Esta vez cuando la familia Malfoy llegó, la pequeña Helena estaba algo asustada por la oscuridad, se sentaron en los sillones junto a la chimenea.
Garrick se acomodó para empezar a narrar bien, la historia de esta noche...
El can estaba asustado, temblaba y gemía interrumpiendo el relato— ¿Que te pasa? — preguntó Garrick Ollivander desde su sillón.
El can miraba un punto fijo en el piso donde reposaba un pequeño arácnido— No quiero mirarla, ni siquiera quiero decir su nombre, pero es gigantesca— el can se cubría los ojos con las patas delanteras — No, no es gigantesca, es inmensa, no, no es inmensa es descomunal, no tiene ninguna gracia, es un bicho cuyo nombre empieza por "A". Y tiene patas peludas y largas...
Garrick se levantó del sillón para acercarse hasta el can— ¿Pero qué farfullas? ¿No te estarás refiriendo a esta pequeña araña? —Garrick tomó la araña entre sus dedos.
El can corrió espantado al rincón más alejado de la habitación. —¿a dónde vas?
— ¿La has matado? — preguntó el can.
— Sí
— seguro, la he aplastado con los dedos, es repugnante — dijo mientras se limpiaba las manos.
— Me alegro, además son tan tontos que no saben ni lo que es un hueso. — decía el can a medida que volvía a acercarse a la chimenea.
Scorpius sonreía de manera sarcástica.
— ya, te da miedo un bicho tonto. — respondió Garrick.
— y a ti una pobre rata. — contraatacó el can.
— Todo el mundo teme a las ratas, es normal —tras decir eso el mago se sentó en su sillón — ¿acaso has visto alguna?
Scorpius y su hermana estaban empezando a temblar.
— Están temblando — el can olió el miedo en todos.
— y tú también— respondió Scorpius.
— Que os parece si comenzamos la historia antes de que nos consuma el miedo. — Todos asistieron. —les contaré la historia del muchacho que se propuso descubrir que era el miedo...
— ¿es que no lo sabía? — preguntó Helena
— No.
— ¿No le temía a los murciélagos, gatos, ratas o arañas? — preguntó el can.
— No, era un chico muy raro...
» El segundo hijo de la prima de la sobrina segunda de mi segunda esposa, murió dejando a su esposo, el sastre, dos hijos. Uno era bueno y el otro era un inútil. Le llamaban Draco sin miedo.
Cada tarde Draco cortejaba a una hermosa joven de cabellos castaños, ojos color miel. Tocaba el violín para ella. Ella le sonreía y enviaba besos. Nunca cruzaban palabras. Ni sabían sus nombres.
Draco le sonreía, ella le miraba con amor mientras le sonreía tímidamente desde su balcón.
Una puerta abajo se abrió una ventana donde un hombre mayor de cabellos negros estaba furioso.
— Fuera de aquí, ¡no quiero verte! ¡Eres un inútil!
Draco seguía tocando el violín sin inmutarse, viendo fijamente a aquella joven. Hasta que el padre de la doncella le lanzó un jarrón a los pies.
Entonces Draco corrió hasta volver a su casa.
—¿qué hora es esta llegar? — preguntó el sastre.
— No tengo idea ¿qué hora puede ser? — respondió algo agitado el joven.
— acabas con mi paciencia—su padre sonaba molesto— bueno. ¿Has traído los botones?
— ¿qué botones?
—Los botones que te mande buscar.
Draco se tocó la cabeza y despeinó más de lo que ya estaba— es cierto... Se me han olvidado— empezó a sonreír— es que sabes padre he estado cortejando a mi dulce y bella enamorada, es tan encantadora— decía con voz soñadora
Lucius se giró para observar a su otro hijo — Neville, ¿has oído a tu hermano?... Se le han olvidado
— No importa, puedo volver otra vez. —Draco respondió como si fuera lo más obvio
— ¿y olvidarlos otra vez? No — el sastre miró a su otro hijo — Neville ve tú.
— iré por la mañana — respondió Neville, estaba nervioso y algo asustado.
— mañana ya es tarde. Ahora.
— pero padre está oscureciendo y no me gusta el bosque, está lleno de sombras y de feroces dragones — Neville estaba más asustado.
— Iré yo, no le temo a las sombras ni mucho menos a los dragones — dijo sonriente.
—Bien, ve —concedió su padre. Draco estaba dando la vuelta para salir de la casa — ¿que tienes que traer?
— eh, Humm, no me lo digas padre — Draco estaba apresurado por irse — dragones, eh... No, sombras.
— ¡Botones! —le gritó su padre muy enojado.
— sí, eso, botones — salió de la casa en busca de los botones.
» Así que Draco se fue a buscar los botones, pero los muchachos del pueblo que lo vieron pasar tan absorto en sus pensamientos se pusieron de acuerdo para darle un susto que le sirviera de escarmiento.
Draco ingresó al bosque de regreso del otro pueblo en el que había comprado los botones que necesitaba su padre, llevaba los botones en la mano. El bosque estaba apenas iluminado por la luna, se oían grillos y el suave movimiento de las ramas de los árboles. Al seguir caminando se encontró con un monstruo, la cabeza era de huesos de ciervo, cuernos eran de ramas y cuernos de reno, la túnica estaba hecha de pieles, hojas marrones y secas. Lo que se suponía que eran sus brazos eran finas ramas en forma de tridente.
Draco lo observó y sonriendo le dijo — ¿cómo te va? ¿que se supone que eres? ¿un troll?
— soy un espíritu del bosque — se oían como 3 voces gruesas decir a la vez— pero un espíritu de los malos.
— no importa
— ¡dame tu bolsa de botones! — gritó el monstruo.
— Lo siento son para mi padre — dijo Draco sosteniendo la bolsa.
— ¡dámelos o te despellejaré!
— ¿despellejarme? — preguntó el joven incrédulo
— te arrancaré la piel durante días.
— Veo que no eres razonable.
— ¡dame esos botones!
— ¿quieres botones? ¡Toma botones! — Draco se abalanzó sobre él y lo golpeó con la bolsa de botones los cuales se esparcieron entre las hojas
» Y el muchacho regresó a su casa contando no sé qué cosa sobre un espíritu del bosque, pero lo malo es que también volvió sin botones y ¿sabéis lo que pasó? Su padre lo puso en la calle con 40 chelines en el bolsillo y le dijo que no volviera a casa hasta que no aprendiera algo de provecho.
» Draco se quedó pensando, lo lógico es que esto le hubiese inquietado y se hubiera puesto a temblar. Era su gran obsesión y se propuso conocer lo que era el miedo, así que partió en busca del miedo sin más equipaje que sus 40 chelines y su violín.
Al caminar durante varias horas se encontró con un hombre ya maduro.
— veo por el brillo de tus ojos que estás enamorado — le dijo al tenerlo cerca.
— así es señor — respondió Draco con una sonrisa.
—¿cómo se llama? — preguntó aquel hombre de cabellera negra.
El chico sin miedo lo pensó— pues no lo sé.
— eso es lo de menos — sonrió — mi nombre es Severus y no me importa.
— Mi nombre es Draco.
—Gran nombre que en gloríese como hubiera dicho mi madre ¿tú tienes madre? —preguntó Severus.
—desgraciadamente no —respondió recordando a su pelirroja madre.
— Pero la has tenido es lo importante — sonrió para luego cambiar el tema — ¿y tu amada es rubia o morena?
— de cabellos castaños, y tiene unos hermosos ojos ámbares — Draco sonreía como un bobo al recordarla.
— ¡ámbares! ¡Qué bonito! Hoy es tu día de suerte jovencito en esta bolsa — de su bolsa sacó una pulsera de con adornos las cuales eran aquellas piedras ámbares, se lo extendió. — Toma... Las traje desde Arabia... Quizá te enseñe su nombre
— gracias señor — Draco estaba emocionado.
— y como eres un chico muy amable y despierto solo dejare que me pagues lo mismo que yo pague por él. — sonrió el hombre. — un doblón persa
— ¿cuánto es eso? — preguntó Draco
— ¿cuánto traes?
— 40 chelines —le enseñó su pequeña bolsa de monedas.
— no ni hablar eso es mucho... la tercera parte...
— me gusta esta pulsera, pero me he propuesto aprender cosas... Y aprender un nombre ya es algo... Le daría cuanto tengo si me enseña lo que es el miedo — dijo Draco.
— ¿tus 40 chelines serían para mi si consigo asustarte? — preguntó Severus con incredulidad pues creía que sería fácil.
— encantado — respondió Draco sonriente.
— Ya veo dijo un ciego, Draco cierra los ojos — el rubio lo hizo y Severus gritó como si lo estuvieran matando y no consiguió asustarle.
—¿le ocurre a usted algo? — preguntó Draco con los ojos cerrados.
— No, no — Severus sacó de su bolsa una cuchara y se la colocó en la garganta a Draco — ¿qué crees que es lo que te he puesto en el cuello?
— No lo sé señor — Draco sonreía emocionado —¿un puñal?
— y muy afilado, cortaría un pelo en dos.
— debe ser bueno.
— al menor movimiento te cortaría el cuello... Y ahora mismo lo vas a comprobar si no me das esos 40 chelines — Severus trató de sonar amenazante.
Draco abrió los ojos —Lo siento señor, debo aprender con ellos lo que es el miedo... Y Usted Severus no me asusta porque usted si tiene miedo — al decir eso lo empujó, Severus cayó al piso.
Al levantarse sonrió —ven conmigo por ese camino — le mostró un gran sendero — a ver si ideo algo para hacerte temblar un poco. Sígueme. — el hombre echó andar siendo seguido por Draco.
— ¿a dónde vamos? — preguntó Draco.
— A una charca, junto a un seto, junto a un prado, junto a un molino, junto a un pueblo y en esa charca veras algo aterrador, estremecedor y aunque no sepas lo que es el miedo lo sentirás...
— ¿y temblaré? — preguntó emocionado.
— por supuesto... Si es que sobrevives.
» He iniciaron allí la más fascinantes de las peregrinaciones hasta llegar a una charca, junto a un seto, un prado, un molino y un pueblo, ya estaba cayendo el día y vieron que alguien todavía cubierto de harina salía corriendo del molino, no se detuvo no para saludarlos, solo les gritó: "alejaos de aquí antes del anochecer, cuidado con la charca" y otras adorables frases de bienvenida.
Ya al llegar Draco se asombró de la charca. — la charca, ¿es aquí donde voy a aprender a temblar, Severus?
— Tu solo mete los pies en la charca, el miedo te arrastrará al fondo — habló lo más misterioso que pudo.
Draco se sacaba los zapatos y los calcetines a toda prisa ya que estaba muy emocionado —¡fantástico! — sumergió los pies en el agua. — ah. ¡Que fresca! ¿No quiere meterse? — le pregunto a Severus que lo veía como quien ve a un difunto.
— ¡No! No gracias — negó rápidamente — voy a hacer los preparativos para pernoctar aquí, conviene donar después de un buen susto — le dijo mientras se llevaba los 40 chelines consigo. — suerte.
— ¡Gracias!
» Pero aquella charca no era toda frescura y nenúfares. Algo maligno yacía en la verde profundidad de sus aguas y ese algo vio allí arriba la forma de los pies de un hombre. ¡Oh merlín! ¡Oh merlín!
¡No! ─ gritó Helena sobresaltado a todos.
─ ¿por qué gritas? ─ le preguntó el can ─ casi me matas del susto.
─ ¡ese algo se comió a papá! ─ chilló Helena.
─ Imposible... ¿Dejará sola a su enamorada? ─ preguntó Draco.
─ Yo no he dicho que se lo ha comido─ respondió el señor Ollivander viéndolos.
» Tranquilo estaba nuestro Draco sin miedo jugueteando con los pies en el agua, imaginándose como sería temblar, cuando de repente ¿quién iba creerlo? el agua comenzó a agitarse formando remolinos y oh espanto de pronto vio unos tristes rostros de mujer con los ojos cerrados de melancolía. Eran las hijas de las profundidades que con su danza le invitaban a ahogarse... "ven, entra" le decían. Draco las contemplaba embelesado por su belleza y entonces hizo lo que siempre hacía cuando se sentía conmovido, comenzó a tocar si violín.
» ¿por qué huían las gentes de aquella bella charca? ¿Por qué los hombres temblaban al caer la noche la luna dejaba su reflejo plateado sobre el agua? Porque mis queridos pequeños estas eran las hijas del mal, agua en sus ojos, agua en sus penas con dos únicas misiones que cumplir: ahogar mujeres y ahogar varones. "ven, entra y bebe nuestra amarga agua, entra a conocer a nuestro amo y señor." parecían decir. Draco fue a parar al fondo de la charca sin dejar de tocar su violín.
Ahí había un monstruo que parecía un sapo gigante con unas 6 antenas de luz en su cabeza. Escamoso, de piel verde y arrugada. Cubierto de musgo y fango. Los dedos de sus manos eran tan largos y sus las yemas de sus dedos tenían ventosas como la de los pulpos. Draco al verlo dejo de tocar, estaba muy lejos de asustarse por aquel monstruo más que nada sentía curiosidad.
— ¿Sabes quién soy yo? —le preguntó aquel ser.
Mágicamente Draco pudo respirar y hablar bajo el agua —pues no creo, debes ser una especie de monstruo terrible.
— exacto y estas son mis hijas — señaló a aquellas mujeres que parecían ser sirenas o veelas acuáticas pues poseían piernas y túnicas blancas — atraen a hombres como tú y yo los ahogo.
—¿por qué? —preguntó Draco aún más curioso que antes.
—por qué... — el monstruo se encogió de hombros, quizás él no sabía por qué lo hacía — pero antes dame tu pájaro cantor — extendió su escamosa mano hacia el violín de Draco — me gusta mucho.
— No puedo dártelo tengo que tocarlo, escucha —y Draco empezó a tocarlo mientras nadaba para salir de la charca pues quizás en cualquier momento podría empezar a ahogarse.
Y el monstruo lo siguió hasta la superficie, donde Draco se sentó en la orilla.
— ¿de dónde sale ese sonido? — preguntó el monstruo.
— de aquí... —Señaló su violín
— déjame probar — entonces el joven le extendió el violín y el monstruo lo tocó haciendo que sonase como como las voces de las sirenas en la superficie. — ¡ah! ¡Qué horror!
— antes tienes que aprender a tocarlo.
— y dime la canción que tocas ¿de dónde es? — preguntó el monstruo.
— ¿la canción? Es de muy lejos, es de Irlanda. — respondió Draco.
— ¿en qué dirección esta?
— hacía allá— Draco señaló en lado oeste de la charca— aunque te advierto que está muy lejos.
— Irlanda, iré a Irlanda. ¿Por allí dices? — el monstruo señaló el lado oeste.
— eso es.
— toca otro poco y luego me iré, Irlanda — Draco tocó aquella melodía que había cautivado a aquel ser escamoso.
» Nnuestro amigo tocó y tocó hasta que el monstruo dejó a sus hijas, su verde charca y su oficio de ahogar para partir en busca de Irlanda y el "pájaro cantor" y que yo aún sepa aquel monstruo sigue viviendo allí.
» ¡que recibimiento! ¡Draco era un héroe! No una fiesta, veinte fiestas. Setenta y ocho regalos, cuatro proposiciones de matrimonio y mucho tocar el violín.
» A la mañana siguiente Severus que se auto-nombró su representante, más no cesó de contarle historias a Draco, dándole detalles sobre el paradero de malignos troll, dragones, demonios y toda clase de enigmáticos misterios y decididos partieron los dos amigos cuando caía la tarde del día después, no sin que antes Draco sin miedo tirándole de las orejas a Severus le reclamase sus cuarenta chelines y le inquiriese sobre su próximo destino.
Severus caminaba viendo un mapa, el sol ya se había puesto. —es un lugar donde pasarás miedo, pero has de recompensarme.
— te daré mis chelines en cuanto tiemble — respondió Draco, el traía una mula que cargaba sus regalos.
— dame un poco de tu valor espero me bastará, a mi ante el más pequeño peligro me tiemblan los huesos, compara, tú tienes la fortuna de ser valiente, yo la desdicha de ser astuto, mientras yo engaño a tontos, tú puedes mover montañas ¿es eso justo? Sabes que no.
— Lo siento, toma mi dinero, te he ofendido — Draco estaba afligido. Y le extendió su bolsa de chelines.
— No, seguiré a tu lado sin cobrarte— respondió recibiendo aquella bolsa que contenía los chelines. — iremos a aquel castillo en el que nadie ha sobrevivido — le señaló el castillo que se veía lejano.
— al fin aprenderé a temblar.
» el castillo al que se acercaban en verdad era un cementerio, el rey había huido, estaba abandonado, solo los locos buscaban refugio en él, pues era un lugar maldito en el que ocurrían cosas extrañas. Oscuro y siniestro.
El castillo se abrió de golpe, el piso estaba regado de cráneos humanos y eran iluminados por la pálida luz de la luna.
Severus estaba asustado y trató de correr siendo detenido por Draco — espere, llevaré una cosa — empezó a revisar entre sus regalos, descargando algunas cosas de la mula.
— una espada— aconsejó Severus— o mejor dos.
Draco tomó tres regalos y se los cargó al hombro — con esto tendré suficiente y puede que hasta me sobre, te dejo setenta y cinco de mis regalos hasta que regrese.
— No deberías dejarlos aquí, ya sabes como soy, estaré tentado de robarlos y abandonarte. — respondió algo temeroso.
— Tenga un poco de valor, señor Severus.
Entonces oyeron un grito espantoso que provenía del castillo y Draco entró corriendo, estaba emocionado.
El interior del castillo era frío, todo estaba lleno de polvo y telarañas. Sobre una mesa dejó los regalos que había llevado consigo.
Otra vez oyó aquel grito que provenía de una chimenea, se quedó observándola y tras unos segundos cayó lo que parecía ser la mitad de un hombre, tenía apenas cabello sobre su cabeza, y caminaba usando las manos como piernas. Era viejo y feo.
— solo veo la mitad de mi cuerpo — dijo tras observarse — ¿dónde están mis piernas? — tras esa pregunta por la chimenea apareció un par de piernas con pantalones y botas gastadas. Cuando las piernas se acercaron aquel se trepó por ellas hasta que pareció completo — esto ya es otra cosa y ahora ¿qué tal si jugamos? — le dijo a Draco.
— porque no— respondió Draco mientras se quitaba el abrigo. — tengo toda la noche.
Aquel hombrecillo empezó a reír fuerte — sí, toda la noche — se acercó a un baúl donde había varios huesos, para ser más exacto eran fémures y un cráneo— ¿sabes jugar a los bolos?
— probaré — respondió con simpleza.
— ¿probarás?, más te vale — empezó a reír mientras colocaba aquellos huesos con si fueran pinos en forma vertical. — estas no deberían ser mis piernas, me quedan muy cortas, procura ganar muchacho o tendrás que marcharte por donde has venido. ¿Qué tallas tienes de piernas? — le preguntó.
— no lo sé — respondió Draco tras inclinarse un poco para ver sus piernas.
— ¿no tienes reuma, ampollas o gota? ¿Son piernas sanas?, bien son piernas sanas. — entonces aquel hombrecillo tomó una distancia que le permitiera tirar el cráneo como si fuera un bolo. Lanzó el cráneo y solo dejó un fémur parado. Se acercó hasta los huesos para ponerlos otra vez para que Draco jugara. — no está mal para no tener piernas. Tu tiras — le lanzo el cráneo a Draco.
El cráneo fue directo a golpear el estómago de Draco haciendo que este se quedara falto de oxígeno y que cayera al piso. — no vayas a romper algún cristal.
— si no os importa señor, vuestra bola no está bien redonda —entonces Draco tomó uno de sus regalos que con la cual empezó a darle mejor forma a aquel cráneo.
Tras hacer más redonda aquel cráneo, la lanzó y derrumbó cada hueso Incluido al hombre que no se había retirado.
— ¡he ganado! —gritó Draco.
— has hecho trampa — respondió aquel hombre que se mantenga sobre sus manos.
—¡no señor!, ha sido mi valor contra vuestra astucia y he ganado.
—mira lo que has hecho — le dijo mientras que las piernas sin torso caminaban hacia Draco —¡tiembla!
—no creáis que me impresiona ya quisiera yo ponerme a temblar — respondió Draco mientras veía las piernas y la mitad del hombre se dirigiéndose a la chimenea donde desaparecieron.
Afuera Severus revisaba, admiraba y acariciaba cada regalo.
» Draco tras no haber sentido ningún miedo se dispuso a dormir sobre unas mantas que estaban en otro salón, pero ¿quién estaba bajo esas mantas? ¡Severus!
El hombre parecía estar muerto — amigo, ¿qué es lo que te ocurre? — Draco le tocó el rostro —estás frío, eres mi único y mejor amigo. ¿Qué te pasa por que estás frío? — entonces Draco lo cubrió con la manta y se dispuso a dormir abrazándose al cuerpo de su amigo. Tras una hora Draco destapó el cuerpo.
Y ahí estaba aquel hombrecillo enojado que tomó a Draco por el cuello qye también lo tomó por el cuello, ambos estaban estrangulándose rodaron por las escaleras y aquel hombrecillo se golpeó contra una roca desapareciendo en el acto.
— Draco — está era la voz de Severus que se acercaba al salón—¿dónde estás? — preguntó asomándose por la puerta. — Draco sin miedo.
Draco tenía un puñal en la mano y le apuntaba a Severus. — atrévete a acercarte y te contaré el cuello, necesitarás también reponer una cabeza.
—¿que? — preguntó Severus.
— no me engañas.
—¡que soy yo! — gritó Severus.
— ¿no eres un fantasma? — preguntó Draco con cierta duda
— ¡no! — dio un paso para abrazar a Draco.
—¡no te muevas! —ordenó Draco volviéndole a apuntar con el puñal.
— por favor, estoy aterrado he reunido mi poco valor para venir a buscarte, ya no me queda más
—¿cuántos regalos dejé allí? — preguntó Draco.
— tu dijiste que setenta y cinco, pero yo me quedé con dos, bueno dos y medio todavía quedan muchos.
—¿cómo se llama mi amada? — preguntó Draco.
Severus empezó a reír —como voy a saberlo sí no lo sabes tú.
—¿eres tú de verdad? —Draco bajo el puñal.
—Claro que soy yo.
— ¿y has venido a buscarme? — preguntó con una sonrisa.
— ya ves, casi me muero por venir y tú me recibes con un puñal en la mano.
— Cállate y ven a abrazarme — Draco le extendió los brazos.
— No — Respondió Severus, más luego rió.
» se abrazaron y llenos de júbilo se pusieron a registrar todo el castillo de arriba a abajo y tras registrar la última puerta del último sótano encontraron una habitación que estaba llena de oro, tanto oro había que, aunque hubiesen estado una semana tirando oro por la ventana habría quedado mucho, se lo repartieron a partes iguales como buenos amigos y bailaron felices y contentos. Ahora desde muy lejos se veía el castillo resplandeciente como el sol.
─ ¿y nunca aprendió a temblar? ─ preguntó Scorpius.
─ Si les digo la verdad, Draco no cesó hacer preguntas a Severus todo el camino.
» "¿por qué no he aprendido a temblar? ¿Qué voy a decirle a mi padre ahora?" Y Severus apuntando hacía el oro le dijo "¿no crees muchacho que esto tiene más valor que aprender a temblar?" y siguieron andando. Draco no habló más de no tener miedo ni mencionarlo. Hasta que un día llegaron a la puerta de la casa de Draco.
— aquí debemos despedirnos — anunció Severus.
— ¿no vas a conocer a mi familia?
— no, no les agradaré — respondió Severus.
—¿pero si eres mi amigo como no vas a entrar?
— alguna vez alguien me dijo no te metas donde no te llaman, no, gracias — se estrecharon las manos, entonces Severus sacó la bolsa de los cuarenta chelines y se los entregó a Draco.
— ¿qué es esto?
— tu dáselo a tu padre — respondió Severus.
— si claro, como no he aprendido a temblar. Adiós Severus.
— Adiós amigo.
Ahora estaba otra vez frente a la casa de su amada tocando su violín.
La ventana se abrió dejando ver al padre de su amada — ¡eres tú! ¡Gracias a Dios! — el hombre estaba más que contento —¡pasa! Y date prisa.
Draco ingreso a la casa, fue conducido hasta la habitación de su amada que yacía en una cama dormida.
— esta así desde que te fuiste, no hay forma de que despierte.
Draco saco de su ropa la pulsera con esmeraldas y la colocó en la muñeca de su amada — no sé cuál es su nombre.
— Hermione — respondió el hombre.
— Hermione— Draco empezó a temblar —Hermione— el miedo invadió su ser.
La castaña abrió los ojos, aquellos ojos miel. Ella se sentó sobre la cama.
— amada mía te amo — le dijo Draco para después besarla en los labios.
Draco saltó de alegría incluso abrazó al padre de su amada. — soy feliz, ¡lo has conseguido!
—¿que he conseguido? — preguntó la joven castaña pues estaba confundida.
— tú me has enseñado, he estado fuera tanto tiempo y tan solo bastaba el pensamiento de perderte para conocer lo que es el miedo. —la abrazó —¡he temblado!
» y el muchacho que se fue tan lejos dispuesto a conocer el miedo terminó conociéndolo en su casa. Se casó con su amada cuyo nombre ya conocía y nunca volvió a irse.
─ ¡brillante! ¡Magnífico como las varitas que usted fabrica! ─ Hermione aplaudió emocionada.
─ un día de estos moriré de un infarto provocado por mamá ─ anunció Scorpius.
─ Mañana los veré pequeños ─ anunció Garrick.
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