Capítulo 7: Amigos de la infancia
Como todas las mañanas, Izuku leía las noticias en el periódico mientras tomaba una taza de café y unas tostadas. No era un gran desayuno, al menos no el típico japonés, pero la realidad era, que al igual que su mejor amigo, le gustaba demasiado la cama como para levantarse temprano a prepararse el desayuno. Shoto tenía suerte en eso, él podía quedarse durmiendo todo lo que quisiera y su desayuno tradicional lo tendría hecho a su hora por los empleados. Él no tenía esa suerte al vivir solo.
¡No le gustaban las noticias que venían en los periódicos! Era cierto que lo leía siempre por mantenerse al día pero... solían ser siempre malas noticias y eso le hacía pensar en cuantas de ellas su familia podría estar involucrada. Si sólo su familia hubiera sido como la de Shoto... al menos eso habría podido manejarlo mejor sabiendo que hacían el daño mínimo a la sociedad. No era el caso de su familia que se dedicaba al contrabando.
Dejando el periódico a mitad, dio el último sorbo a su café y lavó el vaso antes de salir a trabajar. Como siempre, en la encimera del hall tenía sus guantes para evitar que la gente viera sus cicatrices. Aquella vez... casi perdió la movilidad de sus manos. Odiaba sus cicatrices y por eso mismo, siempre trataba de ocultarlas.
Se puso primero los guantes y después, las zapatillas para irse al trabajo. Shoto hoy no vendría. Su tatuaje estaba terminado después de varios intensos días de trabajo. Posiblemente, su amigo hoy descansaría en casa y dejaría que todo cicatrizase y se curase bien antes de seguir tatuándose. La familia Todoroki solían ser clientes fieles, no sólo la familia, sino todos sus secuaces solían ir allí a su tienda a tatuarse.
Al llegar al local, Izuku se sorprendió de ver a Bakugo ya allí esperando a que abriera. Fumaba junto a la puerta, con la espalda recostada sobre la pared. Por algún motivo, sonrió sabiendo que ese chico quizá era diferente a cualquier otro de los secuaces de su familia. Hasta Shoto le había comentado que le echó un cable en aquella fiesta y eso que eran de familias rivales.
La experiencia que él tenía con la mano derecha de su padre no fue buena, su ex esposo había sido un cabrón, pero... por alguna razón, con Bakugo sentía que había algo diferente. Él parecía estar siempre pendiente de sus necesidades, casi podía decir que se preocupaba por cuidarle y eso era raro.
‒ Qué madrugador – sonrió Izuku.
Bakugo sonrió al escuchar a Izuku, luego dio la última calada al cigarro y lo lanzó al suelo para apagarlo con la planta de su bota de caña.
‒ Supongo, no es que duerma demasiado.
Izuku entendió a lo que se refería. Muchas veces él dormía solo porque su ex esposo salía de madrugada, cuando llegaban los cargamentos de contrabando de su familia. Como mano derecha debía estar al tanto de todo y por eso, Izuku supuso que ahora, Bakugo se ocupaba de todos esos temas. Llevaría ya horas despierto arreglando cosas de los cargamentos.
‒ Entiendo. Pues entremos, te diría que podrás dormir un rato mientras te hago el tatuaje, pero no sé tu umbral de dolor, quizá no puedas dormir tampoco.
‒ Lo intentaré – sonrió Bakugo – ya veremos el tema del dolor, aunque confío en tus manos.
¡Sus manos! Esas que casi perdió. A punto estuvo de perder toda su movilidad y ahora, tatuaba. Al menos habían dejado de temblar, su pulso había vuelto a ser el que era y todo eso... se lo debía a una única persona. Sus manos seguían siendo útiles sólo gracias a él.
‒ ¿Has decidido que quieres hacerte? – preguntó Izuku mientras dejaba la bolsa sobre el mostrador y se dirigía hacia el interior para preparar los utensilios.
‒ Un pez Koi, brazo derecho, altura del hombro. A menos que tú tengas una idea mejor.
‒ Me gusta. El pez Koi es un símbolo de la perseverancia y la constancia que al final, te dirige al éxito. Yo lo considero como la inspiración para alcanzar tu meta.
‒ Sí, eso me gusta como suena – sonrió con arrogancia.
‒ Así que aún tienes metas pese a ser la mano derecha de mi padre.
‒ Claro que tengo metas; conquistar tu corazón y lo haré. Sólo dame un poco de tiempo.
¡Sorprendido! Así se quedó Izuku al escuchar eso. Bakugo era un chico demasiado directo y aunque le hacía cohibirse un poco, por otra parte le gustaba que lo fuera. Le recordaba a Shoto y por eso mismo, por esa sinceridad abrumadora, era por lo que eran mejores amigos. Entre ellos nunca había malos entendidos porque esa claridad era lo que permitía la confianza absoluta. Lo hablaban todo.
‒ Todoroki me dijo que coincidió contigo en la fiesta.
‒ ¡Sí! – sonrió Bakugo mientras se quitaba la camiseta para tumbarse boca abajo en la cómoda silla del tatuador. Estaría allí unas cuantas horas, así que era mejor ponerse cómodo –. No sabía que erais amigos de la infancia.
‒ Podrías haberme preguntado directamente.
‒ No habría sido muy cortés por mi parte y podrías haber pensado que estaba tramando algo al preguntar sobre una familia rival.
‒ Eso es cierto. Se podría haber malinterpretado.
‒ Por eso preferí preguntarle directamente a él.
‒ Pues sí, somos amigos desde... el jardín de infantes casi. Íbamos juntos a la misma guardería. Él... es un gran amigo, nunca le importó demasiado mi origen. Toda su familia sabe que intento huir del apellido de mi padre y que estoy al margen de sus negocios así que... no ha habido nunca ningún problema entre nosotros. De hecho... le debo demasiado a Todoroki.
‒ ¿Le debes? – preguntó Bakugo sorprendido de aquello.
‒ Mis manos... estas en las que tanto confías para tatuarte... son lo que son por él. Yo... estuve a punto de perder toda la movilidad en ellas.
‒ No sabía eso.
‒ Una de las tantas discusiones con mi ex esposo. Aquel día me dio tal paliza, que caí contra una pequeña mesa de cristal que teníamos en el centro del salón. Atravesé el cristal y paré la caída con las manos. Corté hasta los tendones. Cuando entré por urgencias, los médicos creían que iba a perder las manos. No volvería a poder moverlas.
Bakugo escuchó aquello con paciencia pero Izuku observó cómo apretaba los puños con rabia al oírlo y se incorporaba ligeramente para mirar sus manos aunque no pudo ver nada, los guantes ocultaban las cicatrices.
Izuku, sentado en su silla al lado de Bakugo, seguía preparando el instrumental en la bandeja.
‒ Pero las has recuperado.
‒ Todoroki lo hizo posible. Cuando se enteró buscó al mejor cirujano del país y le pagó para que me operase. No estaban seguros si podrían arreglar las manos pero... a Shoto no le importó, dijo que gastaría lo que fuera con tal de que las arreglasen. No se dio por rendido. Tras unas cuantas operaciones – levantó las manos Izuku y movió los dedos mientras sonreía – he conseguido recuperar la movilidad en ellas.
‒ Parece un gran amigo.
‒ Lo es. Le debo demasiado y aunque él me dijo que no le debía nada... yo no lo siento igual. Por eso le dejo los tatuajes gratis.
‒ Y no viene porque se los dejes gratis – sonrió Bakugo – viene por amistad contigo.
‒ Supongo que sí. Al principio no quería aceptarlo, pero tiempo y talento para los tatuajes era con lo único con lo que podía pagarle.
‒ Y ya es mucho. No son baratos los tatuajes ni el tiempo que inviertes en ello. Seguro que te lo agradece.
‒ Casi todos sus secuaces vienen aquí a que les haga tatuajes. Es posible que te encuentres a muchos de ellos si sigues viniendo.
‒ Seguiré viniendo, te lo aseguro. Por suerte, este es un lugar neutral, aquí no traemos los problemas de las familias. Esos asuntos los resolvemos en la calle.
***
¡Agotado! Así se encontraba Shoto después de haber tenido que estar chantajeando y sobornando a los concejales para obtener las licencias de construcción en los terrenos recién comprados.
Ahora, todos se habían marchado de la sauna donde él se encontraba. Tapado sólo con una pequeña toalla blanca, dejando sus tatuajes del pecho, espalda y brazos al descubierto, cerró los párpados y trató de relajarse. Le gustaba acabar el día en la sauna o en las termas sabiendo que sus guardaespaldas estarían al otro lado de la puerta.
En su somnolencia, escuchó la puerta de la sauna abrirse. Sabía de sobra que la gente solía ir por allí, sobre todo, gente de su clase, todos pertenecientes a una u otra familia de la Yakuza. Aquel era un lugar sagrado y respetado para todos, un lugar donde aunque se encontrasen con sus rivales, jamás pelearían o harían algo contra gente indefensa.
‒ Así que sueles venir a última hora a la sauna.
La varonil voz de Inasa se hizo presente enseguida. Shoto la reconoció sin dudarlo. Muchas veces le había escuchado hablar o más bien... ligar con todas esas chicas o chicos... a él le daba igual el sexo de una persona mientras satisficiera sus necesidades.
Shoto no se inmutó, permaneció sentado allí en la tabla de madera, con la cabeza hacia atrás y simplemente, tomó una de las toallas pequeñas de su lado y la colocó sobre sus ojos en un intento por evitar prestarle atención.
Por una parte, desearía irse de allí y alejarse todo lo posible de ese chico, pero por otra, tenía ganas de estar un rato más en la sauna relajado. Ya tenía bastante trabajo como para tener que volver a él cuando tenía un rato libre.
‒ ¿Puedes bajar el volumen? Querría descansar un rato si es posible – susurró Shoto.
‒ Siempre te veo estresado.
‒ Algunos trabajamos.
‒ Yo trabajo – sonrió Inasa aunque Shoto sonrió como si no se creyese eso – no tanto como tu, eso es cierto. Tú no sabes lo que es parar a descansar.
‒ Tengo demasiado trabajo acumulado. Y cuando no lo tengo, me dan más.
‒ Tu familia nunca para con los negocios.
‒ Bueno, es lo que hay.
‒ Sabes bien que yo podría ayudarte a desestresarte.
‒ ¡Ni de coña! – sonrió Shoto imaginándose por donde iban los tiros.
‒ No puedes quejarte de mí, la última vez jadeaste como nadie conmigo. Te gustó.
‒ No estuvo mal, pero tampoco te creas que fue genial.
‒ Porque no estaba en mi mejor día. Había tenido un mal negocio. Hoy tengo un día bueno.
‒ ¿Enserio? Que bien por ti, yo sigo estresado.
‒ Por eso mismo, permíteme desestresarte. Vamos... lo haré bien – comentó Inasa quitando la toalla de los ojos de Shoto para que pudiera mirarle.
‒ Nuestras familias se odian y aquello fue sólo un desliz.
‒ Un desliz, sí, pero uno muy placentero. Yo no negaré que tú has sido el mejor sexo de mi vida y he tenido mucho, te lo aseguro. Me gustaría repetirlo.
‒ Eres demasiado insistente, pero sigue siendo un no. No quiero verme involucrado con tu familia.
‒ Y ellos no lo sabrán. Sólo es sexo Shoto, aquí nadie nos molestará y lo sabes. No tienen por qué enterarse. Tampoco yo quiero que sepan que tengo sexo precisamente contigo, el hijo pequeño de nuestro mayor enemigo. Vamos, acepta, estamos en territorio neutral. Aquí todo vale.
Shoto pensó en aquella propuesta. Era arriesgada y sabía que debía negarse pero... el sexo con él fue genial, no podía negar eso y acabó realmente relajado tras ello. Una difícil encrucijada.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top