Capítulo tres: Steve
La mirada insistente de Tony, al igual que sentir el resto de ojos clavados en mí, a la expectativa, me hizo reaccionar. Abrí ligeramente las piernas antes de que Tony tuviera un arrebato y decidiera acomodarme por sí mismo.
Tony gateó al espacio entre mis piernas, se sentó ligeramente en una de ellas para poder estar medianamente en mi regazo. Dejó sus rodillas dobladas, pero aún así sus pies tocaron mi tobillo. Nuestros brazos se rozaban, pese a que Tony y yo nos manteníamos erguidos, evitando más contacto del necesario. Mi piel se erizó por debajo de la camiseta de algodón que llevaba puesta y sentí que me ardía. Mi nariz se llenó del aroma a canela y sándalo. El perfume me aceleró el corazón, aunque era incapaz de entender la razón.
Giré la botella, intentando pensar en otra cosa, pero no sirvió de mucho. El juego continuó, aunque yo fui incapaz de prestarle demasiada atención. Estaba demasiado aturdido. El contacto físico que habíamos mantenido Tony y yo se había limitado a los entrenamientos de combate cuerpo a cuerpo que le habíamos obligado Natasha, Clint y yo a tomar; de resto, era prácticamente nulo. Siempre intuyendo la barrera del espacio personal que nos separaba, mucho más rígida y extensa que la que manteníamos con el resto de nuestros compañeros. Esa era la primera vez que estábamos tan cerca en un ambiente... , cómodo, relajado. En los entrenamientos todo era demasiado frenético como para poder detenerme a admirar lo largas que eran sus pestañas, la forma en que su pelo se rizaba ligeramente descontrolado, algo que a Tony parecía gustarle, sobre todo los rizos que hacía un arco tras las orejas; las pequeñas arrugas de la risa que podían apreciarse junto a sus ojos, dándole un aspecto risueño a su mirada; o su perfume. Era desconcertante cómo su perfume me había atontado por completo.
Estaba demasiado centrado en el moreno en mi regazo, sorprendido de lo bien que parecía sentirse la proximidad entre nosotros. De entre todas las personas, quien menos esperaba que me hiciera sentir tan cómodo con su contacto era Anthony Stark. Sin embargo, ese pensamiento resultaba casi irrisorio al comprobar la ternura que me despertaba ver cómo los ojos brillantes de Tony parpadeaban continuamente, como si en cualquier momento temiera quedarse dormido; y lo agradable que me resultaba la calidez de su cuerpo.
Me sobresalté ante semejante pensamiento. ¿Qué clase de cosas estaba...? No podía seguir pensando así de mi compañero de equipo. No sabía realmente a qué conducían esos pensamientos, pero sentía que bordeaban un camino muy fino y muy peligroso. En cualquier momento podría caer en una oscuridad que no sabía que entrañaba.
Antes casi rezaba porque no me tocara a mí jugar, menos si era Tony el retador. Sin embargo, en ese momento en el que deseaba que el siguiente turno llegara lo antes posible, la botella había decidido hacer caso omiso de nosotros.
Pude ver como Clint confesaba que su primer beso se lo robaron un grupo de niñas en primero de primaria; como Bruce le hacía un desvergonzado baile, que ellos denominaron como twerking, a Natasha; como Thor ante la pregunta "¿a quién besarías de los jugadores presentes?", decía Tony, provocándome un nudo extraño en la garganta; a Natasha gritando desde la terraza "¡soy la reina del mundo!" a petición de Clint; y a Bruce confesar si había mantenido relaciones sexuales durante sus expediciones a la jungla. La respuesta fue sí. Al final, Bruce giró la botella, la cual se detuvo frente al asiento vacío de Tony.
Sin darnos cuenta de cómo, Tony se había ido recargando en mí. Sucedió tan progresivamente que no fui consciente de ello hasta que los demás clavaron la mirada en nosotros para el reto de Tony.
Bruce carraspeó, interrumpiendo cualquier comentario que el resto pensara hacer sobre el tema:
—Bueno, Tony, ¿verdad o atrevimiento?
—Verdad —musitó Tony, rascásdose un párpado con lentitud, manchándose los dedos de maquillaje—, estoy demasiado cansado para que me pongáis a dar brincos como un conejo de pascua.
—Muy bien, entonces, tienes que contarnos un secreto de tu infancia.
—Uno importante —añadió Clint, con una sonrisa traviesa.
—Solo voy a hacer caso a lo que me pida Bruce —aseguró Tony, entrecerrando los ojos.
Ambos hombres miraron a Bruce, estudiándolo. El doctor al final suspiró.
—Uno importante —repitió Bruce.
—Tampoco creo que sea tan difícil —atajó Natasha—, la mitad de tu infancia es conocida como información pública. Lo único que te has guardado para ti es lo importante.
Tony resopló y se mesó el mentón con expresión dubitativa.
—Qué os puedo contar... —susurró Tony, para sí mismo—, ¡ah, ya sé! ¿Qué tal la vez que enterré al capitán?
—¿Cómo? —pregunté, antes de que ningún otro tuviera oportunidad de hablar.
Al ver que las miradas interrogantes del grupo hacían eco de la mía, Tony se encogió de hombros.
—Será eso, entonces —afirmó Tony, antes de empezar a relatar—. Como todos los niños de mi generación, era..., fan del Capitán América. No al nivel del Coulson, pero lo admiraba.
Tony evitó completamente mi mirada, aunque yo no podía si no observarlo totalmente sorprendido y confundido. Sus palabras eran totalmente opuestas a lo que me había dicho en nuestro primer encuentro.
—Además, tenía a mi padre contándome las hazañas del capitán día sí y día también, así que tampoco tenía otra opción. Y mi madre me daba aún más alas regalándome peluches, disfraces, escudos de juguete... Incluso mi manta favorita tenía el emblema bordado en todo el centro y no había forma en que me fuera a dormir sin ella.
A mi mente vino la imagen de un niño travieso y de alegres ojos marrones correteando por una enorme casa con su disfraz del Capitán América, escudo en mano, y en compañía de un peluche que lo acompañaba en cada una de sus aventuras. La imagen me resultó tan tierna que no pude evitar la sonrisa de oreja a oreja que surcó mis labios. Intenté taparla con la mano, pero, por la expresión de Natasha, mis intentos eran inútiles.
—En fin, en aquella época mi madre, con ayuda de Jarvis, disfrutaba de sacarme fotos y grabarme en cualquier ocasión que tuviera libre. En una de estas, mientras Jarvis me grababa jugando en el suelo, escuché una discusión entre mis padres. Mi madre le echaba en cara que me estuviera dejando de lado por buscar a un capitán que estaba muerto.
Tony se mantuvo en silencio durante unos segundos. Como los demás nos habíamos callado, escuchando con atención su relato, el silencio se hizo espeso. No pude evitar preguntarme qué clase de sentimientos le despertaba a Tony si realmente se sentía así, que su padre le había dejado de lado por..., mí.
—¿Qué edad tenías? —me atreví a preguntar, viéndole preocupantemente sumido en sus pensamientos.
—Tres años.
La respuesta me rompió por dentro. Ningún padre debía estar dejando de lado a su hijo, menos siendo tan pequeño. Agradecía todo lo que Howard había hecho por mí, pero era obvio que un niño necesitaría mucho más a su padre que un soldado perdido.
Sin darme cuenta, le agarré suavemente el codo, en señal de apoyo. Mi gesto no pareció alterar a Tony, si no todo lo contrario. Comenzó a hablar de nuevo.
—Os podéis imaginar lo que fue para un crío de esa edad escuchar algo así. Empecé a llorar como el bebé que era —contó, soltando una risotada—. Jarvis intentó consolarme, pero no hubo manera. No quería que me cargara en brazos ni que se me acercara siquiera. Solo quería respuestas. Mis padres bajaron corriendo y yo solo logré preguntarles si el capitán estaba muerto. Mi padre iba a negar, rotundamente, pero mi madre se adelantó. Se hincó de rodillas frente a mí y me dijo muy seria: "Tony, el Capitán América, por salvarnos a todos, estrelló una nave enemiga en el hielo. Cariño, él ya no está. Murió como el héroe que era"...
En lo que pareció un gesto inconsciente, Tony se llevó la mano al pecho, junto al corazón, y puso una mueca de dolor agrio. Definitivamente, Tony estaba completamente borracho. Jamás lo había visto con las defensas tan bajas y siendo tan sincero. Y la poca vergüenza que parecía sentir al principio del relato se evaporó según profundizaba en su mente, como si nosotros no estuviéramos allí.
—Recuerdo que aquello me destrozó por completo. Estuve todo ese día llorando, sin poder creer lo que mi madre me había dicho. Eso dio lugar a otra discusión entre mis padres, aunque no presté mucha atención. Todo parecía centrado en que, mientras mi padre creía que, siendo quien eras, tendrías que haber sobrevivido —dijo Tony, haciendo por primera vez referencia a que yo era un personaje presente en su historia que estaba a su lado, mirándome. Su penetrante y honesta mirada café me impresionó—; mi madre juraba que era imposible. Si pudieran ver cómo resultaron las cosas...
»A la mañana siguiente decidí que no podía seguir siendo un bebé, llorando por la pérdida. Tenía que crecer como tus aventuras me habían enseñado, tenía que ser valiente y mirar al frente. No había un cuerpo al que llevar flores para decir adiós, así que tomé todas mis cosas del Capitán América y las guardé en una caja. Todo con ayuda de Jarvis. La enterré como si fueras tú y te dije adiós. Me prometí que solo desenterraría esa caja si mi padre tenía razón y tú regresabas.
Rebuscar en sus memorias, en una infancia que Tony parecía guardar con celo en su corazón, pareció agotarle porque Tony susurró las últimas palabras mientras se recostaba definitivamente contra mí, con la cabeza apoyada en mi hombro. Lo agarré de la cintura, impidiendo que se deslizara.
—¿Tony? —lo llamé, esperando que estuviera despierto pese a que ya tenía los ojos cerrados. Esa duda no podía esperar.
—¿Hmm? —balbuceó, sin abrir los ojos.
—¿Llegaste a desenterrarla?
Tony se quedó un minuto en silencio. Su respiración estaba tan calmada que pensé que definitivamente se había dormido.
—Ahora que lo pienso..., no —farfulló, ahogando un bostezo—. Creo que ha llegado el momento de traerte..., de nuevo..., a la vida.
Y con esas palabras, Tony cayó dormido entre mis brazos.
¡Hola a todos, lindas flores!
Después de las bromas de los dos primeros capítulos, aquí nos hemos puesto un pelín más serios. Bueno, quien dice serio dice romanticursi, pero ya conocéis mi estilo jajajajajajaja.
Ya veis cuál es la cápsula del tiempo que da vida a toda esta historia. ¿Cómo creéis que continuará? Solo os puedo decir que le quedan pocos capítulos a este fic. De entrada, me está saliendo más largo de lo esperado —iba a ser un OS, ahí donde lo veis—.
En fin, espero que lo hayáis disfrutado y saber vuestras opiniones al respecto.
Con esto y un bizcocho, ¡nos leemos pronto!
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