Capítulo 2

"...What would a mother not do for her child?

What lengths would a mother not go...?"


Saber que eres tan pequeña, y tan grande a la vez te hace sentir tan... Incapaz de todo. Las lágrimas bañan tu cuerpo junto con todo tu alrededor, desbordando todos esos sentimientos que siempre te exigieron que ocultaras. Aunque no siempre tuvo que ser así, no con ella presente.

Porque mamá siempre está ahí para ti, para escuchar cada uno de tus lamentos.

Porque ella lo sabía todo.

No importa si te sientes inútil en comparación con los demás, tú eres lo más importante para ella... Para tu padre, y para todos aquellos que aún veían por ti.

Y cuando ella ya no está, la casa se siente tan grande y tú vuelves a sentirte tan pequeña, pero aún tienes a alguien junto a ti, alguien a quien no se lo llevaría el viento, alguien quien a pesar de no demostrarlo siempre estaría ahí.

Que al igual que mamá, se siente tan pequeño en una casa tan grande.

Pero lo disfrazó queriendo lo mejor para ti. Para ambos.

Y cuando la carreta se llevó a tu padre, siendo arrastrado por esas enormes personas, sentiste... Que eras vulnerable. Que estabas limitada a todo lo que amabas.

... Te sentías tan pequeña, en esa casa tan grande otra vez.

Llena de miedo, sin realmente mucho o nada que pudieras hacer, veías a la carreta alejarse de tu vista, de camino a lo que conocerías en un futuro como el infierno para los de tu clase.

Y ese solo sería la primera chispa que caería cerca de aquella bomba que derrumbaría tu mundo entero.

Lo que fue de tu vida en un mundo hecho para gente poderosa fue de todo menos fácil, tuviste tus altibajos, tus miserias, aquellas esperanzas destruidas y el destrozo de tu propia inocencia solo para llegar a lo que eres hoy día. Lady Caine, la ladrona fantasma.

Aquella que se mueve con el viento y se lleva aquello que creíste seguro, la que no confía en nadie y solo ayuda si eso la beneficia en algo. La mujer que se endureció con la vida de la calle, corriendo para protegerse, haciendo tratos por ganancias y formando un grupo de ladrones capaces de seguir sus órdenes por miedo a morir en sus manos.

Esa persona era ella.

Las chispas cada día más cerca de la mecha, y a la vez tan lejos, mientras la luna iluminaba tus planes y el sol te dejaba a la deriva en cada viaje. Agradeciendo por la luz que la luna te daba en aquellas frías noches, y maldiciendo por el sol que arruinaba tus engaños.

Aquel sol que se llamaba a si mismo rey, aquel que te alejó del único familiar con vida que tenías, arrebatándote todo aquello que llegaste amar. Todo por una estúpida princesa que ya dabas por muerta.

El pasado te carcomía por dentro como una mala hierba que rasgaba tu piel desde adentro, astillando tu corazón, perforándolo, dejando que la sangre gorgoteara y tapara cada gramo de compasión que tuviste en tu infancia, desmoronándote por dentro y endureciéndolo conforme la sangre continuaba su rumbo. Tu corazón tenía la consistencia de una piedra, tan dura y con la textura de una esquirla que te causaba magullones de solo sostenerlo, así era tu compasión, así eras tú.

Y eso nunca pareció cambiar.


"There's a bond that exists between mother and child

With no end to how strong it can grow..."


A través de los barrotes de aquella celda, localizada en lo más profundo de la mazmorra, se podían apreciar, de manera casi inaudible, los sollozos de un pequeño muchacho de cabellera azabache y mechón azulado, quien parecía estar inconsolable. Y lo estaba.

Lo había perdido todo. A su padre, sus amigos, su mapache, y ahora su libertad.

Encerrado por haber caído en la desesperación, oprimido por intentar ayudar a su gente, y silenciado por tratar de decir la verdad. Teniendo que soportar todas las burlas, las miradas de odio, los golpes, todo eso con tal de hacer un bien mayor por su pueblo, pero el rey no parecía ver eso, él no veía a un niño que había quedado huérfano por mano propia sin verdadera intención, solo veía a un peligroso criminal que había intentado destruir al reino.

Admite que no fue lo mejor que pudo haber hecho, pensó por un segundo que tal vez debió haber meditado mejor las cosas, haber intentado otras formas de liberar a su padre, pero simplemente él ya no podía pensar con la cabeza fría. No después de todo el aislamiento y repudió que recibió por parte de los aldeanos luego de haber, supuestamente, atacado a la princesa cuando intentó pedir ayuda de su parte.

Él quiso creer que tal vez, a pesar de todo, ella vendría luego de que la tormenta pasara, que vendría a ayudarlo una vez que las cosas estuvieran nuevamente tranquilas. Porque ella se lo había prometido.

Pero no fue así.

Ella nunca fue por él.

Nunca fue a ayudarlo.

Y eso solo lo acercó más al borde de aquel acantilado que había sido construido para él desde que era un niño. Donde cada error que cometiera, fuera bueno o malo, lo acercaba cada vez más a una muerte segura, en donde el repudio y las heridas, tanto físicas como emocionales, iban a ser su castigo por toda la eternidad. Pese a que no quisiera cometerlos pareciera que, por donde sea que caminara, siempre se tropezaba con alguna trampa que lo conducía a ser humillado o intimidado por el simple hecho de existir. No obstante, hubo un tiempo donde sus errores no parecían importar, donde se le trataba por lo que era, un niño.

Ahora, se le estaba tratando como el adulto que siempre deseo ser, siendo juzgado como tal, y siendo tratado como tal, a pesar de no serlo de ningún modo.

No era un adulto, solo era un niño que había cometido el peor error de todos y por el cual nunca iba a ser perdonado, condenándolo a una vida de soledad con apenas 14 años.

Los sollozos del pobre chico de cabellos oscuros iban disminuyendo con el paso de los minutos, reduciéndose a solo una respiración irregular que evidenciaba su llanto para quien no lo hubiera escuchado antes. De todas formas no había nadie por esos lares.

Por lo que se podía entender, él estaba en una zona de las mazmorras que eran exclusivamente para los enemigos más peligrosos del reino, ubicada en lo profundo del castillo por debajo de todos, en donde todo estaba oscuro y frio y solo una pequeña ventana, ubicada a la altura del techo, permitía la mínima cantidad de luz que, afortunada o desafortunadamente, le indicaba que hora del día era.

Mientras al otro lado del pasillo solo había una tenue oscuridad causada por la falta de ventanas y antorchas, del mismo modo, no había guardias en esa zona que vigilaran las celdas, puesto que muy pocos habían alcanzado ese nivel de amenaza en contra del rey o del propio reino en sí, así que, el hecho de que él sea técnicamente el único ahí no parecía tan desconcertante, aunque tampoco estaba seguro de ser el único habitante en ese lado de la prisión, ya que anteriormente ha escuchado murmullos que se extienden por los pasillos. Aunque no estaba seguro de si había alguien más ahí o si ya había perdido la razón por completo.

Prefirió no pensarlo mucho.

Tras liberar todas las lágrimas que creía extintas hace tiempo decidió no pensar por un rato, por lo que se recostó en el suelo para intentar descansar lo mejor que pudiera, teniendo en cuenta que no había camas y la que había, si se le podía llamar así, era solo una tabla de madera sostenida por dos cadenas oxidadas que dudaba que pudieran soportar su peso.

Y tras un rato de estar buscando como acomodarse decidió dormir contra la pared, siendo esa la posición más cómoda que pudo encontrar. Al poco tiempo ya había caído dormido.


"It's a promise for life between mother and child

It begins from the moment of birth..."


En un momento puedes estar en lo más bajo de tu vida, y al siguiente estar en un modo al cual no imaginabas que fuera posible llegar. Todo había pasado tan rápido, pero al mismo tiempo tan lento. Un pequeño murmullo llegaba a sus oídos con cada latido que su corazón retumbante daba en la calma silenciosa de aquel enorme bosque, que yacía tan lejano de aquel lugar al que alguna vez llamo hogar. Con el retumbar de sus oídos, y la bilis de su estómago a nada de explotar, avanza siendo llevado por aquella figura esbelta que parece estar en mejor estado que él.

Las plantas de los pies le arden, llenándose de heridas causadas por cada pequeño objeto que pisaran, mus muñecas magulladas por culpa de los grilletes y sus pulmones ardiendo a causa del sobre esfuerzo. No creía soportar por más tiempo, pero se recordó a si mismo que si se detenía no volvería a sentir la brisa helada de la noche moviendo su cabello, o los rayos de la luna brillando en su piel. Por lo que se negó a detenerse, ignorando su dolor siguió corriendo, guiado por aquella mujer que miraba al frente con una chispa de determinación brillando en sus ojos.

No tenía idea de por qué lo hizo, pero ya estaba hecho.

Sus pensamientos solo circulaban en una forma de salirse con la suya mientras aquellos guardias reales les pisaban los talones a pesar de todas las maniobras que daba entre los árboles para perderlos. De no tener al niño a cuestas hubiera trepado a un árbol para despistarlos aprovechando la negrura de la noche, pero no podía darse ese lujo, había que buscar una alternativa.

Por fortuna su suerte estaba de buenas esa noche.

Un trueno retumbó a las lejanías avisando de una tormenta pronta a llegar. Bingo.

Tan pronto como el primer relámpago cayó la lluvia inevitablemente se cernió sobre ellos dificultándoles el paso, con aquella ventaja, la pelirroja aceleró el paso casi arrastrando al niño detrás de él hacia una madriguera a pocos pies de ellos que por poco no veía. No pudo determinar si ambos entrarían, pero por lo mientras esta era su mejor opción.

Como pudo se metieron adentro, resguardándose de la lluvia y pasando desapercibidos por el momento. Aquellos caballeros jamás notaron hacia donde se habían ido aquellos criminales, lo cual era bueno para los anteriormente mencionados, quienes, apenas el peligro pasó literalmente a su lado sin notarlos, no tardaron en relajarse.

La pelirroja de mirada fría fijó su vista en la pequeña bolita que estaba en sus brazos resguardándose del exterior como un conejito acorralado, aquel adolescente que respiraba como si estuviera teniendo fiebre, al mismo tiempo que sostenía con su vida a aquella rata que decía llamar su único amigo. No cuestionó sus gustos en mascotas por lo que no vio necesario opinar al respecto en su momento, menos al descubrir lo eficaz que sería tener al mapache con ellos. Ahora, sin embargo, le parecía un poco patético su apego a dicho animal, pero decidió guardar silencio.

Después de todo, aun no estaban a salvo.

Los pasos de aquellas botas pesadas se escuchaban amortiguadas por el chapoteo de los charcos de barro que dificultaban la persecución, mientras que los truenos y relámpagos les hacía difícil distinguir en donde se encontraban los fugitivos junto con su ubicación exacta. Era demasiado peligroso continuar, y ellos lo sabían. Debían retirarse, por mucho que lo odiaran.

– ¡Retirada! – Grito uno de los uniformados agitando su brazo señalando al camino de regreso al reino, a pesar de la negrura del lugar y la incesante lluvia, eso no les impidió ver el reino a la lejanía que se postraba en un manto de luz muy bajo en frente de sus ojos ya acostumbrados a la oscuridad.

A paso firme, y sin alejarse mucho uno del otro, los guardias reales se alejaron con cuidado del espeso bosque que los rodeaba inmune a la tormenta que se desataba sobre el mismo.

Con enorme alivio, los criminales oyeron como las botas de aquellos guerreros se alejaban de la ira de aquella llovizna que se arremolinaba con cada cambio del viento que se hacía, no estaban completamente tranquilos, pero al menos ya no estaban atentos a ser nuevamente atrapados y puestos tras las rejas. Por ahora estaban a salvo.

La pirata suspiró y alejó su vista de la entrada de aquella madriguera con una calma que no poseía desde hace unas horas. Con precaución volteó su vista hacia su compañero, notando rápidamente lo mucho que estaba temblando mientras se abrazaba a aquel mapache que tanto parecía amar. No estaba segura si era por el frio de la tormenta, por el choque de adrenalina en su sangre o por el miedo de ser atrapado, pero ciertamente, sea cual fuera su razón, era comprensible, ella también estaría temblando de haber estado en su lugar. No demostró su lástima y simplemente lo rodeo con sus brazos de manera tal que no mirara hacia afuera, acunando su cabeza contra su pecho, y recostando su cuerpo contra su regazo, todo con tal que dejara de temblar.

No pareció hacer efecto en un principio, pero con el pasar de los segundos, el cuerpo del adolescente se tranquilizó junto con la lluvia afuera del agujero que tomaron como refugio. La lluvia ya no era tan fuerte como antes, y sin embargo no parecía dar señal de detenerse. El jovencito para entonces ya estaba acurrucado en los brazos de aquella sangrienta criminal que por segundos parecía actuar como una madre para el pequeño, una muy particular.

Pero Caine no vio en ello y simplemente siguió arrullando al pequeño que hace poco se había quedado dormido. Había sido mucha emoción por hoy, la lluvia no parecía detenerse, así que lo mejor sería descansar.

Siguiendo el ejemplo del muchacho, esta se recostó contra las paredes de aquel tronco hueco y se permitió descansar con el calor del pequeño entre sus brazos protegiéndola del frio de haya afuera. Mañana sería un largo camino desde allí, pero todo sea por sobrevivir.

Por nadie sabía lo que iba a ocurrir cuando llegara el mañana.


"And you're shaken you to your soul

With an ache you've never known..."


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