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Cuando Scorpius terminó en Slytherin y Albus en Ravenclaw, el rubio no pudo evitar sentirse desanimado, pues había pensado en los botes que sería genial terminar en la misma casa con su nuevo e inesperado amigo. Temía que su amistad fuera tan efímera, pero no podía obligar al otro a estar a su lado si no era lo que quería. Lo miró con las esquinas de sus labios caídas, mientras que el Potter caminaba a su mesa ante las miradas estupefactas del comedor. Albus se veía algo cohibido, y buscaba desesperadamente a alguien con la mirada mientras tomaba asiento.

No esperaba que terminaran conectando miradas, menos que el Potter denotara cierto alivio ante eso y le sonriera. Fue entonces cuando Scorpius cayó en la cuenta de que. a pesar de todo, su amistad del tren no se había terminado, no aún. Y le devolvió la sonrisa, mostrando sus dientes, intentando animarlo.

Compartían unas cuantas clases, momentos en los que aprovechaban para charlar en voz baja y sentarse uno junto al otro. Los pequeños de once años estaban realmente emocionados porque hicieron una amistad por méritos propios, sin alguien de por medio, sin apellidos tomando importancia. Hacían caso omiso a las miradas, a los murmullos, a todos esos que se dedicaban a hablar sobre ellos por el simple hecho de ser un Potter y un Malfoy.

Scorpius estuvo a su lado cuando, días después, James Sirius se acercó a su hermano menor luego de tanto tiempo dándole la ley de hielo. El rubio se sintió realmente intimidado al ver al mayor acercarse con una mirada voraz, pero Albus estaba peor.

— ¿Qué fue lo que hiciste?

—Nada, solo fue así —tartamudeó en respuesta el pequeño azabache.

—Eres un Potter, se suponía que debías ir a Gryffindor, como todos los Potter —recalcó, de una manera para nada delicada.

Los ojos verdes de Albus estaban húmedos, y ni siquiera se atrevía a levantar la mirada de los zapatos de su hermano.

—No te cansas de hacer las cosas al revés, ¿verdad, Albus? Siempre decepcionando —aquellas palabras incluso dolían para Scorpius.

No pudo quedarse callado por más tiempo.

— ¿Por qué serían una decepción? —se hizo notar, alzando un poco la voz. A pesar de la mirada que James le dedicó, no se hizo para atrás—. Los Ravenclaw son inteligentes, y muy capaces. Albus no tiene nada de lo que avergonzarse.

Le dedicó una sonrisa a su amigo en cuanto este se giró a verlo.

James soltó una risa cínica.

—Para más te juntas con alguien como él, realmente eres una decepción.

Eso fue como una patada para Scorpius, quien incluso había olvidado que era un Malfoy y estaba ante el mayor odiador de mortífagos.

— ¿Alguien que es un buen amigo y no tiene la cabeza llena de aire como tú?

El repentino arranque de Albus dejó al rubio sorprendido, con la boca abierta al haber sido interrumpido antes de defenderse.

—No me importa si te molesta que sea un Ravenclaw, James. Porque mamá y papá están orgullosos. No necesito la aprobación de quien se la pasa ofendiéndome a mí y a mis amigos.

Y para llenarlo de mucho más estupor, Albus tomó su mano con firmeza, observando rabioso a su hermano mayor.

—Albus, te juro que si te vas con él dejaré de verte como mi hermano.

—No vuelvas a meterte conmigo o con Scorpius.

Dicho esto, tiró de su amigo dejando atrás a un furioso James Potter.

Ambos llegaron a los jardines del primer piso, y sin soltarse aún, Scorpius miró agradecido a Albus. Le dio un vuelco al corazón ver que este ahora dejaba que las lágrimas fluyeran sin parar por su rostro, dejando atrás la imagen confiada y dando paso a una completa tristeza.

No lo pensó más, se acercó a él y lo abrazó, intentando reconfortarlo. Dio palmadas a su espalda, sintiendo que las lágrimas de Albus mojaban su hombro.

Fue la primera vez que uno de ellos lloraba y el otro estaba ahí para contenerlo.

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