Capítulo 2: Están vivos
Canción para este capítulo: Everybody wants to rule the world-Lorde
Un abrasador dolor me recorre el cuerpo. Estoy en el asfalto de la carretera, tirada como un trapo. Tengo los brazos y las piernas llenos de sangre y cortes. Hago una mueca mientras me levanto lentamente y compruebo mis heridas: ninguna es muy profunda, pero debería buscar agua para limpiarlas y que no se infecten.
No puedo evitar sonreír. Debo de ser de las pocas personas que se han librado de un Visitante.
Camino lentamente. Los cortes escuecen considerablemente y hay bastante sangre. Pero a estas alturas de mi vida, cuatro gotas de ella no son nada relevante.
Encuentro un trozo de papel en el suelo. Para mi sorpresa, no está muy sucio, así que lo paso por la zona de las heridas, sin llegar a tocarlas, por miedo a que se infecten. Ahora estoy un poco más decente, dentro de lo que cabe. Aliso un poco el folio, dándome cuenta de que es un cartel. Solo hay una frase escrita, la cual apenas es legible:
"Este es, ha sido, y siempre será nuestro planeta".
Hago una mueca y dejo que el viento se lo lleve y lo arrastre por la calle. Supongo que he vuelto a mi rutina de intentar sobrevivir.
En cierto modo, siento un deje de decepción después de la adrenalina que he experimentado hace tan solo unos minutos. La ciudad sigue tan solitaria como siempre, y yo me recato en las sombras, como hago habitualmente.
Me rugen las tripas. Entré en el rascacielos para ver si tenía un poco de suerte, pero nada. Llevo con la misma ropa un mes: camiseta negra de tirantes y shorts vaqueros.
La llegada de los Visitantes desestabilizó mucho el clima, por lo que los veranos son extremadamente calurosos, y los inviernos demasiado fríos. Ahora estamos en primavera, por lo que se podría decir que nos encontramos en el término medio.
Me meto por un callejón que conozco a la perfección. Es un gran atajo.
Trago saliva. El escozor de mis cortes casi se me ha olvidado, pero sigue incordiándome. Aunque bueno, ¿a quién no le molestaría tener brazos y piernas llenas de heridas?
Oigo un ruido a mis espaldas. Me llevo las mano al cinturón esperando encontrar mi fiel arma... pero nada. Mierda.
Por suerte soy una chica con recursos.
Saco el cuchillo que acostumbro a guardar cerca de mi pistola. Prefería tener a esta última conmigo, ya que es mucho más fácil defenderme con ella, pero por culpa de ese estúpido Visitante lo más probable es que no la vuelva a ver.
Me giro y diviso a un chico que me observa sorprendido. Escondo el arma detrás de mi, pues si tuviera malas intenciones, el factor sorpresa jugaría a mi favor.
Otro sonido en la dirección contraria me hace girarme levemente: otro chico más, solo que éste tiene una sonrisa amenazante dibujada en su rostro paliducho.
Las cosas se ponen feas. Pero soy ágil, rápida... y siempre me ha gustado luchar con dos a la vez.
Mi táctica es simple: soy un lobo disfrazado con piel de cordero.
––¿Qué queréis de mi? ––aventuro tratando de que me tiemble la voz.
Cuando se acerquen tendré más ventaja, pues aunque tenga mucha puntería y probablemente daría en el blanco si lanzara el arma, son dos. Salen de las sombras mientras caminan en mi dirección. Uno de ellos tiene el pelo rubio oscuro y el otro es pelirrojo.
––Perpetuar la especie. ––responde sin ningún reparo el rubio.
Noto que me hierve la sangre. "Pues lo vais a tener complicado cuando os corte los huevos, idiotas". Intento calmarme, nunca he sabido controlar muy bien mi ira. Respiro hondo y me arrincono a mi misma contra la pared: tengo un plan.
El rubio alza las cejas al verme con más atención.
––¡Pero si es Astrid Jefferson! ––exclama sorprendido.
La verdad es que soy bastante popular en el nuevo mundo. Aquellos meses que pasé en el campo de supervivencia me fortalecieron considerablemente y enseguida todos relacionaron mi nombre con la palabra "poder". Soy una de las personas más ágiles e inteligentes de lo que queda de población, sin falsa modestia, y casi toda la gente que habita por los alrededores de la antigua Nueva York me conoce.
––Al parecer ladra mucho pero muerde poco, Liam. He oído hablar de ella. ––responde el pelirrojo.
Aprieto el cuchillo escondido detrás de mi espalda.
Liam hace una seña al pelirrojo para detenerle, y se acerca a mi con paso lento. Intento echarme hacia atrás, pero ya estoy pegada contra la pared. Coloca un brazo al lado de mi cara, cargando casi todo su peso en él. Con la otra, me coge de la cintura haciendo fuerza. Al ver que estoy paralizada, ensancha aún más su sonrisa.
Cuando acerca su cara a la mía entreabro los labios para darle a entender que no me resistiré. Oigo como un "bien" sale de su boca y siento su aliento sobre la mía.
Nuestros labios chocan y los movemos a un ritmo lento. Liam gruñe, apretándome más contra él... y entonces saco mi cuchillo y se lo clavo en el costado. Me separo levemente.
––Besado por la muerte, ¿qué irónico, verdad? ––susurro.
Está vivo, pero se desploma en el suelo soltando un grito ahogado.
El pelirrojo me observa levemente asustado pero cabreado por lo que le he hecho a su amiguito del alma. Frunce el ceño en mi dirección furioso y se lleva una mano al cinturón.
Mi corazón se detiene en el preciso instante que saca una pistola y me apunta con ella.
Mierda, tengo que pensar rápido o todo acabará.
Antes de que el chico apriete el gatillo, su cabeza se gira bruscamente hacia un lado, produciendo un sonoro chasquido: alguien le ha roto el cuello.
Mi respiración se torna más pesada y agitada. Sin poder evitarlo, mis manos y mis piernas empiezan a temblar al ver al asesino, y por tanto, mi salvador. El Visitante que aproximadamente una hora antes casi me mata, se deja ver en cuanto el cuerpo del muchacho pelirrojo se desploma en el suelo.
Qué irónico que precisamente aquel que trató de quitarme la vida me haya salvado hace tan solo unos segundos... Aunque claro, quién sabe lo que irá a hacer conmigo ahora. Lo más seguro es que me haya librado de que me asesinen para tener el placer de hacerlo él mismo.
––¿A qué esperas?¿Tan atractivo soy? Date un poco de prisa, que no tengo todo el día. ––sonríe socarronamente mientras se mete las manos en los bolsillos.
––¿Qué coño dices?
Chasquea la lengua y se acerca a mi hasta que quedamos a pocos centímetros. Si por mi fuera, ya me habría apartado, pero tengo la pared a mis espaldas y un chico desmayado a mis pies.
––Te vienes conmigo, ¿necesitas coger algo? ––pregunta.
Frunzo aún más el ceño ––si es que eso es posible––. De pronto, alza las cejas sorprendido y se lleva una mano al cinturón del pantalón. Me extiende algo.
Mi pistola.
––Casi se me olvida. ––ríe nervioso.
Intento hablar, pero me ha pillado con la guardia baja. Abro la boca pero la cierro porque no sé qué decir ni hacer.
Cojo la pistola, vacilando. Pero el Visitante no hace nada más que observarme como si fuera un experimento. Me estremezco y pienso como puedo librarme de él... Está claro que solo está jugando con la presa, ¿verdad?
––¿Por qué me la das?¿Y a qué viene este numerito? ––las palabras salen de mi boca antes de que pueda detenerlas. Una parte de mi se moría por saberlo, para conocer un poco más la mente de los Visitantes, pero otra sabe que al meterme en su juego he perdido posibilidades de salir con vida.
El Visitante se acerca tanto a mi que nuestros zapatos se rozan. Se me revuelve el estómago.
––Quiero que hagamos un pequeño trato. ––murmura bajando la vista para mirarme a los ojos. No soy bajita, más bien soy alta, pero él me saca unos centímetros.
––¿Por qué haría un trato contigo? ––es la idea más ridícula que he oído, y su juego me está empezando a poner de los nervios.––Si vas a matarme, hazlo ya, no quiero pasar mis últimos minutos escuchando gilipolleces.
Otra de mis cualidades defectuosas: soy demasiado directa. Para mi sorpresa, suelta una carcajada y noto como mis mejillas se sonrojan levemente. ¿Se está riendo de mi?
Resoplo y hago amago de pasar a su lado y salir del callejón, pero me toma del brazo y se vuelve hacia mi. Su sonrisa sigue ahí, y sus ojos tienen un brillo de diversión que hace que me den ganas de partirle la cara. Pero lo que más me preocupa es que me haya encontrado dos veces con el mismo Visitante en un día.
De un tirón, consigo que me suelte, y comienzo a andar hacia la salida de la calle.
––¿No quieres volver a ver a tus padres? ––grita a mis espaldas.
Noto como mi corazón se para y me detengo. Desaparecieron y no los volví a ver: están muertos. Y un Visitante no va a devolvérmelos. El hecho de que un ser de la raza que acabó con mi familia me hable así de ella... Los ojos se me cristalizan, pero pestañeo varias veces para contenerme. Lo último que necesito ahora es mostrar mi debilidad ante mi enemigo.
––No vuelvas a mencionarlos, ¿entendido? ––aprieto los puños, clavándome las uñas en la palma de la mano, desahogándome.
En un abrir y cerrar de ojos se encuentra delante de mi. Odio que haga eso.
––Tus padres están vivos, y sé donde están.
Le pego una bofetada sin pensar en las consecuencias. Una parte de mi quiere llorar, pero la otra sabe que no es el momento; en realidad nunca lo es.
––Escúchame, ¿vale, pequeña?
––No me llames pequeña, y déjame en paz de una maldita vez. –gruño.
Él ignora mi respuesta y sigue hablando.
––Tu familia está en la Sede, donde viven los Visitantes más... importantes, por decirlo de algún modo. Allí tienen a varios humanos retenidos: todos aquellos que les parezcan útiles. Tu padre trabajaba en una central nuclear, y comparte algunos de sus conocimientos con nosotros. De no ser por él, no habríamos llegado hasta donde estamos. ––hace una pausa.––Mientras que tu madre... bueno, digamos que necesitábamos algo para que cooperara.
Un fuerte nudo se forma en mi garganta. ¿Es posible que estén vivos? Y si es así, ¿qué les habrán hecho? Me recorre un escalofrío al recordar las bombas que los Visitantes colocaron en varios países. Mi padre no pudo haber ayudado en tal masacre. Él no es así, o al menos, no lo era.
––Te estoy diciendo la verdad. ––cuando alzo la vista, siento como si sus hipnotizantes ojos me estuvieran taladrando por dentro.––Puedo devolvértelos, pero...
No puedo más. Demasiado para un solo día. Me llevo las manos a ambos lados de la cabeza, tapándome los oídos. No quiero oír ni sentir nada, quiero aislarme de toda esta mierda. ¿Me estaré volviendo loca?
Estallo en una carcajada sin humor. Si me hubieran dicho que un alienígena me quiere devolver a mis padres, los cuales yo creía muertos después de salvarme de un salido, pero después también de intentar asesinarme él mismo, obligándome así a atravesar un espejo... no me lo creería. Ni yo ni nadie en su sano juicio. Ha llegado un punto en que todo es tan surrealista que hasta hace gracia. Llevo años esperando despertarme de esta pesadilla. A lo mejor estoy en coma en un hospital, con todos mis seres queridos esperando a que me despierte. ¡Tal vez esto solo sea producto de mi imaginación!
Sí, definitivamente me estoy volviendo loca.
Noto unas manos apartar las mías de mi cabeza, y para mi sorpresa, son cálidas y su tacto me hace sentir a gusto... Hasta que recuerdo que son de un extraterrestre psicópata y se me pasa. Lo único que siento es asco.
––Puedo ayudarte... sólo tienes que pedírmelo.
No tengo nada que perder. Ya no. Si es cierto, la vida de mi familia puede estar en juego.
––¿Y qué ganas tú con todo esto?
Me dedica una sonrisa torcida, y se le forma un hoyuelo en la mejilla izquierda.
––Yo solo busco una cosa, pequeña... venganza.
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