Capítulo 15

Riku's POV: 

Debía admitir que no había sido del todo sincero con Ellia. Sí había visto a la niña, la cual era, sin duda alguna, ella de pequeña, pero también había visto algo más al mirar en sus recuerdos, y prefería que no se enterase de ello. Me dio mucho en qué pensar, ya que, si eso estaba en su mente era porque ella, en algún momento, lo había visto.

Pero ¿cómo? Eso pasó hace años, era imposible que Ellia lo hubiese presenciado. Acaso... ¿su don innato? Era la primera vez que conocía a alguien con la capacidad de ver acontecimientos pasados.

Es decir, yo podía hacerlo, pero no de la misma manera que ella. Además, habíamos comprobado si tenía la misma capacidad que yo, y no fue así. Solo yo podía sentir los pensamientos de otros y meterme en sus cabezas para rebuscar en sus recuerdos.

La cosa cada vez se acomplejaba más, y siempre que eso pasaba, Ellia me atraía un poquito más.

Desde que la conocí mi vida había cambiado. Había salvado a muchísimas chicas, pero Ellia... era completamente distinta al resto. Era única, sin duda.

Quizá era por el tema de que no era del todo humana, ¿podría ser que fuera parte súcubo? Eso explicaría que me viese atraído a ella, pero su olor me decía lo contrario. Era magia salvaje e indomable, propia de las razas que moraban los bosques del Gran Continente. ¿Elfo? ¿Duende? ¿Dríade? ¿Ninfa, quizá? No terminaba de ver nada claro.

Pese a la oscuridad que reinaba en la cocina pude ver sus hermosos ojos color lavanda gracias a mi visión, mucho más desarrollada que la de un humano. Eran hermosos, siempre que los miraba me sentía en paz, a salvo y cobijado de los demonios que me perseguían. Eran mi lugar seguro, solo que ella no lo sabía.

Sentí su aliento sobre mis labios, no sabía en qué momento habíamos terminado tan cerca el uno del otro, pero no me importaba.

Y entonces aquel olor se hizo presente de nuevo. Era la segunda vez que lo captaba en el mismo día. Excitación. Su excitación. Olía a rosas al principio, pero luego se volvía más dulce e irresistible.

Tragué saliva, sintiendo cómo mi cuerpo reaccionaba al de ella. Esa mañana había recurrido a las bromas y las pullas para distraerme, pero ahora que estábamos así, tan pegados, era muy difícil evadir la situación. Aspiré su aroma y dejé escapar un suspiro, bajando la mirada desde sus ojos hasta sus labios, carnosos y, seguramente, suaves como la seda.

—¿Riku...? —Mi nombre dejando sus labios fue el detonante de mi locura.

Gruñí como un animal y cerré la escasa distancia que había entre nosotros, capturando sus labios con los míos. Sí eran suaves, además de cálidos. Cerré los ojos y me dejé envolver por la calidez y la suavidad de su toque. Eran tan suaves como la caricia de una pluma.

Por su parte, Ellia se quedó paralizada durante unos instantes, pero pronto salió de su estupor y se relajó. Su mano se posó en mi nuca, enredándose en mi cabello. Gruñí ante su toque, estremeciéndome y llevando mi mano hasta el lateral de su cuello, mi pulgar colocado justo detrás de su oreja, trazando círculos sobre la piel sensible que ahí había.

Un gemido murió en mi boca, aunque incluso así pude escucharlo, y podía jurar que fue un sonido casi celestial.

Usando mi mano libre, agarré su cintura y la atraje hacia mí. Ellia rodeó mi cintura con sus piernas y su intimidad quedó pegada a mi entrepierna. Estaba caliente, ardiendo. Podía notar el calor que se había concentrado incluso con la barrera de la ropa por medio.

En ese momento recorrí su labio inferior con mi lengua, lentamente, pidiendo permiso. La morena separó un poco sus labios en respuesta, así que pronto introduje mi lengua en su boca, buscando ávidamente la suya. Ansioso por profundizar el beso, deslicé mi mano hasta su nuca y la hice inclinar un poco la cabeza.

Ellia puso su mano libre en mi pecho, y la otra, al igual que había hecho yo, la deslizó hasta el lateral de mi cuello.

El fuego corría a través de nosotros, arrasando con todo a su paso. Se sentía como si fuésemos una sola unidad, dos almas en completa sintonía.

En un momento dado, Ellia pasó su lengua por uno de mis colmillos, y este, sin yo quererlo, creció. Los vampiros habíamos evolucionado hasta el punto de que nuestros colmillos eran retráctiles. Siempre estaban afilados, pero en apariencia solían ser iguales a los de un humano.

Salvo en algunas ocasiones. Cuando el instinto tomaba las riendas de nuestro ser, o cuando los necesitábamos para la caza o la pelea, mostrábamos su verdadero tamaño.

Me aparté de Ellia tan pronto como pude, con los colmillos tal y como realmente eran. La morena jadeaba y me miraba entre asustada y estupefacta, con un leve temblor sacudiendo su cuerpo. Yo también tenía la respiración agitada, pero el miedo a morderla sin quererlo era mayor que el deseo y la excitación del momento.

—Yo... lo siento —y me alejé tan rápido como pude.

Llegué a mi habitación en tiempo récord. La había cagado, la había cagado mucho. Ya no solo por haberla besado, sino por haberme dejado llevar por mis instintos más bajos y primigenios.

Ellia... la acababa de destrozar, estaba seguro, pero no podía volver, de ninguna manera.

¿Cómo podía haberme dejado llevar de esa manera? Ni siquiera sabía a ciencia cierta lo que sentía por ella, ¿cómo pude besarla? Llevé mis manos a mi cabeza y me tumbé en la cama, necesitaba calmarme para luego pensar todo debidamente.

No pegué ojo en todo el resto de la noche. Estaba demasiado molesto conmigo mismo, ¿cómo iba a mirarla a la mañana siguiente, cuando entrenásemos una vez más? Las cosas no volverían a ser como antes, y eso lo había asumido desde el momento en que me separé de sus suaves y tiernos labios.

No debí dejarme llevar, yo no era así, ¿por qué lo hice? Suspiré y clavé mi mirada en el techo, hacía mucho que no me sentía tan mal conmigo mismo.

De repente, un peculiar olor llamó mi atención. No podía ser... Me centré todo lo que pude, y pude escuchar su respiración entrecortada, acompañada por suaves y tenues gemidos. ¿De verdad? El olor me volvió loco, me tentaba a levantarme e ir con ella, invitándome a hacerla mía.

Ellia se estaba tocando.

¿Quería decir eso que no estaba enfadada conmigo? Claro que lo estaba, pero la excitación debió de ganar la batalla en su mente. Me vi tentado a usar mi don y colarme en su cabeza, pero me exponía a que Ellia se diera cuenta, ya que ahora estaba entrenada debidamente para detectar a cualquier intruso que intentase colarse en su mente, incluso con la mente nublada por el placer y el éxtasis.

—Mierda... —gruñí, podía sentir mi erección creciendo contra mi bóxer. No lo haría, ya la había cagado una vez, y no pensaba faltarle al respeto de esa manera.

A cada segundo que pasaba más difícil se me hacía contenerme. La respiración de Ellia se volvía cada vez más y más irregular, volviéndome cada vez más loco. La bestia que residía dentro de mí rugía de rabia al ver que no era yo quien hacía gemir a la morena, pero no sucumbiría de nuevo a esos instintos tan bajos.

Finalmente, la chica dejó escapar un pequeño y agudo gritito de placer, haciéndome recordar a la cría de algún animal. Había llegado al clímax, lo sabía tanto por el sonido que había hecho como por el olor que ahora danzaba en mis fosas nasales.

Tan dulce e irresistible...

Respiré profundamente, escuchando cómo Ellia caía dormida. Me dio paz que pudiera dormir después de lo que había pasado, aunque supuse que solo era un efecto secundario de la masturbación.

Finalmente, mi erección desapareció poco rato después. No me toqué, y, aunque fue doloroso no hacerlo, prefería eso a tener que pasar aún más vergüenza a la mañana siguiente.

La alarma sonó a las cinco de la mañana, aunque para ese momento yo ya estaba despierto. Apagué el molesto ruido y me senté en la cama, preparándome mentalmente para lo que vendría.

Me levanté un par de minutos después y me puse un pantalón de chándal negro junto con una camiseta de tirantes gris, me calcé y salí de la habitación, rumbo a la cocina para preparar el desayuno e ir a levantar a Ellia después.

La morena se me había adelantado. No la había escuchado bajar, aunque, si era sincero, había dejado de prestarle atención en cuanto la sentí quedarse dormida.

—Buenos días —saludé, Ellia me dedicó un rápido vistazo por encima del hombro.

—Buenos días —respondió suavemente, en un volumen apenas audible para el oído humano. Podía notar su incomodidad y sus nervios, incluso había pasado saliva antes de dirigirme la palabra.

Definitivamente, esto iba a ser muy, pero que muy difícil.  

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