Ambiciones del tiempo
Shang Qinghua suspiró largo y cansino, después de haber sido humillado por su amigo frente a Qingyuan, no tenía valor de salir de su cómoda oficina; aquel mejor amigo había insistido en hablar con él pero su molestia aún era palpable por lo que ignoró al hombre ya que en ningún momento le abrió la puerta.
Fijó su mirada en aquella caja que poseía hermosas rosas amarillas, la nota expresaba ánimo y confort, tonto Yue romántico. ¿Acaso le mandaba aquello para burlarse de él?
—Ni siquiera deseo salir de aquí. —Murmuró retirándose la bata, el broche lo guardó con recelo en uno de sus cajones, acto seguido tiró la prenda blanca al contenedor de ropa sucia la cual estaba conectada por una puerta que deslizaba cada prenda directo hacia un gran bote donde procedían a lavarlas, colgó su credencial de acceso en el perchero y suspiró— necesito despejarme. —Se colocó la chaqueta de cuero negro, guardó sus escasas pertenencias en su mochila junto a su caja, la cual miró con tristeza puesto que sabía que las rosas se estropearían al no ser llevadas con delicadeza.
Tras acomodar lo mejor que pudo el regalo, colocó su mochila en su espalda y abandonó el lugar, lo hizo media hora después de la salida de su compañero de trabajo para no tener que enfrentarlo; abandonó su oficina a paso calmo y con la mirada baja, incluso llevaba las manos en los bolsillos delanteros, la congoja había bañado su rostro que pese a ser de un adulto aún mostraba matices de adolescente.
Haber visto a Yue Qingyuan después de tantos años le había causado un impacto demasiado fuerte, se sentía vulnerable, el recordar que el mayor le había pedido otra oportunidad había repiqueteado en su interior, la idea de ser feliz de nuevo llegó a él como una estrella fugaz esperando pasar frente a un niño iluso.
Los años habían pasado y el amor seguía ahí guardado. ¿Cómo salir adelante? ¿Cómo terminar ese ciclo del cual no había podido salir?
Shang era consciente de que los mejores años de su vida —los veinte— se habían ido demasiado rápido y no tenía recuerdos agradables ni salidas inolvidables, se había encerrado en su burbuja de soledad, se había entregado al estudio amortiguando con ello su corazón roto, era estúpido pensar que casi nueve años de su vida se fueron en la desdicha de haber sido abandonado como muñeco de felpa, era cursi y rallaba lo fastidioso pero para él era así ya que solo Yue Qingyuan había marcado de aquella forma la diferencia entre un noviazgo basado en sexo y besos ardientes a una relación donde hacer el amor también significaba largas charlas nocturnas abrazados sin necesidad de desvestirse.
Y era por eso mismo que hasta la fecha no podía ser feliz, porque nadie podía suplantar la huella que había dejado Yue Qingyuan.
A pasos lentos se encaminó hacia la salida, se despidió con un saludo lejano de mano de la recepcionista y del conserje que pasaba por ahí con su carro de servicio, después de haber checado su salida por fin sería libre de buscar su paz interior entre las cuatro paredes de su solitario cuarto; sin embargo todo aquel pensamiento se extinguió cuando vio a pocos metros de él a un nada elegante Qingyuan quien le sonrió de medio lado, una sonrisa que no era coqueta ni sarcástica, no. Shang Qinghua conocía a la perfección ese gesto de un hombre feliz y eso solo causó en él un torbellino de emociones que se reflejaron en su rostro.
—Yue...
—Buenas noches Shang —el mayor se acercó a pasos largos hasta quedar frente a él para extenderle el brazo y ofrecerlo cortés—, he venido por ti.
—¿Por mí? —observó curioso el gesto ajeno y frunció el ceño con ligereza, demasiado curioso por aquel dato— ¿Por qué?
—Bueno, esta tarde has tenido un mal día así que quiero cerrar tu noche olvidando ese mal rato, quiero hacer que olvides ese pasado —sinceró otorgándole una sonrisa completa que el menor contempló embelesado—, ¿te gustaría caminar conmigo y así olvidar que tuvimos un mal momento por terceras personas?
El más joven rió bajo, avergonzado pero feliz, se había olvidado por completo del pasado doloroso de años atrás siendo desarmado fácilmente por una sonrisa del hombre que amaba.
—¿Qué pasará con tu escolta? —El menor observó la camioneta blindada, a pocos metros del candidato yacía un guardia profesional.
—¿Ellos? Solo ignóralos.
—No puedo —sonrió forzado buscando un pretexto para no subir a esa camioneta—, no puedo dejar mi motocicleta aquí, me la pueden robar.
—Eso no es problema, dame las llaves —el mayor extendió la mano hacia un confuso pelinegro, al ver que este no reaccionaba le insistió agregándole un tono bromista—, anda, dame las llaves que se me cae la mano.
El joven reaccionó torpemente, sacó las llaves y las cedió sobre la mano morena, al instante vió como Yue las lanzaba hacia atrás causando que el dueño del vehículo soltara un grito ahogado, sin embargo las llaves no tocaron piso, fueron atrapadas gracias a la mano experta de su guardaespaldas.
—Lleva la motocicleta del precioso joven a mi casa, mañana yo mismo se la entregaré.
—Sí señor.
—Yue no...
—Ahora no hay impedimento alguno ¿vamos? —Retomó su posición inicial de cederle el brazo al joven para ser tomado.
—Nunca cambias.
—No pierdo la esencia es diferente.
Shang Qinghua decidió tomar el brazo ajeno para avanzar cauteloso hacia la camioneta, Yue le ayudó a subir y cuando estuvieron dentro del vehículo, el menor se cruzó de brazos con suavidad, estaba demasiado nervioso por compartir un espacio cerrado con el hombre que amaba.
—¿Quién era él? —Preguntó de repente mientras por las ventanillas se apreciaban las avenidas concurridas de la ciudad.
—Es mi mejor amigo.
—¿Sólo eso?
—Bueno, es mi ex novio —extrañamente se sintió infiel al confesar aquello, observó con temor al candidato quien se limitó a asentir esperando a que continuara—, ha sido el único chico en todo este tiempo.
—Tú has sido el único, nadie ha estado conmigo desde que —hizo una pausa antes de armarse de valor aceptando su error cometido—, te dejé.
—Oh.
El silencio reinó, el joven Qinghua giró el rostro para observar la ventanilla, se sentía con una marea de sentimientos y malestares físicos que no podía hablar ni pensar, los nervios, la sudoración, el temblor en sus manos adjunto a la sensación de vértigo por hablar de algo que pensaba estaba enterrado, hacían un caos total.
—¿Shang?
—¿Qué?
—Lo siento.
Y volvió a caer el silencio tal cual manta que sirve de cobijo al frío del pasado. Cuando la camioneta se detuvo la puerta donde iba el joven se abrió, la mano grande del chofer se asomó para servir de ayuda, al bajar esperó a Yue quien se acercó a él, frente a ellos se abría paso un mirador que si bien no estaba a las orillas de la ciudad, otorgaba una vista increíble de las estrellas ficticias de un estado nocturno mezclándose con la oscuridad y las tintineantes luces blancas del espacio. Caminaron en silencio hasta quedar sentados en una banca, hombro pegado a hombro, se dedicaron a mirar el manto nocturno.
—Nunca me habían roto el corazón hasta que supe que te había perdido. —Empezó tranquilo el mayor.
—Yo no te rompí el corazón. —Reprochó tímidamente.
—No, yo mismo me lo rompí para saber lo que tu sufriste cuando me alejé de ti.
—Olvídalo, eso quedó en el pasado —le restó importancia con un movimiento de mano, aunque sabía que eso no era cierto—, al final gracias a ti aprendí a amar.
—No, no puedo hacer que eso quede en el pasado, fui un completo imbécil.
—Al final los dos ganamos, tú continuaste con la política abriéndote paso y yo me gradué de médico forense, no todo está perdido.
—Te perdí, de nada me sirve tener dinero, lujos, ser un buen político, ser candidato a gobernador si no soy feliz, si no hay nadie que me haga sentir dichoso.
Shang Qinghua bajó la cabeza y sonrió, tantos años esperando por esas palabras habían causado en él un cosquilleo en su garganta que se desató por sus ojos en forma de lágrimas.
—Puedes aprender de ese error en un futuro, con alguien que valga la pena. —Se animó a confesar.
—No quiero a otra persona, te quiero a ti Shang, te quiero por todo lo que me enamoró de ti porque me sentí humano a tu lado, porque por un momento me olvidé de mis ambiciones.
—Tú lo has dicho, fui solo un momento, después volviste en sí y me dejaste para satisfacer tus objetivos.
—Hoy pensé en rendirme y dejarte en paz —se contuvo de girar el rostro para no mirar el rostro húmedo del más joven— pero una persona me dijo que no, que debía hacer lo posible para buscarte, fue quien me dio la idea de esperarte en tu trabajo y funcionó, a lo que voy es que, no te quiero perder de nuevo, no quiero dejarte atrás, no quiero que seas mi pasado.
—Esto nunca funcionará.
Finalmente el candidato giró el rostro, alzó las manos y acunó entre sus manos la cálida mandíbula para posar sus pulgares sobre las tersas mejillas eliminando todo rastro de agua.
—¡Cásate conmigo! —Expresó sincero, con la ilusión cargada en sus ojos.
—¿Qué? —El menor parpadeó repetidamente.
—Quiero que seas tú la persona que pase el resto de mis días a mi lado, no importa si gano la gubernatura o no, no importa si al final me despiden del partido por ser incompetente, no importa, dediqué muchos años a algo que me privó de la felicidad, hoy día solo deseo ser feliz a lado de la persona que amo, en ese caso eres tú.
Shang Qinghua no tuvo tiempo de reaccionar cuando unos labios se posaron sobre los suyos haciendo la suficiente presión como para corresponderle el beso, uno que sabía a esperanza, anhelo y a un corazón sanado; lentamente sus manos tomaron lugar tras el cuello ajeno haciendo de aquel gesto una unión simbólica como había sucedido años atrás en su primer beso.
—¿Eso significa que aceptas?
—No —sonrió contra los labios ajenos, se negó a abrir los ojos puesto que la sensación embriagante de estar entre los brazos fuertes le causaba vértigo—, esto significa que estás a prueba.
—¿Acaso tiene fecha límite? —El mayor sonrió alejando un poco el rostro para ver las expresiones ajenas.
—Ese límite lo pones tú.
—Shang juro que esta vez...
—No prometas nada por favor —el menor se alejó lentamente para enfrentar cara a cara a Qingyuan—, no digas palabras que después puede que no se cumplan, no digas nada bonito, no me eleves al cielo para dejarme caer en el infierno de tu ausencia.
Yue Qingyuan contempló el dolor en los ojos ajenos, su corazón se estrujó y atrajo al menor contra su pecho, necesitaba hacerle saber que esta vez haría las cosas bien, que ahora no habría fallos, debía hacerle sentir que su amor era real y que nada sería más importante para él que tenerlo a su lado.
—Te extrañé Shang Qinghua. —Se limitó a decir para no causar una mala plática, ahora solo deseaba la felicidad.
—Te extrañé Yue Qingyuan. —El menor se permitió sonreír contra sus brazos disfrutando de la placentera sensación de estar de nuevo cerca de aquel hombre.
—¿Te apetece un café?
El menor se separó para asentir, Yue se levantó y lo invitó a tomar su mano, juntos caminaron por la orilla asegurada para ir hacia la pequeña cafetería, el cuerpo de seguridad iba rodeándolos discretamente, dos al frente, dos atrás y uno a cada lateral, aquello causó cierta incomodidad en el menor más no dijo nada, después de todo ahora era más importante estar al lado de quien amaba.
Un café se convirtió en un postre, una pregunta en una charla y una mirada en una confesión de amor, así pasaron su noche entre pláticas para saber más uno del otro ya que eran dos desconocidos de nuevo pero eso no importaba, tendrían un futuro por delante para contarse hasta sus más íntimos secretos.
El sonido del televisor era lo único que se escuchaba en la estancia, a pocos metros del aparato yacía Xiao Jiu sentado frente al pequeño escritorio que el hotel le proporcionaba, sus dedos tecleaban rápido en la laptop mientras hacía un reporte de los hechos ocurridos seis años atrás, las palabras de Tianlang Jun le recordaron que efectivamente se estaba desviando de su objetivo pero en verdad le causaba intriga el saber que el siempre correcto Yue Qingyuan dejara pasar algo tan grave como la muerte de una persona importante.
Así mismo sabía que tras el asesinato de aquellos dos candidatos a gobernadores había algo oculto para que fuesen eliminados por mero gusto.
Sería demasiado arriesgado acudir a la casa de Qingyuan mientras él estaba ausente, solo serían dos días, muy valiosos pero no podía hacer más por lo que tendría que volverlo a reunir con Shang Qinghua con escusas tontas para que coincidieran y así pudiese tener el tiempo de examinar de nuevo los archivadores.
Tras terminar de escribir se levantó del asiento, apagó todo y se desvistió, estaba agotado mentalmente por ese día, entre prácticas de caligrafía, compras de disfraz y planes en marcha su tiempo se había concentrado en el objetivo llamado Yue Qingyuan.
Cenó en silencio un simple café que le proporcionó la diminuta cocineta, pese a ser una habitación grande había lugares reducidos, acto seguido acudió a la cama, estaba demasiado cansado como para tomar una ducha relajante, se acostó en su lugar favorito y se durmió sin importar nada, mañana sería un día importante por lo que necesitaba estar alerta en todo momento.
Al día siguiente los rayos del sol apenas iluminaban el lugar, su despertador sonó y con infinita calma lo silenció, a veces odiaba trabajar así, deseaba un día de tranquilidad donde no tuviese que fingir ser alguien ante diferentes personas, quería renunciar, abandonar su hogar y marcharse a su ciudad natal, más le era imposible por ahora, solo esperaba concluir su misión para dejar Wujin, estaba harto de todo aún si solo lo hacía por las grandes cantidades de dinero que recibía de Tianlang Jun.
Tomó un baño, preparó su piel humectándola lo suficiente del rostro y comenzó a maquillarse, sacó el frasco de látex y comenzó a aplicarlo en los costados de sus ojos y boca, se mantuvo entretenido un largo rato ya que mientras el químico se secaba, colocó una malla en su cabeza para poder colocarse una peluca canosa y que a simple vista parecía natural.
Xiao Jiu se observó en el espejo, procedió a cubrir sus cejas con maquillaje y pegamento para poder colocar sobre la zona lisa dos delgadas cejas blancas, tras comprobar que el látex estaba seco procedió a darle un color uniforme para perderse en su piel, aplicó más látex para la zona de sus manos haciéndolas lucir viejas, detalló en cada vena y cada arruga para que todo resultara perfecto.
Finalmente y cuando su apariencia se veía presentable, sacó de una bolsa unos pantalones caqui junto a una camisa a cuadros manga larga, se vistió y sacó por último el traje completo de conserje que había hurtado del mismo hotel donde se había hospedado para no ser visto por sus vecinos.
Una gorra adornó su cabeza, abandonó la habitación donde volvería horas después, salió sigiloso, bajando como siempre el rostro para no ser visto por ninguna cámara, ni siquiera entregó la llave puesto que aún era demasiado temprano y su tiempo todavía no vencía, caminó a pasos rápidos hasta llegar al servicio médico forense.
Frente al edificio se atrevió a infiltrarse gracias al uniforme robado, en el transcurso tomó un bote de basura y caminó con el hacia el interior.
—¡Oye! —Uno de los regordetes guardias detuvo el andar contrario, Xiao Jiu se giró sin levantar demasiado el rostro— ¡Llévate esto! —Señaló su bote de basura a rebosar.
Xiao asintió y tomó la papelera, bajo la apariencia tranquila se encontraba un hombre ligeramente nervioso, solo lo suficiente como para ser doblemente sigiloso.
Avanzó hasta dejar los botes ocultos entre un pasillo que dividía varias habitaciones, él siguió caminando directo hacia la planta baja, sabía de sobra que ahí se encontraban los archivadores especiales y confidenciales, aquellos que se ocultaban de la verdad.
Caminó apresurado buscando la habitación y cuando finalmente la encontró esta estaba bien asegurada, maldijo internamente al ver que solo se podía tener acceso mediante la credencial de algún médico, así que tras girar sobre sus talones se encaminó hacia cualquier oficina, no importaba quien fuera mientras le diera el acceso.
Recorrió toda un ala completa hasta llegar a lo que eran las oficinas, movió cada manija sintiéndose frustrado por no encontrarlas abiertas, recorrió cada puerta hasta que una se abrió cediéndole el paso.
—Que causalidad. —Sonrió triunfal al ver la placa con el nombre de Shang Qinghua, se internó y buscó rápidamente en los cajones, todo estaba lleno de carpetas y documentos en blanco sin importancia.
Giró el rostro buscando rápidamente su credencial hasta que la encontró colgada en el perchero donde descansaba una bata médica, sin perder más tiempo salió de nuevo hacia el archivador el cual se abrió en silencio.
Se internó cerrando la puerta tras de él, su vista se enfocó en varios estantes con diversas carpetas verdes, demasiado gruesas para ser verdad, nunca antes había tenido la curiosidad de ver un reporte forense; hasta ahora.
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