🔮 Capítulo 9.

Recuerdo que al inicio de los meses después de haberme graduado (cerca entre Enero-Febrero)

Esos meses habían transcurrido de manera rápida, junto a eso se venía el día de mi cumpleaños en Marzo, lo quería celebrar solo con mi mamá, no quería que el idiota de Rick lo arruinara.

Cumpliría dieciocho años y ya sería mayor de edad.

¿Y en cuanto a la preparatoria? entraría en dos semanas más. No hay nada mejor que el mejor regalo que podría darme mi madre era que me llevara unos días a explorar el Castillo de Moctezuma.

Este castillo es un recinto arqueológico que fue declarado zona protegida por el gobierno de Theodore Roosevelt en 1906, debido a su conservada construcción a base de piedras afiladas y su cimentación a un costado de la montaña. Este enigmático lugar fue nombrado así por los primeros exploradores españoles que llegaron a Arizona, tiene veinte habitaciones y es el centro de especulaciones históricas sobre su origen atribuido a los indios Sinagua. Está ubicado al norte del estado, pasando el Valle de Prescott a 90 minutos de la ciudad de Phoenix.

Comenzamos a guardar los bolsos que teníamos ya preparados en el Jeep, viéndonos desde la puerta un Rick malhumorado, su boca se encontraba tensa, ojos entrecerrados y de brazos cruzados provocando que saliera su enorme barriga cervecera.

—Tienes todo a la mano Rick, no me vengas a molestar, quiero pasar este día con mi hija, se lo merece —Dijo mi madre cargando el último bolso que llevábamos en el Jeep.

Nos subimos al auto y mi madre arrancó, no sin antes de dar una parada a la gasolinera

—Hija, ¡feliz cumpleaños! —Dijo ella sacando dos cajas, la primera era de un lila claro y la otra era de un tono morado.

—Mamá no tenías que molestarte —Dije con una sonrisa, luego lo abracé y abrí la primera caja de tono lila.

Estaba un poco intrigada de qué es lo que mi madre me había regalado.

Se trataba de un anillo triple, el primero era delgado bañado en oro con círculos, parecían cinco lunas; el segundo era con incrustaciones de diamantes pequeños de un bronce; y el tercero también tenía las mismas formas con bordes dorados y en el centro verde.

Sin duda era muy delicado y me había encantado. De forma casi instantánea me coloqué el anillo.

Proseguí a abrir la otra caja morada y aunque era más grande que la anterior. Al abrirlo contenía era una gargantilla, en el medio estaba un atrapa sueños de metal y colgando en ella tres plumas adornado con dos perlas negras, de ese mismo salían dos cadenas que eran amarradas por dos cuerdas de un color negro, era el mejor regalo, más por qué, me lo regaló mi madre.

De inmediato no aguante en ponerme la gargantilla que me regaló mi madre junto al anillo. Guardé las dos cajas en la mochila que combinaba con mi ropa.

Llevaba una camisa adherida a otra, la primera; era de un tono blanco y la segunda; llevaba unas mangas tres cuartos con rayas negras y blancas. Un pantalón negro y unos botines del mismo color y una pulsera de argollas grandes.

—Mamá. —Dije sacando mi celular y buscaba la aplicación de la cámara para sacarnos fotos, quería tenerlas de recuerdo.

—¿Qué pasa querida? ¡Oh! Veo que te han gustado mis regalos —Dijo con una sonrisa mirando el camino de vez en cuando.

—¡Sí mamá me encantó, muchas gracias! —Exclamé emocionada y la abracé.

Observaba lo concentrada que estaba en el volante, ver su rostro que a medida que pasaban los años se asomaban algunas arrugas, pero aún así mantenía su juventud.

Sobre todo admiraba su tenacidad y la mujer aguerrida que era para enfrentar los obstáculos que se le presentaban..

Tenía una enorme corazonada que mi madre dejaría al idiota y vividor de Richard.

Algo me decía que de ahora en adelante sería para bien.


Pasó alrededor de unos minutos y mi madre paró el auto para sacarnos fotos, algunas con filtro, de esas que te ponían orejas de gatos y otras cosas. Era muy gracioso cómo la tecnología avanzaba en poner filtros en movimiento.

Mi madre...

Bueno, podría decirse que tiene una belleza extraordinaria, había heredado los mismos ojos que ella, pardos casi con un toque verde en ellos, una tez blanca, un cabello castaño aunque ella prefiere el rubio con algunos reflejos.

Para mí mi madre era perfecta.

Ambas teníamos un gen que hacía verse más joven, gracias a ese gen el MC1R,que normalmente se encuentra en la pigmentación pelirroja.

El gen interviene en la combinación de factores genéticos y ambientales, pero además influía en la edad percibida, es decir los años que nos decían las personas que podríamos tener o que ellas percibían a simple vista generalmente era errónea.

Este gen que tenemos con mi madre, probablemente de mi abuelo y de mi bisabuela, desempeña otros procesos biológicos, como la inflamación y la reparación de daños en el ADN. Por lo que nos dijo el médico era tanta la influencia del gen, que podría ser la razón por la que se vinculan a la apariencia juvenil. Por lo que demostramos menos edad de la que aparentamos.

Puede ser esa la razón.

—Tantas fotos que sacaste hija... Si seguimos así no llegaremos al castillo de Moctezuma, además reservé las habitaciones —Mencionó riéndose mostrando una sonrisa perfecta.

—De acuerdo mamá —Comenté con una sonrisa.

Guardé todas las fotos apagando mi celular, conversamos de todo tipo de cosas con ella, sin lugar a dudas me encantaba tener aquellas conversaciones. Esa conexión de madre e hija la amaba y que sabía que perdurará para siempre hasta el día en que ya no estuviéramos.

Me encantaba.

Me encantaba el solo hecho de decirnos una palabra, una sola caricia transmitía el cariño que nos teníamos.

Sin duda el viaje era bastante corto, era una hora y media para llegar a nuestro destino.

Y este día sería uno de los que atesoraré por siempre, disfrutaré al máximo estos días que estaré con mi madre en aquel recinto arqueológico.

¡Amo a mi madre Karis!

߷

*Reditado: 16.05.21

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