Capítulo 17: Felicidad
Del golpe, los libros de la estantería donde su cuerpo había chocado cayeron al suelo abruptamente. A su mente, sólo llegaba una maldita frase que su hermano le soltaba una y otra vez: "Deben ser buenos esos revolcones".
Enfadado al recordarla porque odiaba que se metieran en su vida, agarró sus dedos con mayor fuerza al cabello de un impaciente Inasa que no dejaba de presionar su cuerpo contra el suyo arrinconándolo contra la estantería del estudio donde se habían encerrado mientras besaba y mordisqueaba su cuello con fogosidad.
Los jadeos que trataba de mantener a resguardo y no dejarlos salir eran imposibles de acallar. Por más que luchaba contra esos impulsos, siempre perdía esa batalla. Con su cabeza apoyada contra la madera de la estantería y ladeada hacia la izquierda, el rubor en sus mejillas delataba que aquello le gustaba. Inasa no permitía siquiera que moviera la cabeza mientras se dedicaba a succionar su cuello y empotrarle más contra la estantería motivándose y haciendo sus movimientos más bruscos a cuantos más gemidos escapaban de su garganta.
¿Cómo había terminado así? Era la pregunta que Shoto se hacía y a la vez... carecía de sentido en ese instante.
Sentía el miembro de Inasa creciendo bajo sus pantalones y rozando con el suyo. ¡Sí! ¡El cómo había dado inicio ya daba igual! Lo único que quería en ese instante era sentir el placer y desahogarse. Debía darle la razón a su hermano en algo... necesitaba un respiro de toda la presión del trabajo y con Inasa lo tenía siempre desde que se casó con él.
El ruido de los cinturones desabrochándose provocó un mayor sonrojo en Shoto, pero simplemente, él no pudo ni moverse. La mano de Inasa seguía presa cerca de su cuello manteniendo su rostro ladeado. En otras circunstancias quizá él habría tomado medidas al respecto pero la verdad era... que en ese instante, no quería hacerlo. Le excitaba esa brusquedad y fogosidad hasta tal punto que quería llegar al final, por eso mismo, dejó que Inasa continuase. Seguramente, Inasa estaba siendo así de impaciente y pasional por su culpa, por ese primer beso que le había dado cuando llegó a casa, por cómo él mismo le había empujado y metido dentro de la oficina. Ahora no podía quejarse de que Inasa reaccionase tal y como él quería.
Los pantalones de Inasa fueron los primeros en caer al suelo y entonces, el sonrojo de Shoto se intensificó pese a que no podía ver absolutamente nada todavía.
— No sabía que te gustaba el sexo de esta forma.
— ¿A lo salvaje? – preguntó Shoto – supongo que depende del día, y hoy me apetece mucho un buen polvo.
— Entonces trataré de no decepcionarte. Si lo quieres duro... duro será.
Agarrando con mayor fuerza la nuca de Shoto, Inasa tiró de él con cierta rudeza pero tratando de que su agarre fuera lo más suave posible para evitar hacerle daño y entonces, le obligó a arrodillarse frente a él.
— Aquí tienes al que tanto deseas, Shoto. ¿Por qué no le saludas? Él está deseando conocerte bien a fondo – se inclinó ligeramente Inasa para susurrarle aquellas palabras en su oído.
Shoto sonrió de forma algo arrogante al ver que Inasa realmente sí estaba dispuesto a todo por complacerle, incluso llegar a esa clase de sexo que él necesitaba. Sin dilación, lo primero que hizo Shoto fue agarrar con una mano el miembro ya medio erecto de Inasa y apartarlo un poco hacia arriba para poder llevar su boca hasta los testículos. El gemido de Inasa no se hizo esperar en cuanto sintió a Shoto jugar con ellos, lamiendo, besando y succionándolos con suavidad.
Si en algún momento Inasa pensó que ese chico podía ser inocente, hoy le quedaba claro que no lo era tanto en algunos aspectos, no podía serlo por la soltura con la que se desenvolvía. No era la primera vez que veía esa faceta de Shoto. Ya la primera vez en las aguas termales, en su primer encuentro, supo que ese chico no era tan inocente como creía, pero ahora, casado con él, no le cabía duda. El sexo entre ellos era demasiado bueno. Tan modosito, educado y refinado que parecía siempre y en realidad, en temas de sexo era completamente opuesto. Inasa sonrió sin perder de vista cómo el chico arrodillado frente a él pasaba a lamer cada centímetro de su miembro antes de meterlo en su boca e iniciar un movimiento ascendente y descendente por él con intención de darle el máximo placer posible. Inasa aprovechó aquella posición para tras lamer sus dedos, llevarlos bajo el pantalón de Shoto hacia su entrada.
— Ven aquí, vamos a la mesa.
Apartándose un segundo de Shoto, Inasa se acercó a la mesa y tras pasar el brazo para tirar algunos papeles que había sobre ella junto al resto de papeles y libros que anteriormente habían tirado al suelo, se sentó sobre ella. Shoto sonrió enseguida en cuanto supuso lo que quería.
Apoyándose sobre él para no caerse, subió las rodillas a la mesa para quedar sobre Inasa. Fue éste quien, agarrando las nalgas de Shoto para separarlas, dejó que el chico introdujera su miembro en el interior. El gemido no se hizo esperar a medida que bajaba hasta sentarse completamente en los muslos de Inasa con el miembro ya en su interior.
— Vaya... sí que estás obediente y...
— ¡Cállate! – empujó Shoto el pecho de Inasa hacia atrás para que se tumbase, tomando el completo control y pudiendo moverse a su antojo y pleno placer. Inasa sonrió. ¡Era la primera vez que veía a Shoto en ese aspecto y le atraía demasiado! Seguía siendo el mismo chico que quería tener todo bajo control siempre.
— Veo que te gusta jugar con fuego.
— No lo sabes bien. Quizá en otro momento juguemos con cuerdas y esas cosas... pero hoy, sólo cállate y sé mi muñeco. Déjame disfrutar de tu polla.
Inasa sonrió unos segundos antes de empezar a gemir en cuanto Shoto aumentó el ritmo. Subía y bajaba frenéticamente sobre él dejando esta vez que sus gemidos sonasen en la estancia. Shoto mantuvo los ojos cerrados disfrutando al máximo de lo que sentía y entonces, cuando ya estaba casi a punto de culminar, sintió cómo Inasa se levantaba de golpe sin sacar su miembro de él y lo empotraba contra otra de las estanterías aumentando más el ritmo de las estocadas.
— ¡Joder! – dejó escapar Shoto el sentir que el placer se iba durante un segundo pero volvía con más intensidad.
— Lo siento, Shoto, no soy muy bueno fingiendo ser un muñeco. Ahora córrete para mí. Sé que estás disfrutando de mi polla.
— Dame más caña – susurró Shoto.
Inasa sonrió volviendo a aumentar más el ritmo y consiguiendo finalmente que Shoto ya no pudiera seguir hablando. Tan sólo los gemidos y jadeos salieron de él hasta que el semen golpeó el abdomen de Inasa al no poder contenerse durante más tiempo.
— Buen chico – susurró Inasa sin querer decirle que hacía unos minutos que él ya se había venido, sin embargo, Shoto debía saberlo por la humedad que debió sentir en su interior –. Aunque debo admitir que no creí que te gustasen estos juegos, Shoto.
— Acaba antes hoy el trabajo, ven pronto esta noche a casa y te enseñaré de verdad lo que me gusta sin que sea un polvo precipitado en el despacho de casa – sonrió.
— Me encantaría.
¡Si! Su matrimonio iba bien. Ya no sólo es que se entendieran en el sexo, los negocios, su vida rutinaria, en todo se compenetraban a la perfección. Pensar que de niños tuvieron tal nivel de competencia que prácticamente se odiaban y ahora... sin duda alguna, sentían esa química entre ambos. Eran totalmente compatibles en todo. Inasa ya no podía ver su vida sin su marido. Shoto era todo lo que necesitaba.
***
Había dejado la moto en el garaje de su casa y pese a dejar los cascos con rapidez sobre una de las mesas, su rostro volvió al instante a juntarse al de Izuku en un pasional beso. ¡No quería perder tiempo con él! Tampoco Izuku parecía querer perderlo cuando sin soltar el beso, jugó con su mano intentando encontrar la mesa para dejar el casco.
- ¿Estás seguro de esto? Había reservado en un buen restaurante – preguntó Bakugo algo sorprendido.
- Que le den al restaurante – sonrió Izuku – prefiero ir directo al postre.
- Ya lo veo. Y yo que había pensado en la cita perfecta.
- El paseo en moto ha estado bien, pero ahora, prefiero otra cosa.
Su espalda chocó contra la pared de las escaleras mientras subían casi a tropiezos por ella. Más de una vez, Bakugo tuvo que sujetar la cintura de su marido para evitar que éste tropezase, aun así, no pudieron evitar algún que otro tropiezo que les hizo reír al instante. Ninguno podía dejar de sonreír y besarse con pasión.
Izuku se agarró con fuerza al cabello de Bakugo cuando éste abrió la puerta principal y le arrastró por el pasillo hacia su cuarto.
Atravesaron la puerta segundos antes de que Bakugo la empujase tras ellos para que se cerrase sola. Todo su cuerpo temblaba por la excitación mientras acercaba la cintura cada vez más hacia la entrepierna de Izuku, rozando sus miembros con perversión y lujuria, sin ser capaces de soltar sus labios ni siquiera para permitirse gemir.
Sus pies se movieron al instante hacia la cama, pero un leve quejido salió de los labios de Izuku cuando sus pies se enredaron con algo y cayó hacia atrás, impulsando a Bakugo junto a él. Sabiendo el moreno que la cama estaba cerca, ni siquiera se inmutó en tratar de sostener a su marido. Separó sus labios de los suyos evitando hacerse daño en la caída y volvió a atraparlos unos segundos después tras apartar de una patada la camiseta donde se habían enrollado los pies de Izuku.
La mano de Bakugo agarró con fuerza la nuca de su camiseta y tiró de ella arrastrándola por su espalda hasta sacar la cabeza y poder lanzarla a un lateral. Muchas veces, Izuku había visto desnudo a ese chico desde que contrajeron matrimonio, pero aquella vez era diferente. Su cuerpo lucía tan fuerte como de costumbre, pero el sonrojo fue inevitable al verle tan cerca y ser consciente, que era su esposo, iba a serlo durante toda la vida, o eso esperaba. Bakugo sonrió sutilmente al ver cómo su esposo se sonrojaba y llevaba su temblorosa mano hacia los músculos de su abdomen queriendo tocarlos.
Temblaba, no sólo su mano, todo su cuerpo temblaba ante lo que iban a hacer, estaba nervioso y excitado, pero Bakugo no le dio tiempo a pensar en nada más cuando levantó la camiseta de Izuku y recorrió con su lengua desde el ombligo hacia su pecho.
La espalda de Izuku se arqueó dejando escapar un ligero gemido antes de cerrar los ojos con fuerza por la vergüenza que sintió. Se tapó la boca con su mano, pero Bakugo, al ver lo que trataba de hacer, agarró su muñeca con fuerza y la atrapó contra el colchón evitando que silenciase los ruidos que luchaban por salir.
— Déjame escucharte – dijo sin más antes de hundir una vez más su cabeza contra el torso de su esposo y atrapar sus pezones con los labios.
Su lengua jugueteó con ellos, poniéndolos cada vez más duros, dejándose embaucar por aquellos sonidos que Izuku no podía retener. Las manos de Bakugo agarraron con fuerza la cintura de su esposo, dejando que se arquease más y le permitiera seguir jugando con su pecho, lamiéndolo y mordiéndolo con fogosidad.
Desde la primera vez que vio a Izuku, siempre supo que tenía algo especial, se dejaba influenciar por su inteligencia, por su forma tranquila, pero jamás esperó llegar a tener esa clase de sentimientos tan fuertes por él. Aquel tema con su ex esposo pudo salir realmente mal. Sólo de pensar que le había hecho daño, sólo ver esas cicatrices... le hacía hervir la sangre. Él no era capaz de pensar en hacer daño a alguien como Izuku. Le amaba demasiado, desde la primera vez que le vio en esa tienda de tatuajes, le gustó. Quería protegerle.
Las manos de Bakugo bajaron de la sensual textura de la piel de Izuku hacia el cinturón. Con precisión y rapidez, lo desabrochó y elevó el trasero de su chico para conseguir quitarle el pantalón.
Tan sólo un segundo se incorporó del cuerpo de Izuku para quitarse él mismo los pantalones. Fue el mismo instante donde Izuku trató de tapar su miembro medio erecto bajando su camiseta y doblando la rodilla para evitar que le viera. Ese gesto hizo que Bakugo sonriera tras quitarse los pantalones y lanzarlos bajo la cama.
— Te he visto desnudo muchas veces – susurró – y me encanta lo que veo todas esas veces.
¡Rojo como un tomate! Así se puso Izuku al escuchar esas palabras. Siempre creyó que su cuerpo era horroroso, más desde que estaba cubierto de cicatrices. Llegó a pensar que jamás podría excitar a nadie, a nadie podía gustarle su cuerpo, en cambio, a Bakugo no parecía afectarle en absoluto.
— No me disgustan tus cicatrices – susurró Bakugo tumbándose encima de él de nuevo – yo también tengo unas cuantas.
Pese al sonrojo aún existente en su rostro, Izuku empezó a bajar la rodilla lentamente, aunque seguía sin apartar las manos que bajaban su camiseta cubriendo su intimidad. Fue Bakugo quien, lentamente, agarró sus manos y las apartó para poder verle mejor.
Ese sonrojo le tenía anonadado. Izuku era simplemente perfecto. Tímido aunque luchaba por calmar sus nervios. Sin embargo, en el sexo era de las pocas veces que veía su otra faceta que no fuera la habitual, era tierno, dulce y tremendamente perseverante. Un nuevo beso apasionado llegó entre ambos justo cuando Bakugo apartaba las manos de Izuku y apretaba ligeramente el miembro erecto de Izuku para acercarlo al suyo, rozando ambos juntos, moviendo su mano para darse placer, gimiendo los dos juntos, ahogando esos sonidos el uno en la boca del otro.
Del cajón de la mesilla, Bakugo sacó un bote de lubricante y lo abrió para untarse los dedos con ella. Izuku abrió un solo ojo para ver lo que su marido estaba haciendo, pero no dijo nada, continuó el beso, agarrándose más al cuello, enredando sus dedos en aquel cabello rubio y revoltoso.
Con suma delicadeza, introdujo primero uno de sus dedos, consiguiendo que su compañero diera un leve quejido y sonriera por lo frío que estaba aquel gel. Bakugo sonrió también tratando de restregar los dedos para calentar un poco el gel antes de intentar introducir de nuevo aquel dedo.
Uno tras otros y con lentitud, Bakugo consiguió introducir hasta tres dedos, moviéndolos suavemente en su interior sin dejar de dar placer a ambos miembros, sin dejar de morder seductoramente el lóbulo de la oreja de Izuku, pasando a sus labios de vez en cuando para besarle con pasión.
Los gemidos y suspiros de Izuku pronto le hicieron ver al rubio que todo estaba preparado, que sus dedos ya no alcanzarían mayor profundidad para seguir proporcionándole más placer, así que untó parte del gel sobre su miembro y la restregó por él junto a la entrada del chico.
Se posicionó mejor para poder introducirse con mayor facilidad y lo hizo con mucho cuidado pese a que la entrada estaba prácticamente abierta para él. Izuku frunció el ceño al sentir el miembro de Bakugo entrando en él, más ancho de lo que eran sus dedos, con algo de molestia al principio pese al gel lubricante que había puesto.
No se detuvo hasta que estuvo completamente dentro pese a que su movimiento fue muy lento, dejando escapar un leve suspiro de placer por la estrechez que le proporcionaba. Todo allí dentro era calidez y placer, suspirando con tranquilidad, moviéndose lentamente dentro de él y tratando de obtener mayor velocidad poco a poco.
Ambos disfrutaron de aquel momento, movidos por la excitación que sus cuerpos desprendían. Apenas tardaron en eyacular entre el sudor de sus cuerpos, los gemidos y el placer al que habían sucumbido. Fue entonces, cuando Bakugo se dejó caer al lado de su esposo, saliendo de él y pasándole unos pañuelos de la mesilla para que se limpiase su propio semen que había derramado sobre su abdomen. Él aprovechó para limpiar su miembro y ayudar a Izuku a limpiarse también.
— No creí que algún día podría estar así contigo – susurró Izuku.
— Yo tampoco – sonrió Bakugo, completamente desnudo a su lado, buscando la sábana para tapar a ambos – pero me gusta y me alegro de haber podido casarme contigo. Cuando tu padre falte, me haré cargo del clan y sus negocios, pero te prometo que tendré cuidado. No quiero que me separen de ti.
— Desde que falleció mi ex marido, intenté no fijarme en ti pero... es imposible no hacerlo, Bakugo.
— Ohhh. ¿Soy interesante? – se incorporó un poco para mirar mejor a Izuku.
— Eres seductor, sí y muy insistente. No te rendiste nunca conmigo.
Esta vez fue Bakugo el que se sonrojó. Realmente siempre fue un niño tímido y aún lo era en muchos aspectos, sobre todo a la hora de hablar de sentimientos.
- Me gustas mucho, Bakugo y eso me aterra. Además, sé que mucha gente anda detrás de ti y...
- Y me da igual, sólo quiero que tú estés detrás de mí – sonrió – y cuando llegue el momento, dejaré de ser la mano derecha de tu padre para ser la tuya.
- ¿Enserio? – preguntó, esta vez incorporándose él.
- S-Sí – se sonrojó Bakugo – si todo esto de la idea de Inasa y Shoto sale bien y tenemos dinero, podríamos presentarle a tu padre alguna buena propuesta, él jubilarse y nosotros tomar el control del clan.
- Claro – susurró Izuku – me gustaría si tú estás a mi lado.
- Yo siempre estaré a tu lado. El clan Yamaguchi continuará sus negocios con nosotros al mando y tienes un buen aliado de tu parte. Los Todoroki y los Yoarashi no permitirán tampoco que pueda pasarte nada. El resto de familias los respetan demasiado como para atreverse a hacer algo que les hiciera ganarse su odio.
- Entonces, aprovechemos la opción. Quiero vivir feliz a tu lado.
- Lo haremos.
Fin
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