"Uno más para la suerte", susurra su esposo contra su mejilla, y no puede hacer nada más que aferrarse a la cintura de Klaus, permitiendo que el castaño haga lo que quiera con él, incluso cuando sabe que se va a arrepentir al llegar al trabajo.

En las últimas dos semanas, Klaus ha decidido que, por alguna razón, necesitaba un hechizo de protección, y no habría sido un problema si a su amado no le gustara usar tanto el labial rojo.

Una vez que llega al ministerio, puede ver la mueca de diversión en la cara de Diego y Luther. Viktor lo mira con una mezcla de incertidumbre y molestia. Por un momento, hace ademán de querer limpiarse la mejilla marcada, pero luego recuerda que los labiales de Klaus son mágicos y no se quitarán a menos que lo haga con magia. Además, ya puede imaginarse la cara de disgusto del hechicero si al regresar a casa no tiene el hechizo de protección en su mejilla.

Las brujas a su alrededor parecen un poco decepcionadas mientras desvían la mirada y se alejan rápidamente de su persona. Sinceramente, no entiendo cuál es la decepción. No es un secreto para nadie que está casado con Klaus desde hace más de diez años. Pero esas mujeres siguen intentándolo una y otra vez. Por lo menos, que Klaus lo marque de esta manera tiene sus ventajas, aunque a veces desearía que Klaus sea más discreto en los lugares donde elige poner sus hechizos.

“Lindo color, Five”, por supuesto, Diego no puede mantener la boca cerrada, incluso cuando sabe que es su superior.

"Oppugno", maldice, y unos pájaros atacan a sus dos hermanos más tontos mientras se dirige a su oficina en compañía de Viktor.

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Ha pasado mucho tiempo desde que me animé a escribir algo, creo que estoy empezando a salir de mí bloqueo, así que espero que les guste.