Capítulo XII
AVISO: Capítulo largo y extremadamente adorable.
1460 palabras.
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Desperté al sentir como me zarandeaban suavemente, notando una pequeña presión en mi hombro derecho. Abrí los ojos, con la mirada borrosa, bostezando mientras me frotaba un ojo. No sabía cuanto tiempo había estado dormida, pero había dado por hecho que ya habíamos llegado a Leipzig. Tomaríamos un avión en el que llegaríamos a Siberia, donde acabaríamos con los super soldados que ese doctor falso pretendía despertar.
–¿Ya hemos llegado?– miré por la ventana, comprobando que estábamos en el aparcamiento de un aeropuerto.
–Sí, acabamos de llegar.– dijo Bucky, saliendo del coche tras Sam– Pensábamos dejarte descansar un poco más, pero ya que estás despierta deberías salir.
Asentí y bajé del coche, dejando a Lara en su asiento, ella también estaba dormida, por lo que con mucho cuidado, la deje apoyada contra el respaldo de su asiento, ya que su cabeza había estado apoyada en mi hombro.
Una vez que estuve fuera, seguí la mirada de Steve y de Sam, quienes miraban la furgoneta blanca que se encontraba junto a nuestro coche. Sorprendentemente, de la parte de delante del coche bajaron Clint y Wanda, quienes de acercaron con paso decidido.
–Me alegra que apoyéis nuestra causa.– dijo mi hermano con semblante serio.
–Alguien me dijo que tenía que mover el culo– pronunció Wanda con su leve acento, mirando de forma cómplice a Clint.
–Es un gusto verte, Clint.
–Lo mismo digo, de todas formas era aburrido estar retirado.
–¿Tenéis a...?– empezó Sam.
–Oh, sí. Le di algo de café así que seguro que está listo para entrar en acción– Clint abrió la puerta de atrás de la furgoneta, sobresaltando a un hombre moreno que estaba tumbado en los asientos, con los ojos cerrados.
–¿Q-que zona horaria es esta?– bajó algo aturdido y frunció el ceño mirándolo todo.
Su confusión me hizo sonreir un poco. Apoyé los brazos en el techo del coche, mirando la escena con atención. A mi lado, Bucky también parecía estar disfrutando la extraña escena que presenciábamos.
Más adelante, el hombre se acercó a Steve y lo miró frunciendo el ceño algo confundido. Él, siendo más centrado, le tendió la mano mientras decía:
–Gracias por unirse a nosotros, señor Lang.
–Oh, sí... Es usted el Capitán América– le estrechó la mano, su voz se notaba nerviosa– Sé que conoce a mucha... Super gente, de modo que gracias por acudir a mi.
El estrechamiento de manos estaba siendo demasiado largo para ser cómodo, así que cuando el hombre moreno se dio cuenta apartó la mano y puso ambas manos en el pecho del rubio.
–Wow... El Capitán América...– se giró hacia Wanda– Es el Capitán América.– después se detuvo un momento– A ti también te conozco, eres buena.
–¿Qué tal te ha ido, Tic Tac?– lo interrumpió Sam.
–Oye, lo que pasó aquel día...
–Está olvidado.– Wilson negó con la cabeza.
Lang asintió y se hizo un pequeño silencio incómodo, pero en seguida Steve intervino:
–Sabe que estamos fuera de la ley a partir de ahora, ¿verdad, señor Lang?
–Si, claro. Pero que es nuevo.
Bucky intervino por primera vez, tan sólo diciendo:
–Deberíamos movernos.
Una voz comenzó a sonar por los altavoces en alemán, como si esta hubiera estado esperando sus palabras durante toda la escena. Entendí como decía que estaban evacuando el aeropuerto y como los civiles debían abandonarlo.
–Stark– dijo Clint mirando hacia la pista de aterrizaje.
–Poneos los trajes, ya sabéis el plan.
. . .
Wanda me había ayudado a colocarme el traje, ya que este llevaba pines electromagnéticos en la parte de atrás que no era capaz de abrochar por mi misma. Me había recogido el pelo en una pequeña trenza, haciendo que si había que llegar a pelear, mi cabello no fuera una molestia.
Salí de detrás de la furgoneta y ayudé a Lara a terminar de cambiarse. No quería que ella luchara, pero si se daba la ocasión, no pensaba dejar que fuera herida. La protegería de todo lo que fuera necesario.
–¿Necesitas ayuda, Kira?– me giré un poco al escuchar la voz de Bucky, quien miraba la pequeña chaqueta antibalas de la niña.
Ella, como aún era una niña, llevaba ropa muy pequeña que, obviamente, le llamaba la atención a su padre. Sin duda era porque llevaba tanto tiempo sin saber de ella que descubrirla en aquel momento le hizo sentir que debía acercarse más a ella. Y lo entendía, porque me ocurría exactamente lo mismo que a él, apenas había descubierto que era mi hija hasta hacía unos meses. Era normal que quisiera recuperar el tiempo perdido con su familia, con Lara, con Steve, conmigo...
–Estaría bien, sí.– le sonreí, pasándole la chaqueta– Lara, cariño, tengo que conseguirte algo nuevo, llevas mucho con esto.
–Lo sé, mamá.– nos sonrió a ambos, sus sonrisas daban calor incluso al alma más fría.– Pero creo que no es el mejor momento.
–Tienes razón– concordó Bucky, con una pequeña sonrisa de lado– No lo es, pero en cuanto podamos, tendrás el mejor traje.
–¿De verdad?– le miró con sus ojos azules brillando, una chispa que también había sido característica del hombre frente a ella.
–Claro que si. ¿O realmente piensas que te íbamos a dejar con ese traje mucho más tiempo?– le pellizcó levemente la mejilla, haciendo que ella se quejara.– Me duele tu falta de fe, peque.– le revolvió un poco la melena rubia.
Sonreí al ver cómo le gustaba comportarse con la niña como lo había hecho anteriormente conmigo, siempre sacándole una pequeña sonrisa. Siempre había sido el tipo de persona que lograba hacer sonreír a todos con cualquier tontería, por eso mismo siempre estuvo muy rodeado de gente. Siempre fue el más carismático, en el colegio, en el instituto, en todas partes.
–Pero no pensarás dejarme mucho más con esto, ¿no, James?– sonrió divertida,mirandole alzando una ceja.
–No me llames James, pequeña.– le acarició un poco el cabello– ¿Sabes...? Ya no uso mi nombre de pila.
–Entonces... Debo llamarte Bucky, ¿verdad?– le miró.
–Mm, bueno, quizá deberías llamarme por lo que soy.
Sonreí aguantando la risa, mientras él me miraba con una ceja alzada, como si tratara de saber por qué había estado a punto de reír.
–¿A qué se debe su risa, señorita?– dijo con voz solemne.
–¿Est pequeña debería llamarte por el nombre que tantas veces han...?
Me cubrió la boca con la mano, llevándose un dedo a los labios como gesto de silencio.
–No digas eso aquí, Rogers.
–Hm,hm,hm...– traté de hablar,pero no podía por su mano sobre mi boca.
–Entonces... ¿Puedo llamarte como a mamá?
–¿Cómo a...?– me miró quitando su mano de mi boca.
–Ya sabes, llamarte papá.
Eso le sacó una sonrisa, haciendo que le besara la frente y le diera un suave toque en la rodilla.
–Estaré fuera, ¿vale?– nos sonrió a ambas, para salir del coche tras darme un corto beso.
Una vez que estuvo fuera, nos miramos, ella sonreía igual que yo, con unos pequeños hoyuelos en sus mejillas.
–Sonríes más cuando está cerca.– puso una mano pequeña en mi mejilla.
–¿Eso crees?– acaricié su mano con cariño.
–Sí, mamá.– dibujó una sonrisa y besó mi mejilla para bajar del coche.
Mi sonrisa se desvaneció, dando paso a un ceño fruncido. Ahora que había recuperado a mi familia me negaba a perderla, era un precio que no estaba dispuesta a pagar.
No después de todo lo que habíamos sufrido todos nosotros. Todo ese dolor y sufrimiento no habría sido en vano.
. . .
Sabía que podía ser el último beso. Lo tenía claro, quizá alguno de nosotros podía perder la vida y no podíamos desperdiciar la oportunidad de despedirnos como es debido.
Había puesto mis brazos alrededor de su cuello, acariciando su cabello oscuro con los dedos. Sus brazos me rodeaban con cuidado, casi como si temiera lastimarme y a su vez tuviera miedo de dejarme ir.
Teníamos los ojos cerrados, aprovechando cada segundo del beso, tratando de alargarlo todo lo que nos fuera posible. No podíamos dejar ir esa oportunidad que perdimos hacía ya tanto tiempo de nuevo.
Nos separamos con la respiración acelerada, debíamos dejarlo en ese momento, sin permitirnos más distracciones.
Con suavidad apoyó su frente con la mía, sus ojos fijos en los míos. El intenso color azul de sus iris casi quemandome de esa forma que tanto me había gustado siempre.
–Ten cuidado ahí fuera– susurró en un tono confidencial.– No quiero que te hagan daño ahora.– tomó mi mentón con cuidado– No me lo perdonaría a mi mismo.
–No te preocupes, Buck. Estaré bien siempre que estés a salvo.
Compartimos un corto beso, apenas el roce de nuestros labios, como aquella vez antes de que fuera a la guerra. Sólo que esta vez podía evitar que la vida lo alejara de mi.
–Suerte.– susurramos.
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