Prólogo

Este es el principio.
De una canción que jamás quise escuchar.

.

.

Su sangre fue derramada. De la débil mano de un niño, de un bastardo, fue empuñado el cuchillo que hirió a la princesa. Un corte limpio y certero al rostro.

Una marca permanente.

La humillación del reino.

Un odio eterno.

Alicent había permanecido al lado de su hija. Desde que los guardias entraron con ella en brazos, cada llanto y grito agonizante, perforaron la cabeza de la reina.

En aquellos momentos, donde exigió la presencia de Rhaenyra, había llorado y sufrido por su pequeña. Los maestres le eran una molestia que a su vez era muy necesaria. Más de una vez vociferó cada vez que su niña chillaba de dolor. Todo mundo parecía como una estatua de piedra, nadie parecía moverse más de lo necesario para no querer molestar a su reina. Incluso el rey Viserys se encontraba pensativo y agobiado por la situación, quedándose en su asiento para no ser consumido por la escena.

De vez en cuando el viejo y marchito rey daba un vistazo a la menor de sus hijas. Acompañada de su esposa la niña ya había conseguido cierta tolerancia al dolor, pero aún mordía su labio inferior para no seguir gritando. Su niña era realmente un dragón, la fortaleza y valentía que demostraba se lo dejaban en claro. Un lindo sentimiento que lo inunda de desconsuelo.

Y más cuando Rhaenyra hace acto de presencia.

Un pequeño y privado juicio da inicio entre los presentes; entonces guardias, criadas, Lors, maestres, príncipes y princesas observan cómo su rey debe de elegir. Su esposa o su primogénito. Una batalla que de un inicio a estado pérdida.

Alicent debe conformarse ante esa decisión, aunque lo imploro de rodillas en el corazón de su esposo ella jamás cuadra. Siempre estará alguien más.

Y aunque siempre lo ha sabido en este momento la rompe.

La reina debe clamar por lo que quiere.

-Ser Criston, tráigame el ojo de Lucerys Velaryon. -ordenó Alicent.

Lucerys cayó ante la mirada de aborrecimiento de la reina, un pánico se extendió en su pequeño cuerpo. Preso ante el miedo lo único que llegó a percibir fue la cálida mano de su madre, quien sujetaba con resguardo su hombro. Ocultando de la vista al pequeño.

Solo basta una mirada de Rhaenyra para hacer que su padre la ayude.

-¡Es tu hija Viserys, sangre de tu sangre!

-Ambas son mis hijas -Viserys dice, ya agotado.

-No,... solo Rhaenyra -susurra lo último, como una acusación.

En el lamentable estado en que se encuentran, esta forma tan desesperada que tiene que luchar por sus hijos, todo se debe a ella. Un impulso y la daga de Viserys está en su mano apuntando a quien dijo ser su amiga. Los gritos de los guardias, de su padre y de Viserys es un murmullo. Solo quiere quitar esta carga, la que ha guardado por mucho tiempo.

La sangre fue derramada. De la delicada mano de una mujer, una reina, fue empuñado el cuchillo que hirió a la princesa. Un corte limpio.

Dejará una marca.

Las miradas caen en la reina sin voz, como si la sangre de la princesa heredera fuera su deuda saldada. No es justo.

No para ella.

No para su hija.

Otto, su padre, la mira desde la distancia decepcionado. No acató sus órdenes, sería perjudicial para su "familia".

-No te preocupes madre -escucha decir. Alyssa ahora tiene una cicatriz que ha desfigurado su rostro, le han quitado su belleza, pero permanece solemne a pesar de todo-. Perdí un ojo, pero gané un dragón. Me parece un cambio justo.

Con esas palabras dio fin a la discusión, por ahora.

Nota:

No me acuerdo de mucho, así que la escena donde Nyra y Alicent discuten puede estar mal. Ya después lo arreglaré.

No quise cambiar el nombre de Aemond a uno que fuese su opuesto "femenino", me pareció aburrido y cada vez que pensaba en un nombre eran feos. Así que le puse como a la madre de Daemon y Viserys.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top