Capítulo 33

Riku's POV:

No habría sido capaz de decir si estaba bien o mal ni con una pistola a cada lado de mi cabeza.

Por un lado, me sentía mejor que nunca. Era la primera vez que sentía mi cuerpo a pleno rendimiento en años, y todo gracias a que Ellia me había salvado al darme de su sangre. Pero, por otro lado, me sentía como una bestia de nuevo, y eso hacía que me aterrase de mí mismo.

No quería que ella se diera cuenta, y aunque de momento mi fachada parecía estar funcionando, estaba seguro de que tarde o temprano la híbrida se daría cuenta de que algo estaba mal conmigo.

Fue en ese momento que me di cuenta de que sí había una palabra que encajaba medianamente con mi estado: dualidad.

Mi ser estaba dividido en dos partes completamente opuestas la una de la otra. Una me decía que todo estaba genial, que mi cuerpo estaba en perfectas condiciones y que lo que había pasado no tenía por qué implicar nada malo, pero sus palabras se veían rápidamente contradichas por la segunda voz.

Esa era la que más miedo me daba, ya que era la voz de la verdadera bestia que moraba en mí, esa que clamaba por más sangre y se decantaba por los instintos más bajos de mi ser. Ella solo pensaba en agarrar a Ellia e hincarle el diente hasta que no quedase ni una sola gota de sangre. Porque sí, nada más me incitaba a beber de ella, de mi mujer.

Y es que ese "pequeño" detalle era el que no le había dicho a la chica: cuando un vampiro bebía de alguien estrechamente enlazado a él, se traducía en algo así como un matrimonio o unión de por vida.

Dudaba mucho de que Xaldin sintiera algo por Ellia, pero el haber bebido de ella quizá para él se traducía también en algo como un matrimonio debido a todo el tiempo que pasaban juntos, y obviamente él no iba a casarse con una mera híbrida que además era su esclava.

Esa noche no pude dormir. Mis ojos se quedaron abiertos todo el tiempo, mirando fijamente al techo, aunque sin verlo con atención realmente.

La voz de la bestia no dejaba de empujarme a que hiciese mía a Ellia y bebiese de ella como si no fuera a volver a ver la luz de un nuevo día, pero tenía que resistir, esa parte de mí no podía volver a tomar el control bajo ningún concepto.

Suspiré derrotado, rezando a los Dioses porque este estado se terminase lo más rápido posible. Me puse a pensar en la transición por la que pasé después del incidente de Naminé, cuando todo dio un giro de ciento ochenta grados. Fue un duro mes de lucha mental contra mí mismo y contra todos los instintos que, hasta ese momento, habían sido los dueños de mi ser.

No estaba preparado para afrontar otro mes de abstinencia y demonios internos. Cierto era que a la transición a "vegetariano" en aquel momento se le sumó la muerte de mi antigua amada, agravando todo y convirtiendo la situación en un verdadero infierno, y que, gracias a los Dioses, esa vez no tenía que lidiar con la muerte de nadie, pero igualmente sería duro luchar contra mí mismo de nuevo.

Había quedado demostrado que tenía una voluntad de hierro, y que, en ocasiones, era verdaderamente inquebrantable, pero los instintos seguían ahí, así como ciertas necesidades que, en ocasiones, eran muy difíciles de contener.

Para cuando me levanté de la cama el sol aún no había salido. Miré la hora en mi teléfono: las cuatro y media. Suspiré una vez más, estirándome y yendo al baño para cambiarme de ropa, saliendo del cuarto después de eso.

Sabía que lo que estaba a punto de hacer era peligroso e imprudente, pero igualmente fui a por la moto y salí de la finca, conduciendo hasta el acantilado en el que descansaba Naminé. Me senté en el borde, con las piernas colgando del mismo, y perdí la mirada en el horizonte.

Ella no me contestaría ni calmaría a los demonios de mi cabeza, pero aún a pesar de eso, aquel era un lugar sagrado para mí, uno en el que mi mente, de alguna manera, lograba llegar a alcanzar un cierto nivel de paz y tranquilidad.

Pensé en mi madre y en lo orgullosa y feliz que estaría de verme en aquellos momentos, incluso con los ojos dorados por lo que había pasado la noche de la luna llena. Estaría contenta de ver que su hijo había podido encontrar de nuevo el amor, y nada más y nada menos que con una criatura de luz que, encima, era un híbrido de una especie tan fascinante y misteriosa como lo eran los vogel.

Fue entonces que noté cómo una lágrima se deslizaba por mi mejilla izquierda. Agaché la cabeza y quité la pequeña gota con mi puño. Habían pasado muchas cosas en un período de tiempo relativamente corto, y debido a que había tenido que mostrarme regio y fuerte no había tenido oportunidad de darme un momento para mí.

Ellia había sido mi prioridad al completo durante los últimos dos meses, porque sí, me llevó un mes planear su rescate, y fue algo estresante tener que hacerlo.

Horas después, cuando ya el sol comenzaba a alzarse y la noche se desvanecía con la potente luz del astro rey, volví a la finca. Entré en casa y sonreí enternecido al ver a Ellia durmiendo plácidamente en mi cama. Ella era lo más importante para mí en aquellos momentos, y lo sería por el resto de mi vida.

Por supuesto no entraba en mis planes dar de lado a mis compañeros, ellos siempre habían estado ahí para mí durante todos esos años, pero lo que sentía por Ellia era distinto. Sí, la chica me importaba, pero no de la misma manera en la que me importaban los demás miembros de la resistencia. Si era sincero, se me dificultaba un poco expresar aquello.

Bajé a la cocina y preparé el desayuno, yendo con él hasta la habitación una vez que estuvo listo. Ellia seguía durmiendo para entonces, así que dejé la bandeja en mi escritorio y me senté a su lado, acariciando su mejilla con el dorso de mi mano, apartando el cabello de su rostro y dejándolo tras su oreja.

—Buenos días, Ellia —susurré suavemente. La chica se revolvió un poco y me dio la espalda, haciéndome sonreír con esa actitud tan tierna y un tanto infantil.

—Cinco minutitos más —se quejó.

—Se va a enfriar el desayuno, pajarita —parecía que había logrado convencerla para que se despertara.

—Bueno —cedió, alargando la "e" y girándose de nuevo hasta quedar mirando hacia mí.

Sus párpados temblaron un poco antes de abrirse, dejándome ver aquellos hermosos iris lavanda que tanto me gustaban. Ellia me miró y una pequeña sonrisa se dibujó en su dulce rostro.

—Buenos días —comentó mientras se incorporaba y estiraba un poco.

—¿Cómo te encuentras? —Me preocupaba mucho la herida de su pierna, incluso sabiendo que no pasaría nada, no podía evitar preocuparme por ella.

—Bien, he dormido bastante bien, la verdad —sentí algo de envidia al escucharla decir eso. —¿Y tú, Riku?

—Bueno, más o menos —no le diría que me había ido a las cuatro y media hasta el acantilado.

—¿Has salido a dar un paseo? Llevas ropa de calle —señaló mientras que iba a por la bandeja con el desayuno.

—Sí, antes de hacer el desayuno. Quería respirar un poco de aire fresco —respondí.

—Terra me habló ayer de tus ataduras de sombra —me dijo —. No las habías usado desde aquella noche, y si te soy sincera, hasta ayer no me había acordado de ellas.

—Solo puedo usarlas durante la luna llena y los días posteriores, y aun así... —Ella me cortó:

—No es bueno que las uses, lo sé —asentí con la cabeza.

—Es un poder muy peligroso, un arma de doble filo —expliqué, ayer había escuchado hablar al castaño y a la chica del tema, pero no estaba seguro de cuánto había dicho Terra exactamente.

—¿Por qué las usaste aquel día?

—No estaba seguro de cómo reaccionaría Mary —creo que jamás podría olvidar el nombre de aquella mujer, y menos sabiendo lo mucho que significaba para Ellia —. Preferí ir sobre seguro y no arriesgarme a que saliera corriendo. Te prometo que no le hice daño con ellas —expliqué.

La azabache se me quedó mirando por unos instantes, quizá valorando si decía la verdad o mentía, pero pronto su mirada se relajó y sus ojos se ensombrecieron un poco, apenada por el destino que sufrió aquella que para ella fue una madre.

—Vengaremos su muerte, Ellia —le prometí.

—Quiero que seas consciente de que, si veo la oportunidad de poder matar a Xaldin, la voy a aprovechar.

—No puedes exponerte a que te maten por acabar con uno de ellos —intenté hacerla entrar en razón, sabía lo rabiosa que se sentía, pero si matar a Xaldin conllevaba que Xemnas la matara al instante siguiente, no merecía la pena que el de rastas muriese.

Ellia agachó la cabeza por unos segundos, pensando en mis palabras.

—¿Sabes? Tienes razón. Me has hecho recapacitar —no me gustaba cómo había dicho esas palabras. Sonaba como aquella noche, cuando dijo que le gustaría colarse en la mansión de Lord Xaldin y matarle con sus propias manos.

—Ellia... —suspiré, no sabía qué tenía la híbrida en la cabeza en ese momento, pero definitivamente no era nada bueno.

—Quiero que sufra, Riku. Merece una muerte lenta y dolorosa, y pienso dársela —Ellia era consciente de que probablemente Xaldin había torturado a Mary, así que pensaba pagarle con la misma moneda.

Definitivamente, esta chica era tan hermosa como peligrosa. 

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