Capítulo 31

.:: The Sweetest Thing ::.

#31

—Ya, hombre. Ponte el antifaz y olvídate de tus problemas.

—No sé de qué estás hablando —contesto receloso, Yamazaki me mira aburrido.

Sí sé de qué habla: estoy de muy mal humor, un humor más amargo de lo habitual. En horas de la mañana salí a correr por el malecón, fui a la lavandería a recoger mi traje, e hice lo imposible para no pensar en Sakura, pero no tuve éxito. Más bien, tropecé y rasgué mi buzo con unos arbustos llenos de espinas. No puedo creer que ella esté saliendo con el inútil de Kaito. ¡¿Qué podría ver en ese tipo?!

—Al menos disimula—. Su voz es ronca—. Mira quién viene allí.

Oh no...

—¡Li! —Cierro los ojos—. ¡Justo estaba preguntando por ti! —La voz chillona resuena por la inmensa sala del Pent-house. La melodía no logra disipar el ruido y me siento avergonzado en medio de los invitados.

Levanto el rostro y Kirome se está acercando con la intención de abrazarme. Takayama aparece detrás llevando galantemente del brazo a una señora de figura estilizada y cabello corto. Debería correr en este momento.

—Ni se te ocurra —murmura Yamazaki.

—Mira, querida, este es Shaoran Li, nuestro arquitecto —le dice a la mujer quien de inmediato deja su cara de fastidio y asiente amablemente—. Li, mi esposa es una gran aficionada tuya, está más enamorada de tus lienzos que de mí.

—¡Por Dios, Yamato! —Toma su cabello marrón y voltea avergonzada.

Todos ríen mientras que yo la saludo con una reverencia. Seguidamente, Yamazaki se presenta como jefe del departamento de informática y entretiene a Kirome con unas historias sobre la playa de Taomi dónde se construirá su casa vacacional. Al igual que Takayama, el entusiasmo de Kirome es innato, todo le es divertido, parecen cortados por la misma tijera, salvo que éste último presenta baja estatura, contextura gruesa y ojos grises.

—Arquitecto —me dice la señora Kirome—. ¿Usted cree que podría pintarme un lienzo para decorar mi sala? Verdaderamente, aprecio mucho su pincel.

Trago saliva.

—¿De qué se trataría?

—Tengo un extraño gusto por la arquitectura europea. Según tengo entendido, usted es nacido en Inglaterra; por ello creo que sería perfecto para comprender y plasmar en un lienzo los detalles manieristas y románticos de Venecia o París —finaliza con solemnidad.

Sonrió de lado. Es mi especialidad.

—¡Más que eso, querida! —Takayama me mira con complicidad—. Shaoran se graduó de la Escuela de Bellas Artes de Tokio hace unos meses y creo que será una buenísima oportunidad para su carrera, ¿no lo crees, Li? —Afirmo con la cabeza, tratando en todo momento de no salir corriendo; aun así, él parece satisfecho. Mierda. Takayama parece que conoce mi currículo mucho más que yo—. Pero, mi estimada Mayaa, será después de terminar el proyecto de la Smart City. ¡Tengo que presentarla al mundo ya!

Toso disimuladamente. Casi me ahogo con el champagne. Lo nota Yamazaki y la señora Kobahibawa que está parada justo al frente mío desde hace buen rato. Disimula un ligero entusiasmo mientras conversa con el jefe de marketing; al verme, sonríe más de la cuenta y cubre sus orbes violetas con un antifaz dorado. «Dios, que se abra el piso y vótame en el Támesis.»

—Pensé que ya tenías todo listo —acusa Kirome.

—¡Oh sí, claro que lo tengo! —responde el aludido—. Pero debo supervisar cada detalle y eso nos tomará, al menos, todo enero.

—Teniendo a Li, no creo que haya problemas. Mira nomás cómo quedó todo esto.

Todos me observan, a la expectativa de que diga o haga algo. Mierda. Sólo atino a sonreír. ¿Se habrán dado cuenta que una cosa es el diseño de interiores y otra planificar toda una ciudad? Los arquitectos siempre hemos sido incomprendidos y Takayama lo sabe pues su rostro se contrae, mas no contradice nada, sólo deja que la mujer exalte la decoración de su departamento. Eso le encanta.

—Tienes muy buen gusto, Li. Esto te ha quedado di-vi-no. —Sus ojos cafés brillan y se pierden nuevamente por la mesa de cristal en la que resaltan los dorados. El grupo comparte aquella opinión y, es más, alaban los tentempiés y se deciden por otro aperitivo.

Verdaderamente, todo está decorado con exquisitez. Entre líneas se puede notar el asombro de los invitados por la cristalería. Siento orgullo, no de mí, sino de Sakura. Ella es la artífice de la fiesta, incluso la música instrumental escogida complementa muy bien con la temática, genera una sensación de glamour como si estuviéramos en alguna fiesta parisina de aquellas que sólo se celebraban en el Palacio de Versalles. Increíble cómo la niña puede comprender la esencia de aquella época. Su afición por la historia me trae loco.

—Me siento muy halagado, señora Kirome, pero no puedo llevarme todo el crédito.

—¡Oh, sí! Quiero conocer a la señorita misteriosa que te ayudó en la decoración. Iro me ha hablado muy bien de ella. —Se dirige a Takayama—. ¿Fue tu alumna, cierto?

—Sí, de las mejores —sonríe, enérgico—. Sakura ganó el primer puesto por mejor proyecto urbano para la región de Asakusa.

—¡Fantástico!

Sin dudar ni pestañear, me vuelvo hacia mi jefe, totalmente sorprendido. ¿Qué la niña ganó qué? ¿Es en serio? Automáticamente mi rostro se sonroja. Siento que arde y no entiendo por qué sucede esto a la simple mención o alusión a ella.

Ellos continuan conversando mientras que Yamazaki hace una fiesta de mi incomodidad. Mueve sus cejas sugestivamente y bebe de su champagne en clara señal de triunfo; disfruta el momento, no sólo del espumante. Al diablo todo, me quiero ir de aquí.

Abro la boca para despedirme cuando el aire se me atora en la garganta. Por la puerta principal una jovencita de mediana estatura y cabello castaño entrega su abrigo al empleado y me mira con una extraña fijación. Se quita el antifaz y mi corazón salta.

Es Sakura, envuelta en un sencillo pero elegante vestido color esmeralda que se ciñe perfectamente a sus curvas. Lleva tacones altos lo que estiliza su bonita figura y la hace ver sexy... una mezcla sobrenatural de sensualidad e inocencia. «¡Oh Dios!»

—¿Qué pasa, Li? —Mi amigo sigue la trayectoria de mi mirada y ríe. Ya sabe lo que es, mis ojos están pegados a la criatura que acaba de ingresar.

Él lo nota, claro que lo nota.

—¡Sí que es bonita! —exclama, divertido—. ¡Te lo dije! Háblale, intégrala al grupo.

No puedo hacer nada, sigo hipnotizado por cómo aquel vestido besa su piel. Mierda. Agradezco a todos los dioses de que Kaito sea un simple empleado y no ande revoloteando por aquí.

—¡Ahí está! —grita mi jefe—. ¡Sakura, ven por favor!

¡Ay! Cierro los ojos y trato mil de concentrarme en mi bebida. Estoy luchando como no tienen idea para que mi cuerpo no haga algo estúpido.

Pero no puedo.

Mis ojos vuelan hacia ella de nuevo, mi mundo deja de girar. Parece que fue ayer cuando me disgustó la idea de que Kaito estuviera acechándola en mi oficina. Ahora no soy mejor que él. ¡Me he convertido en un pervertido!

—Buenas noches, doctor Iro —le escucho decir con voz dulce—. Muchas gracias por la invitación.

De inmediato, Takayama la presenta y un sinfín de preguntas hacen que la niña se entretenga con los Kirome.

—Deberías usar un pañuelo, amigo —murmura el azabache al tanto que hace un ademán de limpiarse el mentón. Estúpido.

—Cállate —siseo.

Él ríe y me alcanza otra copa de champagne. Tiene un sabor frutado, dulce, pero no más que ella y su forma de sonreír a los invitados, la forma en que mueve sus labios... ¡Demonios! Mi cuerpo está reaccionando a Sakura de una manera que no pensé que lo haría, que no ha reaccionado a nadie en mucho tiempo. Acaso, ¿se puede atravesar la pubertad dos veces en la vida?

Decido contar hasta cinco.

Cinco...

Cuatro... su cabello cae en suaves ondas.

Tres... el vestido hace juego con sus ojos.

Dos... su perfume de cerezas aturde mis sentidos.

Está cerca.

Uno... ¡Oh! Abro los ojos.

—Buenas noches, arquitecto Li.

—Hola. —Es todo lo que puedo decir. Será mi idea, pero siento todas las miradas en mí, como si esperaran que hiciera algo inusual y sorprendente. Eso me altera, me deja al descubierto y solo quiero correr.

Ella me mira sorprendida, con un ligero rubor en sus mejillas.

—Los dejo, chicos. Acaban de llegar los Mitsudi y tenemos que celebrar el avance de nuestra Smart City.

Todos hacemos un gesto de despedida en cuanto los mayores se retiran. Nos quedamos los tres, ¿qué debo hacer?

—¿Te s-sirves una c-copa? —le pregunto nervioso. Odio no tener el control sobre mí, sin embargo, nada de eso importa. Su radiante sonrisa me desarma, reluce incluso en la tenue luz.

Yamazaki logra distender el ambiente por unos minutos gracias a una historia sobre la navidad en la época imperial. Todo va bien, hasta que una voz me sobresalta y me hace dar un respingo, buscar de donde proviene ese toque.

Aunque ya sé de qué se trata.

—¿Cómo estás, Cerecito? —Un cuerpo pasa frente mío—. ¡Feliz navidad!

Mierda. Mierda. Mierda.

¡¿Qué hace él acá?!

No me imaginé que podría venir a la fiesta.

.

.

Notas:

¡Hola! Por fin escapándome de las obligaciones de adulta independiente (pero con justos muy dementes) 🤣🤣🤣

Y bueno, ahora se pone la cosa interesante.... llegó quién no queríamos a buscar a su Cerecito. Shaoran en modo celos es mi favorito, espero que el de ustedes también. 🥰

¡Ah! Y ya se sabe un poquito de Sakura, más información en los próximos capítulos. ^-^

Besos. Lu.

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