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Cuando Scorpius habló con Rose en su vuelta a Hogwarts sobre lo que sucedió en las vacaciones, ella ni siquiera se dignó a mostrarse sorprendida. Solo lo miró casi sin expresión, y se encogió de hombros diciendo que ya lo veía venir.
—Lo mínimo que merezco ahora, por haber soportado sus celos y tensión sexual, es que sean pareja —añadió en cierto punto, causando que el rubio la mirara como si le hubiese salido una cabeza extra.
—No es para que te precipites, hasta ahora no he podido verlo. Y ponerse caliente por alguien no es motivo suficiente para ser pareja.
Ella alzó una ceja —Claro, porque solo es eso.
Scorpius asintió, e incluso tres semanas después seguía pensando lo mismo. Albus solo le atraía físicamente, solo era un capricho de su joven y hormonal cuerpo de adolescente.
Porque la primera vez que se vieron luego de las vacaciones apenas estuvieron cinco minutos sin tocarse, ya que los labios finos del Potter moviéndose tan cerca del pálido eran demasiado para este. Era como un imán que lo atraía para pegarse a él, a rodearlo con sus brazos o pasear sus manos por el cuerpo ajeno. Tampoco es como si solo él sintiera eso, Albus también parecía ansioso por el contacto.
Se convirtió en una costumbre, en algo normal entre el par de amigos. Que todos los días hubiera como mínimo un pico, o una caricia lenta y larga en la espalda. No pensaban mucho en lo que significaba todo, eso lo convertiría en algo raro; simplemente querían tocarse, besarse y estar tan cerca como fuese posible. Cada mínimo roce se convirtió en algo consciente, ansiado y estremecedor.
La respiración de Albus era temblorosa mientras Scorpius mordisqueaba su cuello, sujetándolo firme por la cintura, rozando sus entrepiernas de vez en cuando. Potter maldecía entre dientes de vez en cuando, quejándose por los tentativos movimientos del rubio, o porque este le dejaba marcas en el cuerpo
Se odió a sí mismo cuando un ligero lloriqueo se le escapó al sentir su miembro doler, porque Scorpius se había separado y lo dejó desatendido. Ya estaba comenzando a perder la cabeza por el vaivén de su amigo.
—Eres un imbécil —gruñó cuando los ojos grises y burlescos de Malfoy lo miraron.
— ¿Ya no es suficiente, eh?
—Da igual, tengo que ir a estudiar.
Intenta irse, en un arrebato de enojo por el golpe a su ego, pero el otro lo detuvo de inmediato. Scorpius sujetó sus mejillas con las manos, volviendo a acercarse a él hasta que sus respiraciones se mezclaban.
—No te enojes, Alb —murmura, y por unos segundos sus ojos se ven algo vacilantes, para luego tornarse un poco más seguros—. Si... Si quieres puedo arreglarlo.
La confusión pintó el rostro de Albus, dispuesto a preguntar a qué demonios se refería hasta que sintió una caricia en su entrepierna. Sus ojos se abrieron un poco más, soltando un jadeo. Ni siquiera había notado que una de las manos de Scorpius había bajado.
Y este le miraba atento, esperando alguna señal negativa para alejarse y —por supuesto— salir disparado de ese lugar, con el orgullo por los suelos. Pero Potter nunca se mostró disgustado, tampoco dijo algo para detenerlo y, como dicen por ahí, el silencio otorga.
Un poco tembloroso, por ser la primera vez que tocaba a otro chico, volvió a pasar los dedos por encima del pantalón. Sus ojos brillaron al notar lo que provocaba en el otro, sintiéndose de pronto muy poderoso y animado. Así que decidió ir más allá, ahora rodeando el miembro de Albus con su mano; este se sentía semi erecto, aunque debía admitir que los pantalones comenzaban a molestarle.
Recordó que estaban en una parte del castillo que nadie recorría, más que íntimo. Relamió sus labios, acariciando, mirando fijo a Albus.
—Bajaré tus pantalones —informa, respira hondo—. ¿Está bien?
El otro ni siquiera parecía ser capaz de responder con palabras, solo asintió torpemente. Una parte de la mente de Albus le gritaba que podían encontrarlos así, pero la parte que lo dominaba en ese momento necesitaba sentir más a Scorpius.
Le temblaron las manos cuando desabrochó los pantalones, apenas bajando el cierre. Estos se deslizaron por las piernas de Albus hasta el suelo, dejando ver su bóxer blanco, y también su pene algo animado. Los dedos de Scorpius picaron, no perdiendo el tiempo en ingresar dentro de la ropa interior y volver a lo suyo.
Una vez más los ojos de Albus se abrieron como platos.
—Jodido bruto —chilló, intentando no gemir—. Nunca... Ah, nunca avisaste sobre eso.
Tampoco es como si fuese algo desagradable, una parte de él quería decirle que se moviera más rápido.
—Eso habría arruinado el momento —jadea, le prendía muchísimo ver a Albus en ese estado.
Estás masturbando a tu amigo. Esa idea surcó la mente de Scorpius de pronto, pero aún así no se detuvo, solo aceleró sus movimientos. Ahora Potter estaba recostado contra la pared, con la cabeza hacia atrás y respirando fuerte, maldiciéndolo de vez en cuando. Scorpius pensaba que era la faceta más hermosa que había visto de su amigo.
¿De verdad puedo seguir llamándolo amigo después de esto?
Estrella sus labios con los del pelinegro, sintiendo su gruñido hacerlo estremecer. Comenzaba a sentirse sofocado, pero de todas formas le encantaba.
—Ahh, Scorpius —la voz de Albus salió aguda, y su pelvis se movió hacia la mano de Malfoy.
No, mierda no.
Con la otra mano sujetó la nuca de Albus para que este lo mirara a los ojos, para poder verlo con la mirada nublada y húmeda, para poder verlo temblar. No estaba seguro de cuánto tiempo llevaban así, solo que Albus estaba a punto de venirse en su mano.
Parecía no haber mejor momento.
—Salgamos el sábado, vamos a beber café. No quiero que esto sea solo físico, Albus.
Los dedos de Albus se sujetaron de la camisa de Scorpius, mientras se retorcía.
— ¿En serio dices eso ahora? ¿Cuando tienes mi pene en tu mano?... Merlín, no es momento para hacer esas confesiones —lloriquea cuando el placer que sentía estaba llegando al límite.
—Es el momento perfecto... ¿Quieres formalizar esto o no?
Quería sonar firme, confiado, pero en realidad por dentro estaba por deshacerse.
Los labios del pelinegro se apretaron, un gemido salió del fondo de su garganta y la mano de Scorpius se sintió tibia. La sacó de la ropa interior del chico parpadeando varias veces, solo para ver el líquido en sus dedos.
—Sí —respondió a media voz, ganándose la atención del rubio otra vez—. Sí quiero.
Primero lo observó perspicaz, pero luego no pudo contener más su sonrisa. Se acercó para besar suavemente sus labios, dejando que el tembloroso Albus se apoyara en él.
No le importó que su erección aún doliera en sus pantalones, estaba más que feliz con saber que ambos estaban dispuestos a intentar ir al siguiente nivel.
Al menos entonces eso parecía ser lo que quería.
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