Capítulo 15: Fingir

Las termas eran el único lugar donde Shoto realmente se sentía en paz. Cuando llegaba la noche, siempre iba allí a disfrutar de la paz y la tranquilidad. Pedía la misma piscina y sobre todo, que nadie entrase allí. Evidentemente, gracias a su familia y estatus, los encargados del lugar solían respetar esa petición y cerraban la terma para que pudiera disfrutarla en solitario, pero a veces, alguna otra familia importante era capaz de pasar por encima de su orden.

Había pocas familias así: los Yamaguchi, los Yoarashi... quizá los Izumi. Por lo general, no solían interrumpirle en su descanso.

Sintiendo el silencio y la calma, Shoto se metió dentro del agua completamente desnudo y dejó que el calor del agua desentumeciera su cuerpo. Sus ojos ardían como mil demonios por haber estado todo el día mirando la pantalla de su ordenador. Eso hacía él siempre, hackear, buscar rumores e indagar en las vidas privadas de todo el mundo para obtener información y material para chantajear en caso de que fuera necesario con tal de obtener los permisos que necesitaban para la construcción o para que sus hoteles mantuvieran sus estrellas y alto estanding.

Apoyó una pequeña toalla bien doblada y mojada en agua fría sobre sus párpados y apoyó la cabeza al borde de la piscina para intentar dormirse un rato. Mentiría si dijera que su mente no daba vueltas a los cientos de problemas que se venían encima. Ese matrimonio con Inasa les traería de cabeza. Eran dos familias poderosas de la Yakuza, tanto, como para que el resto de familias sintieran la preocupación de quedarse atrás o de intentar cualquier cosa contra esa unión con tal de evitar que se beneficiasen más que ellos.

Shoto respiró con suavidad. Recordaba bien a Inasa de joven. Fueron al mismo colegio e instituto. Apenas se hablaban entonces pero competían en silencio. Si uno de ellos tenía una buena marca en deportes o en sus exámenes, el otro intentaba mejorarla. Sus familias siempre les presionaban para que fueran mejores que el otro y todo, por la rivalidad que disputaban.

Nunca tuvo nada en contra de Inasa, no era personal pero... le había detestado, le había odiado en cierta forma. Odiaba tener que esforzarse siempre tanto para superarle y suponía que Inasa se sentiría igual que él. Ahora, sentía un alivio al no tener que competir más contra los Yoarashi.

¡Una noche de sexo! Sólo fue eso. Él que siempre se juró no juntarse jamás con Inasa. Para él, sólo fue un mujeriego. Siempre le veía en el instituto saltando de una relación a otra sin tener nada serio. Se aburría en las relaciones, es lo que Shoto siempre pensó de él, sólo jugaba con la gente. Se acostaba con uno y con otro buscando su propio placer y disfrute sin preocuparse de nada más y ahora... por una noche estaban metidos en todo esto.

Todo debió quedarse en esa noche. En uno de sus tantos ligues, en alguien que pasaría por su cama sólo una vez y ya está, pero... nunca imaginó que Inasa encontraría en él lo que siempre pareció buscar.

‒ Vaya, vaya, si está aquí mi futuro esposo.

Esa voz hizo sonreír a Shoto. Él era el único idiota capaz de conseguir que le dejasen entrar en la piscina termal que él había reservado. Nadie se interpondría a la familia Yoarashi por miedo.

‒ No me das ni un día libre de ti – se quejó Shoto llevando su mano hacia la toalla húmeda de sus párpados, sin embargo, no llegó a quitarla cuando sintió la mano de Inasa sobre la suya impidiendo que la apartase.

‒ No te la quites, tus hermosos ojos necesitan un descanso – le susurró con sensualidad.

‒ Ya... será más bien que a ti te excitan estas cosas.

‒ Es posible también – sonrió Inasa - ¿Alguna vez has tenido sexo en unas termas?

‒ Pues no, la verdad – dijo Shoto – pero seguro que tú si.

‒ No lo he tenido, pero me gustaría tener esa experiencia.

‒ Alguien podría entrar.

‒ ¿Enserio? ¿Quién? He dicho que no entre nadie.

‒ Ya... eso también lo había dicho yo y aquí estás.

‒ Es porque temen a mi familia, pero por eso mismo, ya no entrará nadie más. No hay otra familia a la que teman tanto como a nosotros.

***

La casa de su padre era grande y preciosa, una casa japonesa tradicional, llena de jardines hermosos y estanques por donde pasear, pero Izuku nunca sintió aquel lugar seguro pese a toda la gente que se encontraba allí protegiendo a la familia. Quizá porque él nunca se sintió parte de la familia. Intentó alejarse todo lo posible de sus influencias, su dinero, de su estatus, pero allí estaba, una y otra vez acababa en esa casa enfrentando las decisiones de su padre.

"Enfrentando" era una palabra errónea, más bien, "aceptando" las decisiones de su padre, porque con él, no le quedaba otra opción que acatar. Al menos esta vez sabía el motivo de su llamada aunque debiera ocultar que lo sabía.

Por primera vez en mucho tiempo, los guardias de la puerta no le tocaron de más en el cacheo. Era posible que allí ya supieran que querían comprometerle con Bakugo y siendo la mano derecha del líder de la familia, nadie se atrevería a enfadarle. Eso le calmó un poco. Todavía recordaba las palabras de Bakugo cuando dijo que él podía protegerle. Era alguien importante en el clan. Se sintió ligeramente aliviado.

Cuando entró por la sala, Bakugo ya estaba allí arrodillado en uno de los cojines frente a la mesa cuadrada. El té aún no se había servido, le esperaban a él.

‒ Buenos días... padre – comentó Izuku aunque esa palabra le costaba que saliera de sus labios.

Bakugo la sintió forzada, era obvio que su padre también debió tener el mismo sentimiento pero no dijo nada. Con la mano extendida y un ligero movimiento, invitó a Izuku a sentarse al lado de Bakugo en el cojín que quedaba libre.

Izuku se arrodilló sobre el cojín y esperó en el silencio a que la chica entrase con la bandeja del té. Para su padre, era toda una tradición, así que esperó hasta que terminó la ceremonia y la chica, habiendo servido todas las tazas, arrodillada frente a la puerta que tenía que cerrar, la cerró completamente corriéndola hacia el lateral.

‒ Agradezco que hayas podido venir, Izuku.

‒ No es que tuviera muchas opciones – comentó - ¿Qué necesitas de mí?

‒ Verás, he decidido comprometerte de nuevo.

‒ ¿Alguien como el de la última vez? – preguntó Izuku con cara de disgusto. Sabía bien que era Bakugo pero no podía decir que estaba contento con esa decisión, él siempre se había negado a esos compromisos y debía permanecer con su postura.

Como quién se da cuenta en ese instante, Izuku miró a la mano derecha de su padre, sentado a su lado tomando un sorbo del té en silencio. Todavía no había pronunciado palabra alguna.

‒ ¿Con él? – preguntó entonces Izuku malhumorado como si se hubiera dado cuenta en ese instante de que la mano derecha no debería estar allí a menos que le concerniese el asunto.

‒ Sí Izuku, te casarás con Bakugo y él se hará cargo de los negocios cuando fallezca.

‒ ¿Y qué debo esperar? ¿Otra mano derecha como la anterior?

‒ No soy como él – dijo esta vez Bakugo acudiendo con rapidez antes de que su padre pudiera hablar – tampoco yo planeaba un matrimonio, pero te aseguro que no soy como tu anterior matrimonio. Me gustaría tener una oportunidad contigo.

‒ De eso nada, no puedes hacerme esto de nuevo – se quejó Izuku a su padre antes de levantarse y salir del lugar. Es lo que normalmente hacía ante esos casos.

Los guardias de la puerta trataron de impedírselo pero esta vez, aunque su padre le habría hecho regresar como siempre, fue Bakugo el que con un movimiento de cabeza y su voz ronca, dio la orden que confundió ligeramente a Izuku.

‒ Dejadle ir. Entiendo que necesita pensar en esto.

Izuku sintió sus brazos liberados. Los guardias le soltaron y le dejaron salir al jardín. Tenía que irse de allí, lo sabía, como también sabía que Bakugo le buscaría en cuanto pudiera.

El líder del clan suspiró como quien tiene un gran problema entre manos pero Bakugo sonrió.

‒ Tome su té señor, yo iré a hablar con él.

‒ ¿Podrás convencerle? – preguntó.

‒ Espero que sí. Deme un poco de tiempo. Voy a hablar con él, esto le ha pillado por sorpresa y su otro matrimonio no fue bueno. Sólo necesito un poco de tiempo para que confíe en mí. Esto nos ha caído demasiado rápido a los dos, no he podido preparar nada qué decirle todavía.

‒ Está bien. Pero el matrimonio ya está concertado. A partir de ahora él es tu problema.

‒ Lo solucionaré señor.

***

Con sus brazos apoyados sobre la roja barandilla del puente del estanque, Izuku observaba los peces Koi que nadaban allí. Igual que él, sin libertad, destinados a estar siempre en ese lugar pero por lo menos, esta vez, sonrió. Con Bakugo se sentía bien.

‒ Buena actuación – escuchó a su espalda la voz de Bakugo, consiguiendo que se girase con rapidez - pero no te emociones mucho, sigue fingiendo, tu padre nos observa desde la ventana – comentó puesto que él sí daba la espalda a la lejana ventana, pero podría ver el rostro de Izuku.

‒ ¿Se lo ha creído? – comentó Izuku esta vez con seriedad, fingiendo que hablaban del tema del matrimonio de conveniencia y que le disgustaba.

‒ Sí, diría que sí – sonrió Bakugo – le he dicho que iba a salir a hablar contigo y tratar de convencerte de que esto es bueno.

‒ ¿Y cómo debería actuar?

‒ No lo sé, de momento finge al menos que escuchas algo de lo que te esté diciendo – dijo Bakugo antes de apoyarse también sobre la barandilla roja del estanque, como si tuviera un leve acercamiento a Izuku por el simple hecho de que le dejase estar allí con él viendo esos peces. Izuku le imitó y volvió a mirar los peces.

‒ Entonces... ¿Nos casamos?

‒ Eso parece, sí – dijo Bakugo.

‒ Llevo toda la vida sintiéndome como estos peces, atrapado en un estanque que odiaba.

‒ Lo sé. Pero yo te sacaré de ese estanque – dijo Bakugo – podrás vivir donde quieras, podrás hacer lo que quieras, ser quien quieras ser a mi lado. Nunca te voy a obligar a nada y soy tu solución para alejarte de tu padre. Él ya no podrá comprometerte con nadie, no podrá obligarte a nada.

‒ Pero a ti si.

‒ Soy su mano derecha, siempre tendré que limpiar sus asuntos, pero es algo que elegí yo, a ti no te concierne. Tú serás libre.

‒ Kachan – dijo esta vez Izuku por la abreviación, lo cual sorprendió a Bakugo – te quiero. Creo que este matrimonio puede funcionar.

‒ Yo también lo creo – dijo Bakugo – pero cuando entres ahí de nuevo, sea hoy u otro día, finge un poco que te disgusto, podrías decirle que me darás la oportunidad, que te he convencido un poquito con lo que te haya dicho hoy pero...

‒ Seguiré algo disgustado por la decisión de mi padre, sí. Lo pillo – sonrió Izuku.

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