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EN LA LEJANIA EIREENE PODIA VER LA SILUETA DE UN DOTHRAKI SOBRE SU CABALLO CABALGANDO FELIZMENTE HACIA DONDE SE ENCONTRABA ELLA con su gente, soltó un fuerte suspiro y espero a que el Dothraki llegara hacia ella para empezar a cuestionarlo, pero en cuanto estuvo frente a frente pudo notar que el caballo del Dothraki era otro completamente diferente al que se habia llevado para explorar.

Este no es tu caballo.

Dijo Eireene con el ceño fruncido, un poco desconfiada.

Me lo dieron los trece. Los ancianos de Qarth.

— ¿Qarth?

Cuestionó Rene sin saber que lugar era ese.

— Tres días hacia el este, sobre el mar.

— ¿Y... Nos dejarán entrar?

— Dijeron que sería un honor recibir a la madre de dragones.

El rostro de Eireene por un momento se iluminó pero en cuestión de segundos se desvaneció. Ella nunca había oído hablar de ese lugar por lo cual no podía fiarse muy fácilmente.

La Targaryen mayor volteo a ver a Ser Jorah y le pregunto.

— ¿Que sabe de ese lugar?

— Solo que el desierto alrededor de las murallas se llama Jardín de huesos. Cada vez que Qarth le cierra las puertas a un viajante, el jardín crece.

Respondió en voz baja Ser Jorah.

Eireene cerro los ojos estresada por la situación y después de unos segundos los volvió abrir, miro a todo su Khalassar con miedo y después a su hermana cargando a su hijo. No podían seguir en estas condiciones, era eso o morir de deshidratación a mitad de la nada.

Si, no había otra opción, tendría que tomar el riesgo.

Y como había dicho el Dothraki, le tomo tres días llegar, Eireene ahora se encontraba frente a Qarth, a un lado de ella, a su derecha estaba Ser Jorah y a su izquierda se encontraba su hermana Dany, cargando a su Balerion, detrás de ella se encontraba su Khalassar los cuales se encontraban muy nerviosos y temerosos, Eireene no mentiría al decir que ella se encontraba de la misma manera pero debía de ser fuerte y valiente por todos ellos.

De repente unos cuantos soldados salieron de la gran muralla de Qarth y empezaron a formarse en linea recta enfrente de ella, como si estuvieran listos para atacar.

— Pensé que éramos bienvenidos.

Murmuró René a Ser Jorah.

— Si una horda Dothraki se acercara a su ciudad, haría lo mismo Khalessi.

Eireene frunció el ceño confundida y volteo a ver a su Khalassar, después regreso su mirada a Ser Jorah y le comento incrédula.

— ¿Horda?

Despues de unos segundos, por las grandes puertas de la muralla salen los tan famosos trece, los que había mencionado su Dothraki con tanta admiración y felicidad.

— Eireene Rainstar de la casa Targaryen.

Nombró uno de los trece mirando maravillado a René. Era regordete, pelón, vestía muy elegante y portaba muchas joyas que con el sol brillaban demasiado.

— ¿Me conoce, mi lord?

Pregunto Eireene tratando de verse imponente.

— Solo su reputación, Khalessi. Y no soy un lord, soy un humilde mercader.

"Para ser solo un humilde mercader porta muchas joyas y viste muy ostentoso" Pensó Eireene.

— La llaman la madre de dragones.

Eireene alzo su mentón y miro con una ceja alzada al hombre.

— ¿Y yo como debería llamarlo?

— Oh mi nombre es bastante largo e imposible de pronunciar para los extranjeros. Solo soy un comerciante de especias. Pero somos los trece, encargados del gobierno y la protección de Qarth, la ciudad más importante que hubo y habrá.

Eireene miro con sigilo a cada uno de los trece y los analizó de pies a cabeza, no le daban buena espina, no confiaba en ellos, sentía que detrás de esas arrugadas caras y esas vestimentas tan coloridas y pretenciosas ocultaban algo.

— ¿Podemos ver los dragones?

Y ahora lo entendía todo.

Eireene volteo a ver a los dragones, los cuales se encontraban en sus respectivas jaulas y después regreso su mirada al Mercader. Si no fuera por qué se encontraba necesitada de comida, agua y techo se iría lejos y se metería esa falsa amabilidad por dónde no de el sol, pero su Khalassar, su hermana, su bebé, necesitaban esto tanto como ella.

— Mi... Amigo, hemos viajado mucho. No tenemos comida ni agua. Una vez que mi gente se alimente, sería un honor...

— Perdóneme, madre de los dragones, pero ningún hombre ha visto un dragón vivo. Algunos de mis amigos más escépticos se rehúsan a creer que sus hijos incluso existan. Pedimos la posibilidad de verlos.

— No miento.

Respondió entre dientes Eireene.

— No creo que lo haga. Pero como no la conozco, mi opinión en el asunto es de muy poco valor.

— En el lugar del que vengo, los invitados son tratados con respeto, no insultados en las puertas.

— Entonces, quizás debería regresar al lugar de donde viene. Le deseamos lo mejor.

El mercader se dió media vuelta y empezó a caminar, alejándose de ella y su Khalassar.

— ¿Que hacen? Prometieron recibirme.

El mercader paro su caminata y volvió a girarse para verla.

— La hemos recibido. Aquí estamos, y aquí está usted.

— Si no nos dejan entrar, moriremos.

— Algo que lamentaremos mucho. Pero Qarth no se convirtió en la ciudad más importante dejando entrar salvajes Dothraki.

Y esa fue la gota que derramó el vaso.

Esa sensación de lava recorriendo sus venas lo volvió a experimentar, sintió como su cuerpo se calentaba poco a poco y un fuego creciente empezaba a formarse en su pecho.

— ¡Trece! Cuando mis dragones crezcan, tomaremos lo que me fue robado y destruiremos a aquellos que me hayan hecho daño, destruiremos ejércitos y quemaremos ciudades. Rechacenos  y los destruiremos primero.

El mercader miro maravillado a Eireene, mientras que los demás la veían con miedo, sus manos se estaban tornando anaranjadas fuego, como si una antorcha las estuviera prendiendo y sus ojos color violeta parecían que brillaban aún más.

— Es una verdadera Targaryen. Solo que, como dijo hace un momento, si no la dejamos entrar a la ciudad, todos morirán. Y entonces...

— Retroceder por miedo a una niña es impropio de la ciudad más importante que hubo o habrá.

Comentó de repente uno de los trece. Era el más alto, de tez oscura, con barba y sin cabello alguno, al igual que todos vestía ropas finas y portaba joyas hermosas.

— La discusión termino, Xaro Xhoan Daxos. Los trece han hablado.

— Soy uno de los trece y todavía estoy hablando.

— La muchacha amenaza con quemar la ciudad, ¿Y tú la invitarias a tomar una copa de vino?

— Es la madre de dragones. ¿Crees que se quedará mirando como su gente muere de hambre, sin atacar? Pienso que podemos permitir que algunos Dothraki entren sin llevar la ciudad a la perdición.  Después de todo, aquí estoy yo, un salvaje de las islas del verano y Qarth se mantiene en pie.

— Ya tomamos una decisión.

— Muy bien. Invocó Soumai.

Eireene volteo a ver a Ser Jorah confundida y después regreso su mirada a los dos de los trece que estaban hablando.

— Responderé por ella, por su gente y sus dragones según las leyes.

El hombre saco una espada y corto la palma de una de sus manos, dejando que la sangre le escurriera por el brazo y manchara su ropa fina.

— Es tu responsabilidad entonces.

Finalizo el mercader con voz furiosa. Y el que parecía llamarse Xoro, se giro a ver a Eireene y le regaló una cordial y amable sonrisa.

— Bienvenida a Qarth, mi señora.

Los trece se abrieron camino y las puertas de la ciudad se abrieron ante ella. Eireene sentía como un peso se quitaba de sus hombros y le dieron ganas de llorar al lograr su cometido y aún mantener a su gente con ella y por fin darles estabilidad y fuerza como había prometido desde un comienzo.

Eireene, Ser Jorah y su hermana empezaron a caminar y detrás ella la seguía su Khalassar.

Eireene peinaba su cabello plateado con amabilidad y delicadeza mientras se veía en el espejo. El baño con agua caliente le había sentado de maravilla, las nuevas ropas de tela fina eran un alivio para su delicada y blanca piel que ya se había rosado por los cueros de las ropas Dothraki, y su estómago se encontraba más lleno de lo que podía desear. Cuando termino de cepillar su cabello se acerco a la cuna de madera que había a un lado de su cama y saco a su pequeño bebé de ahí, quien se había despertado hace unos minutos y ahora empezaba balbucear por atención, atención que Eireene estaba más que dispuesta a darle.

— Oh mi hermoso y pequeño dragón.

Susurro con voz amorosa Eireene mientras sostenía entre sus brazos a su niño.

Drakari pykirios. Tikummo jemiros. Yn lantyz bartossa. Saelot vāedis.

Empezó a cantar Eireene en alto valyrio, una vieja canción que antes solía cantarle su madre, uno de los pocos recuerdos que le quedaban de ella,  mientras caminaba hacia el balcón y cerraba las ventanas para más privacidad.

Hen ñuhā elēnī perzyssy vestretis Se gēlyn irūdaks.

Eireene se acerco a las jaulas de sus dragones bebés y los libero. Los tres pequeños dragones no tardaron en salir y empezar a explorar la habitación mientras Eireene regresaba a su cama y se sentaba a la orilla de esta mientras seguía cantando en alto valyrio.

Ānogrose Perzyro udryssi Ezīmptos laehossi Hārossa letagon.

Drogon fue el primero en posarse en su hombro derecho, después le siguió Rhaegal quien se poso en el hombro izquierdo de su madre y por último Viserion quien se poso delicadamente en su muslo derecho. Los tres se arrullaron en el cuerpo de su madre y dejaron que su voz suave y dulce los arrullara con esa canción. Balerion rio alegre y empezó a chuparse su pequeña manita mientras veía a su madre fijamente.

Aōt vāedan. Hae merot gierūli Se hāros bastossi Prumysa sōvīli Gevī daerī.
























——— AUTHOR'S NOTE 🗡️🔥

Meses después sin haber actualizado regrese, una disculpa pero no había pagado Max y pues lo necesito para el fanfic porque me guío de ahí.

Espero les haya gustado el capítulo, recuerden dejar su voto y comentarios. Los amo ❤️✨

Por cierto, vayan a seguirme a mi Tiktok, me pueden encontrar como "swttxxyigxc", ahí subo contenido sobre mis historias y uno que otro edit de mis actores fav, estaría agradecida de que lo hicieran, sin nada más que decir, nos vemos en el próximo capítulo ❤️

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