O6

EN ESE MOMENTO EIREENE ERA UNA BOMBA DE TIEMPO CON TANTAS EMOCIONES ENCONTRADAS, pero solo con una destacando entre ellas, la furia. La furia llenando cada una de sus arterias y poros, la furia controlando cada uno de sus músculos y de sus movimientos, la furia cegando por completo su juicio y sus sentidos. Habían asesinado a su gente, a su gente que decidió confiar en ella, poner sus vidas en sus manos y seguirla, atacaron a su dulce hermana provocando que diera a luz de manera imprevista, se llevaron a sus dragones y a su hijo, su bebé. Por una parte se culpaba por meter a todas las personas que quería a ese matadero, en cuanto sintió por primera vez una pieza de desconfianza debió de tomar a su Khal, a su hermana, dragones y bebé e irse de inmediato de ahí, pero decidió quedarse, condenando a todos a un terrible destino.

La Targaryen mayor tenía una ligera sospecha de quien habría podido ser el causante de todo este caos y masacre, el hombre que le había prometido protegerla en su estancia, el hombre quien le propuso matrimonio y que ella había rechazado de manera inmediata, el hombre que le dijo que él era su unica opcion. Era tan obvio para Eireene ahora, Xaro había decidido fingir estar de su lado, ser su amigo, su aliado, todo había sido una actuación, una fachada para conseguir lo que deseaba, sus dragones... a ella, su sangre, su poder. Así que iría a enfrentarlo directamente, sin mentiras, sin máscaras, sin nada de por medio, y si era necesario matarlo lo haría sin pensarlo dos veces.

En el camino Eireene se topo con Pyet Pree, el extraño a quien muchos burlaban por sus charlaterias. Él la miraba con una sonrisa totalmente tenebrosa en su rostro y con sus manos detrás de su espalda.

— La madre de dragones luce como una verdadera madre dragón. Furiosa, descontrolada y molesta.

Eireene apretó la empuñadura de su espada y respiro profundo.

— No tengo tiempo para esto, milord.

— Por supuesto. Está muy ocupada en busca de Xaro para saber en dónde están sus hijos.

Eireene miro de manera sorprendida al hombre frente a ella, y de un momento a otro, en un rápido movimiento, lo tiró al suelo y le apunto con la punta de su espada en su manzana de Adán.

— ¡¿Cómo sabes eso, acaso fuiste tú?! ¡Responde o te cortaré en pedazos!

Pyet sonrió de lado.

— Mi intención en ningún momento ha sido dañarla a usted madre de dragones o a sus hijos.

— ¿Estás con Xaro en todo esto, cierto? ¿Eres su aliado?

Eireene acercó aún más la punta de su espada a la manzana de Adán de Pyet, lo que provocó que su piel se hundiera un poco y una gota de sangre saliera.

— Él desea ser Rey de Qarth, ser poderoso, ser alguien en la vida, alguien importante y alabado por todos.

— ¿Y tú no?

Pregunto con inminente asco Eireene.

— He visto el futuro, Khalessi. He visto tú futuro. El mundo entero se extenderá bajo una gigantesca oscuridad, sus aguas se tornaran rojas por la sangre que derramaras y mujeres y niños lloraran por ti.

Pyet miro con terror puro a Eireene.

— Muchos te admirarán, te juraran lealtad y te amaran, pero muchos otros más te temeran.

La Targaryen hundió un poco más la punta de su espada en el cuello de Pyet y lo miro con ojos llenos de furia.

— ¿Dónde están... Mis hijos?

— Ellos aguardan tu llegada en la Casa de los Eternos. Lloran por su madre.

Y sin más Eireene clavo su espada en la garganta de Pyet, pero en un parpadeo él ya no estaba ahí, solo su ropa, lo que dejó a la Targaryen un poco desorientada, pero rápidamente deshizo ese sentimiento y corrió a dónde la Casa de los Eternos por sus bebés.

Daenerys se encontraba arrullando a su bebé con una media sonrisa, ya estaba limpia y la tenía envuelta en una suave sabana de seda mientras acariciaba sus escasos cabellos plateados, dignos de una Targaryen, volteo hacia arriba topandose con Ser Jorah, quien miraba hacia afuera de la habitación con una mirada tensa y preocupada plasmada en su rostro, lo que provocaba que las arrugas de su cara se hicieran más pronunciadas, tenía su mano derecha puesta sobre su espada, listo para atacar en cualquier situación.

El golpe de realidad la impacto de un momento a otro, despertando de su ensueño y dandose cuenta de la gravedad del asunto y lo peligroso que estaba siendo el seguir en ese lugar. Su estómago se revolvio y su garganta se cerro ante la sola idea de perder a su hermana y sobrino. No lo soportaría, se desvaneceria por completo su eso sucediera.

— No quiero perder a mi hermana, Ser Jorah.

Confesó Dany, mirando con ojos llorosos al caballero, quien al escucharla volteo de inmediato a verla.

— No lo hará, princesa. Su hermana es la mujer más valiente y fuerte que he visto en toda mi vida.

La Targaryen sorbio su nariz y miro durante unos largos segundos a Jorah, vio el brillo de sus ojos azules más intenso al describir a su hermana, como relajaba sus músculos ante su sola mención. Y ahí, lo supo de inmediato.

— La ama.

Dijo Dany con voz sorprendida e incrédula.

Ser Jorah bajo la mirada avergonzado y se volteo nuevamente, para seguir vigilando, mientras tanto la Targaryen lo seguía viendo.

— No se preocupe, su secreto estará a salvo conmigo.

El caballero carraspeó la garganta y con una voz baja y suave respondió:

— Gracias, princesa.

Eireene llegó a la tan famosa Casa de los Eternos, la cual era una torre tan alta que la cima llegaba a las nubes, no habían puertas, ni ventanas, solo ladrillos, al llegar pudo apreciar los cadáveres de los Trece, todos tenían la garganta rebanada como mantequilla, pero habían dos que faltaban ahí, Xaro y Pyet, traidores y doble cara, que mintieron, engañaron y asesinaron por conveniencia. La platinada apretó con más fuerza su espada y camino alrededor de la Casa de los Eternos, buscando por donde entrar, y de un momento a otro, en un parpadeo, Eireene ya se encontraba dentro de la Casa.

Miro a su alrededor con un poco de temor, pero tomando fuerzas de sus adentros decidió continuar. El lugar era muy oscuro, por lo cual decidió tomar con su mano libre una antorcha para así poder ver por donde iba.

— ¡Pyet, Xaro. Si tanto me quieren, vengan por mi y enfrentenme. No sé escondan mediante trucos de magia!

Grito Eireene mientras continuaba caminando por ese laberinto oscuro y lúgubre, de repente el llanto de Balerion empezó a resonar por toda la casa de los Eternos, lo que alertó a René.

— ¿¡Balerion!?

Los llantos se hicieron más fuertes y prolongados, y al poco tiempo los chillidos de sus dragones empezaron a escucharse también.

Eireene corrió lo más rápido que pudo hacia donde provenía el ruido, al llegar a la habitación donde se suponía que estaban sus hijos, empujó la puerta con todas sus fuerzas, rompiendo inclusive la cerradura, pero en cuanto entro a la habitación, no se encontró ni con su hijo ni mucho menos con sus dragones. Miro hacia todos lados, desesperada, pero lo único que estaba en esa habitación era una mesa redonda de piedra en medio, y alrededor un montón de puertas. Rene se acercó cautelosamente a una de las tantas puertas que estaban ahí, y al abrirla una ráfaga de viento helado le impacto, entrecerró los ojos confundida y decidió entrar.

La platinada miro todo a su alrededor mucho más confundida, camino un poco más y ahora ya no se encontraba en la Casa de los Eternos, sino en el salón de la Fortaleza roja, dónde residia su Trono de hierro. Eireene miro todo con nostalgia y tristeza, recordando viejos recuerdos con su familia en ese lugar, un escalofrío le recorrió el cuerpo y miro hacia el techo, o a donde se suponía que debía de haber un techo, Rene frunció el ceño al ver que la Fortaleza Roja estaba sin techo, lo que provocaba que nieve cayera desde el cielo.

— No. Es. Real.

Se repitió, mientras avanzaba y se dirigía al trono de hierro. No era como lo recordaba, era mas pequeño y tenía menos espadas, pero era igual de glorioso e intimidante para Eireene. Camino hasta quedar a tan solo centímetros cerca de este y con ansias alzo su mano lentamente, dispuesta a tocarlo, pero cuando solo quedaban milímetros para que las yemas de sus dedos hicieran contacto con el metal del trono los lloriqueos de sus bebés la hizo reaccionar, aparto su mano de inmediato y dirigió su vista hacia la puerta que se encontraba detrás del trono, miro por última vez el trono y el salón y suspiro.

— Aún no es tiempo.

Susurro para si misma, para después correr hacia la puerta y adentrarse ahí. Era la misma habitación la cual había entrado por primera vez, pero en esta ocasión si estaba su hijo y sus dragones, con una sonrisa de alivio y con lágrimas en los ojos corrió hacia ellos, dispuesta para tomar a sus bebés e irse de ahí, pero la voz de Pyet la hizo voltear e instintivamente protegió a sus hijos con su cuerpo.

— Quieren estar contigo.

Dijo Pyet, mirándola con una sonrisa escalofriante.

— ¿Tú quieres estar con ellos?

Pregunto, otra versión de Pyet atrás de ella, lo que la hizo voltear asustada.

— Cuando tus dragones nacieron, nuestra magia renació.

Las dos versiones de Pyet empezaron a caminar alrededor de Eireene y sus bebés, lo que la hizo no saber a dónde voltear específicamente.

— Y aunque al principio creíamos que era un buen presagio... Después nos dimos cuenta de que no.

Eireene tiro a un lado la antorcha para poder agarrar con las dos manos su espada y ponerse en posición de ataque.

— No podemos dejar que salgas de aquí, Eireene Rainstar de la casa Targaryen. Ni tú, ni tus hijos.

De repente un jaloneo en ambas manos de Eireene hizo que soltará su espada al suelo, volteo hacia sus manos y vio que estaban encadenadas.

— No lo entiendes ahora. Pero lo harás después y nos lo agradeceras.

Rene gruño furiosa, casi como un verdadero dragón. La sensación de fuego recorriendo sus venas en vez de sangre la volvió azotar, miro con odio puro a Pyet, apretó sus manos en forma de puños y concentro en esas zonas el calor que salía por sus poros, lo que hizo que sus cadenas se tornaran a color rojo vivo, pronto sintió como el metal de las cadenas se derritia y escurría por sus manos, lo que dejó en total shock a Pyet, quien empezó a retroceder asustado, pero antes de que pudiera huir de ahí, Eireene alzo sus manos y unas ráfagas de fuego salieron disparadas directamente a Pyet, quemandolo por completo. Pyet empezó a gritar, se tiró al suelo y empezó a dar vueltas, tratando de apagar el fuego, pero fue demasiado tarde, a los pocos segundos murió.

El fuego recorriendo sus venas se desvaneció poco a poco y cuando sintió que regreso a la normalidad volteo hacia atrás, donde estaban sus hijos. Los miro con alivio total y entonces los cargo, saliendo por fin de esa pesadilla.

Eireene miro con disgusto a Xaro y a su dama, que le había jurado lealtad a ella, acostados, completamente desnudos en la cama, alzo con cuidado su espada y en un rápido movimiento le arrebato el collar que era la llave hacia la fortuna que tanto alardeaba Xaro.

En cuanto el hombre sintió el tirón de su collar se levantó rápido y miro a su alrededor, topandose con los ojos color violeta intensos de Eireene, con Ser Jorah, sus dragones y cuatro Dothrakis, los únicos que habían sobrevivido a su ataque.

— Khalessi, porfavor. Dijo que nunca te irías de Qarth con vida.

Trato de excusarse la traidora de su dama. Eireene sonrió con burla y dió media vuelta con sus dragones encima de ella.

— Traiganlos.

Eireene junto a sus Dothrakis y Ser Jorah fueron a la bóveda de Xaro, la misma Rene se encargó de abrir la puerta de la bóveda y así ver las riquezas del traidor que casi mata a su hermana y sobrina, quienes estaban ahora sanas y a salvas en su habitación junto con Balerion. Ya no había peligros, por lo cual los podía dejar en su habitación sin tener nada que temer.

Pero en cuanto la bóveda fue abierta y Rene vio adentro de este mismo, se encontró con absolutamente un vacío oscuro y lúgubre. No joyas, no diamantes, no oro.

— ¿Por qué no me sorprende?

Se dijo a si misma Eireene mientras volteaba a ver a esos dos traidores.

— Gracias, Xaro Xhoan Daxos. Gracias por enseñarme esta lección.

Con un asentimiento de cabeza Eireene dió la orden de meter a la bóveda vacía a ambos traidores y encerrarlos ahí.

En cuanto cerraron la bóveda y le dieron la llave a Eireene, está concentro el calor en esa zona y derritió la llave como si de nada se tratará, después alzo su mirada a los Dothrakis y a Ser Jorah.

Dothrakis. Tomen todo el oro y joyas que puedan.

Ordeno Eireene con voz demandante y firme.

Los Dothrakis empezaron a festejar y fueron a acatar la orden de su Khalessi, dejando solos a Ser Jorah y Eireene.

— Tal vez solo nos alcance para un barco pequeño.

Dijo Ser Jorah.

— El punto es irnos ya de aquí.

Contesto Eireene, mirándolo con una media sonrisa y empezando a caminar, alejándose poco a poco de la bóveda y saliendo para seguir el transcurso de su destino.






















——— AUTHOR'S NOTE 🗡️🔥

Espero les haya gustado el capítulo, recuerden dejar su voto y comentarios. Los amo ❤️✨

Por cierto, vayan a seguirme a mi Tiktok, me pueden encontrar como "swttxxyigxc", ahí subo contenido sobre mis historias y uno que otro edit de mis actores fav, estaría agradecida de que lo hicieran, sin nada más que decir, nos vemos en el próximo capítulo ❤️

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