Capítulo 5: Una fiesta

Se despertó abruptamente, con los latidos de su corazón desbocados, un sudor frío recorriendo su nuca y espalda y sobre todo, siendo incapaz de pronunciar una palabra.

Angustiado como estaba y llevando su mano hacia su pecho, agarró con fuerza su camiseta negra corta con la que dormía y miró a través de la ventana. Era de noche, posiblemente de madrugada pero él se había despertado a causa de una gran pesadilla.

Aquel día, en el muelle del puerto que pertenecía a territorio de la familia Todoroki, su compañero y superior, falleció de un único disparo cuando recogían el cargamento. Él lo vivió muy de cerca... demasiado cerca.

Doblando la rodilla hacia él, apoyó el codo sobre ella para ocultar su rostro tras la mano. Su flequillo rubio se coló entre los dedos. ¡Culpabilidad! Es un poco lo que sentía ante esa pesadilla, ante aquel incidente y más tras descubrir que había sido el esposo de Izuku Midoriya el afectado.

Podría ser un idiota y quizá tenían un matrimonio echo pedazos, sólo por compromiso y motivado por las apariencias pero... seguían estando casados. Quizá él mismo debió darse cuenta antes de que Izuku era su esposo del que tanto hablaba, si lo hubiera hecho, posiblemente habría podido incluso ayudar a ese chico en alguna cosa.

Ahora intentaba ayudarle como podía pero su situación era bastante mala. Posiblemente su padre quisiera volver a casarle en cuanto pudiera, ya estaría mirando posibles negocios que compaginar con los suyos propios o incluso territorios que le fueran beneficiosos.

Desde sus dieciséis años, había estado enamorado de ese chico. La primera vez que entró en su tienda de tatuajes y pircings fue casi como un sueño para él.

Él, un chico sin familia, que llevaba años ya dentro de la mafia haciendo recados para sus superiores, a los dieciséis años empezó con los pircings. ¡Cuatro años! Era el tiempo que había transcurrido desde la primera vez que le vio y se enamoró de él, cuatro años donde ese chico ya estaba en ese infierno de matrimonio que desconocía.

El teléfono que reposaba en la mesilla de noche, comenzó a sonar entonces sacándole de sus pensamientos. Que sonase a esas altas horas de la madrugada sólo podía significar una cosa: algo que se había torcido, es decir... trabajo.

‒ ¿Sí? – preguntó Bakugo en cuanto descolgó el teléfono.

Con su mano todavía sobre sus ojos en un intento por despertarse, escuchó la conversación mientras los frotaba con suavidad. El sudor todavía caía por su nuca debido a la pesadilla.

‒ Dame... cinco minutos – susurró Bakugo – voy para allí.

¡Problemas! Claro que eran problemas, no podía ser otra cosa y como siempre, como mano derecha ahora mismo del jefe, él debía resolver todos esos asuntos con la mayor presteza posible.

***

¡Rodeado de gente! Ese chico siempre estaba rodeado de chicas hermosas y amigos que le hacían sentirse más importante de lo que realmente era. Todos le halagaban y por eso mismo y tras un rápido vistazo, Shoto se desvió hacia otra sala del club. No quería verle en esos momentos, sólo buscaba un momento de tranquilidad.

Enganchado al teléfono todavía tratando de arreglar la llegada del último cargamento de material para la reconstrucción del barrio, se alejó del lugar y entró finalmente en una de las habitaciones más alejadas que conducían a la terraza. Allí tendría algo de privacidad.

¿A qué se dedicaba la Yakuza? A todos los negocios ilegales, aunque, para ser sincero, hacía años que la delincuencia en el país había disminuido y muchas familias, como la suya, incluso ayudaban tras los terremotos o catástrofes naturales. Y por eso mismo, allí estaba él.

Su familia se dedicaba desde hacía años a la banca y el sector empresarial, a la política y no negaba la corrupción que había metido en ese sector, pero... miró de nuevo hacia la puerta al otro lado, al menos no se dedicaban a drogas, ni armas, ni cosas mucho peores como el chico de la otra sala.

Volvió a mirar el jardín bajo el balcón y apoyó los brazos en el balaustre antes de colgar el teléfono. Suspiró. La reconstrucción llevaría tiempo pero al menos, él podía seguir con sus negocios desde ese mismo instante una vez arreglado lo del conteiner.

‒ ¿Mucho trabajo?

La voz a su espalda la reconocía. Venía de la única persona a la que él quería evitar. Ambos se odiaban, se odiaban mucho pero a la vez... parecían coincidir en todos los malditos sitios.

‒ Sí – dijo con sequedad Shoto volviendo a mirar el teléfono todavía en su mano.

Se apartó con suavidad del balaustre blanco y se dirigió al interior. Caminó directamente hacia la persona que le había interrumpido pero no lo miraba. Pasó a su lado para marcharse pero su brazo fue detenido al instante.

‒ ¿Así quedarán las cosas? – preguntó Inasa. Shoto sonrió.

‒ ¿Cómo crees que quedan? Siempre han sido así entre nosotros. Nunca cambiaron.

‒ ¿Y qué fue lo de la otra noche en las saunas?

‒ Una equivocación muy costosa – sonrió Shoto.

‒ No parecía una equivocación.

‒ Un momento de debilidad entonces – comentó Shoto esta vez con más seriedad – algo que no ocurrirá de nuevo. Además, no soy tan difícil de sustituir, ¿no crees?

Inasa sonrió. Sabía exactamente que se refería a ese cerco de amistades que siempre iban a su lado, incluso las mujeres que intentaban ligar con él por su status más que por otra cosa.

‒ No son tan interesantes como tu.

‒ Yo no juego en tu liga – sonrió Shoto mirando la mano de Inasa todavía sosteniendo su brazo – y te recuerdo, que nuestras familias ya se odian bastante, no lo hagas más difícil. Si ven que me retienes aquí, crearemos una guerra y eso no beneficia a ninguno.

Inasa soltó el brazo de Shoto al escuchar eso porque sabía que tenía razón, aún así, seguía observándole y sonriendo. Ese chico era atrayente como él sólo y que le pusiera las cosas más difíciles no hacía más que aumentar su interés.

Algo ocurrió en aquella sauna, algo que ninguno de los dos entendía. Siempre se habían odiado tanto... quizá seguían haciéndolo pero a la vez, una atracción surgió entre ellos aquel día.

Ambos se miraron fijamente por unos instantes, casi como si quisieran comprender qué les había motivado a mantener relaciones sexuales aquella vez a escondidas de todos cuando no sentían nada el uno por el otro. Quizá sólo fue un momento de debilidad como Shoto decía o quería hacer ver. Ambos tuvieron un mal día y simplemente, se habían encontrado allí, una coincidencia, desnudos en la sauna.

‒ Shoto.

Shoto se giró en cuanto escuchó su nombre de la voz de su hermano mayor.

‒ El concejal, los permisos – dijo Touya como si con esa palabra su hermanito ya tuviera que saber todo sobre el trabajo: extorsión, es lo que le vino a la cabeza a Shoto.

‒ Voy a ello – susurró Shoto dejando de mirar entonces a Inasa para volver a marcar números de teléfono. Extorsiones, amenazas... todo lo que fuera necesario para conseguir esos permisos de edificación que tanto deseaba su familia. Para Shoto era fácil lograrlo, ya sabía demasiados vicios del concejal y controlaba la tecnología informática como para poder chantajearle con lo que fuera con tal de mantener su reputación intacta.

Shoto salió de la sala pero Touya no dejó de mirar a Inasa. No entendía que hacía allí con su hermanito cuando ambas familias se odiaban a muerte, casi tanto como a los Yamaguchi. Esas dos familias no dejaban de tocarles las narices con sus territorios, intentando meter sus cargamentos y sus mierdas por sus dominios sin siquiera preguntar, pagarles ni hacer tratos con ellos.

***

¡Shoto Todoroki vivía colgado de su teléfono móvil y su portátil! Eso es lo que pensó Bakugo al verlo al fondo, tras un cristal en uno de los balcones hablando y hablando por teléfono. Colgaba y volvía a llamar, evidentemente, era trabajo. Ese chico no paraba ni en una fiesta pero... recordaba claramente haberlo visto en la tienda de Izuku Midoriya, lo cual le creaba cierta curiosidad. Los Todoroki odiaban a los Yamaguchi y al fin y al cabo, Izuku era un Yamaguchi. ¿Podría ser que Todoroki no lo supiera? O quizá le daba igual porque Izuku trataba de mantenerse alejado de ese mundo y sólo era tatuador.

¡Un descanso! Es lo que pareció tomarse al buscar algo en su bolsillo que no encontraba. Siendo consciente que toda la familia de Shoto estaban demasiado entretenidos hablando con altos cargos políticos y todos los Yamaguchi andaban en sus negocios, Bakugo se dirigió hacia el balcón y sacó de su bolsillo la cajita con los cigarrillos.

Con la cabeza cabizbaja, los brazos apoyados en el balaustre blanco y el teléfono en sus manos bien agarrado, el chico parecía suspirar o tratar de calmarse cuando vio la caja abierta con los cigarrillos asomarse bajo su cabeza a la altura del balaustre. Una mano sostenía la caja, así que elevó el rostro para ver a ese chico rubio que apenas podía reconocer.

‒ Toma uno – susurró Bakugo con la espalda apoyada contra el balaustre mientras se fumaba un cigarrillo también. Shoto agarró uno de la caja antes de que Bakugo le tendiera el mechero que llevaba en su mano.

‒ Gracias.

‒ De nada.

El cigarrillo pareció relajar momentáneamente a ese chico de extraño cabello. Para ser honesto consigo mismo, Bakugo reconocía que desde que vio a ese chico, le resultó muy atrayente pero jamás habían hablado y puesto que sus familias se odiaban, ni siquiera en eventos sociales donde debían "convivir" se acercó a nadie de la familia Todoroki. Hoy tenía un motivo: Izuku Midoriya.

Esperó en silencio fumando con tranquilidad y mirando de reojo sutilmente a Shoto fumar también a su lado en silencio. Había cerrado los párpados y disfrutaba de un momento de tranquilidad. Bakugo sonrió al verle, era como un niño pequeño y en realidad, entendía porque casi todo el mundo susurraba a sus espaldas sobre lo guapo que era ese chico aunque nadie se atrevía a decírselo.

‒ Ni siquiera en una fiesta paras de trabajar, ¿no?

‒ Ojalá – susurró Shoto – pero hay muchos asuntos apremiantes que debo resolver.

‒ Supongo que tu hermano se ocupa de las relaciones sociales – comentó Bakugo al ver a Touya hablando en un corro con otros políticos. Bromeaban y sonreían. Shoto sonrió al girarse y ver aquello.

‒ Mejor él que yo. Si yo tengo que socializar con ellos... los espantaría. No soy bueno en ello. ¿De los Yamaguchi? – preguntó Todoroki como si hubiera caído en ese momento en quién podría ser – lo siento... no recuerdo tu nombre.

‒ Bakugo Katsuki, mano derecha del jefe – le tendió la mano educadamente, Shoto dudó un instante pero la estrechó por cortesía.

‒ Lo recordaré – comentó Shoto – recordaré al menos el cigarrillo.

‒ No tienes que devolverlo ni nada así, de hecho tus guardaespaldas me ofrecieron uno hace no mucho.

‒ Oh... ya veo.

‒ Fue en la tienda de tatuajes de Izuku Midoriya, y sabiendo como se odian nuestras familias, la verdad es que me sorprendió verte allí.

‒ Casi me sorprende más que tú vayas a su tienda. Ningún Yamaguchi va a tatuarse con Midoriya. De hecho por eso mismo eligió llevar el apellido de su madre, para evitar que se le relacionase con su padre.

‒ No sabía que era el hijo del jefe cuando empecé con los pircings – sonrió Bakugo diciendo totalmente la verdad.

‒ Entonces la mano derecha del jefe no está demasiado bien informado.

‒ Puede ser. Lo que me gustaría saber es por qué los Todoroki os tatuáis allí con él. Creí que no querríais saber nada sobre los Yamaguchi y eso afecta directa e indirectamente a Izuku.

‒ ¿Enserio quieres saberlo? Para eso tendrías que hacerme un favor.

‒ Tú dirás.

‒ Acércate un poco más y sonríe.

Bakugo miró disimuladamente a su alrededor y sonrió hasta que encontró un posible motivo. Al otro lado del cristal, otro miembro de una familia importante les observaba de mala gana: Inasa.

¡Se acercó! Casi como si quisiera ligar con él porque imaginó que lo único que Shoto deseaba era quitarse a ese tipo de encima cuanto antes.

‒ ¿Así de cerca bien?

‒ Sí – susurró Shoto hasta que vio a Inasa desaparecer.

‒ Esto debe ser otra gran historia, seguro – sonrió Bakugo antes de dar otra calada a su cigarro sin mover todavía ni un centímetro de la distancia.

‒ No tan "grande" – susurró Shoto – a tu pregunta... Izuku es mi mejor amigo desde la escuela, por eso él es mi tatuador. Gracias por el cigarro, nos vemos por ahí.

‒ Claro – susurró Bakugo al ver que Shoto ya alejaba su rostro y caminaba de vuelta hacia el interior volviendo a marcar números en el teléfono.

¡Mejor amigo! Izuku y Shoto amigos desde la infancia sabiendo que provenían de dos familias que se odiaban a muerte. Eso era lo que menos... interesante.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top