Capítulo 13

Fue duro tener que levantarme a las cinco de la mañana. La noche era cerrada y debía admitir que tenía frío incluso. Riku y yo desayunamos algo ligero y dimos unas vueltas a la finca corriendo. Fue agotador, pero sin duda lo peor fue lo que vino después.

Descansamos por unos diez minutos en la cocina, mientras nos rehidratábamos.

—¿De verdad esta es tu rutina de entreno? —El mareo que sentía había remitido un poco, pero las náuseas aún estaban ahí, latentes en la boca de mi estómago mientras intentaba apaciguarlas con una manzanilla.

—Y correr solo es el principio, Ellia. Ahora toca el gimnasio —un "¡¿huh?!" escapó de mis labios, lo que hizo reír a Riku.

—Querías estar preparada para la próxima luna llena, ¿no? —Asentí —. Pues para ello debes tener entrenamientos intensivos —tragué saliva y apuré mi infusión, asintiendo con la cabeza.

—Bueno, vamos a ello, entonces.

Cinco minutos más tarde, Riku y yo estábamos en el gimnasio, calentando y estirando para prepararnos correctamente para el entrenamiento.

El vampiro comenzó a explicarme las distintas poses para la batalla que había, desde las guardias hasta las más ofensivas. Al principio fue difícil seguirle el ritmo, pero poco a poco pude adaptarme a él.

—¿Te acuerdas de aquel día que te quedaste a verme entrenar? —¿Cómo olvidarlo? Asentí con la cabeza —. Bien, pues practiquemos como aquel día, pero sin el saco —Riku fue por unas grandes manoplas acolchadas y luego volvió conmigo, posicionándose frente a mí con las manos levantadas.

Me enseñó cómo cerrar mis puños para que no me hiciera daño, y luego me fue diciendo el orden de los golpes que debía lanzar.

—Mantén siempre tu guardia alta, Ellia —recordó, yo asentí y levanté mis manos hasta que estuvieron a la altura correcta —. Golpea más fuerte, sé que puedes hacerlo —me animó.

Y así fue pasando la mañana. Para cuando llegó la hora de comer estaba completamente agotada, solo quería ducharme y acostarme para descansar. Estaba segura de que Riku se había percatado de mi estado físico, pero no dijo nada al respecto.

—Descansaremos una hora después de comer —informó —. Después de esa hora seguiremos con el entrenamiento —sentí que se me caía el alma a los pies, pero no dije nada y en su lugar simplemente asentí.

Terminamos de comer y fui directa al sofá de la sala, tirándome en él cual peso muerto. Escuché a Riku reír cuando hice esto, pero no me importó, estaba muy cansada y él era consciente de ello. Minutos después, y sin siquiera darme cuenta de ello, terminé quedándome dormida.

El vampiro me despertó tiempo después, moviéndome suavemente mientras repetía mi nombre. Abrí los ojos despacio y le miré, sonriéndole sin poder evitarlo. Sus ojos eran preciosos.

Fue entonces que me percaté en el exterior; era de noche y estaba diluviando. Las palabras que Riku había dicho durante la comida vinieron a mi mente, y me senté de golpe en el sofá.

—¿No íbamos a descansar una hora y volveríamos a entrenar?

—Te veías demasiado exhausta, además de que jamás te había visto tan calmada durmiendo —Alcé una ceja cuando dijo eso.

—¿Te gusta ver dormir a las mujeres? Eso es siniestro —comenté —. ¿Cuántos años tienes siquiera? Seguro que eres un viejo verde.

—Los equivalentes a un humano de unos veintidós o veintitrés años —o sea que era mayor que yo, muchísimo si contábamos desde el año de su nacimiento.

—Entonces eres un pervertido de primera categoría —acusé —. Y un acosador —añadí tras pensarlo un poquito.

—Me da paz verte dormir tan tranquila, además de algo de envidia —admitió mientras tomaba asiento a mi lado.

—¿Por? ¿No duermes? —Tenía entendido que los vampiros sí dormían.

—No muy bien, que digamos —respondió, se notaba que no quería profundizar en el tema.

—Qué mal... —susurré, era horrible no poder dormir, yo misma había tenido una temporada así.

Fue entonces que un maletín que había encima de la mesa llamó mi atención.

—¿Qué es eso? —Señalé el objeto con la barbilla.

—Suero B —respondió él, le miré extrañada.

—¿Suero B? ¿Qué es eso?

—Es como... un estimulante —contestó.

—O sea, una droga, ¿no?

—Sí y no. La usamos cuando las misiones se complican.

—Es decir, cuando necesitáis un chute de adrenalina para poder continuar si estáis en las últimas, ¿no? —Riku asintió.

—Al no consumir sangre ni carne humana, nuestra capacidad física se ve algo mermada. No es demasiado, pero en momentos críticos puede ser decisivo y fatal —le miré apenada, realmente hacían un gran sacrificio para poder mantener su condición de "vegetarianos" —. No me mires así, lo hacemos porque queremos.

—Ya, pero eso no le quita lo admirable —halagué yo.

Una de las comisuras de Riku se alzó cuando dije eso, formando una media sonrisa que se me hizo encantadora. Aún así, la felicidad no llegó hasta sus ojos. No sabría describir lo que vi en ellos, pero era una mezcla entre tristeza y quizá algo de pena.

—Riku, ¿estás bien? —El vampiro pestañeó y centró su atención en mí de nuevo, asintiendo con la cabeza.

—No te preocupes.

No lo estaba. No sabía por qué, pero él no estaba bien. Solo que, como siempre, no quería hablar de sus cosas personales. En todos esos días que había estado con él había aprendido que Riku era alguien que solo era pura fachada, un chico que aparentaba ser fuerte, pero que por dentro estaba hecho polvo.

No tenía pruebas de ello, y quizá me estaba precipitando al pensar así de él, pero tanto mi corazón como mi mente me decían que no estaba del todo equivocada.

Todos teníamos nuestros propios demonios, esos que por el día nos miraban fijamente, agazapados en las sombras más oscuras de nuestro ser, esperando a que llegase la noche para poder saltarnos encima como bestias hambrientas y hacernos todo el daño posible.

—La barrera funciona —las palabras de Riku cortaron el hilo de mis pensamientos.

—¿De verdad? —Le miré ilusionada, sintiéndome muy orgullosa de mí misma.

—Aun puedo notar un pequeño zumbido, pero no es nada comparado a lo que solía ser —sonreí al escucharle decir eso. Tenía que mejorar, eso era algo obvio, pero, al menos, había hecho avances.

Unos días pasaron, Riku y yo entrenábamos tanto por la mañana como por la tarde, y gracias a ello había logrado hacer grandes avances. Ahora sabía golpear y defenderme mucho mejor, y mi cuerpo estaba en mucha mejor forma.

Había conseguido coger algo de peso, y con él, músculo. Me sentía llena de vida, y con una fuerza que jamás había tenido, y no solo física.

Pero no todo el proceso fue del todo bueno, ya que con el rápido cambio en mi cuerpo llegaron las dudas; Riku y yo estuvimos hablando del tema, llegando a la conclusión de que, efectivamente, no era del todo humana. Ahora había quedado mucho más que confirmado.

No era como si me hubiera pillado de sorpresa, pero aún conservaba la esperanza de que Riku se equivocase, al igual que la voz que había escuchado en mi cabeza días atrás.

La cual, ahora que me daba cuenta, llevaba tiempo sin dar señales de vida. Bueno, mejor. A veces era muy molesta.

Era por la mañana, y Riku y yo estábamos una vez más en el gimnasio. El vampiro estaba parado frente a mí, sin camiseta y en una posición de guardia. Estábamos practicando los placajes, ya que yo había insistido en ello.

—Bien, adelante —me dijo él.

Respiré hondo y me lancé a la carrera a por él. Fue como estrellarme contra una gran e inamovible roca. El impacto fue tal que incluso reboté hacia atrás, y no me caí al suelo porque Riku me agarró del brazo.

—Tienes que agarrar a tu oponente de la cintura y centrar la fuerza del impacto en su abdomen para desequilibrarlo —explicó mientras se separaba de mí —. En guardia.

Tragué saliva y me preparé para el impacto. Tensé el abdomen y flexioné las rodillas, bloqueándolas. No tenía esperanzas de no acabar en el suelo, pero debía confiar en mí misma. Era más fuerte de lo que pensaba.

Riku fue como un borrón, siempre solía ser así, incluso si se contenía su velocidad seguía siendo muy superior a la de un humano.

Me arrolló como un camión. Quedé sin aliento al recibir el impacto, justo en el centro del abdomen, y luego mis rodillas cedieron, cayendo ambos al suelo. Gruñí cuando me aplastó, aunque pronto apoyó sus manos y sus rodillas a ambos lados de mi cuerpo, mirándome a los ojos.

—Me has derribado porque eres mucho más grande que yo —refunfuñé, haciéndole reír.

—Tú también puedes tirarme así si practicas —me consoló —. Recuerda que no se trata del tamaño de tu oponente o la fuerza que tenga, sino de cómo usas tú eso contra él.

Asentí con la cabeza, mas Riku no se apartó. Me quedé embelesada mirando sus ojos, no sabía si era cosa mía o no, pero ese día parecían más brillantes que de costumbre.

En ese momento, y sin saber muy bien por qué, mi visión de él cambió, y, aunque no me gustara admitirlo, me excitaba la situación en la que nos hallábamos. De hecho, ya apenas me sentía adolorida, ya que el calor que se había instalado en mi vientre, fruto de la excitación del momento, había reemplazado a todo dolor que mi cuerpo estaba sintiendo. 

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