba una gran molestia.

—No me mires así, sabes que no soy yo quien toma las decisiones —repuso la rubia mayor.

—Ya, pero no puedo ir a echarle la culpa a Jarle si quiero que mi bonita cabeza siga sobre mis hombros —replicó con sarcasmo.

—Sí, eso es cierto. —Dejó escapar una leve risa antes de apretar el hombro de Seren y centrar los ojos en los ajenos—. Incluso si es la primera vez que harás algo así, estarás bien. Eres inteligente y hábil, así que seguro que te las apañarás —intentó reconfortarla y la rubia menor se limitó a asentir—. Pero sobre el tema de seducir al hijo de Stoick, ¿sabes cómo se hace?

Seren rodó los ojos y bufó.

—Incluso si no supiera, tú serías la última persona a la que le pediría consejo —respondió con tono burlesco e Ylva no pudo ni replicar, pues sabía mejor que nadie que era de lejos la mujer menos femenina y coqueta de todo el clan.

Después de esa leve conversación, ambas se separaron. Seren regresó a su habitación, donde se dejó caer sobre la cama y preocupada, comenzó a pensar sobre cómo iba a hacer para lidiar con aquel plan suicida y asegurar su supervivencia una vez más.


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Primer capítulo publicado. 

Debo decir que escribir Hiccup, Toothless, Night Fury... no me resulta raro, pero escribir Estoico como Stoick me ha costado la vida. xD

Y nada, no hay mucho que tenga que decir, solo avisar de que en el próximo capítulo ya saldrá nuestro amado Hiccup y que espero que este os haya gustado. ♥

Marie Weasley.

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