Capítulo 4
.:: The Sweetest Thing ::.
#4
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Es lunes.
Jodidamente es lunes y...
—¡¡Buenos días!!
Y eso...
Su voz resuena por todo el pasillo, haciéndome perder la calma. No tengo que adivinar para saber quién es, pues a pocos pasos de llegar a mi oficina, me asalta con su inquieta presencia.
Me fijo y me doy cuenta que trae un bolso grande y lleva un moño de seda en la cabeza. Esta vez de color rojo con pequeñas manchitas blancas en él. ¿Por qué tiene que vestirse así?
Frunzo los labios.
—¿Le molesta si dejo mi bolso en el locker, arquitecto?
—No, utiliza el primero de la derecha —respondo dejando mi taza de café en la mesa.
—¡Gracias! —me dice con mucha efusividad y se retira casi saltando.
Nuestra oficina es de mediano tamaño para un atelier de arquitectura, con dos tableros de dibujo, dos computadoras última generación y una mesa de ochenta y cinco pulgadas que se convierte en mesa de reuniones cuando necesitamos discutir el diseño de un proyecto, o en mesa de trabajo cuando hacemos una maqueta. A un costado, con vista a Tokyo, está mi escritorio personal. Nadie se puede sentar allí y si fuera por mí, tampoco lo haría yo. Prefiero el tablero y perderme en un lienzo, sobre todo con la tinta china azul, es especial, le da profundidad al azul clásico de la acuarela.
De pronto, su sombra de metro y medio se detiene a mi costado.
Huele a rosas.
Otra vez.
—¿Qué diablos es eso? —fulmino con mis ojos el aparato que lleva en sus manos.
—Mi Tablet —responde como si fuera obvio. Y claro que lo es, pero ¿quién prefiere un aparato impersonal a un papel y un lápiz? — Anoto todo en ella para no olvidar ningún detalle.
Le sostengo la mirada.
—Bien...ehhh... —quiero decir su nombre, pero no me acuerdo, felizmente ella comprende y termina la frase por mí.
—Kinomoto, Sakura.
—Sí, bien... —sin perder tiempo, de mi folder, saco una hoja y le entrego—. Hice esta lista para ti. Indica las actividades que tendrás que hacer el resto de la semana.
Ella asiente sin rechistar, lo que es extraño para un principiante con ansias de aprender o hacer cualquier cosa que esté relacionada con su carrera. Así que no me fío mucho y prefiero analizar sus movimientos.
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Pasó una semana.
La practicante hizo sus quehaceres y hasta el momento no me ha dado problema alguno y creo que sí podremos trabajar juntos pronto.
Aunque me desagrada la idea de que no tenga voz propia, incluso creo que puede ser muy dócil ya que todo lo que hace es decirme que sí, me hace caso en todo y no se queja de las fotocopias, impresiones y otras superficialidades más que tiene que hacer en la oficina.
Igual, me sigue pareciendo sospechoso.
¡¿Por qué demonios parece que escribo un diario?!
.
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Es viernes y por fin empiezo a sentir la adrenalina del fin de semana, más porque había quedado con Eriol en hacer trekking en el monte Takao. Está a unos cincuenta minutos de Tokio en auto y tiene una excelente área para hacer senderismo; con el otoño, el paisaje se vuelve rojizo de intensos matices y dorados que me hace recordar al jardín botánico londinense.
Dejo a Yamazaki en la cafetería y me dirijo a mi oficina para sacar mi portafolio y despedir a la neófita, sin embargo, ni bien cruzo la puerta, el ambiente huele a desinfectante y siento que el alma se me va del cuerpo.
—¿Moviste algo que estaba aquí? —le pregunto desencajado al ver el orden que impera en el ambiente. Todo, TODO está ordenado, incluso mis óleos y témperas.
—N-No.
—Lo había dejado acá, ¿qué hiciste con el temple?
—¿El... temple?
—Sí, Satsuki, ¡el temple! Estaba en un recipiente negro.
—Ah, eso... —me mira con ojos de cordero—. No sabía... lo-lo siento... pe-pero... Olía mal y...
—¿Y qué? —alzo la voz— ¿qué hiciste, Satsuke? — Necesito que me diga que es una broma y que no lo botó por el fregadero.
—Solo li-limpié. Está en la lista...
—Imposible que haya escrito eso, mi Giotto es sagrado —maldigo para mis adentros por un buen rato mientras reviso los recipientes, quizá en algún momento alcé la voz porque la niña me mira con atención.
—¿Qué es su Giotto?
—Mi pintura al temple de huevo.
—¡Oh! Discúlpeme, por favor.
—¡Que lo olvides! —grito y la escucho sollozar. No, por favor, no.
Sé que tengo que dejar mi temple en mi departamento, pero más tiempo paso aquí que allá y pretendía el fin de semana pintar un cuadro en cartulina gesso.
No le iba a dar ninguna responsabilidad mayor a la neófita. Imposible. No confío en ella lo suficiente para hacerlo.
¡Le falta madurez para ser arquitecta!
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Notas: ¡Hola! Como les prometí, subí el capítulo en la noche. Este es un poquito más larguito que el anterior =)
¿Creen que Sakura tenga alguna oportunidad con el gruñón? Aunque entiendo a Syaoran, pues, ama a sus óleos y sus témperas... u.u ¡Ah! Fíjense que Syao no recuerda su nombre xD
Espero leerlas, me encanta saber sus opiniones.
Besos, Lu.
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