07. Compras

Jessica: ¿Qué opinas de este? —Me mostró un vestido rosa—

Samantha: Lindo.

Ya era el quinto vestido que nos mostraba.

Jessica: Me gusta, pero no estoy segura por los tirantes.

Angela: A mí me gusta este. —Me mostró un vestido azul de tirantes con lentejuelas—

Jessica: Me gustan las lentejuelas.

Samantha: Sí, son muy lindas.

Jessica: Voy a probarme este. —Tomó un vestido y se fue al vestidor—

Angela: ¿Qué opinas? ¿La lavanda es mi color?

Samantha: Mmm, si es tu color. —Le guiñé— Todo te queda bien.

Angela: Tómate esto en serio.

Samantha: Y lo estoy haciendo.

Jessica: ¿Qué les parece? Me gusta mucho el rosado pálido. —Se miró en el espejo y sonrió— Ok, me gusta mucho este. Hace resaltar mis atributos.

Samantha: Sí, y mucho. —Miré un par de segundos sus atributos y desvié la mirada—

Chico: ¡Qué buenas! —Golpeo el cristal—

Chico 2: Yo sí les doy.

Los chicos se rieron y siguieron caminando.

Jessica: Eso es incómodo.

Bella: Es asqueroso.

Samantha: Los voy a golpear.

Me levanté, pero Angela puso su mano en mi hombro, dándome un pequeño apretón y haciéndome volver a sentar.

Angela: Tranquila.

Jessica: Bella, ¿qué opinas? —Hizo una pose— ¿Sí?

Bella: Se ve genial.

Jessica: Dijiste lo mismo de los otros.

Samantha: Es que se ven bien con todo.

Jessica: ¿No están interesadas en esto, verdad?

Bella: En realidad, solo quería pasar por la librería.

Samantha: Entonces vamos, de estar tanto tiempo sentada se me durmió el trasero.

Bella: Vamos, ¿nos vemos en el restaurante? —Le pregunto a las chicas—

Angela: ¿Están seguras?

Samantha: Sí, no se preocupen, nos vemos luego.

Antes de irnos, saqué mi billetera y les entregué dos billetes de cien a cada una.

Angela: Esto es mucho.

Jessica: Demasiado.

Las dos estaban viendo los billetes sorprendidas.

Samantha: Solo son doscientos dólares, tómenlos como una disculpa por no ser de mucha ayuda.

Antes de que Angela intentara devolverme el dinero, salí junto con Bella.

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Entramos a la librería y mientras Bella buscaba el libro, yo veía los cómics que se encontraban afuera.

Samantha: ¡Uhhh, Batman! —Agarre el cómic y lo abri—

Bella: —Salió de la tienda— Gracias, ya nos podemos ir.

Samantha: Sí. —Dejé el cómic en su lugar y miré al cielo— Está oscureciendo, ¿por qué no trajimos el auto?

Bella me ignoró mientras guardaba el libro en su bolso y caminaba.

Samantha: ¿Qué libro compraste? —Pregunté mientras la seguía—

Bella: De historia.

Samantha: ¿Desde cuándo te gusta la historia? Mejor dicho, ¿desde cuándo te gusta leer?

Bella: ¡Oye! —Me golpeó el brazo y sonrió— Siempre me gustó leer.

Bella estaba por entrar a un callejón oscuro, pero la detuve al ver a dos chicos, y nos dimos la vuelta.

Samantha: Vamos.

Agarré su brazo y comenzamos a caminar más rápido.

Chico 1: Las vi comprando vestidos.

Chico 2: ¿A dónde van?

Caminamos más rápido hasta un estacionamiento donde estaban los amigos de los chicos.

Chico 3: Miren qué tenemos aquí.

Chico 2: ¡Son mis chicas!

El chico 4 lanzó una lata de cerveza al chico 2 detrás de mí y él la atrapó.

Intentamos irnos, pero uno de los chicos nos detuvo.

Chico 4: Ey, ey, ¿a dónde creen que van?

Le di una patada en el estómago, haciendo que cayera al piso.

Samantha: ¡Corre!

Le di un pequeño empujón y ella se alejó un par de pasos, pero se resbaló y cayó en su trasero.

Samantha: ¡Bella, corre!

Bella no se movía y parecía estar en shock desde el suelo.

Samantha: Dios, dame paciencia.

Bella: ¡Cuidado!

El chico 4, que la había golpeado, se había levantado y me golpeó en el rostro, haciéndome caer al piso.

Chico 4: ¿Cómo te atreves, zorra?

Sonreí y apreté los puños, levantándome de un salto y escupiendo sangre.

Samantha: Me rompiste el labio, buen golpe.

El chico 4 se abalanzó contra mí intentando darme otro golpe en la cara, pero lo esquivé y le devolví el golpe en la cara, enviándolo al piso noqueado.

Samantha: ¡¿Quién es el siguiente?!

Los chicos se alejaron un poco, asustados al ver a su amigo en el piso inconsciente.

Chico 1: Vámonos, esta chica está loca.

Antes de que los chicos pudieran irse, un auto llegó derrapando y se detuvo frente a nosotros, dejando a la mayoría sorprendidos. Mientras los chicos estaban distraídos, me acerqué a mi hermana y la levanté del suelo.

Samantha: ¡Largo!

Grité a los chicos, quienes, asustados, agarraron a su amigo y se fueron casi corriendo.

Bella: Samantha, tu labio.

Samantha: Estoy bien.

Del auto salieron Edward y Rosalie, quienes se acercaron a nosotras.

Rosalie: ¿Estás bien? —Agarró mi rostro entre sus manos y vio mi labio—

Samantha: ...Sí. —Sentí mis mejillas calientes y me aclaré la garganta— Estoy bien.

Rosalie: —Se dio cuenta de lo que hacía y me soltó— Suban al auto.

Samantha: Bien.

Entramos al auto, Rosalie y yo íbamos en la parte de atrás, Bella iba de copiloto y Edward conducía como loco.

Edward: Debería buscarlos y arrancarles la cabeza.

Bella: No, no lo hagas.

Edward: No sabes las cosas repulsivas que pensaban.

Me agarré más fuerte del asiento y miré a Rosalie, que se notaba molesta.

Bella: ¿Y tú si?

Edward se dio cuenta de lo que dijo y se puso nervioso, mirando de un lado a otro.

Edward: No es difícil de adivinar.

Rosalie: ¿Podemos hablar de otra cosa? —Gruñó—

Bella: Deberías ponerte el cinturón.

Vi a Rosalie y rápidamente le puse el cinturón y después me lo puse yo. Rosalie me sonrió con ternura, haciendo que mi corazón latiera como loco.

Edward: —Se rio un poco— Ja, ja, ponte el tuyo mejor.

Edward derrapó un par de veces más hasta detenerse frente al restaurante.

Samantha: Gracias a Dios. —Bajé del auto y caí al suelo con las piernas temblando— Oh Dios, vi mi vida pasar frente a mis ojos. ¿Cómo demonios tiene una licencia?

Rosalie: Porque no la tiene.

Samantha: Eso explica mucho.

Rosalie me ofreció su mano y la tomé. Con un tirón, me levantó del suelo, quedando solo a un par de centímetros de distancia.

Samantha: Gracias... —Sentí de nuevo mis mejillas arder y me alejé de ella al ver a las chicas salir del restaurante— Chicas, lo sentimos tanto.

Bella: Disculpen.

Angela: ¿Dónde estaban? Les dejamos un montón de mensajes.

Jessica: Las esperamos, pero nos estábamos muriendo de hambre.

Samantha: De verdad lo sentimos.

Edward se acercó, dejando a las chicas en shock.

Edward: Lamento que las chicas no pudieran cenar con ustedes. Nos encontramos y nos pusimos a charlar.

Rosalie: Sí, charlar. —Se puso a mi lado viendo a Angela con los brazos cruzados—

Edward: Lo sentimos...

Las chicas negaron y sonrieron viendo a los Cullen.

Jessica: No, nosotras entendemos. Eso pasa, ¿verdad?

Angela: Sí, mm, nosotras...

Jessica: Sí, nosotras nos vamos.

Angela: Con permiso.

Samantha: Bien, nos vamos con ustedes.

Edward: Mm, creo que debería asegurarme de que Bella coma algo. Claro, si Bella quiere, y después te llevo a casa, ¿si quieres? —Le preguntó a Bella—

Ella solo asintió.

Angela: Eso es... muy amable.

Jessica: Sí, muy amable.

Samantha: Demasiado amable... Yo también me quedaré.

Edward: No, no, por favor, ve con ellas.

Rosalie: Samantha dijo que se queda, Edward.

Samantha: Sí, Edward, me quedo. —Le sonreí a Rosalie y luego a las chicas— Vayan con cuidado y mándenme un mensaje cuando lleguen a casa.

Angela: Bien, nos vemos mañana.

Jessica: Hasta mañana.

Samantha/Bella: Adiós.

Nos despedimos de las chicas y entramos al restaurante. La mesera nos dio una mesa y los menús. Me senté al lado de Bella y enfrente se sentaron los Cullen.

Mesera: ¿Qué les gustaría esta noche?

Bella: Yo quiero los ravioles con champiñones, por favor.

Samantha: Yo, la Rigatoni alla zozzona, por favor.

Mesera: ¿Y ustedes?

Edward: Estamos bien así, gracias.

La mesera me sonrió y se fue, dejándonos en un incómodo silencio. Pasaron unos minutos y la mesera volvió con nuestros pedidos.

Mesera: Aquí tienen los ravioles con hongos. —Puso el plato enfrente de Bella— Y la Rigatoni alla zozzona. —Dejó el plato enfrente mío y pasó sus dedos por mi brazo donde tenía un tatuaje— Lindo tatuaje.

Samantha: Ah, gracias. —Miré el tatuaje de su pecho— El tuyo también es lindo.

Mesera: Aw, gracias. ¿Quieres tocarlo?

Samantha: Bueno, sí, si me dejas. —Casi solté un grito al sentir cómo alguien me pellizcaba el costado—

Rosalie: —Sonrió y dejó de pellizcarme— Eso es todo, ya te puedes retirar.

Mesera: Bien, disfruten de la comida. —Me guiñó y se fue—

Bella: ¿Ustedes no van a comer?

Edward: No, amm nosotros estamos en una dieta estricta.

Bella: Deben darnos algunas respuestas.

Samantha: A mí no me miren, yo no quiero saber nada. —Comí un poco de mi rigatoni—

Bella: Samantha, por favor.

Edward: ¿Quieres respuestas? Bien... Sí. No. Para llegar al otro lado. Y podría decirte que el león no es como lo pintan.

Bella: Eso no es gracioso, Edward.

Edward: ¿No lo es?

Samantha: Bueno, para mí sí lo fue.

Bella me vio con el ceño fruncido.

Samantha: Solo un poco.

Bella: ¿Cómo supiste dónde estaba?

Samantha: —Dejé el tenedor a un lado y miré a Rosalie— Saben, yo también quiero saber eso.

Rosalie: No lo sabíamos.

Samantha: Bien, nos vamos.

Nos estábamos levantando y Edward nos detuvo.

Edward: No, espera, no se vayan.

Bella: ¿Nos siguieron?

Edward: —Se inclinó acercándose a mi hermana y susurró— Siento esta necesidad de protegerte, ¿comprendes?

Samantha: Entonces nos siguieron. —Miré a Rosalie y sonreí— No sabía que te gustaba tanto, Rosalie.

Rosalie: No me gustas. —Se cruzó de brazos y evitó mi mirada—

Samantha: Tu reacción me dice lo contrario, cariño.

Edward: Nosotros íbamos a mantener nuestra distancia hasta que oí lo que esos miserables estaban pensando.

Levanté las cejas sorprendida y miré a Edward.

Samantha: ¿Leer los pensamientos? Entonces, ese es tu don. —Me callé antes de decir algo más—

Edward y Rosalie me miraron sorprendidos, estaban por preguntar algo, pero levanté la mano deteniéndolos.

Samantha: Esa es la razón por la cual nos siguen... ¿No puedes leer nuestras mentes?

Edward: —Asintió lentamente— Puedo leer la mente de todos en este lugar... Menos las de ustedes. —Nos apuntó— Es muy frustrante.

Bella: ¿Hay algo malo con nosotras? —Me miró preocupada—

Samantha: —Puse una mano en mi boca y miré preocupada a Bella— Acaba de decir que puede leer la mente, ¿y eso es lo que te preocupa, Bella?

Bella: Sí. —Respondio sin entender mi reacción y miró a Edward—

Edward: Ya no tengo la fuerza necesaria... para mantenerme alejado de ti, Bella.

Bella: Entonces no lo hagas.

Rosalie gruñó y me levanté de la mesa, agarrando también a Bella del brazo y levantándola.

Bella: Samantha, ¿qué haces? ¡Suéltame!

Samantha: No, Bella, nos vamos.

Edward: ¡Espera!

Bella intentaba soltarse de mi agarre, pero no podía. La arrastré hasta la salida y al estar afuera, la cargué como un costal de papas en mi hombro.

Bella: ¡Suéltame, Samantha!

Bella comenzó a patalear y golpear mi espalda cada vez más fuerte, pero no me detuvo.

Samantha: Si te dejas de mover, todo será más fácil.

Eso provocó que se moviera más, intentando zafarse.

Edward: ¡Suéltala!

Se intentó acercar, pero se detuvo en seco al verme a los ojos.

Edward se alejó de nosotras sorprendido, mientras Rosalie solo me miraba preocupada.

Edward: ¿Qué eres? —Frunció el ceño y miró a Rosalie— ¿Tú ya lo sabías?

Rosalie asintió y se quedaron callados.

Bella: ¿Qué sucede? ¿Por qué se quedan callados? ¡Samantha, bájame de una vez!

Bella volvió a golpear mi espalda y gruñí, cerrando los ojos y calmándome, haciendo que mis ojos volvieran a la normalidad.

Samantha: Quiero la verdad, qué realmente sucede. —Miré a Rosalie con el ceño fruncido y dejé a Bella en el piso— Por qué en serio me confundes, un momento me sonríes y al otro me gruñes e intentas alejarme.

Rosalie evitó mi mirada, cruzándose de brazos y mirando al suelo.

Samantha: No entiendo qué sucede, pero no puedo sacarte de mi cabeza.

Eso hizo que Rosalie me viera sorprendida y con la boca un poco abierta.

Samantha: Me asusta tanto que desde que te vi, eres en lo único que pienso... tu voz, tu olor, tu todo me vuelven loca.

Intenté acercarme, pero ella dio un paso atrás y volvió a ver al piso, evitando mi mirada, lo que me devolvió a la realidad. Miré sorprendida y con un poco de miedo a mi hermana.

Samantha: Me voy... que Edward te lleve.

Empecé a correr sin mirar atrás, sintiendo el viento en mi rostro y pensando en el grave error que había cometido.

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