R
Albus y Scorpius fueron el blanco de las bromas de James y sus amigos durante todo su primer año, y gran parte del segundo. Aquello mermó solo porque el pequeño Potter tuvo que recurrir a sus padres, confesarles que su hermano no dejaba de molestarlo a él y a su amigo. Se consiguió más rencor por parte de James, pero al menos este comenzó a controlarse.
—El otro año podremos ir a Hogsmeade, y abastecernos de dulces nosotros mismos —hablaba extasiado Scorpius, mientras caminaban por los pasillos durante un domingo—. No más estafas por parte de los de cuarto año.
—A ti solo te importan los dulces.
—A esta edad, es lo único que me hace feliz —Ambos rieron ante el comentario—. Y también podremos ir a la casa de los gritos.
Albus acomodó sus gafas con una mano, mientras la otra sostenía un par de libros. Giró hacia su amigo dándole una pequeña sonrisa.
— ¿No te había dicho ya la historia detrás de eso?
—Lo hiciste, acabaste con el chiste, pero de todas formas quiero ir. Además de ignorar que fuiste como mi padre diciéndome la verdad sobre Santa Claus —admite, chocando sus hombros sin fuerza, sonriéndole de vuelta—. Y, por favor, no me digas alguna historia sobre él. Papá ya lo acabó.
El azabache apretó los labios, apartando la vista mientras sus mejillas se sonrojaban y se tragó sus palabras. Scorpius parecía conocerlo bien, pues estaba a punto de hablarle sobre una historia del barbudo que leyó en un libro muggle. No podía evitarlo, una vez adquiría conocimiento sobre algo, este solo fluía en cualquier conversación.
— ¿Hiciste la tarea de transformaciones?
—No es tan larga, la termino en un ratito. Tal vez la haga en la noche —el rubio dijo, restándole importancia y haciendo un ademán con la mano.
—Son como diez pergaminos.
El Malfoy se atragantó con su propia saliva, mientras su amigo le palmeaba la espalda lanzando una risita. Cayó en desesperación durante un minuto completo, lanzando ideas como tirarse al lago negro para pescar un resfriado y no ir a clases, hasta que Albus se propuso para ayudarlo.
Así que se dirigieron a la biblioteca luego de separarse para buscar sus útiles, y comenzaron la carrera para terminar el trabajo de Scorpius antes de que cerraran el establecimiento.
—Voy a devolver estos libros a su lugar, ya solo te queda una página —Albus le dijo con tono alegre, alborotando el cabello del otro.
Scorpius solo hizo un sonido desde la garganta, sin despegar los ojos del papel en el que escribía.
Cuando llegó al pasillo de los libros de transformaciones, y se dispuso a colocar cada uno en sus lugares, alguien apareció a su lado. Albus tardó unos segundos en voltear, pero antes de hacerlo ya había reconocido a esta persona, a través de su perfume.
Allí estaba Rose, mirándolo de una forma que no podía descifrar, pero sabía que no era feliz de verlo. Ya no tenía buena relación con su prima desde que entró a Hogwarts y se hizo amigo de Scorpius. Ella tenía plantados los pensamientos que su padre le había dicho con respecto a los Malfoy; y aunque no atacaba como James lo hacía, no era muy sutil cuando los miraba en los pasillos y las clases.
— ¿Todavía no terminaste tus deberes?
—Solo ayudo a Scorpius con su tarea —le respondió, incómodo.
Ella torció un poco el gesto cuando mencionó al otro.
—Deberían apurarse, la biblioteca cerrará pronto —dice, y se voltea dispuesta a irse.
La garganta de Albus picaba, llena de todas las preguntas que llevaba tiempo deseando hacerle. ¿Era buen momento? Rose se veía tranquila, y definitivamente no iniciaría una gran discusión en la biblioteca.
— ¿Odias a Scorpius?
Su prima se quedó quieta al escucharlo, sus hombros se cuadraron y tensaron más que antes.
—Es un Malfoy —respondió simplemente.
—Tú solo sabes lo que hicieron otros Malfoy, no lo que es Scorpius... ¿Aún así sientes que es suficiente para odiarlo y tratarlo como si fuese un criminal?
Ella voltea, mostrándose un poco alterada. Pequeñas lágrimas se acumularon en sus ojos, pero jamás dejaría que cayeran en ese momento.
—No entiendo por qué de pronto vienes a preguntar algo tan obvio, Albus. Él es un Malfoy, y yo soy una Weasley.
—Yo soy un Potter, y somos mejores amigos. Determinar amistades y enemistades por apellidos es ridículo.
Un silencio incómodo se instala, y Albus se acerca a su prima con la decepción plasmada en su rostro.
—Eras mi prima favorita porque pensabas diferente a ellos, porque te unías a mí para intentar ver las cosas desde otra perspectiva, cuando dudábamos y elegíamos hacer nuestra propia opinión... Dolió mucho cuando te alejaste, y dejaste de dudar sobre lo que te dijeron —confiesa, él también tiene lágrimas en los ojos, y un par ya se han paseado por sus mejillas.
La mirada de Rose tiembla, y quiere pasarse las manos por la cara pero se contiene.
—A mí me dolió que lo eligieras a él antes que a mí —dice al fin, con la voz rota.
Un profundo suspiro salió de los labios del niño, un suspiro demasiado lleno de emociones para alguien de su edad.
—Nadie más lo había elegido, pero a nosotros sí, muchas veces.
Se aleja de su llorosa prima, dejándola con las palabras en la boca. Rose solo observa la espalda del azabache mientras se aleja, volviendo a su lugar junto a Scorpius Malfoy.
Lo vio sonreírle con ánimo, y al rubio devolver el gesto. En ese momento, este se veía como un simple niño agradable e inofensivo, no el hijo de un ex mortífago, no alguien repugnante como le había dicho su padre. Y, por primera vez en dos años, Rose dudó.
¿Qué tenía que ver ser una Weasley con odiar a Scorpius Malfoy, cuando este no le había hecho nada? Solo era un niño que nada más tenía a un amigo en todo el colegio, porque el resto lo alejaba debido al pasado de su familia. Lo recordó caminando miserablemente en el tren luego de haber sido rechazado tantas veces.
Albus tenía razón. Ellos podían hacerse de miles de amigos, siempre serían elegidos al ser hijos de héroes, pero Scorpius solo había sido elegido una vez hasta entonces.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top