Capítulo XI

Narra Ciel:

Finalmente, la visita de Soma había acabado. Él se fue unos minutos antes que Sebastián llegara... Ah, sí, sobre Sebastián, tendría que hablar con él sobre las alucinaciones que tuve ayer... Y claro, de mi cuerpo, ya que tengo una que otras marcas que desearía que no haya visto.
Al llegar a mi cuarto, el de cabello azabache me observó mientras se sentaba a mi lado.

Sebastián: Buenos días.

Me senté para estar junto a él, me estiré mientras lanzaba un fuerte bostezo. Hoy me sentía realmente mejor que otros días.

Yo: Hola.

Narra Sebastián:

Ayer Ciel había tenido una recaída de fiebre bastante fea, pero hoy se ve bien. Yo tengo la intención de sacarlo un poco de su zona de confort.

Yo: ¿Como te sientes hoy? Te vez bien

Ciel: Estoy mucho más recuperado.

Yo: Genial, porque pensé que sería agradable que demos unas vueltas en la casa.

Él me obcervo en silencio, un tanto confundido y extrañado.

Ciel:  ¿Por qué?

Yo: ¿Por qué no? Digo, yo no he terminado de conocer la casa, tu... ¿Si quiera recuerdas como caminar? Ya que  comes en tu cuarto y solo te levantas para ir de tu cama al baño, y no creo que de eso hayan más de 20 pasos, tal vez 25 para ti.

Su expresión en el rostro cambió a una un poco más molesta al momento de recibir aquel comentario. Yo solo me reía con una sonrisa burlona.

Ciel: De acuerdo, te mostraré la casa. Espera que me ponga otra ropa.

Yo: ¿Necesitas ayuda?

Ciel: ¡Por supuesto que no! ¡Solo espérame afuera!

Yo: Entendido

Se que está mal, pero es divertido fastidiarlo.
Salí de la habitación y me quedé apoyado contra la pared, junto a la puerta.  Unos minutos después, Ciel salió del cuerto... Traía puesta una remera larga y suelta de color gris, una camisa desprendida con estampado militar sobre esta, un pantalón corto negro y unas medias negras que llegaban hasta sus rodillas... Siendo esto lo único que traía el los pies, ya que no había ningún calzado. Es la primera vez que lo veía sin un pijama, a decir verdad.

Ciel: Bueno ¿Por dónde comenzamos?

Yo: ¿Cual es tu lugar favorito?

Él no tuvo que pensarlo mucho, parece que este era de por sí su favorito siempre. Tomo mi mano y tironeo un poco de esta.

Ciel:  Por aquí

Fue por el pasillo hasta llegara a una de las habitaciones de la mansión. La puerta era de madera tallada de forma elegante y un picaporte de plata. Al abrirla, se apreció lo que parecía ser la biblioteca principal de la familia Phantomhive. Con una mesa redonda de cristal y cinco sillas al rededor de esta, cada pared con estantes llenos de libros, a excepción de una de ellas, para ser más específico, la que estaba en frente de la puerta, en esta se hallaba un enorme ventanal del cual entraba una gran cantidad de luz.

Ciel: Antes solía estudiar aquí, incluso después de la psoriasis. O bueno, solo venía a leer por diversión. Pero cuando mi situación empeoró, comenzó a costar más de lo común el levantarme. Por lo que mi padre decidió crear la de mi cuarto.

Note cómo caminaba por el lugar acariciando con la punta de sus dedos los estantes de los libros.

Ciel: Sigue siendo mi parte favorita de la casa.

Se veía bastante tranquilo, por luego volvió a mirarme mientras  parpadeaba de manera apurada, como volviendo de un estado de transe.

Ciel: Bueno, sigamos.

Narrador omnisciente:

El joven azulino recorría la mansión mostrándole todo lo que podía a su cuidador. Y una vez terminaron con la mayor parte del interior, decidieron salir al patio.

Sebastián: No sabía que tenían piscina.

Ciel: ¿Nunca viniste?

Al salir por la puerta trasera, un camino de piedras blancas llevaba hasta una enorme piscina la cual estaba rodeada de un piso de madera oscura, en este se encontraban un par de sillones de playa, y a pocos metros un pequeño techo de madera que cubría una mesa redonda de mármol y otras sillas. Aparte de eso, el patio tenia a otros pocos metros de la piscina un fogón de piedras blancas, rodeado por un gran sillon blanco, el cual tenia unos almohadones azules sobre este... El sillon daba una forma redonda, pero las puntas no se tocaban, tenia un espacio para que las personas entraran por este. Claro, el fogón estaba apagado en ese momento y varias partes del jardín se encontraban llenas de rosas blancas.

Ciel: Si, desde el asma que casi ni vengo. Creo que la última vez que entre debía tener unos ocho o nueve años. Como Londres es un lugar tan frío, el agua siempre está templada, ni tan caliente pero no fria.

El mayor obcervo a el joven niño, sonrió de manera maliciosa y volvió a ver la piscina.

Sebastián: ¿Nos metemos?

Ciel: ¿Que?

Sebastián: ¿Porque no? Yo voy primero.

Dicho esto, el hombre de cabellos azabaches se sacó la camiseta negra que traía puesta, al igual que las zapatillas y las medias, dejó su celular sobre una de las sillas y se acercó nuevamente hasta el agua. Ciel solo se reía sin creer que iba a hacerlo, pero el mayor, sin pensarlo dos veces, se tiro de un solo salto, quedando completamente sumergido en esta. Un instante después, sacó su cabeza a la superficie y miró a el pequeño azulino, quien estaba parado a pocos centímetros del agua.

Sebastián: Ven.

Ciel: No.

Sebastián: Por favor.

El menor solo lo pensó un rato, miró hacia todos lados, fijándose que no haya nadie cerca... Se quitó las medias y la camisa, dejándolas junto a la ropa del mayor. Se sentó en el borde de la piscina, metiendo solo sus piernas, pero a los minutos, se sumergió completamente.
Entre  ellos jugeteaban, se tiraban agua, o solo nadaban de un lado al otro charlando. Era la primera vez que Sebastián veía a Ciel sonreír o reír de la manera en la que lo estaba haciendo en ese momento. 
Ninguno de los dos se percató que estaban siendo observados a lo lejos desde ya hace un rato.
Así pasaron una hora, casi dos, hasta que decidieron salir. Ciel movió su cabeza de un lado al otro para cecar su cabello. Ambos se sentaron en las bancas a esperar que el agua se escurra un poco por sus cuerpos. El niño retito el parche que cubría aquel  ojo violeta que tenia.

Sebastián: Sabes, me olvidé de preguntarte ayer sobre eso ¿Que le pasó a tu ojo derecho?

Ciel: No estoy seguro, pero se que paso cuando yo tenia diez. Mis padres pensaron que se trataba de una infección, ya que me ardía mucho y hasta había sangrado, pero los doctores no saben que es. Simplemente perdió el color, y claro, ya no puedo ver con ese ojo.

Sebastián: Y eso fue un proceso de un par de días o...?

Ciel: No, de la noche a la mañana.

El mayor decidió ya no preguntar más, solo para no herirlo.

Sebastián: Bueno, te traeré una toalla, ahora vuelvo.

Ciel: Claro.

El de ojos rojizos se dirigió hasta uno de los baños que había en la primera plata... Este era más pequeña que la del cuarto del Ciel, pero no dejaba de tener su encanto... Este tenia un piso de madera clara, todas las paredes eran de mármol blanco, al igual que mesa donde estaba el lavamanos, al lado de este, un par de potes de jabón líquido los cuales también eran blancos, y debajo, tres canastas de madera clara, las cuales, una contenía jabón, la otra toallas de mano, y la ultima papel higiénico. Un poco las apartado estaba el inodoro, y junto a este dos rollos de papel higiénico. La ducha era de vidrio, y junto a esta se encontraban colgadas dos toallas grandes.
Sebastián tomó las toallas y salió de ahí antes de mojar todo el piso, al salir del cuarto y se dirigió al patio... Pero para su sorpresa, antes de llegar a la puerta trasera se encontró con el amo de la casa.

Sebastián: Señor Phantomhive, no sabía que ya había vuelto.

Vincent: Hace años que no lo veo así, sabes.

Sebastián: ¿Así como?

El azabache llevó su mirada al niño, quien se encontraba acostado en una de las sillas, con el enorme perro de pelaje negro acostado sobre él.

Vincent: Desde la psoriasis es alguien infeliz, detesta salir a cualquier parte. Pero contigo es distinto, de alguna forma lo convences a hacerlo... Y él nunca lo dijo, ya que su orgullo lo impide, pero realmente disfruta hacer cosas diferentes.

El caballero de pelo azul observó al hombre junto él, quien seguía con su vista perdida en el menor.

Vincent: Y tú ni siquiera tienes idea de cómo lo haces.

El menor se percató de la presencia de los dos mayores. Cuando su padre lo observó, rápidamente cubrió su ojos derecho con su cabello. Vincent solo dio media vuelta y un par de pasos alejándose Sebastián.

Vincent: Como padre, acepto que he hecho cosas horribles, como descuidar a mi propio hijo... Y ahora solo me queda confiar en que tu no vas a lastimarlo.

Terminado de decir esto, comtinuo su camino, dejando al azabache solo. Este volvió con el niño, y con la toalla lo ayudo cecando su cabello, el menor se secaba el cuerpo con la otra.
Una vez estuvieron adentro, su cuidador le prepara a Ciel la tina con agua calentita, así este tomará un baño para no resfriarse.

Sebastián: Bueno, el agua está lista. Yo ya me tengo que ir.

Ciel: Si, hasta mañana.

Ambos se despidieron, y no lo dijeron, pero en parte hubieran podido desear abrazar al otro.

~◇~

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