Capítulo V
Llamé a la puerta de la habitación de mi hermano, estaba preocupada por él. Había salido tan de repente mientras hablábamos sobre el tratado con una expresión tan seria…
–¿Steve?– abrí un poco la puerta.
–Kira– su voz sonaba ronca, como si hubiera estado... Llorando. Alzó la mirada de su maleta– Pasa.
Entré, mirando como estaba metiendo algunas de sus pertenencias en una pequeña maleta azul. Entre todo lo que estaba guardando, pude distinguir un traje negro.
–¿Qué ocurre? ¿D-dónde vas?
–Voy a Londres– siguió guardando su ropa, dejó escapar un suspiro para después mirarme– Peggy nos ha dejado.
Me había hablado de Peggy Carter anteriormente, ella había sido la fundadora de SHIELD y una de sus mejores agentes. Además, mi hermano había estado enamorado de ella. Actualmente había estado viéndola de vez en cuando, pero ella ya era muy mayor, por lo que la noticia me hizo acercarme a él y abrazarlo con fuerza.
–Lo siento mucho.– susurré con toda sinceridad– Sé lo mucho que la querías.
Sentí como se abrazaba a mí con fuerza. Sentí que volvíamos atrás en el tiempo, cuando teníamos doce años, todas las noches de tormenta en las que estábamos solos en casa y nos acurrucábamos bajo las sábanas, asustados hasta que veíamos la figura de James entrar en la habitación y abrazarnos a los dos, reconfortándonos mientras nos aseguraba que nos protegería.
–Iré contigo.– me aparté un poco, para mirarle seria, no aceptaría un no por respuesta.– Y no digas que no, tengo que apoyarte en esto. Soy tu hermana e iré contigo.
–Está bien, pero deberías dejar a Lara aquí. No creo que sea una buena idea llevarla con nosotros.
–V-vale– traté de asentir, nunca me había separado de ella– Prepararé mi maleta y me despediré de ella.
Él asintió en silencio mientras yo salía de la habitación, de camino a la mía. Al entrar, encontré a cierta rubia acurrucada sobre la cama, mientras abrazaba un peluche de un oso con antifaz. Estaba de espaldas a la puerta y no se movía mucho, por lo que al verla tan tranquila pensé que estaba dormida. Tomé una mochila y metí mi uniforme de combate junto con un vestido negro, además de dos pares de calzado.
–¿Qué haces, mamá?– di un respingo al ver como la pequeña se sentaba en la cama, mirando mi mochila. No podía llevarla con nosotros, por mucho que quisiera y me doliera separarme de ella, pero tampoco podía mentirle, ella podía leer mis sentimientos al igual que todos mis pensamientos.
–Voy a ir a Londres con Steve, pequeña.– me senté a su lado, acariciando su cabello mientras tomaba su mano.
–Es por lo que le ha ocurrido a la señorita Carter, ¿verdad?– alzó su mirada azul intensa hacia mí y por unos instantes, los cuales se me clavaron en el corazón como espinas, vi en ellos la misma mirada del hombre que le había dado ese color.
–Sí, cariño.– la atraje hacia mí, supongo que la necesidad de un abrazo era más mía que suya, pero ella rodeó mi cuello con los brazos. Comenzó a acariciar mi espalda con cuidado, sin prisa.– Y tengo que ir con Steve a Londres a despedirme de ella.
–¿Estás segura de que no quieres que vaya, mamá?– me miró, en sus ojos azules había un pequeño destello como si quisiera leer mi mente, algo que podía hacer.
–Quiero que vengas, pero me temo que no puedo permitirlo. Lo siento, pequeña.
–Lo entiendo, ma.– asintió mientras abrazaba su peluche de nuevo, con una pequeña sonrisa en los labios– Me quedaré aquí con Wanda y Visión.
–¿Qué hay de los demás? Ellos…
–Van a ir a Viena, Tony dice que van a firmar algo importante.
Eso me hizo fruncir el ceño, los acuerdos me parecían ridículos, si nos necesitaban y no nos permitían ir, sería un completo desastre. Y, por supuesto, si no actuamos la culpa seguiría siendo nuestra. Todo el mundo trataría siempre de encontrar una manera de culparnos, por lo que los acuerdos no me parecían algo justo.
–Entonces te quedarás con ellos, seguro que encontráis algo entretenido que hacer.
–Seguro que sí– su sonrisa se hizo más grande, mientras besaba mi mejilla– No tardes mucho en volver, ¿sí mamá?
–Claro que no, en cuanto quieras darte cuenta estaremos aquí.
–¿Lo prometes?
–Lo prometo.– asentí, tratando de regalarle mi mejor sonrisa.
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