Capítulo 7: Culpa suya
Canción para este capítulo: Between-Courrier
Me despierto en los brazos de Cole. Él me mira y sigue acariciando mi espalda. ¿Lleva así todo el tiempo?
Suspiro y me alejo de él. Voy a hacer como si nada hubiera pasado... o al menos ignoraré la parte en la que duermo acurrucada con él. Estaba débil y triste, necesitaba un poco de cariño. Pero ya está.
Mis demonios vuelven a estar escondidos en lo más profundo de mi corazón, no tengo de que preocuparme. Me he desahogado, nada más. La visión de anoche debió ser producto del cansancio y el hambre.
Sin embargo hay algo que me empuja a creer que todo lo ocurrido ayer no tuvo nada que ver con mi imaginación. Aparto esos pensamientos. Lo único que necesito es volverme más paranoica de lo que ya estoy.
––Tienes derecho a hacerme quince preguntas, las que quieras, ya sean sobre mi o sobre los Visitantes. ––dice Cole levantándose, de manera que quedamos cara a cara.
Me limito a asentir y camino sin saber hacia donde. De pronto piso algo: la liebre. Trago saliva y alzo la mirada de nuevo. Con todo el orgullo que me queda continuo andando, tratando de parecer indiferente. Por suerte se me da bien ocultar mis emociones, lo que me fastidia es haberme derrumbado anoche delante de mi propio enemigo. ¿Pero quién es ese, Cole o yo misma?
Siento a éste a mis espaldas pero no me vuelvo ni aminoro el paso: si quisiera ponerse a mi altura ya lo habría hecho, es muchísimo más rápido que yo.
Llego a un pequeño rincón y me siento, esperando a que el Visitante haga lo mismo. Se coloca delante de mí, tumbado y con los brazos cruzados tras la nuca. Carraspeo y comienzo a hablar.
––¿Por qué me impediste suicidarme ayer? ––pregunto rodeando mis piernas con los brazos y apoyando mi barbilla en las rodillas.
––Te necesito viva. ––dice indiferente.
––¿Por qué?
––Para entrar en la Sede hay que llevarle un obsequio al Presidente, y qué mejor que una bella humana en perfec... aceptables condiciones. ––responde mordiéndose el labio y cerrando los ojos.
––¿Qué hace vuestro líder con las mujeres?
Se encoge de hombros como si le estuviera preguntando si queda pan o tengo que ir a comprar una barra a la panadería.
––Nadie lo sabe.
Asiento y continúo con mi interrogatorio. No estoy asustada por lo que ese Visitante pueda hacerme, si se atreve a tocarme un pelo, le meteré el puño tan dentro de la boca que le saldrá por el culo... O bueno, lo intentaré.
De todas maneras haré lo posible y lo imposible para traer a mis padres de vuelta. Me da igual a quien tenga que dejar, matar, enamorar, cortejar, mutilar o torturar para lograr volver a reunirme con ellos. Ya les perdí una vez, no voy a dejar que eso vuelva a pasar.
––¿Es cierto que los Visitantes os alimentais de sangre?
––Sí. Nos alimentamos de la vida de otros, por eso tenemos tanta fuerza, velocidad y agilidad: se la robamos a los humanos.
Trago saliva. Se parecen mucho a las palabras que dijo ayer mi otro Yo.
––¿Es verdad que mis padres siguen vivos?
––Sí.
Expulso el aire que no sabía que había contenido al hacer esa pregunta. Cuando ayer la niña me dijo que él me había engañado, note como me rompía nuevamente, como si mis padres hubieran vuelto a morir. Pero claro, ¿cómo puedo saber si él me está diciendo la verdad? Nunca podré estar segura. Sin embargo no me queda otra que fiarme de su palabra.
––¿Por qué nos habéis hecho esto a los seres humanos?
Desvío mi vista al alienígena, el cual hace una mueca y se vuelve a encoger de hombros levemente.
––¿No lo sabes? ––vuelvo a preguntar, incrédula
Cole niega con la cabeza. Esto no cuadra.
––¿Y por qué haces lo que te ordenan? Quiero decir, no serás el único que desconoce las razones de esta invasión, ¿por qué permitís que os controlen?
El Visitante alza un dedo.
––En primer lugar, no hago lo que me ordenan, si ese fuese el caso no te estaría ayudando ni habría hecho ese trato contigo. ––alza otro.––Y en segundo lugar, siempre ha sido así. Los Visitantes se dejan controlar por los Superiores. ––a pesar de parecer seguro de lo que dice, sospecho que me miente. La verdad es que no me extrañaría mucho.
––Pues no tiene sentido. ––un sentimiento de rabia e ira me invade, pero lo controlo. Lo último que necesito es montar una escenita por todo como hacen las estúpidas chicas de los libros.
En el rostro de Cole se forma una sonrisa ladeada.
––Todo depende de cómo se interprete. Por eso los humanos sois tan peculiares, cada uno tiene sus propios sueños y pensamientos, y por tanto cada uno encuentra un sentido diferente a las cosas. ––murmura.
¿Pero de qué coño va ahora, de filósofo? ¿Y qué quiere decir? ¿Por qué es tan raro? ¿Todos los Visitantes son así o simplemente me ha tocado el loco?
Suelto un bufido.
––¿Cuánto hace que no te alimentas? ––ni de broma le voy a dar mi sangre, pero siento curiosidad. A lo mejor ya tendría que haber echado a correr antes de que me convierta en su desayuno y sin embargo estoy aquí, jugando a las preguntitas con él.
Parece pensarse lo que le he dicho unos instantes. Resopla pero sigue sin abrir los ojos. Mejor, porque la verdad, ese profundo color verde intimida bastante.
––Demasiado... ––responde lentamente.
"¡¡¡Huye estúpida, se supone que tienes instinto de supervivencia!!!"
––Oh. ––me limito a decir.
––¿Por qué?¿Te presentas voluntaria? ––murmura burlón.
––La que hace las preguntas aquí soy yo, ET. ––replico sonriendo.
No me puedo creer que esté de tan buen humor después de todo lo que me pasó ayer... Encima de loca, bipolar... Genial.
––¿Y cuánto podéis sobrevivir sin... ya sabes... alimentaros?
––Un mes, más o menos. ––calcula abriendo uno de sus ojos y mirándome fijamente.
––¿Sois... vampiros, por así decirlo?
"Y este año, el premio a la más estúpida, es para...¡Astrid Jefferson!"
Me arrepiento al instante de haber preguntado esa tontería. Cole suelta una carcajada.
––Se podría decir que somos parecidos a los vampiros, pero nuestros colmillos apenas crecen por lo que hay que hacer una pequeña herida antes de poder enterrar los dientes. Somos medio humanos, en cierto modo, pero al alimentarnos de lo que nos alimentamos, hemos desarrollado esos caninos y habilidades, nos hemos adaptado al medio y evolucionado, como hicisteis vosotros en la Edad de Piedra... es extraño. No me hagas más preguntas sobre nuestra anatomía porque solo se lo que te he contado.
––¿Y qué hay de los poderes mentales?
––Hay Visitantes que pueden leer los pensamientos; Visitantes que pueden crear ilusiones, como yo; Visitantes que pueden cambiar de forma; Visitantes que se meten en tu cabeza... Y todos contamos con telequinesia.
Asiento y trato de asimilar toda la información.
––¿Cuántas preguntas me quedan?
Cole ríe con fuerza.
––Ahora una.
Mierda, soy estúpida.
––Piénsala bien, pequeña Astrid.
Me tumbo también, pero a una distancia prudencial de él. Cierro los ojos y revivo cada instante desde que lo conocí. Los abro de golpe y clavo mi mirada en el alienígena
––¿Por qué quieres vengarte?
Noto como se tensa y tarda unos segundos en responder.
––Me quitaron algo que realmente apreciaba. ––responde cortante.
––¿El qué? ––aventuro intrigada.
––Se acabó la ronda de preguntas, otro día seguimos jugando. ––dice frío mientras se levanta de un salto y camina hacia el bosque.
Resoplo frustrada y le sigo. Me reprendo mentalmente por haber bajado tanto mis defensas con él aunque fuese únicamente una milésima de segundo. No puedo permitirme ningún error. Actualmente, apartar la vista de alguien puede suponer la muerte. El ser humano jamás había estado tan cerca de la perdición.
Las personas somos seres frágiles, seres que están a un paso del abismo de la muerte constantemente. Los Visitantes se han encargado de darnos un empujón lo suficientemente fuerte como para quedar colgando del barranco, sosteniéndonos a duras penas y siendo consumidos poco a poco por el miedo a caer y perdernos en el olvido.
Como ya he dicho, un error equivale a un pisotón en las manos que nos sujetan con gran esfuerzo al borde el agujero.
Los árboles que hay a nuestro alrededor están visiblemente dañados y la mayor parte parece que se vaya a caer encima de ti, pues están inclinados en notables ángulos. En cierto modo, las lianas con hojas muertas que se balancean con el viento, parecen lágrimas. Quién sabe, a lo mejor lo son. Los humanos no somos los únicos que hemos sido afectados por al destrucción, también el resto de animales y las plantas están pagando las consecuencias.
Noto como un escalofrío recorre mi cuerpo al ver una mano sobresalir por detrás de un arbusto. Trago saliva y me detengo.
––Cole... ––le llamo. Mi voz suena segura.
Él sigue andando y aunque no se de la vuelta, intuyo que ha rodado los ojos.
––Cole, no me hagas tener que ir hasta ahí y arrastrar tu asqueroso culo de alienígena, porque no tengo ganas.
Le oigo soltar una carcajada y musitar un "Ni fuerza" y en menos de un segundo lo tengo a mi lado de brazos cruzados con una ceja enarcada.
––¿Y bien, pequeña Astrid?
Hago un gesto con la cabeza en dirección a la mano y me muerdo el labio. El Visitante inhala aire sonoramente y noto como desvía la mirada a mis heridas, la sangre de las cuales está ya seca, para luego soltar todo lo que retenía en sus pulmones y volver la vista al frente.
Él se encoge de hombros y yo suelto un bufido mientras me acerco a la planta.
Siento ganas de vomitar en cuanto la escena se refleja en mis ojos oscuros: un niño de unos seis años está tumbado en la tierra, con sangre a su alrededor y una gran herida en el cuello. Puedo ver su garganta y como se mueve levemente: sigue vivo, intentando tragar saliva, pero no puede. Sus ojos cristalizados están abiertos mirando al cielo y abre y cierra la boca, tratando de hablar, de respirar. Tiene una manita en su clavícula, como si quisiera tocarse el cuello pero tuviera miedo. Y entonces me doy cuenta de lo que musita: mamá. El corazón se me sube a la garganta y lo único que se me ocurre hacer es sentarme a su lado y colocarle en mi regazo con suavidad. Sus pupilas se desplazan a mi y luego sus ojos se abren aún más con sorpresa y miedo. Niego con la cabeza apresuradamente y le acaricio el cabello. Siento la necesidad de quedarme ahí con él hasta que todo acabe. No puedo dejarle solo.
––Sshh, tranquilo... ––susurro sintiendo como todo mi cuerpo tiembla.
Coloco mi otra mano en su pequeña tripita, prácticamente inexistente. Sin embargo, la suya que anteriormente trataba de cerciorarse de cuan grande era la herida que lo mataba lentamente, se mueve para posicionarse sobre la mía y apretarla con muy poca fuerza, como si él viera en mi la vida a la que quiere aferrarse.
Sus labios se mueven y murmura un apenas audible "duele" mientras sus ojos se entrecierran. Noto la fuerza y desesperación que hay tras sus párpados para mantenerlos abiertos.
––Tranquilo... pronto pasará... ––mi voz se rompe.––El dolor pasará...
El niño trata de coger una bocanada de aire, pero es incapaz. Lágrimas limpian su rostro cubierto de mugre a la vez que intenta girar su cabeza, generando la salida de más sangre, como si buscara algo.
––Mi mamá vendrá... ––consigue decir.––Y me curará...
Un nudo en mi garganta se ata cada vez con más fuerza y quiero llorar, quiero llorar no por mi ni por lo perdida que estoy, sino por este niño y miles de críos más que si no acaban en el mismo estado psicológico que yo morirán. Todo es tan injusto...
Pero ya he derramado demasiadas lágrimas delante de Cole.
Acaricio con más energía la cabeza del pequeño. Su pelo esta mojado con su propia sangre, pero no me da asco. Aunque estoy acostumbrada a ella y a ver morir gente, eso no lo hace menos doloroso.
Con cuidado acerco al niño a mi pecho y le abrazo suavemente, sintiendo como mi ropa se mancha con los pecados de otros. Pecados de seres que no sienten. Pecados que marchitan este mundo poco a poco.
Beso la cabeza del pequeño mientras acaricio su espalda.
––Gracias. ––susurra tratando de sonreír.
Y es ahí, justo en ese momento, cuando veo la vida escapar de su mirada, su respiración y su pequeño cuerpo herido. Sus profundos ojos color miel se han convertido en pozos oscuros sin expresión. Lo ha conseguido, no los ha cerrado. No se ha rendido en ningún momento.
Dejo el cadáver cuidadosamente en la hierba. Algo llama mi atención. Entre las hojas hay un pequeño oso de peluche, destrozado y sin alegría ni vida, al igual que el que probablemente era su dueño.
Rompo mi camiseta, y con delicadeza limpio un poco la herida. No sé muy bien lo que hago y prácticamente se me ha olvidado que Cole está a unos metros de mi, bueno, puede que incluso se haya ido ya, no lo sé. Lo único que se es que no pienso dejar el cuerpo de este pequeño luchador aquí tirado, como si fuera insignificante. Porque no lo es. Todos importamos.
Ato el trozo de tela alrededor de su cuello, para detener la hemorragia el máximo tiempo posible. Tomo el cadáver y camino hasta llegar a un pequeño rincón, no muy lejos de donde ha ocurrido la desgracia, pero donde sin embargo da más el sol. Coloco al angelito de lado, de manera que el corte y la sangre que mancha el torniquete se vea lo mínimo posible y pongo el peluche a su lado, con los brazos del pequeño rodeándolo, abrazándolo.
De esta manera parece que esté solo dormido, con la compañía de un juguete, como haría cualquier niño de su edad si no le hubiera tocado vivir en esta mierda.
Con un palo, escribo sobre la tierra: "Dulces sueños"
Cierro los ojos y espero unos segundos, tratando de regular mi respiración.
No me arrepiento de nada. Ese niño merece un entierro con su familia pero esto es lo máximo que yo puedo darle.
Cuando me doy la vuelta, Cole está a unos metros de mi. Pero no me mira a mi, mira al niño. Incluso puedo ver tristeza en sus ojos, pero eso es imposible.
Cuando desvía su vista en mi dirección le noto sorprendido. Bajo la mirada y veo que mis manos han adquirido un tono escarlata, al igual que mis piernas, mi regazo y mi abdomen. Tanta es la sangre que me cubre que no puedo ver mis heridas.
Cole traga saliva y sus ojos van a parar a mi boca.
––Tienes sangre en los labios. ––murmura.
Recuerdo el beso que le di al angelito en la cabeza y se me pone el pelo de punta. Paso mi lengua con indecisión por mi labio inferior, apenas rozándolo. Sin embargo noto el sabor metálico del alimento de mis enemigos. Me entran ganas de vomitar pero me contengo. El Visitante se acerca a mi con paso lento. Algo ha cambiado en él; sus ojos son completamente negros. Nos observamos como un depredador y su presa; él con hambre y yo con miedo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top