Adiós Seattle

Cuando desperté, de mi ventana entraba la luz del sol un poco opaca; supe que estaba nublado. Suspiré profundamente y me giré al lado derecho de mí cama. Me sobresalté al ver a mi madre sentada en la silla del escritorio del computador, viéndome con preocupación. Ésta, estaba distraída, pero al ver que estaba yo despierta una gran sonrisa se formó alrededor de su rostro. Mi madre tenía una charola de madera, con comida en ella, en su regazo.

—¡Buenos días Beth! ¿Cómo amaneciste? —dijo con una gran sonrisa.
—¡Buenos días mamá! Mucho mejor, ya no me duele la cabeza.
Ésta vez era verdad.
—¿Y la espalda cómo sigue?
Me senté en la cama para verificar que estuviera bien y me estiré un poco.
—Mucho mejor—. le dije.
Su sonrisa se hizo aún más grande.
—En ese caso... —me acercó la charola a la cama —. ¡A desayunar! —y sonrió.
Me había preparado un omelet de carnes frías acompañado con fruta fresca y jugo de naranja recién exprimido. ¡Que delicia!

~Una semana después~
Me encontraba en la sala viendo la televisión, no tenía ganas de ver cosas divertidas, por lo que puse uno de esos programas de cocina. Después de unos minutos timbro el teléfono de la casa y, como mi madre estaba en la cocina, contestó desde ahí. Puse en mute el televisor para escuchar lo que mi madre decía, con la esperanza de que fuera mi papá quien hablaba.

—¿Diga?... Si ella habla... Sí señor... Gracias por informarme. Nos veremos dentro de 2 semanas.
Colgó.
Mi madre no hacía ruido alguno. Empecé a preocuparme pensando en lo peor cuando...
—¡Aaaaaaaah! —gritó mi madre.
Yo salí corriendo al armario para tomar la raqueta, y entre de un salto a la cocina.
—¿Qué, qué, qué, qué? —dije sosteniendo en alto la raqueta y volteando a todos lados.

Mi madre sólo gritaba y daba saltos por toda la cocina. Bajé la raqueta y sostuve a mi madre por los hombros.
—¡Mamá podrías explicarme que rayos pasa y por qué gritas! —dije exaltada.
—¡Me dieron trabajo en el mural de un periódico! —dijo emocionada.
Me quedé de a seis como por un segundo...
—Mamá, ¡Felicidades!
Abracé a mi madre y salté con ella.
—Muchas gracias hija. ¡NO-LO-PUE-DO-CRE-ER! —dijo, enfatizando cada palabra.
—¿Y cuándo empiezas mamá?
Estabamos muy emocionadas pues mi madre llevaba mucho sin un trabajo.
—Aún no lo sé, pero en 2 semanas tengo la entrevista en Florida y...
Mi madre puso cara de espanto.
—Elizabeth... ¿hija estás bien? —dijo preocupada.
—En... ¿Florida?...
Me faltaba el aire. Tragué saliva.
—Sí hija. Tú sabes que aquí no he encontrado trabajo, y ésta es una muy buena oportunidad—. dijo con cautela.
—E-está b-bien mamá, sólo me... sorprendí un poco, es todo—. aún sentía falta de aire.
—¿Estás segura? —dijo con curiosidad.
—Sí mamá, no te preocupes.

Me fui de regreso a la sala a seguir viendo el programa, pero no le prestaba atención; aún seguía sorprendida por el lugar en donde mí mamá podría trabajar. Si le dan el trabajo... ¿Qué es lo que voy a hacer yo sola aquí en Seattle?... ¡Pero que cosas pienso!
Mamá trajo la comida a la sala mientras veíamos una película de terror. Al terminar, fregue los platos y me despedí de mí madre para irme a dormir.

~Dos semanas después~

Mamá se fue hoy a Florida. Me pasé todo el día tirada en el suelo de la sala leyendo libros. Estaba muy nerviosa, mamá no me avisó si ya había llegado pero no puedo llamarla, me dijo que ella se comunicaba conmigo cuando pudiese. Decidí levantarme y fui a la cocina. Estaba preparándome un sándwich de mantequilla de maní con mermelada de fresas, cuando sonó el teléfono de la casa. El corazón me dio un vuelco al levantar la bocina para contestar...

—¿Diga?
Hola hija, ¿Cómo estás?
—Hola mamá, muy bien ¿y tú?
Sentí un gran alivio al escuchar su voz.
Muy bien también, ¿haz comido bien?
—Sí mamá. Desayuné lo que dejaste en la estufa ésta mañana, y comí la carne que me dejaste en el refrigerador.
Me alegra escuchar eso. ¿Qué estabas haciendo hija?
Se escuchaba nerviosa.
—Estaba leyendo, pero me dio hambre y vine a la cocina a prepararme algo de comer—. dije mientras veía mí sándwich con detenimiento.
Sándwich de mantequilla de maní y mermelada de fresa, ¿a que sí?
Mi madre rió.
Su risa sonaba un tanto antifamiliar.
Está nerviosa.
—Sí.
Hice una pequeña pausa.
—Oye mamá, ¿Cómo te fue en la entrevista?
Sentía mucha curiosidad.
Esto... bien... —contestó rápidamente.
—¿Bien? Mamá...
Me llevé la mano al corazón.
—No te... ¿no te dieron el trabajo?...
No es eso Elizabeth... pero espero que estés de acuerdo con la decisión que tomé...
Su voz era lenta y pausada. Esto no me está dando buena pinta.
¿Con tu decisión? De que hablas mamá, me estás asustando...
Estuve pensando y es lo mejor. No tenemos otra opción.
El tono de su voz era firme. Que no sea lo que estoy pensando...
—¿Qué es lo mejor? Cómo voy a saber si no hay otra opción si no me dices que está pasando...
Estaba al borde de romper en llanto.
Elizabeth...
Hizo una pausa de 2 segundos y continuó lentamente.
—Nos vamos a mudar a Florida.
Sentí que el alma se me fue hasta los pies. No podía creer lo que estaba escuchando.
—¿Pero porqué? Puedes ir y venir en avión—. dije molesta.
—¡Lo siento mucho Elizabeth, pero la decisión está tomada! Nos vamos el martes—. dijo enfadada.
—¡Bonita forma de alegrarme el día MADRE!
Colgué.

Cuando mamá volvió de Florida no crucé palabra alguna con ella, seguía muy molesta. Decidió sin tomar en cuenta mi opinión, ella mas que nadie sabe que no me gusta Florida. Además, si nos vamos... ya no voy a poder ver a mi papá. No puedo aceptar eso...

Hice mis maletas de mala gana. Al terminar saqué una blusa blanca, mis jeans favoritos y un blazer negro para ir a bañarme. Cuando salí decidí ponerme mis botas negras para ir a dar un paseo en Batman, mi motocicleta.

Mi madre al ver que venía bajando las escaleras se fue de la sala y entró al baño dando un buen portazo.
Salí de la casa hecha una fiera y me fui directo a la cochera, saqué a Batman y conduje hasta Port Ángeles. Fui al puerto, lancé unas cuantas piedras al agua, monté mi moto de nuevo y me anduve paseando por las calles hasta que decidí entrar a mi restaurante favorito, Frugals.
Ordené una Fair Burger, papás fritas y un refresco, todo estaba delicioso. Cuando salí del restautante noté que ya estaba oscureciendo, así que era hora de volver a casa.

En cuanto llegué noté que mi madre estaba afuera de la casa esperándome, suspiré y me bajé de la moto al mismo tiempo que me quitaba el casco y lo colgaba del volante; empujé a Batman de vuelta a su lugar en la cochera y caminé hacia las escaleras del porche para encararme con mi madre. Ella sólo me miró con los ojos entrecerrados, exhaló bruscamente, negó con la cabeza, rodó los ojos y se levantó de la escalera. Yo seguí mirandola y justo antes de llegar a la puerta volteó a verme, me miró fijamente a los ojos, bufó y entró a la casa.
No tenía nada de ganas de hablar con ella y mucho menos de pedirle perdón por haberme ido sin avisar... En estos momentos es cuando mas extraño que papá viva con nosotras, ya que el sabría que decir, cómo disculparse o al menos haría que mi madre me hablara, aunque fuera para regañarme... ¡Que frustrante es no saber que hacer!...

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