Capítulo 12: Siempre hemos estado aquí

Canción para este capítulo: Chains-Nick Jonas (la letra no tiene mucho que ver con el capítulo, pero lo escribí escuchándola :3)

Me abrazo a mi misma mientras suspiro. Hace unas horas que detuve la moto para descansar y no he parado de pensar. El problema es ese. Que estoy dándole vueltas a asuntos que no debería. Soy una persona fuerte, pero tampoco invencible.

Mi mente repasa todos los momentos de mi vida, desde lo poco que recuerdo de mi infancia a los días más complicados del Apocalipsis. Cierro los ojos y expulso el aire de forma entrecortada. Una lágrima se desliza por mi mejilla al pensar en cómo podrían haber sido las cosas si los Visitantes jamás hubieran venido. ¿Quién sabe? A lo mejor ahora estaría sentada en un cálido sofá, viendo algún tipo de serie con un chico especial. Y sin embargo estoy aquí, sola, volviéndome cada vez más fría. Y lo desteto. Detesto sentirme débil pero también detesto haberme convertido en lo que soy.

Una gota salada cae por cada persona que he perdido y por cada instante de sufrimiento que he vivido. Simplemente estoy aprovechando para desahogarme ahora que Cole no está.

Cuando me despierto el sol ya ha salido. Me encantaría poder decir con exactitud qué día o qué hora es, pero mis conocimientos no llegan más allá de la estación en la que nos encontramos.

Me incorporo en mi sitio y me levanto lentamente para no marearme. Espero unos segundos hasta que mis ojos se acostumbran a la luz y resoplo. La última cosa que me apetece en estos momentos es volverme a subir a ese monstruo con ruedas.

De repente oigo unas voces. De mis labios escapa un "mierda" apenas audible incluso para mi y me escondo detrás de unos arbustos que hay a mi lado. Estos están colocados en forma de una especie de U por lo que a quien quiera que haya ahí fuera se le hará más difícil verme. Maldigo internamente por no haber escondido demasiado bien el vehículo y me llevo una mano a la boca, mordiéndome las uñas.

––Ya casi está. ––oigo decir a una voz masculina.–Dentro de poco todo estará listo.

Esas palabras llaman mi atención de una manera sobrecogedora. Con cuidado busco un pequeño agujero que quede entre las ramas y miro por él. Dos Visitantes caminan en mi dirección.

––¿Estás seguro de todo esto? ––el otro ser suena más inseguro.

El primero bufa sonoramente.

––¿Y si no lo estuviera, qué importaría, Carter? ––responde con voz cansada e irritada.

Frunzo el ceño con fuerza y aparto mi mano de mi boca para colocarla sobre mi cinturón, en el cual descansan mis armas. Diviso que se están acercando cada vez más, por lo que me agacho y me coloco de espaldas a las hojas, para que mi cabello castaño oscuro se camufle entre el follaje.

Silencio.

Eso es lo único que hay en estos momentos.

Un creciente sentimiento de terror de instala en mi estómago y mi corazón aumenta el ritmo de sus palpitaciones. Tomo aire y me vuelvo lentamente, colocando mi ojo en el pequeño agujero.

No hay nadie.

Disimuladamente cierro mis dedos alrededor del mango de la pistola, suspiro y regreso a mi anterior posición.

Los ojos verdes de uno de los Visitantes están a centímetros de los míos.

––Hola. ––saluda burlón.

Conteniendo la respiración saco la pistola (que por suerte siempre tengo cargada) y aprieto el gatillo.

El ser cae de espaldas gimiendo de dolor. Veo un punto del que brota sangre en la zona de las costillas, demasiado bajo como para haber dado en el objetivo: el corazón. Con un poco de suerte su pulmón habrá salido dañado.

El Visitante jadea mientras de su boca salen burbujas de sangre. Noto como hace grandes esfuerzos por escupirla, pero al estar tumbado lo único que consigue es que aterrice en sus ojos o nariz, cubriéndole del espeso líquido.

Me trago el vómito que estaba comenzando a ascender por mi garganta y acabo con su sufrimiento. Después me reprendo a mi misma por haberle, técnicamente, concedido mi misericordia. No se la merecía y se la he dado. Eso me convierte en una buena persona, ¿no?

Dejo mis estúpidos pensamientos a un lado y giro sobre mi misma un par de veces, intentando localizar a Cúter o como quiera que se llame. Seguramente se habrá escondido y estará esperando para tomarme por sorpresa.

Aparto un poco el cadáver con el pie para salir de ese rincón y doy varias vueltas por los alrededores. Mi arma no abandona mi mano en ningún momento.

Tras varios tensos minutos vuelvo al lugar donde el cuerpo se quedó. Abro los ojos como platos al ver la escena que hay construida ante mi:

Cúter sostiene la mano inerte del Visitante y lo mira con tristeza. Puedo ver incluso una lágrima resbalar por su mejilla. Descarto esa idea rápidamente, es imposible.

Lentamente alzo mi querida pistola y apunto hacia su pecho. Está tan concentrado que ni siquiera se ha percatado de mi presencia.

––Claro que sé que estás ahí. ––mi cuerpo se sobresalta la escuchar su voz quejumbrosa y dolida.

Genial, un Visitante que puede leer los pensamientos, ¿y ahora cómo le mato si sabe lo que voy a hacer en todo momento?

––Ni aunque yo careciese de este poder podrías asesinarme como a mi hermano. ––presume, aunque con palpable ira.

¿Hermano?¿Estos monstruos pueden tener hermanos?

––Él se lo busco. ––replico como si estuviera hablando del tiempo, pero sin bajar mi arma.

Cúter suelta una risa amarga que poco a poco se apaga.

––Mason solo cumplía órdenes, no es su culpa que los humanos os hayáis ganado la destrucción. ––abro la boca para responderle, pero antes de que pueda decir nada, me interrumpe.––Y me llamo Carter, no Cúter.

Sabía que empezaba por C-.

––¿Perdona? ¿Acaso no eres consciente de todo lo que las personas estamos sufriendo? ¿Acaso no te das cuenta de lo que yo he sufrido? ––respondo notando como el enfado en mi interior aumenta cada vez más.

¿Por qué mierda estoy hablando con él?

Resoplo, niego con la cabeza y aprieto el gatillo.

No sale nada. Me he quedado sin balas.

Mierda, mierda y más mierda.

––Antes de que llegáramos, también sufríais. ––suspira pesadamente y noto el esfuerzo que hace para que su voz no salga entrecortada.––Pero no es hasta ahora que lo pasáis mal todos que os quejáis... los humanos sois egoístas por naturaleza.

––¿A qué te refieres?

––Es sencillo, en la Tierra los que tenían dinero lo tenían todo, mientras que otros morían de hambre y de sed.

Me paso la lengua por los labios lentamente. ¿Cómo saben cómo funcionaba el planeta antes de que llegaran?

Carter niega con la cabeza mientras yo acerco la mano a mi cuchillo, esperando la respuesta de la pregunta que he formado inconscientemente en mi mente.

––Siempre hemos estado aquí.

 



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