Capítulo 10
Riku y yo pasamos el resto de la mañana metidos en el gimnasio. Él entrenaba y yo le miraba hacerlo, ya que no parecía importarle lo más mínimo que lo hiciera. Era entretenido verle practicar, además de que procuraba fijarme para aprender algo, aunque fuese poco. Estaba claro que no pelearía como él bajo ningún concepto, pero a lo mejor una situación que podría haber sido una derrota para mí ahora podría llegar a ser algo a lo que sería capaz de enfrentarme y quizá incluso salir airosa.
Antes de comenzar a preparar la comida el vampiro subió a su habitación para darse una ducha, así que le esperé en la cocina. Y sí, no pude resistirme a preparar algo yo. Sabía que quizá Riku se molestaría conmigo porque no quería que hiciera nada, pero a mí no me molestaba en verdad.
—No tienes remedio —su voz detrás de mí me sobresaltó tanto que di un pequeño brinco en el sitio y todo.
No le había escuchado llegar, y había estado tan absorta cocinando que el tiempo se me había pasado volando, de hecho, la comida estaba prácticamente lista. Había encontrado arroz, carne y suficientes condimentos como para preparar un arroz con curry, así que había optado por esa receta sin pensármelo dos veces, ya que era de mis favoritas.
—Pensé que sería buena idea adelantar un poco el trabajo en la cocina mientras te duchabas —admití, destapando la olla para probar el curry.
—¿Puedo? —Riku se había inclinado sobre mi hombro.
—Claro —respondí, su proximidad era algo repentino y un tanto inusual, así que me aparté y le dejé probar la comida.
—Está espectacular —halagó tras dejar la cuchara a un lado.
—Si algo hacía bien a ojos de Lord Xaldin, eso era cocinar —era de la única cosa que solía fanfarronear, mis dotes culinarias —. Debiste dejarme cocinar antes.
—¿Insinúas que mi comida no está buena? —La ceja derecha de Riku se alzó un poquito al tiempo en que cruzaba los brazos a la altura de su pecho.
—¡Claro que no! —Exclamé yo, alzando las manos. No pretendía ofenderle.
—Era broma Ellia, tranquila —su sonrisa fue reconfortante a la vez que divertida.
Se me contagió la sonrisa antes incluso de que me pudiera dar cuenta de ello.
Tras eso Riku sirvió la comida tras mucho insistir. Me costó ceder, pero en vista de lo ensimismado que estaba en hacerlo él, simplemente le dejé.
Esa misma tarde Riku se reuniría con el resto de su equipo. No era un suceso extraño, aunque sí me pareció extraño que me preguntara si quería acompañarle o no. Obviamente le dije que quería ir con él, ¿qué haría yo allí sola tanto rato? Exacto, aburrirme como una ostra.
—¿Qué haremos al final con lo de La Caza? —Xion miraba a Riku con mucha atención, esperando una respuesta de su líder.
—Tendremos que esperar a la siguiente luna llena para estropear esa fiesta, Xion —resolvió él —. Recuerda que coincide con la fecha del viaje a las colonias humanas.
No pude evitar sentirme culpable al escuchar aquellas palabras. La resistencia de Riku planeaba salvar a los humanos que participarían en La Caza venidera, pero tendrían que esperar a la siguiente luna llena para poder llevar a cabo su plan, lo que significaba que cuatro humanos morirían por mi culpa.
Se me revolvió el estómago y un regusto ácido subió por mi garganta. Miré mis manos y, por un momento, las vi manchadas de sangre, sangre de inocentes.
"¡Asesina! ¡Egoísta!" Esa voz bramó con rabia en mi cabeza. Le ordené callar, pero hizo caso omiso: "sabes bien que es cierto que no eres humana completamente, ¡al igual que sabes que no quieres ir a esas dichosas colonias humanas! ¡Sé valiente por una vez en tu vida y venga la muerte de aquella que fue una madre para ti!"
—¡Cállate! —Mi grito me desgarró la garganta.
Riku paró de hablar de golpe, mirándome con los ojos como platos, tal y como el resto de los presentes.
—¿Ellia? —Su mano se posó en mi hombro y poco a poco me solté la cabeza. No sabía siquiera en qué momento me la había agarrado.
Mi respiración era errática, y de un momento a otro me doblé en dos y vomité todo lo que había comido hacía apenas una hora.
—Yo... lo siento mucho —susurré, avergonzada.
Riku puso su mano en mi espalda, bajando la mirada para encontrar mis ojos. La preocupación estaba a la vista en el aguamarina de sus pupilas.
—Vayamos a casa —sentenció.
Y eso hicimos.
Tan pronto como cruzamos el umbral de la puerta fui al sofá y me dejé caer en él, mientras que Riku tomaba asiento en la mesita de café que había justo delante, en pos de quedar cara a cara conmigo.
Rompí a llorar. No sabía cuál era realmente mi lugar, y para colmo sabía que cuatro personas morirían por mi culpa.
"Quédate con ellos, podrás vengar a Mary y salvar humanos mientras te redescubres a ti misma". La voz volvió a hacerse presente.
—Cállate por favor —supliqué, Riku agarró mis manos.
—¿A quién se lo dices, Ellia? —Negué con la cabeza.
No lo sabía. ¿Mi subconsciente? ¿Mi verdadera yo? ¿Estaba loca? Desde luego eso era lo más probable, ¿quién en su sano juicio escuchaba voces dentro de su cabeza? Exacto, nadie, al menos, nadie cuerdo.
—A nadie —respondí.
Lo más seguro era que él supiera que le estaba mintiendo.
—Tu zumbido es exagerado hoy —señaló.
Agaché la cabeza, pensando en mis próximas palabras. Palabras que fueron empujadas a salir por aquella voz de mi cabeza:
—¿Y si no quisiera ir a las colonias humanas?
—¿Por qué no querrías?
—Tú dijiste que olía a magia, dijiste que no era humana del todo, entonces, si no voy a encajar del todo allí y mi vida va a ser como la de un bicho raro, ¿para qué ir?
—A simple vista te ves como una humana normal y corriente —se encogió él de hombros. Negué con la cabeza.
—Mis ojos.
—Sabes bien que tu sangre no es lo único que te empuja a no querer ir —una verdad que yo no era capaz de decir.
—Mary... —las lágrimas no dejaban de caer por mis mejillas mientras mis manos se cerraban en puños.
—¿Quieres venganza? ¿Es eso? —Asentí con la cabeza mientras levantaba la cabeza. Sentía fuego en mi mirada.
—No quiero que nadie más muera por mi culpa. Si realizábamos ese viaje, cuatro humanos morirían durante la luna llena. No quiero que mis manos tengan más sangre de la que ya tienen —porque la sangre de Mary ya estaba en ellas. Que ella hubiera muerto era mi culpa, y eso hacía que mi estómago se retorciera de la misma manera que hacía un rato.
—Podemos retrasar el viaje —negué.
—Quiero quedarme. Quiero formar parte de vuestra resistencia —ya estaba dicho, ya había tomado mi decisión por fin.
¿Sería la correcta? ¿Había terminado cambiando el rumbo de mi destino hacia una muerte segura? Solo el tiempo lo diría, pero mientras ese momento llegaba, yo quería vivir mi vida como yo eligiera. Libre, sin ataduras. Haciendo lo que me placiera.
—¿De verdad quieres esta vida? ¿Estás dispuesta a ir en contra de Los Doce y en contra de toda la sociedad? —Asentí con la cabeza.
—Los humanos no merecen estar hacinados en meras colonias. Ellos merecen libertad. Merecen vivir donde ellos quieran, ya sea en las frías montañas o en la cálida costa.
—En eso concuerdo.
—Entonces, ¿soy uno de vosotros? —El asentimiento de Riku me hizo sonreír ampliamente, al tiempo en que me lanzaba a sus brazos efusivamente.
—Pero con una condición: me ocuparé personalmente de que nada te pase durante las misiones, Ellia. Te protegeré con mi vida, seré tu escudo en todo momento —negué con la cabeza mientras me separaba un poco de él.
—No puedes poner mi seguridad por encima de la tuya.
—Eres el recordatorio de que Los Doce no tienen por qué salirse siempre con la suya. Si te matan, habrán ganado.
Lo pensé unos instantes, y finalmente encontré una alternativa mejor:
—Entonces conviérteme en un arma. Si tú vas a ser un escudo, yo seré la espada más afilada jamás creada.
—Dalo por hecho.
Y así nuestro juramento se vio sellado sin que nos diéramos cuenta.
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