Capítulo 2: «Amenazas y varitas mágicas»
La descendiente del hada madrina había pedido permiso para poder salir del salón de clases con la excusa de que tenía que ir al baño, aunque realmente solo necesitaba estar sola un rato.
Cuando llegó al mismo, se lavó la cara con agua y se miró en el espejo.
Quisiera ser bonita, quisiera tener el cabello más largo, pero ¿y si a los demás no les gusta mi cambio de look?; pensó ella, no soportaría quedarme sola.
La mejor amiga de Lonnie sabía que en Auradon las apariencias importaban muchísimo, y por eso siempre trataba de encajar –y se le estaba dificultando muchísimo ya que no podía usar magia porque la misma estaba prohibida–, suponía que si no era popular entonces nadie le querría.
Y entonces se permitió llorar, porque vivir en un reino en donde no podía ser ella misma era horrible, porque su vida no era perfecta como las de todos los demás; porque ella estaba rota y nadie lo sabía.
Salió de sus pensamientos al escuchar unos ruidos extraños, así que levantó la cabeza, secó sus lágrimas y se giró para ahora acercarse a cada baño. Notó que casi todos tenían la puerta abierta, excepto el último.
Avanzó hacia el mismo pero antes de que tratara de abrirla, oyó que alguien estaba destrabando la cerradura así que inmediatamente se metió a otro baño para esconderse, pero dejó la puerta apenas entreabierta para poder ver algo.
Unos segundos después, Jane escuchó como alguien abría la puerta del baño de al lado rápidamente.
—Es tan divertido escaparnos de clases para poder estar juntos...—Habló la chica de vestido rosa, que tenía el cabello algo despeinado y su atuendo estaba desacomodado, además de que tenía marcas de chupones en el cuello. —Es una buena manera de disfrutar mi último día de tranquilidad como la reina de la escuela, ¡no puedo creer que el estúpido de Ben haya traído a hijos de villanos aquí, además de que permitió que mañana empiecen a estudiar en este edificio! —Añadió, un rubio la abrazó por detrás.
—Tranquila bonita, tenemos que aprovecharnos de la situación. —Dijo el descendiente de Cenicienta, abrochándose los botones de la camisa y acomodándose los pantalones. Su rostro estaba lleno de labial rosa y su perfecto cabello estaba bastante despeinado, la pequeña hada frunció su ceño al verlos así. —Eso será una ventaja para nosotros, todos se fijarán en los nuevos, entonces nadie nos molestará. —Explicó apenas vio la expresión desconcertada de la castaña.
—Sí, supongo que en eso tienes razón. —Admitió la novia del futuro rey. —Cariño, será mejor que te vayas antes de que suene la campana del receso porque no quiero que nadie te vea saliendo del baño de chicas, aún así podemos vernos esta noche en mi castillo si quieres. —Sugirió, Chad asintió antes de besarla apasionadamente cuyo gesto ella correspondió. Cuando se separaron, él se giró para marcharse.
La mejor amiga de Lonnie sacó su varita de su bota rápidamente.
— Facilidad, velocidad, no patearé pero se cerrará. —La pequeña hadita recitó aquel encantamiento en voz baja ya que se lo sabía de memoria y agitó su artefacto mágico, entonces la puerta por la que el rubio estaba a punto de salir se cerró inmediatamente y ella salió de su escondite. — ¿Cómo pueden hacerle esto a Ben? —Les recriminó a ambos, cruzándose de brazos. Sus ojos azules brillaban por la furia que sentía en ese mismo momento.
Ninguna de las dos personas que acababan de ser descubiertas emitió palabra alguna.
— ¡Él te da todo lo que quieres y así le pagas! —Prosiguió Jane, mirando a la hija de Aurora. — ¡Y se supone que tú eres su amigo! ¡Los amigos no se traicionan así! —Dijo, volteándose para señalar al rubio.
— ¿¡Qué mierda viste, mocosa entrometida!? — Cuestionó el hijo de Cenicienta, mientras trataba de abrir la puerta, pero sus esfuerzos eran en vano.
—Ah bueno, esto es justo lo que faltaba, tengo que lidiar con cuatro villanos y una espía. —Masculló la princesita primorosa, alzando una ceja. — ¿Tu mamá no te enseñó que no se debe escuchar conversaciones ajenas? —Dudó, observando a su amiga.
— ¡Lo he visto todo, y voy a contárselo al futuro rey! —Gruñó la descendiente del hada madrina, apuntándolo con su varita mágica. — ¿Y la tuya no te enseñó que no se debe engañar a tus novios? —Replicó, mirando con odio a la castaña.
—Amor, no estábamos charlando, nosotros... —Empezó Chad.
—Cállate, yo me encargo de esto. —Lo interrumpió Audrey, seria. —Si le dices a mi Bennyboo que nos has visto juntos, entonces yo misma le contaré a tu madre que nos encerraste aquí y tendrás que despedirte de la magia para siempre. —Le advirtió, señalando con el dedo a Jane, la última bajó la mirada y dejó de apuntar al rubio con su artefacto mágico.
—Veo que has entendido. —La castaña sonrió victoriosa, ella siempre conseguía todo lo que quería. —Ahora abre la maldita puerta y olvida que todo esto ha pasado.
—Facilidad, velocidad, no patearé pero se abrirá. —La mejor amiga de Lonnie recitó el encantamiento en voz baja y agitó su varita, logrando deshacer el hechizo. La hija de Aurora abrió la puerta para entonces terminar de acomodar su atuendo y retirarse con elegancia.
—No te metas con la realeza. —Exclamó el príncipe presumido antes de marcharse, dejándola sola. El timbre del receso sonó, la menor guardó su artefacto mágico en su bota para luego colocarse su mochila, entonces salió del baño y empezó a caminar por el pasillo de la escuela.
— ¡Jane! —Ella oyó que su mejor amiga la estaba llamando, sin embargo suspiró hondo y siguió caminando, ignorándola completamente.
La chica de ojos azules aceleró el paso hasta que llegó a la sección de las habitaciones, caminó hacia la suya solo para percatarse de que el cachorro de la escuela la estaba esperando en la puerta de la misma.
— ¡Jane! —Insistió la descendiente de Mulán, quien la había seguido. — ¿Por qué me ignoras? —Cuestionó cuando llegó junto a ella.
—Lo, déjame, quiero estar sola durante un rato. —Suplicó la primera antes de entrar a su cuarto rápidamente.
— ¡Espera! ¡Olvidé mi llave adentro de nuestra habitación! —Habló Lonnie rápidamente. — ¡Jane!
La menor simplemente tomó la llave de su amiga y abrió la puerta solamente para arrojársela, dejó entrar a Dude a la habitación para luego volver a cerrar la puerta y colocar una silla contra la misma para impedir que su compañera de cuarto entrara.
— ¡Hey! ¿Dónde voy a dormir esta noche? —Se quejó la última, que intentaba ingresar a la habitación.
—Podrás descansar aquí pero ahora quiero estar sola, respeta mi espacio por favor, Lo... —Pidió la chica de ojos azules, dejando su mochila en su cama.
—Bien, haz lo que tú quieras. —Accedió su mejor amiga, rindiéndose. —Tengo que irme antes de que termine el receso y recuerda que después de clases tengo práctica de boxeo así que espero que cuando vuelva pueda entrar por esta puerta pero si no puedo hacerlo, tendré que ingresar por la ventana, te quiero. —Dijo para luego retirarse.
Unos minutos después, la pequeña hada abrió la puerta se dejó caer en la cama, Dude se subió a la misma y ella empezó a acariciarlo.
—No sé que hacer, ¡odio tener que guardar tantos secretos! —Se quejó ella. —Desearía que mi vida fuera menos aburrida. —Suspiró y cerró sus ojos, quedándose profundamente dormida.
[...]
Jane finalmente estaba descansando en su cama después de aquel día terrible, soñando con lo ideal que sería que ella lograra encontrar al amor de su vida.
Pero entonces oyó un extraño sonido que la intrigó, sin embargo ella se cubrió mejor con las sábanas y se volteó, dispuesta a seguir durmiendo.
Hasta que volvió a escuchar aquel lloriqueo, seguido de un gemido.
La descendiente del hada madrina entreabrió los ojos e inspeccionó la habitación con la mirada, estaba completamente a oscuras así que se encogió de hombros y se acomodó mejor en la cama, intentando convencerse a sí misma de que su imaginación la estaba haciendo oír cosas.
Volvió a escuchar aquel gemido y suspiró hondo, entonces recordó que ella había traído al perro de la escuela a su cuarto para que le hiciera compañía.
Estiró su brazo para ahora encender la lámpara que se encontraba en su mesa de luz, inspeccionó la habitación rápidamente y se alarmó al no verlo por ningún lado.
Oyó nuevamente aquel lloriqueo y se preocupó.
Los hijos de villanos deben haber secuestrado al cachorro, fue lo primero que ella pensó, pero entonces sintió culpa porque su madre siempre le decía que no debía juzgar a las personas.
— ¿Dude? —Lo llamó, preocupada. El silencio reinó en su cuarto, la mejor amiga de Lonnie suspiró. — ¿¡Dude!? —Insistió, unos segundos después el animal salió de debajo de su cama y la miró para acto seguido caminar hacia la puerta –que estaba cerrada– y empezar a ladrarle.
—Oh, ahí estas. Creí que te había pasado algo malo...—Mencionó la chica e hizo una mueca al ver la actitud del perro. — ¿Quieres ir al baño? ¿Ahora? —Cuestionó, aunque sabía que Dude no iba a contestarle. Observó la hora en el reloj que estaba en su mesa de luz: eran las 11:30 pm, lo cual significaba que el toque de queda ya había comenzado.
Y Jane sabía que si su madre la descubría saliendo de su habitación a esta hora, estaría en grandes problemas, pero en ese caso ella le explicaría la situación y el hada madrina obviamente la entendería.
La chica observó a su compañera de habitación –afortunadamente, la descendiente de Mulán dormía profundamente– y se levantó de su cama con sigilo para no despertarla y se colocó las pantuflas y su bata celeste, entonces caminó hacia la puerta y la abrió, inmediatamente el cachorro corrió hacia el pasillo.
— ¡Hey! ¡Ven acá, amiguito! —Susurró Jane, con un tono de voz serio. —No desesperes, bonito, y no hagas ruido. Nadie tiene que saber que salimos. —Añadió para ahora seguir al animal, cerrando la puerta detrás de sí con delicadeza, y atravesó los dormitorios de las chicas con rapidez mientras la mascota de la escuela corría delante de ella.
Todo estaba en silencio, así que la chica aceleró el paso para alcanzar al perro, que a cada minuto se impacientaba más porque el pasillo de la residencia parecía ser un laberinto del que nunca podrían salir para llegar a su destino.
— ¡Chicos! —Escuchó la voz de Mal de repente, se sobresaltó para luego observar a su alrededor, pero estaba sola junto al perro en medio del pasillo que separaba los dormitorios de las mujeres y de los hombres. — ¿Tengo que recordarles que vinimos aquí por un trabajo? —Prosiguió ella, y Jane pudo notar que la voz provenía del cuarto de Jay y Carlos, cuya puerta estaba entreabierta.
—Hada madrina, bla, bla, bla. —Se burló entonces el descendiente de Jafar, la menor se acercó hacia la puerta para oír mejor aquella conversación. —Varita mágica, bla, bla bla. —Añadió, provocando que Evie y su compañero de habitación se rieran.
La pequeña hada se tensó al escuchar aquellas palabras y buscó a su amigo canino con la mirada, se llevó un dedo a sus labios para indicarle que se quedara callado y él la obedeció.
La chica de cabello azul suspiró hondo, prestándole atención a su mejor amiga, mientras que los chicos se volteaban para ver a la líder del grupo.
—Esta es nuestra oportunidad de probarnos ante nuestros padres. De probarles que somos malos, despiadados, inhumanos y crueles; ¿ok? —Añadió la hija de Maléfica, observando a su pandilla con atención, quienes inmediatamente le dieron la razón. —E, tú espejo. —Ordenó ella, seria.
Los tres se acercaron a la mesa en la que estaba Mal y la descendiente de Grimhilde se sentó al lado de la chica de cabello morado para ahora sacar aquel objeto de su bolso.
—Espejito, espejito, en mis dedos... La varita del hada madrina quiero. —Habló la princesa malvada, mirando su espejo. — ¡Ahí está! —Exclamó con una sonrisa victoriosa.
—Está muy cerca. —Dijo el chico de cabello blanco y negro, haciendo una mueca.
—Espejo mágico, no tan cerca. —Exclamó Evie, Jane pudo ver como el menor del grupo se apresuraba a escribir algo en la computadora que estaba allí. —Acércalo, acércalo. —Ordenó con impaciencia. El pecoso observó la televisión de reojo, en la pantalla aparecía un videojuego que estaba en pausa.
— ¿Puedo volver a mi juego? Pasé al nivel tres. —Suplicó De Vil, alejándose un poco de sus amigos.
— ¡Alto! —Intervino Jay, logrando que su mejor amigo se detuviera.
—Está en un museo. —Exclamó la descendiente de la emperatriz del mal, el menor de los hijos de villanos volvió a escribir algo en la computadora. — ¿Saben dónde queda eso?
Ay no, pensó Jane, esto no es bueno.
Tomó a Dude en sus brazos y se alejó de la puerta de aquel cuarto, buscando un escondite.
Oh, por todo el polvo mágico de las hadas, que no se enteren que está en el museo de Historia Cultural; pensó la pequeña hada.
—Está a 3,7 kilómetros. —Respondió el menor del grupo, los cuatro hijos de villanos sonrieron maliciosamente.
La hija de la directora miró a su alrededor y se encerró en la habitación de Mal y Evie, dejando la puerta entreabierta para poder observar lo que sucedía afuera: Vio como la primera abría completamente la puerta del cuarto de los chicos y observaba todo el pasillo con atención.
— ¡Vamos! —Sentenció la ojiverde antes de avanzar, siendo seguida por el chico de cabello largo y la princesa malvada. Jane suspiró hondo antes de dejar al cachorro en el suelo, aliviada por no haber sido descubierta. — ¡Carlos! —Lo llamó Mal, al percatarse de que el pecoso no estaba con ellos.
— ¡Ya voy! —Masculló el mejor amigo de Jay, saliendo de la habitación con su chaqueta en la mano y corriendo por el pasillo mientras se colocaba su abrigo de cuero.
—Eso estuvo muy cerca...—Susurró la chica que compartía habitación con Lonnie, acomodó su cabello y encendió la luz, se volteó para buscar a Dude; que se encontraba sentado en la cama de la chica de cabello azul, con la pata trasera elevada. — ¡Perro malo! ¡Eso no se hace! —Lo regañó, molesta, al ver que él había hecho sus necesidades en ese lugar.
—Bah, pobrecito, no pudiste aguantarte...—Dijo unos segundos después, acercándose para acariciar su cabeza. —Además, esa villana se lo merece. —Añadió antes de cargarlo y salir de la habitación.
Sin embargo, Jane no podía quedarse de brazos cruzados.
Sabía que el reino estaba en peligro, y no tenía tiempo para pedir ayuda, pues en un par de minutos la pandilla de villanos encontraría el artefacto mágico de su madre.
La salvación de Auradon dependía de una pequeña hada y su valiente perro.
[...]
Mal, Evie, Jay y Carlos estaban a punto de lograrlo.
Frente a ellos se encontraba la varita mágica.
Los cuatro no dejaban de sonreír, observando como el objeto flotaba en medio de la habitación.
El ladrón fue el primero en avanzar, dispuesta a tomarla de una vez por todas.
Pero entonces oyeron un sonido extraño que los desconcertó.
— ¿Escucharon eso? —Preguntó De Vil, observando a sus amigos.
—No te alarmes... pero eso sonó como un... gruñido de un... —Empezó la descendiente de la reina malvada.
—Perro. —Finalizó su mejor amiga, arrugando su nariz.
— ¿Que hace un canino en un museo? —Inquirió el chico de cabello largo, frunciendo su ceño.
—La pregunta correcta es ¿qué hacen los hijos de villanos en un museo a altas horas de la noche? —Replicó Jane, saliendo de su escondite junto a la mascota de la escuela, los cuatro hijos de villanos se voltearon a mirarla.
—Ok, creo que sí la subestimamos... —Admitió la chica de cabello azul.
—Sí, ese fue su error. —La mejor amiga de Lonnie sonrió. —Aléjate de la varita, Jay, o llamaré a la policía. Nunca subestimen a un hada. —Les advirtió, mientras Dude les gruñía a los cuatro mejores amigos.
—Tú error fue seguirnos, ¿pensaste que estarías a salvo? ¿Que nos asustarían tus palabras? Ja, nunca subestimes a un hada malvada. —Masculló la hija de Maléfica con un tono burlón para luego reírse con malicia. — ¡E, ahora! —Ordenó.
La princesa malvada metió la mano en su bolso para sacar el regalo que su madre le había dado antes de que dejaran la isla.
— ¡Espejito mágico, muéstrame tu luz! —Sentenció ella, apuntándole con el mismo hacia el rostro de la hija del hada madrina, logrando dejarla ciega por un par de minutos en los que Mal pudo sacar su libro de hechizos para terminar con esto de una vez por todas.
—Ninguna aguja hechizada tocarás, pero ahora dormida te quedarás. —La chica de cabello morado recitó aquel encantamiento y movió sus manos rápidamente, entonces Jane cayó al suelo, desmayada. —Eso estuvo muy cerca. —Dijo, observando como Dude se acercaba hacia la joven inconsciente y empezaba a lamerle la cara para tratar de hacerla reaccionar.
—Vámonos, esa bola de pelos me está poniendo nervioso. —Suplicó Carlos, retrocediendo lentamente a medida que el cachorro se le acercaba mientras le ladraba.
—No sin la varita. —Se opuso la ojiverde. — ¡Jay, tómala, debemos irnos antes de que esta entrometida despierte! —Alzó la voz, impaciente.
El descendiente de Jafar quiso tomar el objeto pero chocó con el campo de fuerza que lo protegía, maldijo entre dientes cuando una sirena empezó a sonar.
Los cuatro se cubrieron los oídos rápidamente.
— ¿¡Un campo de fuerza y una sirena!? ¿¡Eso no es un poco excesivo!? —Se quejó el chico de cabello largo.
— ¡Larguémonos de aquí ya! —Gritó la hija de Grimhilde, alterada pues sus oídos sensibles no soportaban los sonidos como ése. Dicho esto, cerró los ojos y empezó a correr.
— ¡La escalera es para el otro lado, tarada! ¿¡Cómo es que puedes correr teniendo los ojos cerrados y usando tacones altos!? Agh, por suerte eres la más bella del reino, porque te falta cerebro. —Le recriminó Jay, negando con la cabeza y tomándola de los hombros para guiarla hacia la salida más rápida. — ¡Déjalo en paz, bola de pelos asquerosa! ¡Hueles peor que yo! —Gruñó al ver que el cachorro estaba acercándose peligrosamente a su mejor amigo, pateó al animal y corrió hacia la salida junto a las chicas.
Afortunadamente, Mal tenía agarrada de la mano a su mejor amiga y la estaba guiando para que la princesa malvada –que seguía cubriendo sus oídos con sus manos y tenía los ojos cerrados– no se cayera.
— ¡De Vil! —Gritó la líder del grupo al percatarse de que –otra vez– el menor se había retrasado.
— ¡Estoy detrás de ti! —Mintió el chico de cabello blanco y negro antes de tomar a Jane en sus brazos para acto seguido avanzar hacia donde sus tres mejores amigos lo estaban esperando con impaciencia.
Los adolescentes abandonaron el edificio inmediatamente, frustrados porque su plan no había funcionado.
Ahora tendrían que buscar otra manera de conseguir la varita mágica, y encargarse de solucionar su problema con la hija del hada madrina.
[...]
Una vez que entraron en el cuarto de las chicas, el pecoso depositó a la chica inconsciente en la cama de Mal.
— ¿¡Para qué mierda la trajiste aquí!? —Le recriminó la ojiverde, cruzándose de brazos.
—No podía dejarla desmayada en el museo, alguien podría descubrirla. —Se defendió el pecoso, haciendo una mueca. — ¿Qué es ese olor feo? —Dudó, arrugando la nariz. Los tres observaron al descendiente de Jafar.
— ¿Qué? ¡No me miren así! ¡No soy yo! —Replicó el chico de cabello largo, ofendido, antes de sentarse en la otra cama. — ¡Esa peste viene de aquí! ¡Evie! ¿¡Qué mierda hiciste!?
— ¡Yo no hice nada! —Masculló la chica de cabello azul, seria. Se acercó a su lado de la habitación e hizo una mueca. —Creo que esa bola de pelos entró aquí y... ¡se atrevió a hacer sus necesidades en mi cama! ¡Ay, que horror! ¡Lo voy a convertir en un abrigo de piel para que Carlos lo use! —Gritó, horrorizada y furiosa.
— ¡Ya cállense! ¡Eso no es lo importante! —Alzó la voz la descendiente de Maléfica, mientras sus ojos empezaban a brillar. —Tenemos que solucionar este problema, ahora mismo. —Ordenó, señalando a la chica que dormía en su lado de la habitación.
— ¿Crees que ella recuerde lo que pasó en el museo? —Inquirió Jay, rascando su nuca.
—Probablemente sí. —Admitió el pecoso. Mal golpeó la mesa con furia y empezó a caminar de un lado a otro, pensando en una solución. —Podríamos borrarle la memoria y hechizarla nuevamente para que sea como nosotros. —Sugirió, entonces sus tres amigos lo observaron atentamente.
—Esa es una excelente idea, eres un genio. —Exclamó la princesa malvada, antes de despeinar a su mejor amigo.
—Si lo hacemos, tendremos que enseñarle a ser una villana. —Habló Mal, sacando su libro de hechizos y arrojándoselo a Jay para que buscara el encantamiento que necesitaban. —Somos malos...
—De corazón. —Finalizaron a coro sus mejores amigos, los cuatro se sonrieron con malicia y luego desviaron la mirada hacia la cama en donde la pequeña hada dormía plácidamente, sin saber que su vida estaba a punto de cambiar para siempre.
Jane jamás volvería a ser la misma.
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