Capitulo IV

Narrador omnisciente:

El hombre de cabellos oscuros subía las escaleras hasta la habitación del señorito Ciel. En su hombro, llevaba cargada una mochila cuyo contenido sería utilizado aquel día para llamar la antencion del menor.
Al entrar, encontró la luz apagada, al niño sentado en la cama con una taza de café en su mano derecha y en sus piernas una computadora laptop "Ace Predatro 21x", está iluminaba el rostro del menor.
A diferencia de lo primeros días, Ciel no traía unas vendas en el ojo, sino un parche blanco.
Sebastián prendió la luz para que el contrario supiera que estaba ahí.

Sebastián: Buenas tardes.

Ciel: Hola.

El mayor se sento en la cama, acomodándose a su lado.

Sebastián: ¿Que estas haciendo?

Ciel: Estudiando. Mi condición no me permite ir a un colegio, por lo cual, mis padres decidieron que tendría que tomar clases en casa, pero mis profesores no pueden enseñarme en este momento porque mi estado empeora.

Cerro la computadora mientras daba un leve suspiro.

Ciel: En conclusión, tomo clases por internet.

Dio un sorbo a su taza de café para luego dejarle en la mesa de luz. Era alguien que, normalmente, tomaba té, pero eso no significaba que no disfrutaba de otras bebidas.

Sebastián: Hoy te traje algo.

Ciel: ¿Porque?

Sebastián: Solo porque quería.

El de ojos rojos tomó la mochila, y de esta sacó tres libros, los cuales el menor no reconocía.

Narra Ciel:

Sebastián: La mayoría son clásicos, así que tal vez ya los leíste.

Deje la computadora a un lado de la cama y tome los libros. Nunca los leí... Pero creo haber visto uno de ellos en  alguno de los estantes de la biblioteca, aunque yo debía de tener una corta edad como para sentirme atraído por el. Y en cuanto a los otros, nunca los había visto.
Las historias se tutulan: "El día que se perdió la cordura " de "Javier Castillo ", "Morrir no es lo que más duele" de "Inés Plana", y "La última mentira " de "Kimberly Belle".
Observé al mayor otra vez, con una ceja levantada.

Yo: ¿Esto porque?

Sebastián: Porque creí que podrían gustarte.

Mire los libros nuevamente, lance un suspiro y  dibujé en mi rostro una sonrisa un poco forzada.

Yo: Gracias.

Sebastián: Creo que serán de tu agrado... La tres son de ficción, thriller, suspenso, thriller psicológico. Aunque, tu lees de todo.

Leí las descripciones del libro de forma rápido, las dejé a un lado y me incliné hacia adelante para estar cerca de él.

Yo: Supongo que gracias.

Acomode los libros y la laptop dentro del cajón de la mesa de luz. Me  acosté para dormir un rato, como solía hacerlo.

Sebastián: Estaba pensando que podríamos realizar un juego con los libros.

Abrí mis ojos nuevamente, pero permanecí en el mismo lugar, callado y quieto.

Sebastián: Cierto anciano me contó que te encantan los juegos.

No voy a mentir. Para mí edad, soy una persona a la que le encanta jugar... Para mí, la vida es un juego.

Yo: ¿Y cómo sería este juego?

Sebastián: Simple... Yo te leeré un capítulo al día, tu me leerás el siguiente al otro día, y así sucesivamente. No puedes leer sin que yo esté y viceversa, de lo contrario, resivera un castigo.

Yo: ¿Y cómo sería este castigo?

Sebastián: Lo dará el otro. Si tu no cumples, yo te doy un castigo... Y si yo no cumplo, tu a mi.

Sonreí de manera pícara mientras miraba a un costado.

Yo: De acuerdo, pero solo si comenzamos ahora.

Sebastián: Con gusto ¿Que libro desea?

Yo: "La última mentira"

Me estiré hasta el cajón, saqué el libro y se lo alcé. Mientras él lo habría, yo me recostaba para oírlo.
No recuerdo cuando fue la última vez que alguien me leyó un libro, desde hace un largo tiempo que lo he hecho por mi cuenta, pero aún así, me resulta muy agradable.
Él comenzó con el prólogo, y poco a poco, llegó al primero capítulo. Lo escuchaba mientras observaba como sus labios se movían, parpadeaba lenta y perezosamente sin quitar mi atención a su voz o a la historia. Una vez el capítulo uno finalizó, cerró el libro y me lo entregó.

Sebastián: Ahora, duerme un rato, tienes cara de cansado.

Acomode mi cabeza en la almohada, cerré los ojos y quedé profundamente dormido.

No soy consciente de cuanto tiempo pasó, pero sentí que alguien tocaba mi hombro, empujándolo despacio para que yo despertara, y cuando por fin tuve la fuerza de voluntad para hacerlo, vi a Sebastián sosteniendo con una mano la bandeja con la merienda, y la otra, por supuesto, en mi hombro.

Sebastián: Ya es hora de merendar, por favor, siéntese.

Lentamente, me senté... Él dejó en mis piernas una bandeja de madera barnizada y tallada con el nombre "Ciel" en letra de carta, sobre esta dejo mi taza de té, una servilleta donde estaban los cubiertos, un vaso con agua, y un plato donde había una porción de tarta se frutas. Ahora que lo pienso, nunca antes había visto esta bandeja, tal vez mis padres las mandaron a hacer en algun lado.

Sebastián: El señor Tanaka le preparó un té de albahaca.

Él también tenia una taza y una porción de tarta, pero esta sería la primera vez que nosotros merendamos juntos. Normalmente él se la pasa en la habitación de estudio.
Tomamos nuestro té casi sin decirnos nada, aún así, me agrada no estar solo.

Sebastián: Y ¿Desde hace cuánto tiempo está el señor Tanaka con usted?

Yo: Esta antes de que yo naciera, creo que ha sido el mayordomo de la familia Phantomhive desde que el apellido existe.

Mi comentario le dio gracia, siempre aprovecho para recalcar que es un hombre viejo.

Yo: Lo quiero mucho, siempre cuido de mí, sobre todo cuando estaba muy enfermo.

Sebastián: Sobre eso, si el mayordomo siempre estuvo para cuidarlo ¿Para qué estoy yo?

Yo: Pues, supongo que Tanaka tiene que hacer sus trabajos... O bueno, tú estas aquí para entretenerme.

Lo observé con una mirada seria solo para ver su reacción, él parecía no saber si reírse o no de mi comentario, así que tenia una sonrisa nerviosa. Comencé a reír.

Yo: Estoy bromeando, no te lo tomes tan en serio.

Sebastián: Eres cruel.

Los dos nos reinos de nosotros mismos por un segundo.

Yo: No lo dije de verdad... Pero, no lo sé, fue idea de un amigo de mi papá.

Sebastián: ¿Undetaker?

Yo: ¿Lo conoces?

Lo observé con cierta curiosidad, pero no se porque me sorprende, creo que medio Londres conoce a Undetaker.

Sebastián: No somos amigos, pero nos conocemos. Es más, él fue quien me dijo que podía conseguir un trabajo aquí.

Yo: Mmm, ya veo.

Sebastián: ¿Y en cuanto a los otros sirvientes?

Yo: Todos están antes de que yo naciera, a excepción de Jennifer... Ella llegó cuando yo tenia ocho años, luego de que el antiguo sirviente se fuera.

Oímos como la puerta se abria dejando entrar a la sirvienta de cabello castaños.

Narra Sebastián:

Señorita: Ooohh, perdón, pensé que el señorito Ciel estaba dormido.

Ciel: No, está bien ¿La limpieza de la tarde?

Señorita: Si.

El azulino me obcervo, luego a ella, y luego a mi otra vez.

Ciel: Ohh, cierto. Jennifer, él es Sebastián Michaelis, mi "cuidador"... Sebastián, ella es Jennifer, otra de las sirvientas.

Sebastián: Un gusto.

Jennifer: Igual. Señorito, con permiso.

Ella comenzó con la limpieza, así que me puse de pie para ayudarla. A diferencia de Abigail, Jennifer no trató de impedírmelo o detenerme, pero tal vez su compañera ya le aviso como es mi actitud.

Las horas pasaron, y no estoy seguro de en qué momento tuve que irme.
Me puse de pie mientras guardaba mis pertenencias en la mochila, luego la llevé a mi hombro y observé al señorito.

Yo: Bueno, hasta mañana Ciel.

Ciel: Hasta mañana.

Me dirigí a la puerta, y un segundo antes de salir por esta, la voz del niño me detuvo.

Ciel: Sebastián.

Voltee para verlo, él cubrió su rostro hasta su nariz con la sábana.

Ciel: Disfrute el hablar contigo, fue divertido.

Permanecí un segundo en shock, pero luego le sonreí.

Yo: Igualmente.

Terminado de decir esto, me retire de aquella habitación.

~◇~

El dibujo fue realizado por mi hermano, TheScarRocio93, espero que les guste.

PD: ¿Quien más noto que escribi mal el "Queen" en la imagen?

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