Capítulo 40
Pasaron los días, y aunque los ojos de Riku habían vuelto prácticamente a la normalidad, le seguía notando diferente. Culpé a los múltiples encuentros sexuales que habíamos tenido durante esa semana. No lo sabía a ciencia cierta, y solo era una idea remota que había tenido, pero sentí que quizá Riku estaba experimentando una especie de celo. Sí, como los animales.
Solo esperaba que se le pasara pronto.
En cuanto a nuestros planes, bueno, Axel, Roxas y Ventus acababan de marcharse para llevar a las colonias a los humanos que habíamos rescatado la noche del festival, mientras que Xion, Aqua y Kairi trataban de conseguir toda la información posible acerca del laboratorio de Vexen y Zexion.
Por nuestra parte, Riku y yo no habíamos dicho nada acerca de nuestro encuentro con Saïx, mucho menos del trato que el vampiro había hecho con el adivinador lunar. Sería algo que se quedaría entre nosotros. No lo habíamos hablado abiertamente, pero tampoco hacía falta hacerlo.
***
Riku y yo nos acabábamos de despertar esa mañana cuando el sonido de su teléfono rompió con las risas de los arrumacos propios de dos tontos enamorados. Conmigo encima, giró en la cama para alcanzar su móvil y responder la llamada.
—Vergil... —susurró al observar la pantalla del dispositivo, mientras su ceño se fruncía y la preocupación nublaba sus orbes celestes —. Dime —dijo el vampiro al descolgar.
No pude escuchar con nitidez lo que el albino le decía a Riku, pero sentir su cuerpo tensarse bajo el mío explicó mucho más de lo que unas simples palabras podrían describir: algo había pasado en el Bosque Profundo, probablemente algo relacionado con Los Doce y la petición de Riku a los gemelos.
El vampiro se limitó a escuchar con calma lo que Vergil le decía, mientras que yo prestaba atención en absoluto silencio.
Una vez finalizada la llamada, Riku me miró con decisión.
—Nos vamos.
—¿Qué ha pasado? —Inquirí yo, ya que no me había dado ninguna información aún.
—Marluxia está en el Bosque Profundo, hay que darse prisa —y ahí fue cuando lo entendí todo, Riku estaba viendo una posible oportunidad de cumplir con lo que había prometido a Saïx.
No pude evitar cuestionarme si todo esto era una trampa o no mientras me levantaba de la cama y me vestía con mi ropa negra de combate. Me resultaba mucha casualidad que pocos días después de pactar con Saïx una oportunidad como esta se presentara frente a nuestras narices de manera tan oportuna y fortuita. Aun así, no dije nada, siguiendo a Riku hasta el gimnasio para coger nuestras armas y salir como alma que llevaba el diablo de casa, prácticamente corriendo hasta la moto del vampiro para encaminarnos hacia la iglesia abandonada.
No había pasado mucho desde la última vez que fuimos a ese territorio, pero tan pronto como aparecimos en el claro de aquella vez sentí que algo había cambiado, y, por muy loco que sonara, sentí que el lugar era mucho más hostil y lúgubre que aquella última vez. Miré a Riku, sabiendo por su mirada que él también había notado el cambio del ambiente.
—¿Qué está pasando? —Susurré, avanzando junto al vampiro, colocándome la capucha de la túnica.
—Nada bueno —respondió él, entre susurros también —. No hables mucho y presta mucha atención a cualquier movimiento en los alrededores.
Lo cual no iba a ser difícil debido al silencio sepulcral que reinaba en aquel vasto territorio y me ponía los pelos de punta. La última vez que estuvimos aquí las hojas de los árboles susurraban con el viento o con cualquier criatura que rondara por las ramas, pero hoy no había murmullo alguno de hojas o arbustos.
Era como si el lugar estuviera completamente muerto. No, muerto no, esa no era la palabra correcta.
Acechante.
El bosque entero se encontraba cazando, pero ¿a qué? O, mejor dicho: ¿a quién? No tenía idea, pero solo esperaba que nada se nos abalanzara encima.
Riku y yo avanzamos en completo silencio por el oscuro y tenebroso bosque, con cautela y muy atentos. Tras lo que calculé como una hora, el vampiro tiró de mí con fuerza, haciendo que quedara agachada. No sé ni como pude contener el grito que luchó por salir de mi garganta.
Miré a Riku con el ceño fruncido, pero pronto mi mirada se desvió hasta el mismo punto al que este miraba: Marluxia, junto a una criatura digna de las más oscuras y horribles pesadillas que alguien podría tener.
Se trataba de una bestia bípeda de denso y oscuro pelaje, de unos casi tres metros de altura, con un cuerpo extremadamente delgado, pero compensado con unas enormes y letales garras en lugar de manos, que sin duda estaban lo suficientemente afiladas como para acabar con lo que fuera que se le pusiera delante en lo que dura un pestañeo. Aunque lo que de verdad me aterrorizó de la criatura fue su cabeza: un enorme cráneo de ciervo, con las cuencas de los ojos vacías y sin vida, de las que emanaba un turbulento y denso líquido negro. Los cuernos del ser tenían maleza y otras muchas cosas que no estaba segura de querer saber lo que eran, mientras que su boca, pese a ser de ciervo, tenía unos descomunales y aterradores colmillos sobresaliendo, de los cuales resbalaba la misma sustancia negra que las cuencas vacías del monstruo.
—¿Qué es eso? —Inquirí, acercándome al oído de Riku.
—Eso es un Wendigo, y créeme que no quieres tener problemas con él.
"Wendigo" la palabra me heló sangre, alguna vez había leído sobre esas criaturas, pero jamás pude imaginarlas siendo tan espeluznantes.
Presté atención a Marluxia y a la criatura, y gracias al silencio que reinaba en el lugar pude escucharles sin mucha dificultad:
—Vamos, tampoco os pido tanto, y el trato es razonable —intentaba Marluxia hacer entrar en razón al ser.
—Podrás ser quien gobierna este territorio, pero nosotros no te obedecemos —si ya estaba petrificada del miedo, escuchar la voz de ultratumba del Wendigo empeoró todo incluso más si se podía.
—Seréis libres y tendréis carta blanca para hacer lo que queráis —insistió el vampiro de rosados cabellos.
—No insistas, Marluxia —la silente amenaza residía tras las palabras del Wendigo.
—Haré que os exterminen a todos —amenazó de vuelta el vampiro.
—Trae cuantos hombres quieras, no podrán con todas las bestias de este territorio —exhalé el aire que ni siquiera sabía que estaba conteniendo ante aquella afirmación, se notaba que el Wendigo estaba altamente seguro de sí mismo cuando dijo eso, confiando en la fuerza de sus camaradas del Bosque.
—¿Seguro de ello? —La sonrisa de Marluxia era de puro cinismo, ¿qué tramaba?
Miré a Riku en el mismo instante en el que el vampiro de cabello rosa hacía aparecer una enorme guadaña, amenazando al Wendigo rápidamente.
—¿Puede ganar siquiera? —susurré, Riku llevó su dedo índice a los labios, ordenándome así guardar silencio.
Acto seguido el suelo tembló, y una buena cantidad de raíces emergieron del suelo, atenazando las piernas de Marluxia, mientras sus dorados ojos miraban con incredulidad lo que el Wendigo le hacía. Pasé saliva cuando divisé a una manada de algo parecido a un lobo, pero más monstruoso, más grande, con fauces enormes y letales en la linde del claro.
Quise preguntarle a Riku qué eran aquellas criaturas que habían acudido a la silenciosa llamada del Wendigo, pero me contuve, temiendo que me escucharan si me atrevía a pronunciar una sola sílaba.
La pelea pronto se desató, brutal, sangrienta, y no pude evitar sorprenderme al ver a un miembro de Los Doce en apuros, el Wendigo, junto a sus esbirros, estaba poniendo al poderoso vampiro contra las cuerdas.
Jamás en toda mi vida podría llegar a imaginar un escenario como aquel.
Marluxia se defendía como podía con ayuda de su guadaña, invocando él también raíces y unos preciosos pétalos de rosa que explotaban cuando entraban en contacto con cualquier objeto o ser.
Finalmente, tras dejar al número 10 de Los Doce exhausto y derrotado, el Wendigo hizo que los monstruosos lobos se retirasen.
—Espero que esta advertencia te haya servido para recapacitar —la tenebrosa voz de ultratumba del Wendigo flotó en el aire una vez que la criatura se desvaneció, convertida en una bandada de cuervos que alzaron el vuelo graznando.
Presté atención a Riku, y luego a Marluxia, que se hallaba de rodillas en el centro del claro, jadeando, tratando de recuperar el aliento, aferrado a su guadaña.
"Es nuestra oportunidad para matarle". Chilló la voz de mi mente.
—Silencio —gruñí, sacudiendo la cabeza.
"Es el momento, Ellia". Presionó esta vez el maldito arco a mi espalda.
—¿Ellia? —Fue Riku quien me sacó de mis pensamientos, agarrando mi muñeca.
Le miré fijamente, aterrada, sintiendo cómo una furia y violencia inexplicable comenzaba a recorrer mis venas, como cuando peleé contra Terra.
No, no podía dejar que las voces ganasen, no podía dejarlas ganar.
"Es el enemigo y está débil, ¡es nuestra oportunidad!". Bramó una vez más el arco.
No paraban de presionarme, no se callaban, y eso no hacía más que aumentar la rabia y el fuego en mis venas.
No supe en qué momento ocurrió, pero finalmente perdí por completo el control de mi cuerpo, y lo último de lo que fui consciente fue de que mi visión se tornó completamente roja, acompañado del grito desesperado de Riku llamándome.
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