Objetivo en la mira

—Distancia, quinientos metros. Viento a favor, el objetivo se mueve lento entre la gente.

—¿Qué te parece si vamos a comer algo después de esto? —El francotirador mantuvo la mirada fija a través de la mira telescópica, sus ojos siguieron el objetivo, tanto su rifle como su vista se movían al compás de un lento vals. El cazador esperaba a su presa lista para devorarla.

—Ahora.

En ese instante el dedo delgado, índice y experto tiró del gatillo ocasionando que el sonido explosivo inundara la vieja y abandonada habitación donde un francotirador y un observador hacían su trabajo limpiamente.

La balística fue perfecta, la bala salió proyectada con tal rapidez que le tomó solo seis segundos recorrer el trayecto de un viejo edificio hacia la calle transcurrida donde caminaba un hombre que aparentemente lucía como un civil normal listo para volver al trabajo.

El impacto fue natural, la bala atravesó su cabeza desde la nuca pasando por el cerebro y saliendo por su frente; los asesinos profesionales observaron mediante los binoculares como su objetivo asignado caía al suelo y generaba un caos entre los guardias de seguridad que caminaban a su lado, aparentemente protegiéndolo.

Lástima que Luo Binghe fuese tan bueno en su trabajo.

—No pierdes ni una Luo, estoy orgulloso.

El hombre de apellido Luo sonrió lentamente sin mostrar los dientes, lentamente se levantó del suelo donde yacía acostado para no perder ángulo; sacudió sus pantalones a la altura de las rodillas y relajó los hombros.

—Hemos acabado —soltó en tono relajado—, ¿qué haría sin ti Mobei?

—Supongo que tener otro compañero. —Bromeó el ajeno. El cómplice y amigo.

Ambos hombres sonrieron amistosos; Luo se inclinó hacia el suelo para tomar su amado rifle, un poderoso CheyTac 200, sus imponentes diecisiete kilos daban la credibilidad de ser el mejor fusil entre todos y nadie sabía manejarlo mejor que Luo Binghe, un francotirador experto que había incursionado en el mundo de la guerra desde los quince años por mera supervivencia.

El objetivo era de lo menos importante para los soldados, si el gobierno lo pedía ellos cumplían, no importaba si fuese un hombre con un gran cargo o si era un vago, ellos cobraban por cada bala y por supuesto por cabeza. La paga sería jugosa por lo que por ahora sería suficiente como para que ambos pudiesen tomar unas merecidas vacaciones lejos de armas, balas y escondites.

Ambos hombres imponentes, musculosos, altos y de apariencia fría abandonaron el edificio donde habían estado escondidos por seis horas a la espera de su objetivo, ahora con el trabajo finalizado, se podía apreciar la belleza de dos rostros masculinos cansados y hambrientos por lo que sería buena idea comer algo antes de separarse.

—¿Y si alguien te pide que saques la guitarra y le toques una canción? —Cuestionó Mobei Jun mientras caminaban a paso lento, ignorando que a pocos metros de ellos había un gran escándalo inundado entre sirenas policiacas, gritos de civiles y caos vial.

—Le diré amablemente que se vaya al diablo.

El hermoso rifle propiedad de Luo yacía escondido en la funda de una guitarra, tras quitarle el cañón dicha arma cabía perfectamente y dado su peso ya no suponía problema para un acostumbrado francotirador.

—¿Qué harás la otra semana?

—Ni idea, buscar un departamento nuevo. O tal vez una casa.

—¿De nuevo? —Mobei Jun interrogó con total confusión puesto que su amigo hacía poco se había cambiado de residencia.

—Quizá algo de altura, o algo de soledad, he pensado en vivir a las orillas de Cang Qiong por seguridad, ahí puedo construir un sótano donde poder colocar adecuadamente mi equipo sin necesidad de esconderlo en diferentes puntos de la casa.

—Concuerdo en eso contigo, no dormí muy cómodo la otra noche cuando sentí uno de tus rifles bajo el colchón.

—Tal vez sea momento de retirarme.

La caminata era amena, a simple vista parecían dos viejos amigos contando su día a día después de un reencuentro de varios años, la gente era demasiado ajena a que detrás de esos rostros de modelos se encontraban dos luchadores nacidos para el arte de la guerra fría.

—¿Por qué? ¿Acaso piensas retirarte antes de enseñarme a ser tan bueno como tú?

—No claro que no pero ya no encuentro tanta pasión en esto, creo que solo quiero un poco de paz.

Mobei Jun arqueó por unos segundos la ceja izquierda, metió las manos en los bolsillos de su chaqueta y asintió mentalmente. Era cierto, Binghe necesitaba un descanso, estaba en la edad adecuada de formar una familia, encontrar la felicidad y ser libre de un trabajo tan complejo como lo era ser un francotirador; la vida había sido dura con él desde joven cuando se había desatado la guerra entre el país de Shenwan y Wujin siendo esta última la tierra natal del hombre de mirada indiferente.

A los quince años y por instinto de supervivencia para salir de Wujin, se armó de valor y tomó su primer rifle, no sabía manejarlo, ni mucho menos conocía su existencia pero fue el miedo a morir lo que le hizo clavar la mirada en su primer objetivo, un soldado de su misma nación que iba tras él para recluirlo de nuevo y venderlo como esclavo.

En ese momento, Luo Binghe no lo pensó dos veces, disparó dando justo en medio de los ojos haciendo que el soltado muriese prácticamente al instante; los soldados de Shenwan que lo encontraron habían visto el potencial que tenía un niño por lo que consideraron correcto darle un buen entrenamiento como un francotirador.

Y tuvieron éxito.

Veinte años después, el niño que había luchado por su libertad, ahora experimentaba la dicha de caminar libre en un país diferente al lugar que le vio nacer. Una libertad limitada solo por el trabajo pero no se arrepentía, no cuando gracias a ese don, había salido con vida.

Ahora; ambos amigos caminaban lejos del escándalo que posiblemente ya estaba siendo transmitido en noticias en vivo. El dinero sería depositado en sus cuentas bancarias y sus estómagos serían saciados después del arduo trabajo. Su día había acabado sin complicaciones, no habría más misiones y podrían tomarse un respiro.



—Señor, debe ver esto.

El silencio en la oficina se rompió debido al sonido de la televisión ser encendida.

—Es lamentable el hecho de que cada día mueren más cargos importantes —en la televisión se apreciaban a dos comentaristas, dos reposteros astutos y posiblemente doble moral al encubrir el verdadero hecho que representaba la muerte de un candidato gobernador—, nadie sabe cómo ocurrió, todo fue tan rápido.

—Expreso mi profundo dolor a la familia de Qingyang Mo, él era un hombre de buenas propuestas y con una meta clara; Hacer de Cang Qiong un lugar limpio de corrupción y drogas.

El televisor se apagó casi al instante de finalizar la última palabra. El hombre que había estado en la oficina desde temprano tomó una gran bocanada de aire; a sus fosas nasales llegó el exquisito aroma a cedro producto de los estantes de madera donde reposaban sus amados libros. Lentamente dejó salir el aire y con ello su mirada se clavó en su secretario.

—Xiao Jiu ¿por qué hay gente buena que acaba con la mala?

—Señor Yue, debe entender que el mundo es de buenos y malos; a veces estos últimos son los que ganan.

Los dos pares de ojos se observaron unos instantes antes de que el futuro candidato a la gubernatura del estado de Cang Qiong rompiera el contacto y se levantara de su silla.

—Hace un mes fue Meng Mo, ahora Qingyang Mo —el tono empleado nació cargado de resignación y preocupación, para cuando dirigió la mirada hacia su secretario particular no pudo evitar fruncir el ceño en clara duda— ¿Cuándo será mi fin? ¿Tanta sangre debe ser derramada con tal de que gane el más corrupto?

—Señor...

—¿Si quiera llegaré al final de la candidatura?

—Triplicaremos la seguridad, no dejaremos que nada malo le pase.

Una sonrisa cargada de resignación se formó en los labios de aquel hombre bien trajeado, volvió la vista al frente, donde se apreciaba el exterior de su hogar, jardines bien cuidados y coloridos que daban la esperanza de que la vida seguía, aun cuando sus pensamientos fueran de todo menos positivos.

—Señor —la calmada voz de Xiao Jiu hizo al alto funcionario prestar atención sin moverse—, todo estará bien, usted no debe temer, lo protegeremos.

Finalmente y con aquella confesión, Yue Qingyuan, futuro candidato a gobernador de Cang Qiong se giró para observar a su secretario particular, asintió con el esbozo de una sonrisa y le dedicó un gesto con la mano, indicativo de que deseaba estar solo.

Xiao Jiu silenciosamente asintió, se giró sobre sus talones y avanzó calmadamente hacia la puerta de madera, misma por la que había entrado.

—Ve a casa con cuidado.

—Sí señor.

Ambos se despidieron sin mirarse, el futuro candidato a la gubernatura y el secretario miraron en direcciones opuestas; Xiao Jiu el secretario particular abandonó el hogar silencioso, se despidió cortés de la servidumbre, pidió a los guardias de seguridad una revisión minuciosa de la casa y el personal, así mismo se encargó de darle ordenes al chef de elaborar una correcta cena para su jefe. Hecho todo, se retiró a casa manejando en la comodidad de su auto.

El camino fue tranquilo, entre semáforos se iba desprendiendo de algunas partes del traje, iniciando con el elegante saco sastre, siguiendo con el ajustado chaleco y terminando con la corbata negro mate para poder respirar tranquilo.

Vivía en dirección opuesta a la casa de Yue Qingyuan por lo que el trayecto duró poco más de una hora; al llegar a su hogar, una simple casa de dos plantas y en un suburbio poco urbanizado pero lo suficientemente lujoso como para hacerle sentir tranquilo por la seguridad.

Aparcó el auto en la cochera y descendió con sumo silencio. La noche ya había oscurecido el lugar, las farolas alumbran lo suficiente la calle más no su hogar, las pisadas eran suaves, dignas de una pantera en plena caza.

Xiao Jiu observó a su alrededor, olfateó el aire con discreción y se acercó a la puerta, lentamente introdujo la contraseña de su hogar y cuando el timbre de bienvenida sonó, sus sentidos se pusieron alerta, tensó los hombros y las manos, listo para atacar si era necesario.

Con infinita tranquilidad se internó a su hogar, primero deslizando una mano por sobre la puerta y manija comprobando que no estuviese manipulada, después dando un paso esperando no encontrar huellas extrañas, finalmente y al estar dentro, cerró la puerta y tras asegurarse que no había nada fuera de lo normal, decidió encender las luces.

Contuvo un respiro y finalmente relajó los hombros.

Operación realizada.

Objetivo: Llegar a casa.

Un día más acababa. Cenó con el televisor encendido y los sentidos alerta, en cada bocado su mirada se paseaba por todo rincón de su casa, quizá paranoico, quizá no, era cauteloso y eso era bueno porque así se aseguraba de que Qingyuan estuviese vivo y lejos de cualquier objeto de amenazas.

Aquella noche, durmió profundamente, relajó el cuerpo y se entregó al descanso de alguien que debe dividir y suplantar momentos para pasar desapercibido.

Porque él era Xiao Jiu y no había nadie más importante que Yue Qingyuan, el futuro gobernador de Cang Qiong.



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¡Hola!

Bienvenidas de nuevo a otro fanfic; está vez será BingJiu, algo muy suave y tranquilo comparado con los artes explicitos que he leído que digo: Azoptamadre esto es de dioses xD 

Este fanfic es un AU moderno; habrá parejas raras para llegar a una pareja canon, no se preocupen que aquí nadie separa a nadie, es solo que es necesario para el desarrollo de la trama. 

No sé que más decir :'v así que bueno espero les guste algo nuevo con un Binghe experto tirador y un Xiao Jiu secretario... o eso aparenta ser.

¡Gracias por su apoyo! ;u;


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