Capítulo 14: Ahora eres de los nuestros

Canción para este capítulo: Make me fade-Vanic X K.Flay

Me encuentro apoyada en el tronco de un árbol esperando a que llegue Cole. Le he estado dando vueltas al tema y he decidido no contarle nada de lo que he descubierto, y menos preguntarle directamente. No confío lo suficientemente en él como para depositar en sus manos toda la información que voy recopilando cuando podría mentirme y decirme que nada es verdad.

Me paso la lengua por los labios. Puedo percibir que están agrietados pero con algunas partes suaves y que escuecen al tacto: heridas. Seguramente tenga un aspecto horrible: pelo sucio y enredado, ropa manchada, boca llena de heridas y todo el cuerpo lleno de sangre seca y cicatrices. Aunque bueno, estoy intentando sobrevivir a alienígenas que han destruido mi planeta, no en Miss Universo.

––Hola, pequeña Astrid.

Frunzo el ceño al escuchar es estúpido mote que me ha puesto y me separo del árbol acercándome a Cole.

––¿Me has echado de menos? ––pregunta con voz burlona.

––No, he tenido suficiente entretenimiento. ––respondo sonriendo falsamente.

Él se limita a hacer una mueca y se encoge de hombros. Nos quedamos unos segundos en un incómodo silencio.

––He conseguido encontrar la manera de entrar en la Sede sin que nos descubran.––explica orgulloso de sí mismo.––Una vez al mes realizan una fiesta de máscaras, y tengo contactos por la zona que se encargarán de abastecernos con ropas elegantes.

Asiento no muy segura. Sigo sin entender porque no quiere que lo reconozcan. Es un Visitante, ¿no? ¿Qué puede haber pasado para que Cole llegue al límite de buscar venganza contra los suyos?

––Sigo sin entender por qué me necesitas.

Cole suspira con cansancio.

––Ya te lo he explicado, hay que llevar un obse... ––antes de que pueda decir nada más alzo una mano cortándolo a mitad de la frase.

––Eso ya lo sé, pero me refiero a qué motivo hay para que vuestro Líder se interese por las humanas.

El Visitante carraspea y se mete las manos en los bolsillos.

––Es una larga historia...

––Adelante, cuéntame, ET. ––digo sonriendo.

Niega con la cabeza.

––Todo a su tiempo, pequeña Astrid, todo a su tiempo... ––voy a protestar pero esta vez es él el que me corta a mi.––Por ahora simplemente limítate a intentar mantenerte con vida.––me guiña un ojo.

Sé que Cole no me protegería si algo me atacara, ya lo demostró cuando peleé contra aquel alienígena en el lago. Resoplo y ruedo los ojos. De pronto caigo en una cosa.

––¿Por qué vamos en moto si tu puedes ir a la velocidad de la luz? ––pregunto.––Quiero decir, podrías llevarme y llegaríamos en muy poco tiempo.

El Visitante se pasa la lengua por el labio inferior y me dedica una sonrisa ladeada.

––Los humanos no podéis soportar esa velocidad sin ningún tipo de protección. ––responde encogiéndose de hombros.

Debe pensarse que soy tonta por no saberlo. Aunque bueno, no es culpa mía no poder haber terminado mis estudios.

––Oh. ––murmuro secamente.

Nos subimos a la moto y como siempre coloco mis manos en la parte trasera del vehículo.

––Ya estoy harto. ––Cole gruñe y me coge por las muñecas suavemente, conduciéndolas hacia delante. Ahora mis brazos rodean su torso y mis dedos se entrelazan en su abdomen. Noto como un escalofrío recorre el cuerpo del alienígena.––Ya podemos irnos... ––musita.

Antes de que pueda apartarme, arranca.

Pasamos unas cuantas horas en la moto, sin bajarnos ni para tomar un descanso. Mis ojos se cierran sin yo quererlo y mi cabeza se apoya automáticamente en la espalda de Cole. Lo último que noto antes de caer en un profundo sueño, es como el Visitante se tensa ante mi contacto una milésima de segundo para después relajarse y acariciar con su mano suavemente las mías.


Me encuentro en mitad de un salón de baile. Llevo puesto un vestido verde largo y el pelo suelto cayéndome en rizos por la espalda.

Frunzo el ceño y miro a mi alrededor. Estoy sola. Música clásica suena pero no hay nadie bailando.

Trago saliva y camino por el amplio lugar. Las paredes son blancas y están decoradas con cuadros de aspecto antiguo. Las columnas que sujetan el techo son de mármol, y le dan un aspecto frío pero elegante a la estancia. A los lados de la sala hay mesas con comida, en especial de color rojo.

Al percatarme de esto corro en dirección a los platos. Tomo una fresa y me la llevo a la boca, saboreándola. Cojo una copa que hay a mi lado que parece contener vino y la conduzco a mis labios. Comienzo a beber. Tiene un sabor metálico, pero está bueno. Me lo tomo entero.

Oigo pasos a mis espadas y me giro. Cole me observa con detenimiento. Lleva un traje totalmente negro y le sienta de maravilla. Sus ojos me examinan sin ninguna prisa. Desde mi peinado hasta los zapatos de tacón. Cuando se percata de la copa de cristal que aún sostengo en mis manos, sonríe y se aproxima a mi.

Está muy cerca y aunque quiera apartarlo de mi, algo me lo impide.

Nuestras respiraciones se mezclan y nuestros zapatos se rozan. Sus labios se acercan a mi oído y me estremezco cuando me susurra con voz ronca:

––Ahora eres de los nuestros.

Abro los ojos como platos cuando comienza a depositar pequeños besos en mi cuello. Todo mi cuerpo se estremece con su tacto y no puedo evitar que de mi garganta escape un gemido, mientras que de la suya, un potente gruñido. Sus manos se posicionan en mis caderas y me atrae con fuerza a él.

Quiero alejarme, preguntarle a qué se refiere con que ahora soy de los suyos, pero es como si no tuviera el control sobre mi cuerpo.

Me coge de los muslos y me alza, quedando mis piernas alrededor de sus caderas. Sus dedos hacen círculos en mi piel mientras muerde el lóbulo de mi oreja y jadeo.

Elevo mis manos para rodear su cuello y dejo caer la copa. Me aferro con fuerza a Cole y cierro los ojos mientras pasa su lengua por mi escote. Los dos gemimos y tiro de su pelo oscuro con fuerza, atrayéndole más a mi, si es que eso es posible.

Abro levemente los ojos y grito en cuanto me doy cuenta de lo que ha pasado a nuestro alrededor. Hay decenas de cadáveres flotando en sangre por toda la sala. El espeso líquido le llega al alienígena por las rodillas y la cola de mi vestido flota en la superficie, manchada del color rojo intenso.

El vómito sube por mi garganta y los ojos se me cristalizan.

––Ahora eres de los nuestros... ––repite en un susurro.

Miro por toda la habitación, desesperada por encontrar algún tipo de salida. Pero no la hay.

Y entonces lo veo. La copa de la que bebí se encuentra encima de la mesa, desbordada de sangre que cae al suelo, inundándolo todo.

––He tomado sangre... ––susurro sintiendo el vómito cada vez más cerca de mis labios.

Cole sonríe y continúa besando mi cuello y moviendo sus caderas contra las mías.

Grito como nunca antes había gritado y las lágrimas de puro terror caen por mis mejillas. Apoyo mi cabeza en el hombro del alienígena para limpiarlas y cuando me alejo, la chaqueta de su traje también está manchada de ese color rojo. Temblando me llevo una mano debajo de los ojos y lo compruebo: estoy llorando sangre.


Me despierto con la respiración agitada y las mejillas húmedas. Mi cuerpo entero tiembla y estoy tumbada en el suelo, con la cabeza apoyada en gran cantidad de mullidas hojas. Trato, sin mucho éxito, de calmarme. Las imágenes de mi sueño se repiten una y otra vez en mi mente: desde el íntimo encuentro con Cole al sabor metálico de la sangre en mi boca.

El Visitante se encuentra dormido profundamente a mi lado, con una mano alrededor de mi cintura. Su tacto solo consigue empeorar mi estado.

Le aparto con delicadeza para que no se despierte, me levanto de un salto y corro hasta llegar a unos arbustos. Abro la boca para dejar escapar el vómito pero apenas sale algo. Esto únicamente aumenta el picazón de mi garganta y el mareo. He expulsado lo poco que quedaba en mi estómago.

Suspiro y vuelvo al lugar donde estaba hace unos segundos, pero colocándome a una distancia más prudencial del alienígena. Me llevo una mano a la frente, limpiándome levemente el sudor.

Me trato de convencer de que ese sueño no significa nada, pero algo en mi interior sabe que no es así.

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