Capítulo 3: «Como hacer caer a un hada»

 Los descendientes de villanos tenían el plan más malvado de todos, y hasta la mismísima lady Tremaine –quien dictaba la clase de Estrategias Malvadas en Dragon Hall, la escuela de la isla– estaría no tan decepcionada del cuarteto.

  El menor del grupo se acercó hacia la cama en donde habían colocado a Jane y se arrodilló ante ella para ahora acariciarle el rostro con delicadeza, luego volteó a ver a la chica de cabello morado.

—Entonces... ¿ella sería como mi propia bella durmiente? —Cuestionó, frunciendo su ceño, al recibir un asentimiento de cabeza de su mejor amigo, el primero sonrió. — ¡Ja! Te gané, en tu cara, M. —Se burló, señalándola con el dedo para luego reírse.

— ¿Disculpa? —Intervino la chica de cabello azul, cruzándose de brazos. — ¿Quién te crees que eres para tratar a las mujeres como si fuéramos de tu propiedad?

—E, somos villanos. —Le recordó Jay, como si eso no fuera obvio. — ¡Larga vida al mal!, nosotros somos así, ¡despiadados, inhumanos, crueles; salvajes, perversos, diabólicos; egoístas!

—Pues déjenme decirles que son villanos y unos grandísimos imbéciles. —Exclamó la descendiente de Grimhilde, jugando con su cabello. —Tal vez tú y De Vil sean unos salvajes inadaptados, pero yo no. Yo soy una princesa malvada, tendré mi propio castillo con muchísimos espejos y a un montón de esclavos que me arreglarán las uñas, me comprarán ropa; me adorarán y demás, mientras que ustedes dos seguirán siendo un par de tarados inmaduros.

—E, ¿qué más puedes esperar de dos incompetentes? Son hombres, Carlos trata a cualquier chica como si fueran sus muñecas, pero se olvida de que él siempre fue el títere de Cruella. —Habló la ojiverde, alzando una ceja. Le ofreció el brazo a su mejor amiga y ella lo tomó antes de abrir la puerta y retirarse, dejando a sus amigos solos con la pequeña e indefensa hija del hada madrina. — ¡Oigan, no los vamos a esperar para toda la vida! ¡Tenemos cosas que hacer así que traigan sus traseros aquí ahora mismo!

 Los chicos intercambiaron miradas y tomaron sus chaquetas antes de seguir a las villanas, cerraron la puerta con llave –para evitar que su prisionera se escapara si es que llegaba a abrir los ojos– y caminar hacia la cocina de la residencia.

[...]

  La chica de cabello morado se encontraba frente al pequeño caldero en el que había colocado todos los ingredientes necesarios para hacer el encantamiento mientras que sus amigos colocaban algunas manzanas dentro del mismo.

 Mal tomó su libro de hechizos de la mesa y sonrió.

—Hay maldad bajo la piel, quien coma esto será cruel. —Recitó el encantamiento para luego soltar una carcajada malvada, sus amigos se le unieron y esperaron unos cuantos minutos antes de sacar varias frutas del agua. —Los cuatro tendremos algunas manzanas extras para utilizar en caso de emergencia, ya saben; por si alguien más descubre nuestro plan y trata de sabotearnos. Con un solo mordisco, la sangre villana correrá por sus venas, eso es suficiente para que cualquiera esté de nuestro lado. —Dijo antes de empezar a repartir las manzanas.

—Mamá estaría muy orgullosa de mí si pudiera verme. —Exclamó Evie, guardándose las frutas en su bolso. — ¡Estoy siguiendo sus pasos!

— ¿Por qué no caminas hacia tu habitación y se van a dormir? —Sugirió el chico de cabello largo, escondiendo las frutas en los bolsillos de su chaqueta y sus pantalones de cuero. —Estoy exhausto, ¿quién diría que robar una varita mágica sería tan complicado?

—Ya tendremos tiempo de pensar en un nuevo plan. —Habló De Vil, observando a las tres personas que lo acompañaban. —Mañana me encargaré personalmente de que Jane conozca el sabor de la maldad. —Él sonrió con malicia, mientras jugaba con las frutas envenenadas, Mal limpió con magia todo lo que habían utilizado y se guardó el libro de hechizos.

—Yo haré que esa hada entrometida se olvide de lo que vio en el museo y la enviaré a su habitación con otro de mis encantamientos. —Exclamó la ojiverde. —Vámonos de aquí. —Sentenció, entonces los cuatro abandonaron la cocina y se metieron a sus cuartos rápidamente.

  Cuando el pecoso se dejó caer en su cama, no pudo evitar pensar que tenía que hacer algo para que la chica de ojos azules no sospechara cuando él le ofreciera aquella fruta, entonces se le ocurrió una idea brillante.

 Le prepararía el mejor desayuno del mundo.

[...]

  Unas horas más tarde, los pájaros cantaban, el sol brillaba y un nuevo día comenzaba en el reino de la felicidad mientras dos hijos de villanos dormían en unas camas demasiado cómodas a las que ellos aún estaban tratando de acostumbrarse.

 Cuando el despertador empezó a sonar en la habitación, fue el chico de cabello blanco y negro quien estiró su brazo hacia la mesa de luz e intentó apagarlo sin siquiera abrir los ojos, pero falló ya que el objeto terminó en el suelo.

  Entreabrió los ojos y suspiró hondo, había descansado bien a pesar de que se había acostado tarde por todos los problemas que él y sus amigos habían tenido que arreglar en medio de la noche.

 Se quedó unos segundos en la cama, observando el techo de la habitación, tratando de asimilar que ya no estaba en la isla.

  Todo es realmente distinto aquí, pensó Carlos, en casa no hay horarios que cumplir ni hay que llegar temprano a la escuela.

 Se incorporó rápidamente al darse cuenta de todo lo que tenía que hacer durante todo el día.

—Jay... —Se apresuró a llamar al moreno que seguía profundamente dormido en su cama. —Despierta ya, tenemos cosas que hacer.

—Mmm no, déjame ser el príncipe de Agrabah por unos minutos más. —Se opuso su compañero de cuarto, sin siquiera abrir los ojos.

—Vamos, idiota, levántate. —Insistió el menor, tomando una de las almohadas para acto seguido arrojársela. — ¡Sé que sueñas que te estas revolcando con cualquiera en Agrabah porque eres irresistible y que toda la gente se muere por conocer tu cobra, porque te escucho cuando hablas dormido, pero es hora de que levantes tu enorme trasero de una vez por todas! —Añadió, cruzándose de brazos.

—Déjame en paz, métete en tu enorme armario con tu ropa de animal horrible antes de que te rompa los huesos por molestarme. —Gruñó el chico de cabello largo, tratando de ofender a su mejor amigo para que no lo molestara.

—El único animal horrible aquí eres tú. —Replicó su compañero de habitación, colocándose una bata –que había sido un regalo de su mejor amiga Evie por su cumpleaños, la chica tenía talento para diseñar ropa y él deseaba ser tan bueno en la moda como su madre lo había sido en sus días de gloria y como la chica de cabello azul aspiraba a serlo– en la que se leían sus iniciales. Lamentablemente, la prenda no era de piel de dálmata. —No quiero que nadie nos castigue por llegar tarde a clase, esto no es Dragon Hall.

— ¿Clase? ¿Con príncipes presumidos y elegantes y princesitas primorosas insoportables, lindas y egocéntricas? ¿Además de tener que soportar al hada madrina en una clase obligatoria para nosotros? —Cuestionó el descendiente de Jafar, hizo una mueca. —Prefiero ser castigado, es decir estamos en Auradon, sea lo que sea que quieran que hagamos no puede ser peor que todo lo que nos hicieron en la isla.

—Pues no me interesa lo que quieras porque este reino no es nuestro aún y debemos fingir que somos capaces de adaptarnos hasta que podamos conseguir lo que hemos venido a buscar. —Exclamó el pecoso, seguro. —Ah, casi olvido decirte lo más importante: ¡el baño es mío! —Gritó antes de correr hacia el mismo –sí, había un baño privado en cada una de las habitaciones de la residencia–, al entrar cerró la puerta con llave.

— ¡De Vil, tardas más en arreglarte que una chica! —Alzó la voz el joven ladrón y bufó.

—Ése es mi problema. —Habló su mejor amigo, mientras abría las llaves del agua y se quitaba la bata. Una media hora después, él salió del baño con su bata puesta y abrió su armario para ahora buscar ropa y colocársela. Bufó al darse cuenta de que el rompecorazones de la isla seguía estando acostado en su cama y le arrojó otra almohada. — ¿Sabes qué? No vayas a la escuela si no quieres, pero yo no puedo retrasarme más porque tengo un desayuno para hacerle a Jane. —Dijo, harto de insistir sin ser escuchado.

—Espera, ¿qué dijiste? —Masculló Jay, frunciendo su ceño, mientras Carlos guardaba una manzana en la mochila ya que la necesitaba para lograr que la chica de ojos azules probara la maldad de una vez por todas.

—Lo que oíste. —Respondió el menor, encogiéndose de hombros. El chico de cabello largo se apresuró a levantarse y empujar a su compañero de habitación contra la pared, encerrándolo entre la misma y su cuerpo.

— ¿Me estás diciendo que el mismísimo hijo de Cruella De Vil le va a hacer un desayuno a alguien tan insignificante como esa chica? —Susurró el ladrón, con una expresión tan seria que logró intimidar al pecoso. Él sabía lo que le estaba sucediendo al descendiente de Jafar en ese preciso momento, porque así era como el chico de cabello blanco y negro se sentía cada vez que Jay se atrevía a coquetear con cualquier hija de villana -especialmente Valentina- cuando estaban en la isla. — ¡Ja!, ¿debería sentirme celoso? Probablemente pero no lo haré porque sé que solo la estás usando, pero aún así yo soy mucho mejor, me prefieres a mí porque yo no soy ella. —Exclamó, acercando su rostro al de su mejor amigo.

  El menor sintió miedo pues sabía que el descendiente de Jafar era realmente impulsivo y no sabía lo que era capaz de hacer ante una situación como ésta, así que dejó de mirarlo a los ojos para ahora observar sus labios por unos segundos que le parecieron eternos, ignorando que el chico de cabello largo estaba perdiendo la paciencia.

 Cuando Carlos tuvo el valor de abrir la boca para hablar, no pudo hacerlo debido a que en ese preciso momento la puerta de su cuarto se abrió de un portazo y sus amigas entraron al mismo.

—Jay, ¿por qué demonios sigues estando en boxers? Tenemos que ir a la maldita escuela, ugh. —Le recriminó la descendiente de Grimhilde, cruzándose de brazos.

— ¡Hay demasiada tensión sexual en esta habitación! —Gritó la chica de cabello morado, siendo tan directa como siempre. —Y yo pienso aprovecharla. —Susurró acercándose a Evie rápidamente, le guiñó el ojo antes de empezar a acariciar su cuerpo lentamente.

—Eh, chicas, Jay me está celando; ¿pueden hacer algo al respecto o van a seguir provocándose? —Intervino el pecoso, nervioso.

—Voy a seguir provocándola todo lo que quiera, ¡anoche no pudimos hacer nada porque dormimos en la misma cama pero la señorita estaba demasiado cansada como para dejarse llevar por mis encantos! —Se quejó la líder del grupo, indignada al ser interrumpida.

—Tranquila M, luego lo solucionamos. —Aseguró la princesa de la isla, separándose un poco de su mejor amiga. —Pero ahora tenemos que marcharnos antes de que se nos haga tarde así que Jay suéltalo. —Sentenció, seria.

—No. —El ladrón negó con la cabeza rápidamente.

— ¡Déjalo, idiota celoso! —Ordenó la hija de Maléfica, sus ojos empezaron a brillar y el chico de cabello largo obedeció de mala gana, depositando a su mejor amigo en el suelo con delicadeza.

—De ninguna manera voy a permitir que salgas así. —Habló Evie antes de abrir el armario de los chicos y buscar ropa para su amigo, quien se vistió rápidamente de mala gana. —Vámonos de una vez por todas.

—Ustedes adelántense, yo tengo algo que hacer primero. —Dijo Carlos, acomodándose la ropa y mirándose en el espejo de la habitación para arreglar su cabello.

—Sí, tienes cosas que arreglar con Jane... —Gruñó el descendiente de Jafar, apretando los puños. Tomó su bolso para ahora retirarse sin siquiera mirar atrás, muerto de celos, siendo seguido por las dos hijas de villanas.

  El pecoso suspiró hondo antes de colocarse su mochila y apagar la luz de su habitación, cerró la puerta con llave y se guardó la misma en la chaqueta para luego dirigirse hacia la cocina de la residencia.

[...]

 La chica de ojos azules estaba profundamente dormida en su cama, hasta que escuchó unos cuantos golpes en la puerta.

— ¿Quién es? —Preguntó, entreabriendo los ojos y cubriéndose mejor con las sábanas.

— ¡Soy yo! —Escuchó la voz del hijo de Cruella del otro lado de la puerta y frunció su ceño. — ¡Vine a traerte el desayuno porque he visto a Lonnie y ella me ha dicho que no pudo despertarte! —Aclaró rápidamente, Jane frunció el ceño pero se levantó de la cama rápidamente para ahora colocarse un vestido junto a sus zapatos favoritos, se ató el cabello antes de abrir la puerta.

— ¡Hola! —Exclamó la dueña de la habitación con una sonrisa al verlo, aunque le parecía extraño pues no creía que alguien como él se preocupara por ella. —Pasa, por favor. —Dijo antes de hacerse a un lado para dejarlo entrar, Carlos ingresó al cuarto con una bandeja llena de comida en sus manos y su mochila colgada en su espalda, la descendiente del hada madrina cerró la puerta.

—Hola...—El pecoso besó su mejilla y colocó la bandeja en el colchón, en la misma había un vaso de jugo junto con una pequeña tarta de manzana. — ¿Cómo dormiste?

—Lo único que me acuerdo es que me desperté en mitad de la noche y...—Empezó la chica de ojos azules, recordó la conversación que había escuchado a escondidas y decidió que lo más conveniente sería disimular para ganar la confianza del chico. —Y fui al baño, luego no recuerdo nada más. —Mintió entonces.

—A veces es preferible olvidar ciertas cosas, eso hacía yo en casa, así no me metía en demasiados problemas. —Habló De Vil, encogiéndose de hombros.

—Es difícil vivir en la isla ¿no? —Dudó ella, curiosa, antes de tomar el vaso y beber un sorbo del jugo para luego percatarse de que él la estaba observando. Inmediatamente los nervios se apoderaron de la pequeña hada. — ¿Por qué me miras? ¿Tengo algo en el rostro?

—Sí, pero te acostumbras a estar allí tarde o temprano. —Él se encogió de hombros, prefería no pensar demasiado en su hogar. —Por nada, es solo que nunca había visto una chica tan bonita.

  Jane inmediatamente se sonrojó y agachó la cabeza, pues no estaba acostumbrada a oír ese tipo de cumplidos.

— ¿Qué? ¿Nunca te lo han dicho? —Cuestionó el chico de cabello blanco y negro, tomando su mentón con delicadeza para hacer que ella lo viera a los ojos, la última negó con la cabeza. —Pues me siento honrado de ser el primero. —Admitió sonriendo, acercando su rostro al de ella, pero la chica corrió la cara.

—Deberíamos desayunar...—Dijo la dueña de la habitación, nerviosa.

— ¿Qué? ¿No quieres? —Susurró el mejor amigo de Jay, algo confundido. —Yo ya he comido, de todas maneras.

—Es que no me he lavado los dientes y llegaremos tarde a clases. —Se excusó la chica de ojos azules, jugando con su cabello, antes de levantarse para dirigirse hacia el baño pero De Vil la tomó del brazo.

—Primero será mejor que comas, así no tendrás que lavártelos dos veces. —Replicó el pecoso, la descendiente del hada madrina asintió con la cabeza para luego sentarse en la cama nuevamente. — ¿Sabes qué? Yo hice todo esto para ti. —Añadió, señalando la comida que estaba en la bandeja.

— ¿En serio? ¿Tú la preparaste? —La pequeña hada lucía bastante sorprendida, mientras cortaba un pedazo de tarta para ahora meterla a su boca. —Mh, está deliciosa.

—Sí, yo era el esclav... Digo, el cocinero personal de mi madre así que aprendí a cocinar la poca comida que tenía. —Habló él rápidamente, percatándose de que la chica le estaba prestando bastante atención. — ¿Qué? ¿No creíste que los hijos de villanos hicieran eso? No todos tenemos miles de sirvientes que nos atiendan.

—Yo no tengo...—Ella negó con la cabeza.

—No pero eres la hija del hada madrina, así que supongo que tienes magia, puedes hacer aparecer lo que sea. —Sugirió De Vil, encogiéndose de hombros.

—Sí pero la magia está prohibida en el reino, mi mamá dice que así vivimos mucho mejor... —Replicó Jane, haciendo una mueca.

— ¿Y a ti te parece bien eso? —Preguntó el villano, intrigado.

—A nadie le importa lo que yo piense, esa regla existe por el bien de Auradon... —Dijo la chica de ojos azules.

— ¿Y no usarla te debilita o algo así? —Dudó el mejor amigo de Jay, arrugando la nariz.

—No sabes mucho sobre hadas, ¿verdad? —La dueña de la habitación lo observó atentamente.

—Considerando que en la isla tampoco hay magia, no, la verdad que no sé mucho sobre eso... —Admitió el chico de cabello blanco y negro, encogiéndose de hombros. —Soy un hombre de ciencia.

— ¿En serio? Yo no soy muy buena en ciencias. —Exclamó la pequeña hada.

—Tal vez podría enseñarte... —Sugirió él, acortando la distancia que los separaba. Sus narices se rozaban y el hijo de Cruella no podía evitar mirar con deseo los carnosos labios de la inocente chica que había conocido ayer, pero la última se apresuró a terminar de comer toda la tarta.

—Puede ser, pero primero tengo que ir a lavarme los dientes, espérame aquí. —Se excusó Jane antes de dejar la bandeja ya vacía en la mesa de luz y correr a encerrarse en el baño.

 La menor se acercó al lavabo, tomó su cepillo de dientes y se los lavó rápidamente, luego mojó su rostro con agua fría para calmarse –estar tan cerca de aquel chico la ponía realmente nerviosa por alguna razón que ella no comprendía–, pero entonces empezó a sentirse extraña.

  Observó su reflejo en el espejo y sintió que una energía extraña y oscura se apoderaba de cada centímetro de su cuerpo, entonces sus ojos empezaron a brillar intensamente y unos segundos después aquel brillo desapareció.

 Jane volvió a verse en el espejo solo para percatarse de que su cabello lacio y corto estaba cambiando, ahora estaba más largo y ondulado. Bajó la mirada hacia su ropa y se dio cuenta de que la misma también había sido transformada: ahora vestía una blusa negra junto a un pantalón y botas del mismo color.

  Sonrió con malicia, porque por primera vez en su vida le gustaba la persona que ella estaba viendo en el espejo, pero por alguna razón se sentía incompleta.

—Mh, falta algo. —Exclamó, chasqueó sus dedos para hacer una chaqueta de cuero celeste junto a unos reflejos del mismo color en su cabello. Oyó como su celular sonó así que lo sacó de su bolsillo, se dio cuenta de que era un mensaje de Lonnie, éste decía "¡Buen día! Te adoro aunque haya tenido que entrar por la ventana ya que anoche no me abriste la puerta cuando llegué de mi entrenamiento, recuerda que siempre tienes que ser la mejor versión de ti misma y dar lo mejor de ti. ¡Es un hermoso día para ser amable con todos!", la chica negó con la cabeza. —Lo siento, la vieja Jane no va a contestar, porque está muerta. 

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