Capítulo 37

No podía ser, ¿cómo nos habían encontrado?

La pregunta no dejaba de repetirse en mi mente. Habíamos sido cautelosos y habíamos cuidado cada uno de nuestros movimientos.

El aire dejó mis pulmones de repente, y el mundo pareció detenerse mientras que Riku y yo intercambiábamos miradas. No me atrevía a levantarme y encarar al desconocido, mi cuerpo se había quedado completamente paralizado.

Riku fue el primero en moverse, levantándose y girándose para enfrentar a quién fuera que estuviera detrás de nosotros. No era Xaldin, ni tampoco Xemnas, pero tenía claro que sí se trataba de un miembro de Los Doce. La voz me era familiar, la había escuchado en la mansión de Lord Xaldin antes, pero en aquel momento no supe identificarla.

—Siento interrumpir —sonaba calmado, aunque amenazante.

—Ellia, vete. Saca tus alas y márchate —dijo Riku entre dientes.

Hice caso omiso al levantarme, dándome la vuelta por fin: Saïx, el séptimo de Los Doce, estaba de pie ante nosotros. Su cabello largo y azul junto con la cicatriz en forma de "x" en su cara eran rasgos que jamás olvidaría. Además, sus orejas eran un tanto particulares, ya que terminaban en punta, como las de un elfo.

—No vengo a pelear, Riku —no creí sus palabras, jamás confiaría en un miembro de Los Doce.

—Ellia... —insistió Riku.

—Por los dioses... —susurró el de cabello azul —. He venido a ofrecerte una tregua, maldita sea —insistió.

—¿No te ha mandado Xemnas? —El vampiro negó.

—He venido porque he querido, nadie sabe que estoy aquí, así como ningún otro miembro conoce vuestro paradero —le miré desconfiada, Riku parecía tranquilo, ya no sentía esa aura agresiva a su alrededor, parecía estar tranquilo.

—¿Cómo nos has encontrado? —Habló Riku.

—La luna me lo dijo —el adivinador lunar... El sobrenombre que Saïx tenía dentro de Los Doce.

Durante la luna llena él era uno de los miembros más poderosos y peligrosos de Los Doce. Tenía entendido que a veces tenía premoniciones y, en ocasiones, podía incluso llegar a vislumbrar el futuro.

Saïx no estaba mintiendo.

—¿De verdad Xemnas ignora todo esto? —Presionó el vampiro a mi lado.

—Por completo. Sus rastreadores son buenos, pero no tanto como para poder encontraros —explicó.

—¿Por qué nos tiendes la mano? —Hablé yo, dando un paso al frente.

—Digamos que... Los Doce estamos teniendo conflictos internos —repuso.

—¿Qué es lo que quieres, Saïx? —Inquirió Riku.

—La cabeza de Marluxia —sentenció, dejándome helada.

—¿De Marluxia? ¿Quieres deshacerte de uno de los tuyos? —Replicó el de pelo plateado, el de Los Doce asintió.

—Quiere invadir los territorios del norte. Una guerra contra los dragones es algo que no podemos ganar, ni por asomo —explicó.

—Quiere las colonias humanas... —susurré, dándome cuenta del verdadero propósito de Marluxia. Saïx asintió.

—¿Qué nos ofreces a cambio de su cabeza? —Inquirió Riku.

—Información, por supuesto.

—¿De qué tipo? —El de cabello azul sonrió.

—Filtrada, por supuesto, pero información de Los Doce, a fin de cuentas.

—Filtrada... me suena a trampa, Saïx. No te lo tomes a mal —replicó el vampiro a mi lado.

—Podemos llegar a un acuerdo más adelante —cedió un poco el de Los Doce.

—Quiero información de toda clase, además de protección —exigió Riku tras pensarlo un poco.

Saïx se le quedó mirando por unos instantes, aunque finalmente suspiró y se mordió el pulgar, estirando el brazo hasta Riku después.

—Hecho —zanjó.

Riku imitó la acción del otro vampiro tras sonreír victorioso.

No estaba segura de todo esto, se había dado de una forma muy precipitada y quizá lo tendríamos que haber pensado un poco más antes de acceder, pero ahora ya era tarde para dar marcha atrás o decirle a Riku que era una mala idea conspirar con el enemigo.

—Procura que Xemnas no se entere de nada de esto —las palabras de Riku salieron de su boca como una verdadera amenaza de muerte, llegando incluso a darme miedo.

—He hecho un trato, soy un vampiro que cumple sus promesas, siempre y cuando sea recíproco —replicó el de ojos dorados.

Solo cuando Saïx desapareció de nuestro campo de visión pude respirar de nuevo con normalidad. Aquel encuentro había sido repentino, corto y muy, pero que muy intenso.

Riku y yo volvimos a la finca en silencio, sin atrevernos a hablar de lo que acababa de pasar. Al menos, no hasta que entramos en su chalet.

—¿Crees que cumplirá con su parte del trato? —Riku suspiró mientras que sacaba dos botellines de cerveza de la nevera.

—Más le vale —comentó, abriendo nuestras bebidas.

—Quieres información del laboratorio, ¿verdad?

—¿Tan obvio es?

—Sólo un poco —reí.

—No nos dirá nada hasta que matemos a Marluxia —repuso Riku.

—¿Y si encontramos el laboratorio antes de que Saïx nos diga nada de él? —Planteé.

—No iremos, aunque lo encontremos —contestó, sentándose a mi lado.

—¿Lo dices en serio? —Riku asintió.

—Nos haremos los locos, mataremos a Marluxia, le sacaremos la información que queramos a Saïx y luego le mataremos a él también —planeó —. Si para ese momento conocemos el paradero del laboratorio le preguntaremos a Saïx igualmente por él, solo para asegurar nuestro próximo movimiento.

—¿No crees que puede llegar a ser un aliado? —Inquirí, dándole un sorbo a mi cerveza.

—Ni de coña, es el maldito perro faldero de Xemnas.

—¿No era ese el papel de Xigbar?

—Xigbar también es su perro faldero, pero Saïx es mucho mejor que Xigbar en eso —explicó.

—Sabes mucho de Los Doce —reflexioné.

—Más o menos lo mismo que tú —repuso. —¿Crees que nos mintió con lo de la luna? —Negué con la cabeza.

—Él es el adivinador lunar. No llegué a escuchar mucho de él durante las cenas en la mansión de Xaldin, pero Mary había comentado alguna vez cosas acerca de él, cosas que involucraban su don para ver el futuro gracias a la luna llena. No es uno de los miembros más poderosos de Los Doce, al menos no hasta que llega la luna llena —expliqué.

—Me alegra escuchar eso, la verdad —comentó —. Es información muy valiosa para cuando llegue la hora de enfrentarnos a él —asentí con la cabeza.

Riku y yo nos quedamos un rato más en el salón, hablando del tema. Le conté lo poco que sabía acerca de las habilidades de Los Doce, y él añadió alguna que otra cosa a mi información, ya que, gracias a su oscuro pasado como cazador, accedió a un poco de información clasificada de Los Doce, por no mencionar que él era el cazador favorito de Xemnas.

—¿No te sentías presionado? ¿Cómo si tuvieras que mantener el nivel constantemente? —El vampiro asintió.

—Un poco, pero confiaba en mí mismo y en mis habilidades, así que pocas veces me sentía estresado, la verdad.

—Ya veo... —susurré.

—Ellia... —dijo él, sabía que mi mente había volado hasta la pasada noche de luna llena, al asalto del Festival.

—Lo sé, Riku. No te sientes orgulloso de ello, lo sé —le sonreí para intentar que no se sintiera mal consigo mismo.

Él no me lo había dicho abiertamente, pero yo sabía perfectamente que cada vez que echaba la vista atrás y recordaba su pasado, Riku se sentía como una mierda por culpa de sus actos, pero él se había redimido y había cambiado, y esperaba que, tarde o temprano, pudiera perdonarse a sí mismo por todas las cosas horribles que había hecho. 

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