CAPÍTULO 9
Llevaba ya una semana de vuelta, se había enterado, nada más llegar, de la muerte de la reina y a su hermana ya la habían proclamado la nueva Reina.
Sin embargo él ya sabía lo que le sucedió a su antigua majestad.
Cuando en una ocasión fue a limpiar y ordenar la habitación de su hermana encontró en un cajón un botecito que nada más olerlo supo de que se trataba.
No le comentó nada a Rin, solo se lo guardó en el bolsillo y una vez acabadas todas sus tareas fue a deshacerse del objeto.
No permitiría que la descubrieran, era algo injusto pero ¿a quien iba a engaňar? Nadie lamentaba la muerte de la reina, ni él mismo. Nunca les había tenido apreciado y había llevado a la miseria a todo su reino.
Lo único que lamentaba era que uviera sido su hermana la despiadada asesina y no otra persona.
***
Entró a la sala de estar y se encontró con el rey del país vecino y su propia hermana hablando. No sabia que él vendría.
Por lo que decidió irse e ir en otro momento a limpiar la estancia.
Al salir un grito de alegría lo hizo sobresaltarse.
--¡Len!
La pequeña Miku, no tan pequeña, de 14 aňos, se abalanzó a sus brazos haciéndolo caer.
Ambos rieron mientras se incorporaban.
-- Para ser una princesa eres un poco bruta.
Ella rió aun más.
-- Sí, todos dicen que soy un poco bruta a veces.
-- ¿Puedo preguntar que estáis haciendo aquí?
Ella lo miró arqueando la ceja indicándole que no le hablara de usted.
-- ¿Por qué estas aquí? -- Repitió más descortés que antes.
-- Porque mi padre quería hablar con la nueva Reina para acabar el papeleo del testado de paz y yo quise venir para no quedarme sola en el castillo. Sabia que tu estarías aquí, así no me aburro tanto.
-- ¿Y Kaito?
-- ¡Él también vendrá!-- Exclamó entonces entusiasmada-- Pero él viene mañana.
Se la veía tan feliz como siempre y eso a Len le alegraba, si pudiera lograr que Rin tuviera ese mismo entusiasmo se sentería el chico más feliz del mundo.
Hecharon a caminar por el pasillo y mientras hablaban el chico le enseñó todo el castillo.
***
Recorrió el pasillo en dirección a su habitación, ya era de noche y estaba cansado. Después de estar con Miku había vuelto a sus tareas y suponiendo que precisamente ese día tenían visita, es decir, la familia real del país vecino, todo había sido un gran ajetreo de tareas sin descanso.
Prácticamente todos, él y sus compañeros, estaban agotados.
Estaba a punto de entrar en su habitación cuando escuchó un llanto que provenía del cuarto de la joven Reina.
Fue allí y petó a la puerta.
--¿Majestad se encuentra bien?
Ella no respondió sin embargo no dejaba de oír su llanto.
El chico no aguantó más y abrió la puerta para verla sentada en el borde de la cama, dándole la espalda, sin dejar de sollozar con un pequeño fotorretrato en las manos.
-- ¿Ei Rin, que te pasa?
Se sentó al lado suya en la cama.
Había decidido mejor tratarla esta vez de tu a tu porque sabía que sino no habría forma de consolarla, nadie se enteraría.
-- Rin.
Paso una mano por sus hombros y la atrajo a su pecho para dejar que se consolara en su hombro.
-- ¿Len por qué la vida es tan injusta?
Él no dijo nada solo la abrazó más fuerte.
Al cabo de un rato, cuando ella ya estaba más tranquila, al fin decidió que era momento de preguntar.
-- ¿Qué es lo que pasa?
Ella lo miró aun entre lágrimas.
-- Estoy enamorada de un chico.
-- ¡O pero eso es genial! ¿Cual es el problema?
-- ¡Que él ya está prometido! No... no me corresponderá nunca.
Se llevó las manos a la cara para llorar de nuevo.
-- Su prometida es la princesa del país vecino ella... La odio. ¡La odio! ¡Todo el mundo la quiere y ahora se a comprometido con Kaito!
El chico se sorprendió ante lo que dijo Rin, ella se refería a sus amigos.
Al mismo tiempo la mente de la joven se nubló de pronto, y envuelta por la furia dijo lo primero que se le pasó por la cabeza:
-- Mátala.
--¿¡Qué?!
-- ¡Mátala!
El chico no podía creer lo que le estaba pidiendo, o más bien ordenando, su hermana.
-- Rin tranquilizante, no piensas lo que dices.-- trató de calmarla y hacerla entrar en razón.
--¿No querías verme feliz? ¡Pues no lo seré si no puedo estar con Kaito! ¡Mátala! ¡Deshazte de ella!
Len estaba de piedra. Esa no era su hermana, ella no era así. No podía pedirle asesinar...
-- Por favor Len, hazlo por mi, por favor.
Las súplicas de su hermana acompañada de más lágrimas le rompieron el alma.
-- Por favor Len vete, quiero estar sola.
-- Está bien.
Él se levantó de la cama y se dirigió a la puerta mientras pensaba.
Era la felicidad de su hermana o la vida de su mejor amiga, pero él le había prometido a Rin que haría que su sonrisa se mantuviera en su rostro fuera como fuese. Y él cumplía sus promesas. Comprendió entonces que no tenía opción a lo que le dictaba el corazón.
Por lo que se giró para verla decidido.
-- Majestad, no lloréis más, cumpliré su mandato y así podréis descansar.
Y sin más salió de la habitación.
***
Cojer el cuchillo de la cocina sin ser visto no había sido cosa fácil, pero lo había logrado.
El objeto filoso que sujetaba era como si le ardiera en su propia mano solo por el simple hecho de saber que haría con él.
Había pasado una nota por debajo de la puerta de la habitación en la que se hospedaba la princesa Miku, en la que ponía que deseaba reunirse a solas con ella en el jardín de la Abana, que era un jardín público que estaba fuera pero cerca del castillo, en media hora.
Y ya había pasado la media hora por lo que, si había leído la nota, ella ya estaría allí.
Cuando llegó ella lo esperaba con expresión interrogante pero sin borrar la sonrisa de su linda cara.
¿Acaso esa niňa nunca dejaba de sonreír?
-- Hola Len, ¿por qué me reuniste aquí?
-- Necesito decirte algo.
Ella lo miró con esos ojos verde agua y esos largos cabellos verde hierba que tanto lo cautivaban.
Trató de contener las lágrimas.
-- Miku tu... me gustas, me gustas mucho, pero no te preocupes se que no podré ser correspondido porque tu estas con Kaito y no me importa porque se que con él eres feliz.-- Le confesó, porque necesitaba hacerlo, si esa sería la última vez que hablaría con ella quería al menos que supiera sus sentimientos.
Ella sonrió con lastima en la mirada.
-- Siento no poder corresponderte, pero eres un buen chico, el simple hecho de decirme que te sientes feliz por mi por estar con otro chico que no eres tú lo demuestra. Seguro que algún día encuentras a alguien con quien poder comprometerte, alguien buena como tú.
-- Ya hay alguien, aunque no lo aparente se que lo es, y es por ella que voy a cometer mi crimen.
Y sin más él la abrazó con fuerza. La joven no comprendía nada pero correspondió al abrazo. Sin embargo de pronto notó un terrible dolor en la espalda que le recorrió toda la espinilla dorsal.
Notó la sangre en la boca y sus fuerzas desvanecerse.
Len, aun con el puňal clavado en la espalda de la chica, acercó sus labios a su oreja para susurrarle:
-- Lo siento, te quiero.
La joven sonrió al escucharlo, porque notó la sinceridad en su voz. Y sin más cerró los ojos para no volverlos a abrir nunca más. Su pequeña sonrisa quedó congelada en su ya inerte cuerpo.
El chico reposó el cadáver de la niňa en el suelo y con lágrimas en los ojos volvió a repetir:
-- Lo siento, perdóname. Lo siento, te quiero.
Inclinó su cabeza para darle un pequeño beso en los labios. Desde el primer día en que la vio, desde el primer instante, él se enamoró y ahora tenia a su pequeña amada muerta en sus brazos.
Aun se preguntaba por qué le sucedía todo eso a él. ¿Por qué nunca había tenido una vida feliz en palacio con su hermana y con sus padres? ¿Por qué había tenido que acabar todo así?
No, acabar no. Él sabía que eso aun no había terminado.
Se levantó y se dirigió de vuelta al castillo. Nada más entrar vió a la joven Reina bajar las escaleras apresurada, pero se paró en seco al ver a su hermano con el puňal manchado de sangre aun en la mano.
A la joven Reina se le empaňaron los ojos y allí mismo calló de rodillas al suelo mientras más lágrimas caían de su rostro.
-- Lo has hecho-- sollozó-- la has matado.
-- Como usted me lo ordenó, así podrá ser feliz de nuev...
-- ¡Idiota! ¡Solo fue un arrebato, no pensaba lo que decía! ¡Yo no quería que la mataras, solo estaba deprimida!
Calló en un llanto desconsolado.
-- Soy un monstruo nunca deví pedirte algo así.
Siguió llorando mientras su hermano la miraba con horror.
¿Ella no quería que matara a Miku en realidad? ¿Por qué era todo tan difícil de entender con ella?
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