CAPÍTULO 7

-- Pues ya está todo arreglado, muchas gracias.

-- No hay de que su majestad, gracias a usted.

-- Puedes retirarte.

El chico hizo una reverencia y se dirigió a la salida de la sala, pero en el último instante el rey volvió a llamarlo.

-- Espera Len, ven un momento.

El joven obedeció y volvió a posicionarse delante suya. El rey llevó la mano al volsillo y sacó unos cuantos pesos.

-- Toma, se que iras un rato al pueblo asique comprate algo que te guste.

-- N... no hace falta su majestad enserio...

-- Cógelo, es una orden.

El chico cojió el dinero que le ofrecía, aunque no se sentía merecedor de él.

-- Ahora sí, puedes retirarte. Y dale saludos a la reina y a la princesa de mi parte.

-- Así lo haré, muchas gracias su majestad, pero enserio no hacia falta...

-- Deja ya de quejarte y corre a dar un paseo antes de que te manden de vuelta al trabajo.

El rey no había dejado de mirarlo con una magnífica sonrisa. Desde el primer momento en que lo vio el chico supo que era un buen hombre y todos sus siervos y empleados hablaban muy bien de él, a diferencia de en su propio castillo donde trabajaba, que siempre hablaban muy mal de la reina y la princesa a las espaldas de estas.

El muchacho salió del palacio con ropa normal de calle y una boina marrón.

Decidió ir al pueblo puesto que era donde más agusto se sentía ya que precisamente en un pueblo fue donde él se crió los últimos años de su vida hasta que regresó al castillo.

Era día de mercadillo al parecer. Los tenderetes de comida, ropa y objetos estaban abiertos en la calle y la gente bullía de un lado para otro. Se sentía tan bien. Hacia tanto que no sentía esa sensación de familiaridad.

Recordaba que cuando era pequeño y había día de mercadillo, siempre iba con una pandilla de chicos que tenia por amigos y robaban algo por ahí.
Recordó aquella vez que lo pillaron y la dependienta al reconocerlo como el sobrino de Kuro lo llevó de la oreja hasta su casa para hacer que su tío lo castigara.

Que tiempos aquellos donde la despreocupación de ser tan pequeño era lo mejor que podía tener.

Iba tan absorto en sus recuerdos que no se percató de la chica que caminaba, también distraída, en su misma dirección.

Cuando se quiso dar cuenta se encontraba en el suelo. Vió a la otra chica que también se había caído al tropezar con él y le pareció hermosa. Sus largos cabellos verdes se movían con el viento mientras se incorporaba.

-- Discúlpeme no estaba atento por donde iba.

-- No, la culpa es mía, soy una despistada.

Vió tanta inocencia y felicidad en la sonrisa de esa joven chica, claramente más pequeña que él, que no pudo evitar cautivarse por su lindo rostro.

Len se levantó de inmediato y le tendió la mano para ayudarla.

--Me llamo Miku, es un gusto conocerte aunque no tanto en estas condiciones. -- Dijo la niňa muy risueňa.

-- Yo soy Len y el gusto es mio bella dama.

Vió el sonrojo de la joven ante sus palabras y sonrió.

-- Y bueno Len que te trae por aquí, porque desde luego se nota que no eres de este pueblo.-- dijo la joven mientras hechaba a caminar.

Él comprendió y se posicionó a su lado para ir hablando y conocerse mejor. Nunca pensó conocer a alguien así, más a una vella y preciosa damita como ella.

-- ¿Y tu como puedes saberlo?

-- Vengo a este pueblo muy amenudo y me conozco a todos, y a ti nunca te había visto hasta ahora.

-- Pues vine aquí para arreglar un papeleo con el rey de parte de mi reina.

-- ¿Eres un criado?

-- Sirviente, pero sí supongo que es lo mismo.

Ella sonrió más si eso era posible.

-- Pues yo soy la hija del rey con el que hiciste el papeleo.

-- ¿¡Eres la princesa de este reino?! ¡Santa Barbara! ¡Perdone mi...

-- No por favor, no empieces a tratarme como una superior, lo odio. Por eso no te lo dije en un principio. -- Lo interrumpió esta vez seria.

-- Pero...

Al mirarla a la cara se dio cuenta de que sería mejor seguirle la corriente. Quería ver esa vella sonrisa de nuevo.

-- De acuerdo prin... Muku.

La joven empezó a reír con gran ímpetu al oírlo.

-- ¿Qué pasa?-- el chico no la entendía.

-- Me llamo Miku no Muku. -- dijo aun entre risas.

--Ui perdón.

El chico se rascó la nuca con nerviosismo, pero al cabo de unos instantes se contagió de la risa de la joven y acabaron riendo los dos con gran alegría.

-- ¡Miku!

Ambos se giraron para ver a un joven muchacho de cabello azul corriendo en su dirección.

-- Que susto me has dado ¿donde te habías metido?

-- ¿Donde te habías metido tu? ¡Fuiste tu quien se fue un momento a comprar no se lo que y ya no volvió!

-- ¡Porque no te encontraba!

Len contemplaba la escena callado y a un lado mientras se percataba de la forma tan despreocupada en la que hablaban esos dos.

El peliazul se giró de pronto al percatarse de su presencia.

--¿Y tu quien eres?

-- E... emm me llamo Len.

-- Es un amigo. Len este es Kaito, Kaito este es Len.

Kaito la miró con una ceja arqueada y burlón. Luego volvió a girarse ante Len y le ofreció su mano la cual el joven sirviene estrechó.

-- Mucho gusto.

-- El gusto es mio.

***

Los tres jóvenes fueron andando de vuelta al palacio. Al parecer Kaito también era un principe y estaba prometido con la joven Miku y por lo tanto estaba residiendo unos días en el palacio de su prometida.

Cuando Len se enteró de eso notó una punzada en el corazón porque nunca podría ser correspondido, pero luego vió a la niňa como sonreía cada vez que Kaito la agarraba de la mano y le daba un beso y se dio cuenta que a pesar de todo lo prefería así. Ella era feliz con Kaito y él tampoco parecía mal chico sino todo lo contrario. Acabaron congeniando muy bien los tres.

Llegaron al palacio y cada uno se fue a sus respectivas habitaciones.

***

-- Estos dos días han sido estupendos enserio, eres un chico genial te deseo mucha suerte para el futuro.

-- Muchas gracias princesa.

Ella le dió un fuerte abrazo, acto seguido Len se giró para ver a Kaito.

-- Yo también me alegro de haberte conocido, nunca pensé hacerme amigo de un siervo. -- Dijo el joven el príncipe con burla.

-- U eso ofende un poco.

Ambos chicos rieron y luego se estrecharon la mano.

-- Adiós y suerte en el viaje de vuelta.

-- Muchas gracias e igualmente. Hasta pronto sus majestades.

-- ¿Qué hemos dicho de que no nos trates así? -- Lo reprendió Miku.

-- Disculpe prin... Miku.

A Kaito se le escapó una risa ante su equivocación.

Len se subió al fin al carruaje y este no tardó en partir. Se despidió aun con la mano de sus nuevos amigos al igual que ellos de él.


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