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Edd volvió de la escuela arrastrando su bolso, el cual tiró al sillón sin ganas.

Saludó al aire a su Madre, la cuál respondió con un dulce "—Hola Cariño—".

Edd subió lentamente la escalera. Le dolía todo, ya que esos imbéciles que tenía de compañeros lo había pateado en el piso.
Además que estaba débil gracias al cáncer.
Le costaba respirar, y su estómago dolía más que el infierno.
Cuándo llegó a su habitación en el segundo piso, se dirigió directamente a su escritorio, y escribió una larga carta de despedida, mientras lágrimas salían de sus ojos, pero ya no podía más.

Firmó la carta con delicadeza y miró la hora: "11:30".
Recordó que hoy había salido más temprano ya que el profesor faltó.
Y sonrió, porque a esa hora su hermana estaba en el colegio, su Madre se iba a trabajar y su Padre ya estaba en el trabajo.
Era la hora perfecta.

Poco después su Madre se despidió de él.

—Mamá, ¿puedo pedirte un favor?—preguntó con el sobre en sus manos.

—Claro Cariño ¿Qué es?

—Si me pasa algo, algún día, ya sabes, por el cáncer— habló con muchas pausas—¿podrías entregarle esto a Tom?

—Hijo mío, estoy segura de que no te va a pasar nada— contestó su madre a punto de llorar, la única idea de que su hijo no sobreviviera le partía el corazón— no tomaré nada, porque vas a pasar esto—se negó.

Edd la miró triste y asintió, rodeando sus brazos en el cuerpo de su Madre.

—Te amo Mamá—soltó casi llorando, su madre le respondió con un: "Yo más".
Cuando se separaron, Edd dejó la carta encima de la mesita de café y sonrió.
Su Madre se había ido.

Respiró hondo, y se pusó su ropa favorita, tomó su celular y la cuchillas que había comprado hace semanas.

Acarició a su gato como nunca lo había hecho, y lloró.
—Te voy a extrañar amiguito...

Fue al baño, y llenó la tina con agua caliente, porque sentía un frio horrible.
Cerró la puerta con llave.

Se acostó en la ducha, sin importarle que la ropa se mojara.
Pusó su música favorita en el celular, y mandó un último mensaje.






El dolor que sentía la señora Gould era inexpresable.
Estaba completamente vestida de negro, lista para ir al funeral de su propio hijo.
No le quedaban lágrimas, pues estas se habían agotado al llorar toda la noche.
Bajó las escaleras, y lo vió.
El sobre que le había entregado su hijo antes de morir.

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