Capítulo 39
—¿Estás bien? —Inquirió al cabo de unos minutos, podía sentir el bulto de su bóxer presionando contra mi bajo vientre. Seguía excitado, y no le culpaba. Supuse que Riku disfrutaba al complacer a su pareja, y eso me parecía una cualidad muy tierna.
—Sí, es solo que llevaba mucho sin sentirme así de bien —admití, posando mi mano en el lateral de su cuello, besándole dulcemente después, aunque pronto el beso se tornó más apasionado y frenético.
—Ellia, no tienes por qué devolverme esto como si te hubiese hecho un favor —me dijo, tomándome por los hombros al sentir mi mano sobre su erección.
—Ya te lo he dicho, Riku. Estoy segura de esto y quiero hacerlo. ¿Tú?
Tras unos segundos, y seguramente después de haberse debatido consigo mismo, Riku asintió. Quizá pensaba que era mala idea hacer ese tipo de cosas en el estado en el que se encontraba, pero yo no pensaba así. Confiaba en él, y sabía que era muy capaz de controlarse.
—Siéntate —ordené, levantándome de encima suya.
Riku obedeció y separó las piernas, creándome espacio para que pudiera ponerme de rodillas entre sus fuertes piernas. Tiré un cojín en ese espacio, dejándome caer después sobre él. Fijé mi vista en sus hermosos orbes color ocre, pasando mi mano por encima de su erección.
La fina tela negra estaba un poco húmeda, y no solo del líquido preseminal de Riku. Sin romper el contacto visual, llevé mi boca hasta ese prominente bulto, lamiendo y besando la zona enérgicamente, haciéndome de rogar. Podía ver en sus ojos que estaba desesperado por que liberase su erección de la cárcel de tela en la que se encontraba, y sus gruñidos no hacían sino que confirmarme cada vez más aquel hecho.
Finalmente, y tras torturarle unos largos minutos, tiré del elástico y le bajé la prenda, observando cómo su polla se alzaba hacia su estómago. Le llegaba casi al ombligo. Tragué duro al verla, era enorme y venosa, el glande rosa y brillante debido al líquido preseminal que había estado soltando.
Gemí al verle, algo en mi interior se revolvió ante semejante panorama, algo que solo me hacía querer tener aquel enorme falo en mi interior, en el agujero que fuese. Un instinto jodidamente primigenio, aunque ardiente de igual manera.
Envolví la punta con mis labios, pasando la lengua y recogiendo las pequeñas perlas de preseminal que se habían acumulado ahí con mi lengua, haciendo estremecer a Riku. Sonreí cuando sentí su pequeño escalofrío, llevando mi mano izquierda a sus bolas, mientras que con la derecha envolvía su tronco. No me cerraba la mano de lo grueso que era.
Despacio, y aún mirándole a través de mis espesas pestañas, fui introduciendo su miembro en mi boca, hasta la base. Si de algo me habían servido los años de cautiverio con Xaldin, era para poder controlar el reflejo nauseoso, o lo que era lo mismo, daba igual que tan profundo me introdujera algo en la boca, no me darían arcadas.
Riku gimió al sentirse tan dentro de mí, su glande rozando la parte posterior de mi garganta mientras que mi lengua se deslizaba por su miembro, arriba y abajo. Lo saqué despacio de mi boca, volviendo a meterlo de golpe, llevando un ritmo lento pero certero que sabía que haría que el vampiro perdiera la cabeza.
Finalmente, y tras unos largos minutos en los que poco a poco fui subiendo la velocidad de mis movimientos, Riku me agarró la cabeza y me separó de su polla, tirando de mis brazos para que me pusiera de pie. Le miré a los ojos, ahora dos pozos negros llenos de hambre y deseo.
—Déjame hacerte mía, Ellia —Incluso estando así de desesperado, me enterneció que me pidiera permiso.
—Con gusto, cariño.
Tiré de su mano para que se pusiera en pie también, dejándome caer de rodillas en el sofá, con el pecho contra el respaldo, de espaldas a él. El vampiro gruñó y se puso de rodillas tras de mí, agarrando mi cadera con su mano izquierda, mientras que acariciaba mi entrada con su derecha.
Gemí cuando sentí la punta de su polla rozarse contra mis pliegues.
—Vamos Riku, fóllame. Sé que estás desesperado por hacerlo —animé.
Con un gruñido gutural, el vampiro se despojó de toda cordura que le pudiera quedar, hundiéndose en mí con una sola y certera estocada. Un grito ahogado escapó de mis labios al sentir cómo se abrió paso dentro de mí, abriéndome como Xaldin nunca había hecho. Vaya que Riku era grande...
—¡Joder Riku! —Grité —. Eres jodidamente enorme —gemí, con una sonrisa de satisfacción en el rostro.
En respuesta, el vampiro me embistió con fuerza, gruñendo como un maldito animal, dominado por completo por su lado más primitivo y salvaje.
—¿Te gusta Ellia? ¿Te gusta que te folle así? —Gruñó, aumentando gradualmente el ritmo de sus embestidas, hasta que la habitación se llenó del obsceno sonido de nuestros cuerpos chocando, semejantes a aplausos.
—Joder, Riku, ¡sí! Me encanta —gemí, echando la cabeza hacia atrás, buscando sus labios mientras sus dedos se hundían con fuerza en la suave piel de mis caderas.
De un momento para otro, y excitándome incluso más de lo que ya estaba, Riku me azotó la nalga izquierda con fuerza, y luego la derecha, y así sucesivamente. Al principio me quedé un tanto sorprendida, aunque pronto el placer se abrió paso a través de mi carne, sus azotes ocasionando que mis paredes internas le apretasen con fuerza a cada golpe que daba.
—Dioses... Ellia —gruñó, subiendo la intensidad hasta alcanzar un ritmo endemoniadamente frenético.
Grité ante el placer que me recorría, mi cuerpo temblando cada vez más fuerte y con más frecuencia, anunciando que el orgasmo estaba cerca. Sentía las nalgas rojas e hinchadas, la cadera marcada por las cortas uñas de Riku, creando un cúmulo de dolor y placer que me llenó los ojos de lágrimas.
—Riku, mierda Riku, ¡sigue! —Chillé, casi podía tocar el orgasmo con mis manos.
Una, dos, tres embestidas más, y mi espalda se arqueó, mis alas al descubierto, completamente estiradas. Solo esperaba no haber golpeado a Riku con ellas. Chillé de placer, sintiendo las fuertes oleadas de placer golpeándome con furia, haciendo que mi cuerpo temblase como si estuviera sobre el epicentro de un maldito terremoto.
Riku no se quedó atrás, y gruñendo dejó ir toda su semilla en mi interior, clavando las uñas en mis caderas y mordiendo ligeramente mi ala derecha, sin llegar a clavar sus colmillos en ella. Me estremecí al sentir sus dientes en esa zona tan jodidamente sensible de mi cuerpo, gritando y dejando salir las lágrimas que se me habían acumulado en los ojos.
Era demasiado.
Jadeante, me desplomé por completo contra el respaldo del sofá, cayendo Riku sobre mi espalda, mis alas aún a la vista.
—La próxima vez recuérdame que mantenga la distancia entre tu espalda y mi cara —musitó, igual de jadeante que yo mientras salía de mí, provocándome un gemido mientras que sentía su semen resbalarme por la cara interna de los muslos. Vaya que había sido abundante su corrida.
Me giré para mirarle, y pude ver un pequeño corte sangrante en su mejilla. Sí le había hecho daño con mis alas, pero no había sido intencionado.
—Lo siento —musité, él negó con la cabeza, sentándose en el sofá, a mi lado.
Me moví despacio, dejándome caer encima suya. Su miembro aún duro contra mi abdomen.
—Vayamos a darnos una ducha —propuso.
—Cuando pueda tenerme en pie —le dije, todavía tratando de recuperar el aliento.
Riku rio, pero no dijo nada más. En su lugar, comenzó a acariciar mi espalda de arriba hacia abajo una vez que mis alas desaparecieron.
—¿Te ha gustado? ¿Te he hecho daño? —Susurró, mi dedo trazando círculos sobre su pecho.
—Estoy mejor que nunca, Riku —le tranquilicé mientras pasaba su brazo por mis hombros, abrazándome.
—Me alegro —repuso, besándome la frente.
—¿Y tú? ¿Te ha gustado?
—¿De verdad necesitas una contestación a eso? —Rio, era evidente que sí, pero quería escucharle decirme que sí.
—Quiero oírte, Riku —le dije, estirándome hasta capturar sus labios entre los míos.
—Podría estar todo el día enterrado en tu coño, Ellia, y no sería suficiente —no me esperaba una respuesta tan morbosa y lasciva, pero me gustó —. Nunca me he drogado, pero si ese precioso co...
—¡Riku! —Le interrumpí con un leve grito, avergonzada de que hablase así de mis partes íntimas.
El vampiro rio ante mi repentina vergüenza, pero no continuó con lo que estaba diciendo. Simplemente me estrechó con fuerza entre sus brazos.
—Jamás te vayas de mi lado, Ellia —pidió, yo negué con la cabeza.
—Solo si tú tampoco te marchas —le dije.
Alcé la cabeza y besé a Riku con ternura, sellando así nuestra promesa.
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